Grupo (anti) México: destrucción y muerte
Leopoldo Santos Ramírez*
P
ara quien no los ha visto, los
jalesson depósitos a cielo abierto que contienen ácidos, metales y contaminantes diversos diluidos. Si se transita de sur a norte, bajando la sierra, el primer jale de la mina de Cananea puede verse desde la carretera cuando se está cerca de la ciudad; da la apariencia de una laguna hermosa, de esas que dan vida al paisaje rural de las distintas geografías del país. Pero su apariencia es engañosa, pues desde siempre ha representado una fuente contaminante y de diversas enfermedades para los cananenses y para todo ser viviente en las localidades cercanas a la población minera. El gran problema es que toda la región de Cananea y algunos municipios aledaños están llenos de represos y jales porque esta es la forma más barata en la que el Grupo México de Jorge Feliciano Larrea produce cobre, aunque con esto ha devastado ecológicamente los ejidos y las áreas verdes que antes eran orgullo de los cananenses.
Esos represos y jales contienen los residuos últimos del tratamiento que la extracción de metales y su procesamiento ha requerido durante la explotación minera; entre ellos una gran cantidad de agua que después del proceso de extracción sirve para arrastrar ácidos y metales hacia los represos y de allí van a ser bombeados hacia las pilas llamadas ESDES, que son planchas con celdas que mediante un procedimiento de cátodos y ánodos, con los mencionados residuos van a producir láminas de cobre cuya pureza es de la más alta calidad y de buen valor en el mercado. Durante el tiempo que el Grupo México de Jorge Feliciano ha tenido las concesiones mineras ha devastado la cuenca hidrológica del río San Pedro, que está en el lugar denominado Ojo de Agua, que es precisamente donde nace el río Sonora; de allí sacan –cuando menos– unos 22 millones de metros cúbicos de agua anualmente. En años más recientes, debido a la presión de los gringos, se fueron sobre el arroyo de Bacanuchi. De cualquier forma, dada la interconexión del sistema de ríos de Sonora, Hermosillo no se salvó del derrame del represo cercano a dicho río y ahora estamos ante la emergencia de la presa El Molinito, adonde fueron a depositarse los minerales, todos cancerígenos y difíciles de eliminar, a pesar del optimismo de la Conagua. Pero lo que pocos saben es que las presas que surten a Hermosillo desde siempre han estado contaminadas, en mayor o menor grado, con metales y ácidos de los desechos de Cananea. Durante la enorme sequía que por décadas hemos padecido esto no se notó, pero el derrame del represo de Bacanuchi está evidenciando cómo avanza el consorcio Grupo México en su devastación, de cerros, sierras y ecosistemas únicos en el contorno de Sonora.
En efecto, el problema de los represos en una mina tan grande como la de Cananea es que al construir uno, una vez que empieza a escurrir, atrás del primero debe construirse un segundo represo y luego otro. Esto resulta inevitable porque la producción de cobre no se detiene, y con ella la necesidad de conservar los ácidos y metales contenidos en depósitos al aire libre. Si uno enfoca Cananea con Google Earth pueden verse la serie de represos que la compañía ha construido, represos emisores de polvo venenoso que tiene a esa población minera con el más alto índice de enfermedades cancerosas en el país. Pero no es la única área afectada, en iguales condiciones está la mina La Caridad, de Nacozari, que mediante un acueducto para operar, extrae 44 millones de metros cúbicos de río Yaqui.
En el año 2007, en mayo, poco antes de que estallara la huelga que hoy todavía está vigente y sostenida por la sección 65 del sindicato minero, uno de los conflictos entre sindicalistas y empresa se dio porque el represo del Cerro del Mosco, al bombear el agua hacia la concentradora que está dentro de la mina, tanto el ácido sulfúrico como los metales prácticamente se comieron los conductos de la concentradora, inutilizándola, pérdida que el consorcio quiso cobrarle a los mineros, cuando en realidad el mantenimiento de los represos y las pilas estaba y sigue estando a cargo de las llamadas compañías terceras. En la historia de la concesión al grupo de Larrea, los derrames por descuido, poca inversión y desprecio hacia la seguridad de los sonorenses han sido una constante, así sean menores o mayores, y siempre se conducen hacia el río Sonora. La catástrofe que ahora enfrentamos es de una gravedad que no pudo ser ocultada a pesar del comportamiento criminal de Grupo México al no avisar con tiempo, pensando estúpidamente que la población no se daría cuenta. Ahora el problema es para la ciudad de Hermosillo, porque la presa El Molinito abastece a una buena parte de su población. Conagua, Semarnat, la Profepa, Protección Civil y gobierno del estado de Sonora no deben hacerse de la vista gorda ante el problema. Especialmente el gobernador debe abanderar la exigencia no solamente de la reparación de los daños, sino de exigir muestreos y pruebas de laboratorio independentes antes de volver a abrir El Molinito.
Como se veía este domingo 17 de agosto, la prensa especializada en distorsionar la verdad, como El Imparcial, empieza a recular, intentando ocultar la gravedad de los acontecimientos. ¿Cuál es el porcentaje de la población de Hermosillo que no alcanza a tomar agua embotellada? ¿Qué les vamos a decir a ellos, a sus hijos, cuando las enfermedades y la muerte empiecen a aparecer? ¿Por qué permitimos que el Grupo México envenene nuestra agua, devaste las sierras y vuelva inservible nuestra tierra? ¿Qué nos falta para reaccionar? ¿Qué hace falta para echarlos fuera de Sonora? ¿De qué mierda estamos hechos?
* Profesor e investigador de El Colegio de Sonora