La Cananea del río Sonora
Leopoldo Santos
E
l pasado viernes 27 de marzo hubo una fuerte movilización pacífica en la ciudad de Cananea, organizada por la alianza Todos Unidos Contra Grupo México. Esta organización se compone con los pobladores de los municipios del río Sonora afectados por la contaminación, y por los mineros de Cananea, que están por arribar al octavo año de huelga y que hace cinco años la sostienen como huelga de hecho, mientras sus abogados mantienen latentes los recursos jurídicos y han acudido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que ya ha iniciado un proceso de revisión del caso. En esta ocasión unos 2 mil ciudadanos de los municipios ribereños se concentraron desde temprano en el mausoleo de los mártires de Cananea de 1906, a la entrada de la ciudad, y marcharon hacia el predio conocido como Los Patos, a unos siete kilómetros de distancia. Allí mismo, dentro de la ciudad hacia el este, instalaron un campamento permanente que mantienen desde el 16 de marzo y de donde impiden que las plantas rebombeen el agua hacia la mina, lo cual está provocando el efecto favorable de que esa agua siga su curso normal y recargue los acuíferos subterráneos del río San Pedro. Otro efecto consiste en que al impedir el rebombeo, la enorme laguna de ácidos y venenos de Cananea esté bajando su nivel de tóxicos.
Es decir, la alianza de mineros y pueblos ribereños retiene un punto estratégico para la producción del Grupo México y se ve difícil que el consorcio intente recuperarlo sin provocar una reacción de pronóstico reservado.
El desfile del pasado viernes constituyó un encuentro inédito entre la gente del río Sonora y los mineros. Por más de 100 años separados e incomprendidos mutuamente, aunque vinculados por el río que daba vida sana a los municipios de la región, no habían podido juntarse para combatir la prepotencia y la estupidez de Germán Larrea, a quien poco le importa la salud y la vida de los sonorenses, ahora afectados por el macroderrame del represo de la mina en agosto del año pasado. A la cabeza de la protesta desfilaron los ribereños, hombres, mujeres y niños, seguidos en la retaguardia por trabajadores llegados desde las secciones del sindicato nacional minero de diferentes partes del país. La cabalgata de jinetes de botas vaqueras y sombreros le dio el toque regional a la marcha, seguida por camiones con gente de los pueblos y carros de particulares venidos de dondequiera. A pesar de los siete kilómetros recorridos bajo un sol abrasante pero esplendoroso, los jóvenes de la banda de guerra de la sección 65 resistieron desde el mausoleo hasta Los Patos.
La convocatoria había sido lanzada para celebrar el Foro Nacional Minero que anualmente se realiza en Cananea, pero en esta ocasión el tema central fue la contaminación de Grupo México por el macroderrame de 40 mil metros cúbicos de óxidos, ácidos y metales pesados que están enfermando a la gente desde el Bacanuchi hasta Hermosillo. Por primera vez en la historia del foro, los oradores que tuvieron prioridad fueron los ribereños, quienes narraron su experiencia buscando la ayuda del gobierno y cómo después de comprobar que las promesas de Guillermo Padrés, gobernador, y el gobierno federal eran igualmente falsas, decidieron realizar acciones más contundentes y efectivas, como latoma de Los Patos. Los oradores tanto mineros como ribereños y los Steel Workers del sindicato metalúrgico de Estados Unidos y Canadá, así como Juan Antonio Pavlovich, representante del sindicato de académicos de la Universidad de Sonora, y Martha Patricia Velarde, de Baviácora, coincidieron en que es imperioso crecer y mostrar una mayor fuerza para arrancar de Grupo México y del gobierno federal el cumplimiento de las soluciones prometidas, entre ellas, las más importantes, la reparación del río y el aseguramiento de los jales, que constituyen la amenaza más directa. Mientras los oradores hacían sus planteamientos fue inevitable admirar la belleza de las amazonas del pueblo de Aconchi, jineteando corceles briosos rodeando el acto, moviéndose en el acotamiento de la carretera mientras cuidaban hacia atrás a sus pequeños vástagos montados en potrillos mansos.
Reconocer que este es uno de los actos más destacados en la lucha de los ribereños y trabajadores mineros plantea también el problema de cómo ir hacia adelante y ganar más fuerza. Algo evidente en esta movilización fue la ausencia de ciudadanía cananense, quiero decir, la chavalada que salió a defender a los mineros cuando la Policía Federal los desalojó de la mina hace cinco años, hoy no estuvo presente. Ausentes también, barrios y colonias donde no sería tan difícil convocar exitosamente. Además de la fuerza de 400 policías privados que cuidan al interior de la mina, Grupo México controla la prensa de la región cananense y mantiene programas de
desarrollo social, espectáculos e incluso programas culturales tanto en Cananea como en Esqueda y Nacozari, pero ni así ha logrado el apoyo de los cananenses y demás poblaciones, a excepción de los comerciantes que se ven favorecidos por la derrama de circulante en la ciudad. Otro punto a remontar consiste en que los hermosillenses se niegan a ingresar a la nómina de los afectados, a pesar de que los pobladores de la presa El Molinito han enfermado por decenas debido al agua que se ven obligados a consumir.
Es decir, la conciencia ecológica ligada a los trabajadores mineros que podrían ayudar a la descontaminación y la prevención de nuevos casos, viene de la sierra y de los valles del noroeste, antes que del centro urbano sonorense, donde pululan los ecologistas de membrete. Como puede verse, el reto de cómo vincular los movimientos y crear organizaciones y direcciones más abarcantes es el mismo hacia el norte y hacia el sur de la República.