EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

viernes, 20 de diciembre de 2019

Vargas Llosa y las dictaduras

Vargas Llosa y las dictaduras
M
ás que fresco de un mural, Tiempos recios, de Mario Vargas Llosa, parece una de esas paredes leprosas de letrinas pintarrajeadas con grafitis y dibujos obscenos. Tal es la Guatemala de los dictadorzuelos que el autor peruano pinta en su última novela a lo largo de más de 300 páginas. A través de una documentación, si no exhaustiva, sí aplastante en su horror, surgen los perfiles de algunos personajes históricos como el presidente guatemalteco Jacobo Arbenz o el militar que lo derrocó, el general Carlos Castillo Armas, alias el Caca, a su vez asesinado.
Aparecen también las figuras siniestras del embajador estadunidense, especialista en golpes de Estado, o el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo y su hermano Héctor, el Negro Trujillo. Junto a ellos, torturadores, canallas de todo tipo, asesinos a sueldo o por gusto, matones de mala ralea, personajes reales o ficticios, poco importa que el autor los retrate o los invente, Vargas Llosa parece conocerlos a fondo, casi en forma íntima. Pero, históricos o imaginarios, las personas que desfilan en la novela no parecen tener ambigüedades, seres deshumanizados, de una sola pieza, caricaturas esquemáticas o simbólicas reptan en un universo donde el único sentimiento que prevalece es el miedo. Pavor a ser asesinado, temor del verdugo a verse a su vez torturado, terror constante del dictadorzuelo a perder el tambaleante poder donde vacila como un funámbulo. Inframundo sin espacio, recinto cerrado y oscuro, donde no cabe el menor suspiro libre.
Todo es dirigido y telecomandado por la temible deidad de la CIA, monstruo invisible que rige la vida y la muerte. ¿El pueblo? Visto de muy lejos, nebulosa de fantasmas que sólo aparecen como cifras de explotados o muertos.
Dos personajes se trepan en la historia, la de Centroamérica, y cambian la del continente latinoamericano. Zemurray y Bernays, dos judíos llegados de Europa a Estados Unidos, van a difundir una mentira para servir los intereses de la United Fruit, propiedad del primero. Mentira convertida en verdad gracias al talento de Bernays para la propaganda y la comunicación.
La amenaza del comunismo en el umbral de Guatemala a causa de Arbenz, quien tiene por modelo la democracia estadunidense y quiere hacer pagar impuestos a la United Fruit y sueldos a los trabajadores.
Solución: hacer creer en esa amenaza, difundirla en los diarios, dar miedo al citizen común que se alimenta de bananas importadas por la United Fruit.
Punto de partida de la tesis de Vargas Llosa, quien atribuye al golpe de Estado guatemalteco, a la sombra del macartismo, el giro de la historia en Latinoamérica.
Novelista, a fin de cuentas, el autor encumbra su tesis a realidad histórica.
Cuando no se enlodan en la vileza, los personajes son tan crédulos como Arbenz y su mujer, salvadoreña que se complace frecuentando una bohemia de artistas e intelectuales progresistas. No hay grandeza en la canalla ni en la credulidad. Tampoco un ápice de heroísmo. Bajeza en las acciones, sordidez en las ideas, obscenidad en las prácticas sexuales. Y un colofón, donde el autor aparece con Marta Borrero, uno de sus personajes, quien lo llama ‘‘don Mario”, y no hace sino levantar preguntas con sus esquivos recuerdos sobre amigos dictadorcillos o su posible trabajo en la CIA.
Mario Vargas Llosa distingue las dictaduras: la ‘‘tradicional” de Trujillo debe suponer una ‘‘moderna”, aunque el autor no la indique. Lo mismo debe suceder con la ‘‘perfecta”, aunque a veces no sea tan perfecta y sólo se perfile de vuelta, o casi, según decires de un experto en dictaduras.
En la obra Tiempos recios se presentan más bien, imagino, las ‘‘imperfectas”. Tanto que sus perseguidos recurren al asilo en la dictadura perfecta que los acoge fraternalmente. Como recibió a exilados españoles, chilenos, cubanos, argentinos, judíos… Lista sin fin donde aparecen los nombres de Xirau, Díez-Canedo, Gaos, Gelman y tantos otros que escogieron como patria a México.

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