Hechos, no palabras
José Blanco
E
l feminismo representa hoy la mayor fuerza de cambio social. El planeta aún espera salir de la era del oscurantismo en que ha vivido por milenios, debido a la sujeción y dominación de las mujeres por los hombres. Las mujeres feministas (y algunos varones) se hicieron oír con mayor fuerza que en el pasado, con motivo del 8M.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador parece receptivo a las demandas feministas, pero sólo parece. Tanto el Presidente como el senador Ricardo Monreal han dicho que la despenalización del aborto no es una prioridad. Escandaloso, por lo menos. Es sabido que la muerte materna por causa del aborto es una cifra oscura en México, aunque la Organización Mundial de la Salud ha señalado que es de 13 por ciento a escala mundial y de 24 por ciento para América Latina. Además, México ocupa el primer lugar en embarazos en adolescentes entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. De acuerdo con datos oficiales, cada año ocurren en el país al menos 340 mil nacimientos en mujeres menores de 19 años, situación que afecta negativamente su salud, la educación, la economía y sus oportunidades.
Sorprendentemente, frente al reclamo de Martha Tagle diciendo que los derechos (de las mujeres) no se consultan, sino que se garantizan, el Presidente dijo:
no es un asunto de otorgar derechos; las libertades no se imploran, se conquistan. Tagle no imploraba sino reclamaba. Pero ha quedado claro, hay un reclamo mayor del feminismo, pero el Estado mexicano no va a ir a su encuentro para darle satisfacción; va a resistir:
hay que serenar al país: no le muevan. Las mujeres feministas, acompañadas de algunos varones, deberán buscar la forma de hacer efectivos los derechos que ya tienen y ampliarlos en las leyes reglamentarias. En España hicieron este 8M una huelga generalizada; tendrán las mujeres que hacer huelgas masivas y algo más, para reclamar los cambios legales e institucionales necesarios y las transformaciones indispensables en la vida cotidiana. Largo viaje.
Constitucionalmente las mujeres tienen los derechos necesarios, pero el Estado hace oídos sordos: el artículo 1º establece la no discriminación
motivada por origen étnico o nacional, [o por] el género; el 4º establece:
el varón y la mujer son iguales ante la ley; agrega que
toda persona tiene derecho a la protección de la salud(ojo, morenos: también las mujeres); y, además:
la ley definirá las bases y modalidades para el acceso a los servicios de salud y establecerá la concurrencia de la Federación y las entidades federativas en materia de salubridad general. Para el Estado nada de eso, si es aborto.
La lengua no sirve para hablar correctamente del aborto. Podemos escribir:
Yo (Teresa) no puedo usar mi cuerpo como lo hace Juan. Interesa señalar que cuando Teresa dice
mi cuerpola expresión indicaría que hay un ente distinto del cuerpo, que es dueño del mismo. No hay tal: Teresa no es sin cuerpo. Hay un ente y nada más. La religión con su dualismo inveterado, falso y engañoso, inventando una dualidad: cuerpo y alma. El alma como sustancia trascendente más allá de la historia humana. Esa falsa dualidad está ya en la lengua.
Algo similar ocurre con los derechos de los humanos. El iusnaturalismo cree que hay una serie de derechos que son propios e intrínsecos a la
naturaleza humana, más allá y anteriores a los derechos positivos dispuestos por las normas jurídicas dictadas por una soberanía (el órgano que ejerza la función legislativa). Puede haber valores de orden general, relativamente universales, pero no son derechos. Por eso no podemos caer en la creencia del
derecho a la vida, referido al cigoto, o al feto: ninguna norma jurídica dispone derecho alguno para una nueva célula o un grupo de ellas. Los 46 cromosomas del cigoto (y lo que sigue), nonatos, no están en el derecho positivo. El derecho a la vida corresponde a la mujer que lleva en su trompa de Falopio o en el útero, esas células. El embrión no es titular del derecho a la vida, tiene un derecho potencial a la vida. La Convención Americana de Derechos Humanos dejó expresamente un margen legal para que los estados puedan regular soberanamente la legalización o despenalización del aborto.
Si el objetivo de someter al aborto a la ilegalidad es defender la vida de los embriones, la penalización del aborto no cumple su objetivo. Tiene toda la razón Mariana Mancilla Mendoza, de Redefine México, al afirmar que
los abortos inseguros son la tercera causa de muerte materna en el país, y prohibirlos no garantiza que se dejen de practicar: Al contrario, [las mujeres] recurren a procedimientos inseguros que tienen como resultado la terminación de sus vidas.
Artículo 24 constitucional. “Toda persona tiene derecho a la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión…” La despenalización del aborto debe ser una simple consecuencia de esa garantía individual. Las creyentes devotas, que tengan hijos; las libres o las católicas libres, que tengan hijos o tengan abortos por su decisión. Debe ser su derecho. Paremos el horror.
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