CNTE, elecciones y represión
Hugo Aboites*
L
a presencia de los y las maestras de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en la capital del país y en pleno momento electoral está llena de significados, pero ahora más al aparecer el ominoso componente de la violencia represiva que sufrieron apenas antier a las puertas de Televisa a manos de la policía local. Se reportan heridos graves y desaparecidos (Laura Poy, La Jornada, 08/06/18).
En un momento en que las tensiones generadas por el nerviosismo de grandes corporativos y empresarios respecto del candidato López Obrador parecían haberse diluido, la hostilidad que han venido sufriendo los maestros y su violenta culminación de antier nos regresa a los días de la agresiva postura del gobierno federal materializada en sangrientas y hasta fatales represiones. Y en un momento en que ese mismo candidato ha manifestado claramente su intención de cancelar la reforma educativa y, por ende, también las evaluaciones de la SEP-INEE, el que se reprima a quienes desde años atrás han planteado esa demanda no deja de tener fuertes implicaciones políticas y electorales. Los maestros han venido a Ciudad de México a insistir que se elimine, y la reinstalación de más de 500 maestros despedidos por ella, pero ahora, con esta represión, puede aflorar algo más de fondo. Si la represión fue alentada o tolerada por el deseo de desactivar núcleos de protesta que enarbolan demandas incómodas que pudieran perturbar el ambiente electoral, el camino está rotundamente equivocado, porque acentuará la desconfianza en el proceso electoral. Ya con su sola presencia organizada en este momento, los maestros cuestionan la inmovilidad social y el papel de mero espectador que el proceso electoral asigna a las fuerzas sociales. Porque, salvo el ir a hacer fila y cruzar una boleta, el resto es un espectáculo –como el mundial de futbol– que se disfruta en casa y en televisión, como los posicionamientos diarios de los candidatos, o los debates semifinales, en preparación para la gran jornada de cierre en que el avance nocturno de las cifras ofrece los ingredientes de emotividad y profunda expectativa propios de la culminación de una actividad deportiva con un público en vilo.
Ante la combinación de futbol y elecciones las fuerzas sociales son obligadas a disminuirse, y por eso llama la atención la significativa presencia de la CNTE. Y no están nada errados en los tiempos, porque debajo de la superficie, desde antes del primero de julio pero sobre todo una vez terminada la elección y disipada la atención, se da una intensa actividad entre bambalinas, en la que se disputa quiénes y cómo gestionarán lo que será el próximo sexenio. En esa intensa batalla, oculta a los ojos del gran público, cabilderos, asociaciones empresariales, grandes corporaciones internacionales, grupos políticos, organismos sociales con interés político y personajes y asesores de todo tipo se concentran en torno al candidato ganador, su equipo de trabajo y sus personas clave para incidir, proponer, hablar al oído, plantear convincentes argumentos de todo tipo para suavizar las arengas y promesas de campaña y traducirlas a iniciativas y políticas más aceptables, a nombramientos de gabinete igualmente convenientes. A cambio, ofrecen algo fundamental: que el sexenio se iniciará con gran legitimidad y aceptación de unos y otros, que tendrá una base amplia y sólida que, argumentan, precisamente servirá para dar una fortaleza de seis años al gobierno que comienza.
Un ejemplo muy ilustrativo es lo que ocurrió en 2012. Desde antes de la gran final, la discusión secreta sobre el plan de trabajo de la nueva administración estaba en curso, y se fortaleció enormemente a partir de ese momento. Se trabaron sólidas alianzas, se hicieron vinculaciones con agencias internacionales (como la OCDE) se acordaron líneas fundamentales e iniciativas concretas y por eso apenas 15 días después de tomar posesión el gobierno de Peña Nieto, con el acuerdo de los tres grandes partidos, ya había logrado que se aprobara la reforma educativa. En esos meses estratégicos, desde junio hasta noviembre, se materializaron iniciativas que, para contenerlas, a los maestros y a otras fuerzas sociales les tomó años. Y no será sorprendente encontrar que los mismos personajes (y parte importante de sus propuestas) aparezcan ahora en torno al presidente electo 2018. Es cierto que el candidato ahora es muy diferente, pero no quienes buscarán redefinir el rumbo.
Con su sola presencia desde ahora en Ciudad de México, las y los maestros están diciendo al país, pero también a otras fuerzas sociales, que esta vez ese proceso oculto, a pesar de la represión y precisamente por eso, no debe darse sin ellos. Que maestras y maestros también deben ser escuchados y que sus palabras deben tener no sólo la misma sino más importancia que las de las fuerzas sociales del gran capital y de los grupos políticos precisamente porque son uno de los actores fundamentales de la educación. Si esto ocurre también será un sexenio muy diferente.
*Profesor-investigador, UAM-X
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