EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

sábado, 23 de junio de 2018

Los niños y el muro

Los niños y el muro
Hugo Aboites*
E
l llanto y la angustia de miles de niños migrantes enjaulados han dado un fuerte golpe a la idea de frontera de Donald Trump; la misma, por cierto, que sin obstáculo las autoridades mexicanas han dejado que se construya.
En unos cuantos días, esas niñas y niños lograron lo que no pudo hacer el Grupo de los 7 con los aranceles: obligaron al presidente estadunidense a comerse sus palabras, firmar una orden de no separación y, aunque éste no abandona sus intenciones persecutorias, consiguieron el objetivo limitado, pero para ellos crucial, de estar con sus padres. Al hacerlo y sin querer, dieron una lección de política. Pusieron de manifiesto al mundo que el flanco más débil de Trump y de su conducción de país es su absoluta y arrogante carencia de un principio moral social en temas de incuestionable humanidad. Apoyados por mujeres poderosas, prácticamente desde el primer momento ganaron la batalla, arrastraron la soberbia presidencial e hicieron ver que la actual economía y política conduce al deterioro más radical de los principios de elemental solidaridad y, por consiguiente, al abuso cada vez más descarado de los más débiles. Probablemente no lo sabe Trump, pero ese camino es el que ha carcomido desde dentro los cimientos de los imperios y provocado que éstos, carentes de la fortaleza interna que propician las políticas de solidaridad, se desmoronaran ante sus enemigos.
Es penoso decirlo, pero Trump no ha estado solo. Ha sido eficientemente apoyado por la indiferencia de las autoridades mexicanas ante lo que ocurre en la frontera. En el caso de estos niños, su respuesta fue apenas un telefonema y una nota de protesta. Y eso que la frontera es el escenario de muerte constante de decenas de inmigrantes ahogados en el río, asfixiados en contenedores, asesinados por la policía fronteriza, insolados en el desierto, victimados en accidentes por persecución de la migra, y todo esto sin asomo de una protesta consistente que, teniendo en cuenta el papel estratégico que México tiene para la seguridad estadunidense y para su política antidrogas, podría ser sumamente persuasiva. Incluso la Comisión Permanente del Congreso mexicano precisamente demandaba esto antier.
La actitud del gobierno mexicano ante la nueva frontera, sin embargo y desgraciadamente, no es un fenómeno periférico, es reflejo de la sólida y arraigada insensibilidad gubernamental construida desde la década de los años 90 ante las necesidades y derechos de niños y jóvenes habitantes del país. No es sólo que 49 bebés y niños pueden morir quemados o asfixiados en la guardería ABC sin que haya una respuesta clara de la justicia o que 43 jóvenes estudiantes puedan desaparecer junto con decenas de miles más y ocurra lo mismo o que miles de niños más vivan desnutridos y muchos mueran, sino también que en terrenos como la educación, los niños sean considerados básicamente como prescindibles (cuando no como mero capital humano por Mexicanos Primero). En la década de los años 80, un millón de niños, ya inscritos en primaria, se quedaron sin escuela porque los recursos se destinaron a pagar el servicio de la deuda externa.
En la última década del siglo pasado y el comienzo del presente, decenas de miles de adolescentes fueron y siguen siendo excluidos cada año del derecho a la educación media superior o forzados a realizar estudios técnicos para responder al perfil de educación propio de un país maquilador. Aún hoy, los niños sufren las consecuencias del deterioro educativo fruto de la decisión, en 2012, del gobierno mexicano –guiado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y Mexicanos Primero– de impulsar una reforma que, por laboral, ya se sabía que iba a generar un conflicto de enormes proporciones con el magisterio. Y se construyó una trampa, al poner a los niños como argumento para impedir que los profesores protestaran por la violación a sus derechos.
En el marco de políticas de la OCDE y Mexicanos Primero se integró el binomio SEP-INEE, y se convirtió así a la educación en un terreno de enfrentamientos de clase entre, por un lado, el sector empresarial (con la participación, entre otros, de Azcárraga Jean, Baillères, Harp y otros, en Mexicanos Primero) y, por otro, los maestros de Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Chiapas y del resto del país. Así, quienes quieren que se respete a la educación y sus elevados objetivos no dudaron en propiciar un agudo conflicto social. Una lucha de clases que resultó precursora de otras que ahora se dan por el agua, el control de las finanzas del país y, como ya se da en la perspectiva del triunfo electoral de López Obrador, por la conducción del Estado.
Cuando el presidente Lázaro Cárdenas rescató a los niños españoles exiliados no fue un gesto teatral, carente de contenido. Fue una expresión de lo que ya era en el país una política firme, con una enorme ampliación del derecho a la educación para millones, la creación de un magisterio robusto y la educación como responsabilidad del Estado. Eso precisamente es lo que toca construir.
*Profesor-investigador UAM-X

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