EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

miércoles, 13 de marzo de 2019

Un balance de la huelga feminista

Tras la huelga feminista
8M: Una huelga de mujeres para el 99%
09/03/2019 | Rebeca Martínez
El 8 de Marzo (8M) del año pasado millones de mujeres de todo el Estado español salieron a la calle para lanzar un grito contra la violencia patriarcal que atraviesa cada uno de los espacios sociales (las relaciones personales, el trabajo asalariado y doméstico, la economía y la política) y lo hicieron en una de las mayores movilizaciones que se conocen, coordinando una huelga de repercusión internacional que se puso por objetivo pararlo todo: el empleo, los cuidados y el consumo. De esta forma, consiguieron dar una expresión política colectiva a su malestar personal que hizo llegar el rugido feminista a todos los rincones de la geografía española, logrando una cosa fundamental: despojar la lucha de las mujeres de las connotaciones negativas que le otorgan los sectores conservadores e imprimirle una fuerza que la hace imparable, la fuerza del sentido común.
Este año, y por segunda vez consecutiva, las mujeres del Estado español estaban convocadas a realizar una huelga de similares características a la del año pasado y se ha vuelto a conseguir una cita histórica para la lucha de las mujeres. Durante toda la mañana se sucedieron los piquetes informativos en multitud de ciudades españolas, se cortaron avenidas y calles principales, se leyeron manifiestos y, a la hora de la comida, en diversos puntos de capital madrileña, se celebraron actos por el derecho a la vivienda, contra el racismo y la precariedad laboral.
Como colofón a la jornada, ya por la tarde, las columnas feministas inundaron las calles a lo largo y ancho de la geografía española. Medio millón de manifestantes en Madrid (aunque según la organización podrían ser muchas más), cifras similares en Barcelona, unas 50.000 personas en ciudades como Sevilla y Bilbao, según fuentes oficiales. Cuesta mucho ponerse de acuerdo en las cifras, pero tampoco es imprescindible para constatar la evidencia: que el feminismo español no solo ha mantenido el pulso del año pasado, sino que además lo ha superado en participación.
Sin embargo, en el contexto social y político actual, el movimiento feminista afronta nuevos retos para el próximo curso. Después de la organización de dos hitos consecutivos con este alcance y en un momento de derechización del espectro parlamentario (con el significativo avance de la extrema derecha), tanto su mantenimiento en el tiempo como la consecución de sus demandas dependerán de cómo se enfrente a esta coyuntura.
La batalla discursiva se ganó en la movilización de 2018 y se ha vuelto a ganar este año. Prueba de ello es que en las dos ocasiones se ha forzado a todas las fuerzas políticas a posicionarse. Sin embargo, la hegemonía lograda hace que su contenido esté en disputa a día de hoy y ya estamos viendo los intentos de la derecha para apropiarse de él. El pasado domingo, sin ir más lejos, la representante de Ciudadanos Inés Arrimadas se reivindicó de un “feminismo liberal” que defiende la libertad individual de las mujeres y no vaciló ni un momento a la hora de ponerse a ella misma como ejemplo de la lucha por la igualdad, por ser la única candidata mujer a presidir la Generalitat de Cataluña y la primera más votada en unas elecciones, aunque sin el apoyo suficiente para formar gobierno frente a la mayoría independentista.
Estas declaraciones son muestra suficiente de que el feminismo que abanderan las liberales es ese feminismo que se centra en las cuotas de poder y que solo beneficia al 1% de las mujeres. Nada nuevo. Pero también apuntan uno de los desafíos más importantes que encara el 8M en el nuevo curso político: imponer, frente a este feminismo de la minoría, un feminismo amplio, del 99%, que continúe profundizando en los ejes que se vienen desarrollando: cuerpos, economía, cuidados y fronteras y que sea capaz de encauzar la potencialidad mostrada en los grandes hitos hacia experiencias particulares del conflicto social.
El 8M y el conflicto capital-vida
Sin duda, uno de los aspectos más interesantes del 8M es la reapropiación de la huelga como instrumento de lucha para las demandas del feminismo. En efecto, no es la primera vez que las mujeres hacen empleo de ella. Las trabajadoras se han acogido a los paros laborales en multitud de ocasiones a lo largo de la historia del capitalismo. Sin embargo, la potencialidad del 8M radica en conseguir conectar el trabajo productivo con el reproductivo, convocando paros en las dos esferas.
Históricamente, las huelgas centradas en el sector productivo han mantenido siempre una conexión estrecha con el trabajo de cuidados, aunque se le haya concedido poca importancia a esta relación. Las huelgas organizadas en sectores de trabajo feminizados siempre han contenido reivindicaciones que iban en la línea de conciliar el empleo y la crianza, bien en forma de reducción de la jornada laboral, bien con la propuesta de crear más guarderías. Y no solo esto. Cuando los trabajadores (hombres) han ido a la huelga, ha sido el trabajo desempeñado por las mujeres: cocinar, cuidar a los hijos y los mayores, limpieza del hogar, apoyo emocional y un largo etcétera, lo que ha permitido la continuidad del conflicto laboral abierto. Hay un caso reciente en España que puso de relieve esta relación. Cuando los trabajadores de Coca-Cola en Lucha se pusieron en huelga en 2014, las mujeres de su familia (esposas, hermanas, madres) se organizaron como Las espartanas para poner en valor precisamente la importancia que tiene la comunidad en los paros laborales y el importante papel que jugaban ellas ahí.
Sin embargo, lo interesante del 8M, lo que abre mayores posibilidades a la práctica política, es que ha conseguido ampliar el foco centrado en la producción hacia la reproducción, poniendo el énfasis en los cuidados. Al hacer esto, el movimiento feminista ha reconceptualizado para siempre la noción de huelga; y no solo ha puesto de relieve una vez más la división sexual del trabajo en las sociedades capitalistas y el reparto desigual de las tareas domésticas, además, ha sabido visibilizar la lógica neoliberal que traslada la mercantilización desde el espacio productivo hacia el espacio privado de la vida (que incluye el cuidado, el ocio, la enfermedad, las relaciones personales, etc.).
De esta manera se han conseguido muchas cosas. En primer lugar, se ha superado el enfoque liberal que centra sus demandas de igualdad en pedir para las mujeres los mismos salarios y las mismas oportunidades de empleo que los hombres y se ha puesto la mirada en las raíces estructurales de la opresión patriarcal. Esto no va de conseguir mejoras laborales solamente, dicen las feministas, menos aún si van dirigidas a una porción reducida de la población. De lo que se trata es de visibilizar la contradicción entre el capital y la vida que se establece en las sociedades actuales y de que son las clases populares quienes más cargan con el peso de esta confrontación antagónica.
El síntoma más palpable de la contradicción capital-vida se muestra en la crisis de los cuidados que ha sabido señalar el feminismo y en la cadena global que se ha puesto en marcha para cubrirlos. En la actual fase neoliberal, con el trasfondo de crisis sistémica y de fin del Estado Benefactor, las salidas que se encuentran para mantener las tareas de cuidados siguen la vía de la privatización, bien externalizándolas por el camino de lo empresarial, bien cargando a las mujeres doblemente para que las realicen dentro del hogar después de su jornada de trabajo fuera de casa; o, en el caso de hogares con ingresos suficientes, fomentando la contratación de mujeres con menos recursos, inmigrantes en muchos casos, para que las realice bajo condiciones muy precarias.
Por otro lado, al poner el acento en el espacio reproductivo, el 8M ha señalado los cuidados como un lugar donde tensar el conflicto político y abrir vías de emancipación para las mujeres. El feminismo logra con esto el objetivo de poner las tareas orientadas al mantenimiento de las personas en el centro de la política, otorgándole el potencial de un espacio no asumible por el sistema capitalista actual. Se están dando pasos para organizar el bloque que pone en el centro el mantenimiento de la vida y enfrentarlo a ese otro bloque escandaloso basado en la acumulación constante que la destruye.
Pero el alcance de la huelga de mujeres se mide también en otros niveles. Los manifiestos consensuados en estos dos años son con diferencia los más ambiciosos que se recuerdan y, además de ejes como la economía y los cuidados, incluyen otros importantísimos como los cuerpos, la identidad y las fronteras. Las feministas han entendido que la adscripción de las mujeres al género no es uniforme, sino que está mediada por otras opresiones que establecen factores como la clase, la raza, la etnia, la sexualidad, etc., y entre sus logros se encuentra el de haber sabido componer una agenda común partiendo de esta diversidad. El capitalismo patriarcal y la violencia machista nos afecta a todas, pero a distintos niveles. Por este motivo, el argumentario de la huelga incluye entre sus demandas principales la derogación de la ley de extranjería, el cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIES), auténticas cárceles para personas migrantes, y otras medidas contra la xenofobia, el racismo y la transfobia.
El feminismo español arraigado en su historia
En casos como el del 8M es frecuente que se explique lo ocurrido en términos de un estallido, como si fuese un estruendo que irrumpe repentinamente ante la mirada de quien observa y sin causa aparente. Frente a perspectivas que se acercan a los acontecimientos sociales amputándoles la relación con la totalidad social, es necesario enmarcar las huelgas feministas en el contexto sociopolítico en el que se producen, analizarlas como procesos lentos de acumulación de fuerzas y como un juego de interdependencias con otros factores sociales.
El movimiento feminista español tiene una memoria rica que se cuenta en años e incluso décadas y la huelga del 8M no es una exterioridad del mismo, sino que forma parte de su recorrido histórico y son el fruto del trabajo previo que han realizado las feministas de nuestro país.
Tenemos que remontarnos al período mismo de la transición española (1975), nada más acabar la dictadura franquista, para empezar a trazar la historia del feminismo español. Con el trasfondo de la agitación social que se produjo en el posfranquismo, el movimiento feminista se constituyó en un actor político más, con una agenda que en aquel momento se centraba en pedir la nulidad de los delitos por adulterio, la libertad sexual, el derecho al aborto y al divorcio, o la amnistía de las mujeres presas del franquismo. Durante los cuarenta años de dictadura, las mujeres habían sido sometidas a una minoría de edad eterna y el feminismo irrumpió como un grito necesario arraigado a la lucha de su tiempo. Por esta época se celebraron jornadas masivas en Madrid (1975), Barcelona (1976) y Granada (1979) y se convocaron manifestaciones multitudinarias que no contaban precisamente con el beneplácito de la sociedad. En Madrid, se organizó una en enero de 1976 y cuentan las presentes que miles de mujeres bajaban por la calle Goya, tras una pancarta donde se leía: Mujer, lucha por tu liberación, ¡únete!, entre aplausos, pero también entre abucheos y algún insulto.
Desde este momento el feminismo ha sido una constante en la política española, alternando, eso sí, momentos de latencia con otros que se han conectado más con la movilización social.
Después de la vocación transgresora que mostró en el posfranquismo, en la década de los ochenta y los noventa el feminismo español atravesó un periodo de desactivación del conflicto. Coincidiendo con los sucesivos gobiernos del PSOE y con la consolidación de los estudios de género en las universidades, se produjo una cooptación de las demandas feministas por las instancias parlamentarias y universitarias y pudo consolidarse eso que se ha llamado feminismo institucional o socialdemócrata.
Pero en 2009 se volvió a dar un giro en la agenda feminista. El hito que marca esta etapa fueron unas jornadas organizadas en Granada que contaron con la presencia de hasta tres mil mujeres y que abrieron la reflexión en torno a cuestiones económicas y de identidad, planteándose la crítica que las mujeres trans y racializadas hacían al feminismo hegemónico blanco. El encuentro no solo fue rico en ideas, también en propuestas y, tras años de institucionalización, permitió poner de nuevo en marcha un repertorio de acciones para el movimiento feminista autónomo y abrir un ciclo de movilizaciones muy activo.
En febrero de 2014, miles de mujeres se organizaron en el Tren de la Libertad para manifestarse en la capital madrileña contra la Ley del aborto de 2010 que imponía muchas restricciones para detener el embarazo, por ejemplo, obligaba a las mujeres a justificar con un dictamen médico que continuarlo ponía en riesgo su salud mental. Gracias a esta protesta no solo se consiguió derogar dicha ley, también se consiguió que dimitiera el entonces ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón, por no ser capaz de “cumplir con un encargo” (el de Mariano Rajoy, entonces presidente del Gobierno), según dijo él mismo. Era la primera vez que la movilización social forzaba algo así en democracia. El 7 de noviembre de 2015 sentó un precedente en las protestas contra las violencias machistas en nuestro país con manifestaciones multitudinarias celebradas en diversas ciudades que se repitieron de nuevo en 2016. En 2017 hubo diversas acciones y movilizaciones por el caso de La Manada, una violación en grupo que ocurrió durante las fiestas de San Fermines. Estos actos permitieron conectar las proclamas contra la violencia machista y sexual con la denuncia de una justicia patriarcal española, que acabó acusando a los agresores por abuso sexual y no por violación.
Este ciclo de acciones, centrado en el eje del derecho a decidir sobre el propio cuerpo y contra las violencias machistas, fue crucial para el feminismo español. Por un lado, permitió que una nueva generación de mujeres jóvenes se incorporara a la lucha feminista. En un momento de agitación social en España, con el trasfondo de una profunda crisis económica y política que estalló en 2008 y con la fuerza del movimiento 15M, el feminismo se ha constituido en este tiempo como la primera experiencia militante de muchas jóvenes. Además, fue una etapa que creó el caldo de cultivo necesario para que el feminismo español se adhiriera en 2017 a la primera huelga feminista convocada por las compañeras argentinas y que la expandiera los dos años siguientes.
Los nuevos retos que se abren
Las de 2018 y 2019 son ya dos referencias que han pasado a la historia como fundamentales para el feminismo español y abren un nuevo ciclo que, aunque está aún por concretar, perfila algunas de sus señas de identidad. Sin duda, entre las más reseñables se encuentra la de haber relacionado el eje de las violencias machistas presente en la etapa anterior, tan importante para la agenda feminista de un país en el que desde 2013 se ha producido casi 1.000 asesinatos de mujeres, con otro eje que hunde sus raíces en la violencia estructural, económica e institucional y la capacidad de organización que ha mostrado. Pero en el curso político que viene al feminismo se le abre una reflexión sobre la táctica política a seguir.
En el contexto actual de repliegue de las llamadas fuerzas del cambio y de avance de la extrema derecha; cuando, además, las fuerzas políticas conservadoras tensan el feminismo hacia una noción liberal fácilmente asumible por el aparato estatal, el desafío del movimiento pasará probablemente por ligarse con la conflictividad social que, en un momento de neoliberalismo global, traspasa las fronteras del Estado, y por dirigir la capacidad organizativa mostrada en las grandes movilizaciones hacia la intervención en bloques concretos de lucha con los que mantiene lazos naturales, como el movimiento por la vivienda, el ecologismo o la lucha sindical de sectores feminizados.
Sin duda, es importante que el feminismo perfile demandas concretas asumibles por un marco regulador. Sin embargo, cuando la historia nos ha mostrado sobradamente la capacidad que tienen las instituciones capitalistas para integrar las demandas más superficiales y efectuar un cierre por arriba, la tarea más acuciante del feminismo será probablemente la de mantenerse como una fuerza autónoma que aspire a la transformación radical de la sociedad, agudizando la contradicción ya explorada entre la lógica de acumulación y el mantenimiento de la vida y desafiando la institucionalidad económica y política desde instituciones propias y autoorganizadas. De no acometerse esta importante reflexión, el peligro que puede correr el feminismo es el de convertirse en una jornada lúdico-festiva más (en otro día del Orgullo) que no resulte excesivamente incómodo para nadie.
9/03/2019
Este artículo es una versión actualizada y ampliada del que la autora publicó en Jacobin Magazine https://jacobinmag.com/2019/03/spanish-feminist-movement-mobilization-strike


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