La guerra global del comercio
Napoleón Gómez Urrutia
A
ctualmente, el comercio mundial enfrenta una grave crisis derivada de la política proteccionista de Estados Unidos y una estrategia depredadora de países como China, India, Indonesia, Turquía y Rusia, entre otros. Los gobiernos conservadores, por su parte, han intentado tratar a los trabajadores como títeres, en un juego de ajedrez global, con el propósito de aumentar sus ganancias corporativas.
Las grandes empresas en todo el mundo han estado interesadas en el comercio solamente para beneficiarse enormemente por medio de los empleos en compañías contratistas, explotando a los obreros como peones sin ningún derecho, sin futuro y provocando pleitos entre las organizaciones sindicales para dividirlas, y entre los propios trabajadores intentando poner a unos contra otros.
Fracasó reforma para proteger derechos
El gobierno de México, por ejemplo, fracasó al aplicar una reforma constitucional destinada a proteger los derechos laborales, la contratación colectiva y la libertad de asociación. También rechazó aumentar el salario mínimo en forma justa y digna, al mismo tiempo que ha procurado atraer inversiones extranjeras sobre la base de bajos salarios y costos, y que los trabajadores paguen el peso de las deudas.
En Estados Unidos, por su parte, la desigualdad salarial ha estado creciendo aceleradamente, ya que los gobiernos han rechazado aplicar medidas fuertes para promover el crecimiento y abrir nuevas oportunidades de ocupación, mientras establece simultáneamente políticas antisindicales en favor de los grupos empresariales.
La imposición de tarifas al acero y al aluminio anunciada por el presidente Donald Trump, en contra de sus aliados como Canadá y México, así como de algunos países europeos, es resultado, en parte, de la ambición corporativa, de la falta de respuesta e inacción de muchos gobiernos, además de las propias fallas e incongruencias en el sistema comercial.
La clase obrera está en su derecho de reclamar y condenar esas debilidades y fracasos de los administradores y de los líderes políticos por su falta de capacidad para atender estos problemas. La política comercial está minando los intereses de los trabajadores en todo el mundo, y por eso ha llegado el momento de actuar y exigir los cambios y las reformas necesarios para cuidar los valores nacionales, a la vez que defender los derechos laborales y humanos por encima de cualquier otra consideración particular.
Las industria manufacturera, al igual que el comercio justo y equilibrado, es vital para el futuro de nuestras economías y de las organizaciones gremiales. La crisis del proteccionismo mundial se está acelerando con la imposición inadecuada de las tarifas, porque eso impide el intercambio normal y eficiente de productos y servicios entre las naciones que han firmado tratados internacionales. La guerra comercial comienza a desatarse y sus consecuencias para la mayoría de la población global son impredecibles.
En las reuniones que sostuvimos la semana pasada en Londres, Inglaterra, los mineros y los sindicatos representativos de millones de trabajadores mediante la agrupación internacional Workers Uniting, con la presencia de los más importantes líderes mundiales de Reino Unido, incluyendo a Escocia e Irlanda, Estados Unidos, Canadá, Australia y México, acordamos buscar una solución global a los temas de la sobrecapacidad y el exceso de la producción y de los precios subsidiados, así como presionar a los gobiernos con el propósito de que tomen las medidas necesarias para establecer nuevas metas y objetivos.
La solución debe incluir fortalecer los sistemas de defensa de los intereses legítimos de los países y de los trabajadores, con políticos y administradores capaces y visionarios, con el apoyo de las industrias nacionales y las acciones de gobiernos activos que promuevan las inversiones en infraestructura, la diversificación de mercados y la creación de nuevos proyectos. A su vez, las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) deben cambiar para permitir a las naciones defender los empleos y los derechos fundamentales de los trabajadores.
La solidaridad mundial debe estar por encima de los intereses y estrategias particulares de cualquier gobierno y de las reglas actuales, para evitar una inminente guerra comercial.
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