Peste bubónica y ébola
Según los datos hasta ahora conocidos, la enfermedad por el virus del ébola es una zoonosis, es decir, una infección de origen animal que por algunas razones en proceso de esclarecimiento ha pasado al ser humano. También fue una zoonosis la llamada gripe o influenza española, fiebre que a principio del siglo XX se llevó a la tumba al menos a 50 millones de personas, sobre todo en Europa. Se trató de una gripe de las aves, una gripe aviar.
Fue llamada gripe española porque fue en España donde se dieron los primeros brotes de la patología, si bien hay evidencias de que el origen de la enfermedad fue en Estados Unidos, y que llegó a Europa llevada por las tropas estadounidenses que combatieron en la primera guerra mundial.
Igualmente fue una zoonosis aquella terrible epidemia de peste negra o peste bubónica que en la Edad Media, concretamente en el siglo XIV, mató a un tercio de la población europea de entonces, es decir a unos 25 millones de personas, así como a otros sesenta millones en Asia.
La picadura de las pulgas de las ratas fue el vehículo de la infección. Hoy, siete siglos más tarde, la peste bubónica se encuentra aún entre nosotros, pues no ha sido erradicada, aunque son muy pocos los casos que se presentan anualmente en todo el mundo.
Por tratarse de una infección bacteriana, la enfermedad se cura con antibióticos. Y existe, además, una vacuna de probada eficacia que, sin embargo, sólo se aplica a personas muy expuestas, como el personal médico, sanitario y de laboratorio que puede entrar en contacto con el foco infeccioso.
Entre las razones por las cuales la epidemia fue tan mortífera se esgrime la enorme desnutrición existente en Europa en esa época, lo que debilitó el sistema inmunitario de grandes capas de la sociedad. Y lo que se dice para Europa es igualmente válido y quizá con mayor razón para Asia.
Independientemente de esa situación de escrofulosis o desnutrición agravada, es evidente que la insalubridad característica de esa época era el perfecto caldo de cultivo para la propagación de la enfermedad. Desnutrición o mala alimentación y la falta de higiene son dos rasgos característicos de la pobreza. Por ello hay quienes sostienen que la peste bubónica puede ser calificada como una enfermedad de la pobreza.
Pues una cosa semejante pasa con el ébola. La infección proviene de la coexistencia humana con ciertos animales, como monos y murciélagos. Y sobre todo por el consumo de la carne de estas especies. Por ello, las autoridades sanitarias recomiendan evitar ambas situaciones. Pero es muy difícil decirle a la gente que no coma murciélagos o monos cuando no tiene otra cosa qué comer.
Más allá de las similitudes del ébola con otras zoonosis, se sabe positivamente que la enfermedad por el virus del ébola no es muy contagiosa, pues para la transmisión hace falta el contacto con los fluidos corporales de un infectado, como pasa con los familiares cercanos y el personal médico involucrado. Y está muy claro que el estado actual de la ciencia es infinitamente superior hoy que en la Edad Media o que, incluso, a principios del siglo pasado.
Y si bien la tasa de mortalidad del ébola es muy alta (entre 50 y 60 por ciento de los infectados), los fallecimientos se cuentan por centenas y no por decenas de millones, como ocurrió durante milenios con otras epidemias y otras zoonosis.
Tratamiento médico paliativo, aislamiento, cerco sanitario, pruebas de laboratorio y, desde la aparición del sida, un enorme avance en el conocimiento y producción de agentes antivirales permiten ser optimistas acerca de un muy limitado desarrollo ulterior de esta nueva zoonosis.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor. com.mx
Fue llamada gripe española porque fue en España donde se dieron los primeros brotes de la patología, si bien hay evidencias de que el origen de la enfermedad fue en Estados Unidos, y que llegó a Europa llevada por las tropas estadounidenses que combatieron en la primera guerra mundial.
Igualmente fue una zoonosis aquella terrible epidemia de peste negra o peste bubónica que en la Edad Media, concretamente en el siglo XIV, mató a un tercio de la población europea de entonces, es decir a unos 25 millones de personas, así como a otros sesenta millones en Asia.
La picadura de las pulgas de las ratas fue el vehículo de la infección. Hoy, siete siglos más tarde, la peste bubónica se encuentra aún entre nosotros, pues no ha sido erradicada, aunque son muy pocos los casos que se presentan anualmente en todo el mundo.
Por tratarse de una infección bacteriana, la enfermedad se cura con antibióticos. Y existe, además, una vacuna de probada eficacia que, sin embargo, sólo se aplica a personas muy expuestas, como el personal médico, sanitario y de laboratorio que puede entrar en contacto con el foco infeccioso.
Entre las razones por las cuales la epidemia fue tan mortífera se esgrime la enorme desnutrición existente en Europa en esa época, lo que debilitó el sistema inmunitario de grandes capas de la sociedad. Y lo que se dice para Europa es igualmente válido y quizá con mayor razón para Asia.
Independientemente de esa situación de escrofulosis o desnutrición agravada, es evidente que la insalubridad característica de esa época era el perfecto caldo de cultivo para la propagación de la enfermedad. Desnutrición o mala alimentación y la falta de higiene son dos rasgos característicos de la pobreza. Por ello hay quienes sostienen que la peste bubónica puede ser calificada como una enfermedad de la pobreza.
Pues una cosa semejante pasa con el ébola. La infección proviene de la coexistencia humana con ciertos animales, como monos y murciélagos. Y sobre todo por el consumo de la carne de estas especies. Por ello, las autoridades sanitarias recomiendan evitar ambas situaciones. Pero es muy difícil decirle a la gente que no coma murciélagos o monos cuando no tiene otra cosa qué comer.
Más allá de las similitudes del ébola con otras zoonosis, se sabe positivamente que la enfermedad por el virus del ébola no es muy contagiosa, pues para la transmisión hace falta el contacto con los fluidos corporales de un infectado, como pasa con los familiares cercanos y el personal médico involucrado. Y está muy claro que el estado actual de la ciencia es infinitamente superior hoy que en la Edad Media o que, incluso, a principios del siglo pasado.
Y si bien la tasa de mortalidad del ébola es muy alta (entre 50 y 60 por ciento de los infectados), los fallecimientos se cuentan por centenas y no por decenas de millones, como ocurrió durante milenios con otras epidemias y otras zoonosis.
Tratamiento médico paliativo, aislamiento, cerco sanitario, pruebas de laboratorio y, desde la aparición del sida, un enorme avance en el conocimiento y producción de agentes antivirales permiten ser optimistas acerca de un muy limitado desarrollo ulterior de esta nueva zoonosis.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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