EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

jueves, 28 de febrero de 2013

Debates fiscales


Debates fiscales
Orlando Delgado Selley
N
ormalmente hay una buena relación entre el mundo académico y quienes diseñan políticas económicas. La academia, alejada de las decisiones políticas, analiza hechos después de que han ocurrido, los explica y, cuando profundiza, puede llegar a plantear la manera en que es posible evitar que se repitan. Las crisis económicas y financieras son momentos claves para que teorías dominantes, sometidas al cuestionamiento de la caída de la producción, el comercio, las bolsas y, sobre todo, de la tasa de empleo, sean sustituidas por nuevos paradigmas teóricos.
Eso ocurrió inicialmente en esta crisis. La teoría económica dominante había establecido que la prevención de las depresiones había sido resuelta, de modo que estos fenómenos sólo mantenían un interés histórico. El estallido de agosto de 2007 les sorprendió. Consecuentemente, fueron incapaces de reaccionar con rapidez, permitiendo que otros enfoques teóricos recuperaran su lugar por su capacidad para explicar las crisis y, más importante aún, por disponer de herramientas probadas para enfrentarla. Políticas fiscales agresivas fueron instrumentadas en casi todo el mundo, junto con políticas monetarias llevadas a su límite.
No duró mucho esta situación. La teoría económica dominante se recuperó, explicando la crisis por factores relacionados con la existencia de información asimétrica, por comportamientos irracionales de los agentes financieros y por interferencias al funcionamiento de mercados financieros provocados por intervenciones estatales en la forma de prestamista de última instancia del banco central. Consecuentemente se detuvo la expansión fiscal, concentrando la atención en desequilibrios en las finanzas públicas y en el tamaño de la deuda pública. Esta revisión fue reforzada por el surgimiento de importantes sobretasas a las emisiones de deuda pública en países desarrollados europeos.
La teoría dominante advirtió que estas sobretasas eran la respuesta de los mercados al deterioro de los fundamentos económicos en esos países, como la deuda gubernamental, deuda externa, competitividad, finanzas públicas. La receta obvia fue obligar a que se corrigieran, a través de políticas de austeridad. Corrigiendo los fundamentos se resolvería la crisis. Incluso países sin esos problemas en sus fundamentos, como los del norte de la eurozona, se involucraron en agresivos programas de austeridad. Muchos meses después los resultados han estado muy lejos de las previsiones de quienes diseñaron estas políticas.
El FMI reconoció que había hecho una evaluación equivocada del impacto negativo de la austeridad sobre el desempeño económico. Esa declaración institucional le dio visibilidad a varias contribuciones de académicos que demostraban que la política diseñada por las autoridades europeas tenía consecuencias contrarias a las estimadas. La academia crítica, tomando distancia nuevamente de la ortodoxia dominante, cuestionó abiertamente la política y justificó la resistencia social.
El debate académico ha sido fomentado por diversos autores, destacadamente Krugman (con su libro ¡Detened la recesión ya!), Stiglitz (que ha abierto una veta de análisis central con el libro El precio de la desigualdad y con la sección abierta en The New York Times titulada The Great Divide), De Gauwe (con sus artículos Self-fulfilling crises in the Eurozone: an empirical test y Panic-driven austerity in the Eurozone and its implications [voxeu.org/article/panic-driven-austerity-eurozone-and-its-implications]), entre otros.
Olli Rehn, comisario europeo de Asuntos Económicos, en una carta a los ministros de Finanzas de la zona euro, escribió que el debate académico sobre las consecuencias de la política fiscal instrumentada por la Comisión Europea no sólo no ayudaba, sino que erosionaba la confianza que estaban construyendo. Su planteo es desestimar los aportes analíticos de la academia, proponiendo mantener la austeridad aunque los resultados sean absolutamente inadmisibles en términos económicos y, sobre todo, en sus consecuencias sociales.
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miércoles, 27 de febrero de 2013

Recuperar la politica economica

Recuperar la política económica
Alejandro Nadal
P
ara decirlo suavemente, el desempeño del capitalismo a escala mundial ha dejado mucho que desear. De manera más clara, frente a nuestros ojos tenemos un desastre desarrollándose en cámara lenta. No sólo el crecimiento ha sido mediocre y el problema de la desigualdad se ha agravado, sino que las crisis se hicieron más comunes y agudas. Los desequilibrios económicos mundiales se intensificaron y hoy constituyen uno de los factores más importantes de inestabilidad e incertidumbre. El sector financiero se expandió de manera absurda y en lugar de que las agencias reguladoras le tengan bajo control, pudo someter a la política económica a sus necesidades.
Frente a este panorama se fue consolidando algo muy engañoso: la idea de que las economías nacionales son entidades que se auto-regulan, que mantienen equilibrios saludables y casi bajo ninguna circunstancia requieren de la intervención del gobierno para enderezar el camino. Esta idea es muy vieja entre los economistas que mantuvieron la fe en las virtudes del mercado. Esos economistas en muchos casos estuvieron muy bien apoyados por contribuciones millonarias que les permitieron amplificar el mensaje sobre la libertad de los mercados. Un buen ejemplo es el de Milton Friedman y, en especial, en su libro Capitalismo y libertad, pieza literaria de extraordinaria debilidad intelectual y brutal virulencia ideológica. No por nada fue uno de los libros de cabecera de Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
Esa idea permitió el renacimiento de la vieja idea (pre-Keynesiana) de que los gobiernos no pueden y no deben intentar perseguir objetivos como el crecimiento o el pleno empleo. De acuerdo con esa visión de las cosas un gobierno debe limitarse a controlar la oferta monetaria y a mantener un equilibrio en las cuentas fiscales con el fin de allanar el camino a la inversión privada que, guiada por el supuestamente eficaz mecanismo de mercado, permitiría alcanzar senderos de crecimiento estable. Personajes como Robert Lucas, con su esquema aberrante de expectativas racionales (una entelequia que equivale a decir que en la economía no hay incertidumbre) contribuyeron a dar una supuesta legitimidad científica a modelos inconsistentes.
El capitalismo no configura economías bien portadas con armonía social y prosperidad compartida. La inestabilidad de sus principales agregados es su rasgo esencial. Una de sus características más peligrosas es su capacidad para mantener altos niveles de desempleo durante prolongados periodos de tiempo. Finalmente, es en los periodos de aparente calma y estabilidad cuando se gestan en su seno las severas crisis que han marcado toda su historia.
Por eso, en una economía capitalista se necesita un gobierno capaz de determinar el nivel óptimo de gasto para estabilizar la inversión, el crecimiento y el empleo. Esto requiere definir y aplicar un nivel adecuado de imposición fiscal y la correcta asignación de un gasto público conforme a las prioridades que un esquema democrático determine. Al mismo tiempo, se requiere que el gobierno tenga la capacidad de financiar un desequilibrio entre el gasto público y los ingresos fiscales a través del banco central. Finalmente, para evitar que una economía capitalista termine por explotar en una crisis terminal, el gobierno debe estar dotado de instrumentos regulatorios sobre el sistema financiero y bancario. Al fin de cuentas, las funciones de creación monetaria deben estar sometidas al control de agencias públicas sujetas a una responsabilidad política ante órganos democráticamente electos.
Uno de los objetivos centrales de la política económica es establecer los parámetros de la distribución del ingreso pues el salario no es un precio que se fija en un imaginario mercado laboral. Sólo en un marco de política económica responsable es posible determinar el nivel adecuado de otras variables clave de la vida económica como la tasa de interés y el tipo de cambio. La primera no es el precio que permite un equilibrio en el inexistente mercado de ‘fondos prestables’. El segundo no es el mecanismo de ajuste del desequilibrio en la balanza comercial.
Los tratados de libre comercio y de integración económica en el mundo neoliberal son instrumentos para eliminar la política económica. En Europa los tratados de Maastricht y Lisboa son los mejores ejemplos. Su objetivo fue dotar a los países signatarios de una moneda común al tiempo que se les imponía un candado en materia de política fiscal. Ese esquema no sólo les impide emitir su propia moneda, decidir sobre el tipo de cambio o la tasa de interés. Tampoco podían determinar el nivel de gasto que consideraran necesario. Todo eso redujo a los países de la eurozona al nivel de regiones subordinadas a una autoridad central.
El capitalismo con crecimiento estable y salarios reales en expansión es cosa del pasado. Lo de hoy es el estancamiento, el desempleo masivo y la pobreza. Urge recuperar la política económica para por lo menos intentar subsanar las carencias más groseras del capitalismo.

lunes, 25 de febrero de 2013

Contra el paro


Contra el paro
León Bendesky
L
uego de la crisis económica de 1929-33 y de la Segunda Guerra Mundial se discutía abiertamente acerca de las condiciones necesarias para consolidar una economía en la que no hubiera un paro forzoso. Es decir, cómo provocar medidas de política pública que llevaran a un nivel elevado de ocupación, creación de ingreso y gasto de consumo e inversión. Ese era el centro del debate.
Durante 25 años y hasta la mitad de la década de 1970 la economía mundial creció a tasas mayores que en cualquier periodo anterior de duración tan larga. La época dorada del capitalismo se le ha llamado. No ha podido reproducirse, al contrario, se camina de una crisis a otra.
No se trata de analizar el capitalismo actual a partir de la nostalgia. Las transformaciones del proceso de acumulación, de generación de riqueza y su distribución, tanto en términos temporales como territoriales (globales o locales), han sido materia de análisis durante ya casi 40 años.
En ese lapso los episodios de crisis financieras y económicas han sido recurrentes en distintas partes del mundo y están bien documentadas, analizadas y debatidas desde distintos puntos de vista teóricos e ideológicos.
La crisis actual que se desató en 2008 ha cimbrado los principios más convencionales del pensamiento económico, aunque están tan arraigados que no ha inducido una revisión suficientemente profunda de los postulados básicos que se mantienen.
A diferencia de las crisis ocurridas desde el fin del régimen de Bretton Woods y del patrón oro-dólar, ahora es en Europa y Estados Unidos donde se centra la fuerza recesiva con un amplio paro de la fuerza de trabajo y la capacidad productiva instalada.
Tal vez una manifestación fehaciente de la magnitud de la crisis y de sus consecuencias estructurales sea, precisamente, que las políticas públicas estén centradas en el paro y el ajuste recesivo como mecanismos para intentar superar la crisis.
El sistema financiero está tocado y la cantidad de recursos fiscales que se han destinado para evitar la quiebra es enorme. Uno de los efectos colaterales de tal estrategia ha sido mantener abierta la llave de la especulación que tiende a alejar y no a acercar una nueva etapa de acumulación con absorción suficiente de trabajadores y estabilidad en el financiamiento de los déficit gubernamentales y la deuda pública.
En la Unión Europea, por ejemplo, la postura del comisario de Asuntos Económicos y Financieros, Olli Rehn, es cada vez más dogmática a favor de los ajustes recesivos. Recientemente un conjunto de economistas han vertido su opinión con respecto al daño y el sufrimiento innecesario que provoca la recesión en los ciudadanos. Hasta Gran Bretaña, que no participa del euro, ha visto rebajada su calificación de la deuda por vez primera.
No parece que esto abra un diálogo suficiente sobre las políticas de austeridad y los efectos de la recesión, no sólo en el corto plazo sino en el más largo también. Las previsiones del crecimiento del producto y de la generación de empleo en el conjunto de la Unión Europea son negativas para 2013. El deterioro de las condiciones de vida y el aumento de la desigualdad seguirán marcando la dinámica en esa región.
En Estados Unidos, donde al parecer la evolución de la economía ha sido un poco mejor, con brotes de crecimiento del producto y del empleo, no se afianza la recuperación. En cambio, se complica con fricciones políticas entre el ejecutivo de Obama y los legisladores republicanos, con los recortes al gasto previstos para este año y que recaen sobre las fuentes de ingreso de los consumidores de la clase media, lo más castigados por la crisis, y sobre una serie de servicios sociales de salud y educación.
Aparte de las críticas cada vez mayores pero sin calado efectivo sobre las políticas públicas en Europa y Estados Unidos, es notorio el afianzamiento de las medidas recesivas. En el primer caso impuestas desde los organismos comunitarios a los que aún se pliegan los gobiernos miembros, a pesar del evidente desgaste de la situación social. En el segundo, a partir de un enfrentamiento ideológico muy enconado entre dos visiones partidistas que ni la relección de Obama parece menguar.
Hoy, en esas regiones centrales del sistema capitalista la economía está en un paro forzoso que sigue poniendo a las políticas de corte keynesiano contra la pared, como antes lo habían hecho las medidas monetaristas de los años 1970 y 1980.
El llamado Consenso de Washington se agotó pronto, las teorías del libre mercado chocaron contra la expansión especulativa en el sector financiero y la gestión de las tasas de interés que impulsó esa misma especulación y deformó el crecimiento productivo y la distribución del ingreso. Las tasas están relegadas a niveles de casi cero, que son inservibles.
En medio del paro forzoso, de la insistencia en el ajuste recesivo y la política monetaria sin efecto real, se provocan distorsiones en los movimientos de capital que más temprano que tarde harán manifiestas sus consecuencias con un nuevo reordenamiento del proceso de acumulación, con relocalización productiva y mayor concentración y centralización del capital.

jueves, 21 de febrero de 2013

Ecuador: transformacion y enroque


Ecuador: transformación y enroque
John Saxe-Fernández
L
reforma estructural del poderoso sector financiero (SF) que en sentido estricto del término realizó el gobierno de Rafael Correa desde el inicio de su gestión en enero de 2007, amerita especial atención tanto por el papel que ha jugado ese enfoque en el afianzamiento de las bases sociales del régimen, en medio de la mayor crisis económico-financiera registrada desde los 1930, como porque la restructuración del SF mostró a la región y al mundo que hay alternativa –y enroque– ante el recetario macroeconómico, procíclico, desregulador y vulnerabilizante articulado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos desde sus entes subrogados: FMI-Banco Mundial-BID.
Antes de las recientes elecciones una encuesta Gallup informó de la elevada popularidad de Correa por sus logros sociales y económicos. Una gran avalancha de 56% del voto confirmó y rebasó a Gallup.
¿Qué hizo el gobierno de Correa para abatir los efectos de un desplome económico global equiparable a la Gran Depresión y que J. Bellamy Foster y Fred Magdoff llaman La gran crisis financiera (FCE, 2009), fomentar el bienestar, reducir la pobreza y el desempleo en la forma más efectiva registrada en la región? Más aún, ¿cómo enfrentó un país que no cuenta con moneda propia, el gran shock sufrido por la caída en 2008 de 79 por ciento del precio del petróleo que representaba 62 por ciento de las exportaciones y 34 por ciento de los ingresos fiscales?
Agréguese que eso ocurrió en medio del desplome de las remesas, vitales a la balanza de cuenta corriente, por el colapso económico y del empleo en EU –y España–, principales destinos migratorios de los ecuatorianos. Respuestas concisas a estos interrogantes son ofrecidos en un sustancioso estudio de M. Weisbrot, J. Johnston y S. Lefebre, del Center for Economic Policy Research, Washington DC (www.cepr.net).
Considerando además que la dolarización, anunciada en enero de 2000 por el entonces presidente Jamil Mahuad, conlleva limitaciones en el uso de instrumentos para ajustar la masa monetaria e incidir sobre la recesión y el no contar con una política cambiaria propia, Weisbrot et al aciertan al afirmar que de haber aplicado Correa el recetario fondomonetarista –como lo hicieron los torpes hacendistas de Calderón– Ecuador se habría hundido en el estancamiento y deterioro más profundos. Parte del legado de los hacendistas neoliberales, de los Gurría/Carstens –y Calderones– de este mundo es que a diario 30 mexicanos mueren de hambre.
La historia económica está repleta de ejemplos sobre lo crucial de la banca central en la concatenación de eventos que se registran en tiempos de fragilidad económica, de euforias y colapsos bursátiles, como los de hoy. Así lo puede constatar quien lea el magistral Lords of Finance de L. Ahamed (Penguin, 2009) sobre el papel de banqueros y especuladores –como él–, en el torrente de eventos entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
En ese contexto vale revisar el papel de Greenspan y sucesores en la Reserva Federal así como el de los encargados del Tesoro, de Robert Rubin al recién nombrado Jack Lew, ambos vinculados a actividades especulativas que desplegaron, con gran beneficio personal, desde Goldman Sachs y Citigroup. Loshedge funders proliferan en medio de ladesregulación y eso lo sabe Carstens en calidad de gobernador del Banco de México (BdeM). Pero mientras acá se mantienen los lineamientos del Tesoro y Calderón procedió a desmantelar todo vestigio de independencia del BdeM sustituyendo a un incómodo Ortiz Mena por un fiable Carstens, en Ecuador se tomaron medidas para incorporar la banca central al ejecutivo, pero enfatizando su transparencia, rendición de cuentas y desde esa base, regular las tasas de interés. Se colocó la banca central al servicio del interés público nacional y no de la oligarquía.
Carstens, en medio de la vulnerabilidad desreguladora y del programa procíclico que apoya, está nervioso por los riesgos especulativos. Dijo que por ahora descarta que se esté formando una burbuja que en su momento pueda presentar una vulnerabilidad importante (La Jornada14/2/13 p.31). Ese por ahora es de lo más significativo: se pronuncia en medio de gran flujo golondrino. En Singapur reconoció que la entrada masiva de capitales a los mercados financieros de la periferia comenzaba a formar una tormenta perfecta, y luego agregó queen México no estamos en esa circunstancia. ¡Menos mal!
Luego del patético catarrito importa mucho revisar la reforma estructural del SF ecuatoriano y tomar medidas: allá se fortaleció el mercado interno, los de mayor ingreso pagan más al fisco, se regulan los flujos de capital al exterior con impuestos, se instituye un fondo de contingencia bancaria sufragado por la misma banca (evitando Fobaproas) y un coeficiente de liquidez doméstica que exige a la banca mantener 60 por ciento de sus activos líquidos en el país.
Ante la tormenta que se avecina, es hora de enrocar.
  • Otro Ortiz
    SNEGCAR
    El anterior Gobernador del Banco de México era Ortiz Martínez, no Ortiz Mena. Peculiar que se ensalce a Ortiz Martínez, quien presidió la desastrosa privatización bancaria de 1991-92 y que llevó al desastre Fobaproa.
  • Cartens
    javier
    Greenspan ya reconocio que los mercados no se van a autoregular a si mismos que fue su premisa y ahora su completa ruina. Cartens empleado del FMI es un traidor al pais y un incondicional de los capitales transnacionales. No hay que esperar nada bueno del traidor incrustado en el banco de Mexico por otro traidor que esta en Harvard.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Autonomia del banco central, peligroso espejismo


Autonomía del banco central, peligroso espejismo
Alejandro Nadal
H
ace cuarenta años, en enero de 1973, se aprobó una nueva ley para el banco central en Francia. La ley 73-7 del Banco de Francia contenía disposiciones críticas sobre la independencia del instituto monetario. Su artículo 25 es especialmente relevante por el giro que ha tomado la crisis en Europa. Dicho precepto prohibía al Banco de Francia otorgar financiamiento al gobierno.
Esta regla representó una transformación histórica de gran calado y dejó al Estado a merced del sistema bancario internacional. En lugar de utilizar la capacidad de creación monetaria del banco central, el gobierno francés se embarcó en un nuevo camino que estaría marcado por grandes dificultades. Incidentalmente, cuando la ley se aprobó el presidente francés era Georges Pompidou, quien fue director de la Banca Rothschild entre 1956 y 1962, hecho que levantó muchas sospechas sobre los motivos para aprobar la nueva ley del banco de Francia.
La ley francesa fue precursora en el largo proceso de desregulación financiera que comenzó en la década de los setenta. Muchos otros países adoptarían el mismo principio en los años siguientes, aunque las modalidades específicas en cada caso fueron cambiando. El entorno económico que rodeó este acontecimiento estuvo marcado por la decisión del entonces presidente Nixon en 1971 de suspender las operaciones de compra y venta de oro por parte del tesoro estadunidense. Esa medida terminó con los días de la convertibilidad del dólar y destruyó el sistema de Bretton Woods de tipos de cambio fijos establecido en 1944. Poco tiempo después, el secretario del Tesoro, John Connally, escandalizó a un grupo de líderes europeos preocupados por que el nuevo régimen para el dólar podría transmitir la inflación de Estados Unidos a Europa. Connally les espetó: Es nuestra divisa, pero es su problema. Evidentemente eso no ayudó a tranquilizar a los financieros y banqueros europeos.
El derrumbe de Bretton Woods trajo aparejadas grandes transformaciones en el sistema financiero. El nuevo régimen de tipos de cambio flexibles representaba un riesgo importante para cualquier inversionista que ahora podría sufrir pérdidas por las variaciones en las paridades. Pero al mismo tiempo, dicho sistema abría grandes oportunidades para la especulación en los mercados de divisas. Para protegerse de los nuevos riesgos y aprovechar las oportunidades de especulación se necesitaba una importante desregulación financiera y, en especial, se requería abolir las restricciones a los flujos de capital entre países. Esto era indispensable para realizar arbitrajes que harían posible obtener ganancias derivadas de los diferenciales en tasas de interés, inflación y movimientos en las paridades.
Las operaciones internacionales de la banca hicieron cada vez más difícil la tarea de regular la oferta monetaria por parte de los bancos centrales. Las restricciones sobre topes en tasas de interés, composición de la cartera de préstamos y los requisitos de reservas y encaje legal eran ahora fácilmente evadidos y se prefirió eliminarlos poco a poco. En ese contexto también se consideró necesario cambiar el régimen legal de los bancos centrales y pronto se comenzó a manejar la idea de que era necesario hacerlos autónomos para protegerlos de los políticos y evitar la monetización de los déficit en el gasto público. También se dijo que esto permitiría a los bancos centrales preservar la estabilidad de precios. Ahora sabemos que nunca existió la estabilidad macroeconómica, pero a finales de la década de los ochenta la retórica sobre independencia del banco central era machacada en la prensa, como si la mencionada autonomía representara el remedio para todos los males del sistema económico.
Al concretarse la unión monetaria en Europa, las leyes nacionales sobre autonomía del banco central fueron remplazadas por el artículo 104 del tratado de Maastricht y el artículo 123 del tratado de Lisboa. Estas disposiciones prohíben de manera explícita cualquier tipo de créditos por el Banco Central Europeo y por los bancos centrales nacionales a los gobiernos y autoridades regionales o locales de los países miembros. Y este tipo de restricciones no se limita a los países europeos. Un estudio reciente del Fondo Monetario Internacional revela que en dos terceras partes de una muestra de 152 países el banco central tiene prohibido hacer préstamos al gobierno. De este modo se acabó por someter a las finanzas públicas al escandaloso sistema que permite a los bancos privados crear dinero de la nada, prestarlo y cobrar intereses.
El resultado ha sido la colosal expansión en el pago de intereses de los gobiernos a los bancos privados. Datos de Eurostat revelan que los países de la Unión Europea destinaron más de 370 mil millones de euros a pagar intereses a bancos comerciales en 2011, lo que equivale a 2.9 por ciento del PIB de la UE. La autonomía de los bancos centrales es un espejismo detrás del cual se esconde la subordinación de las finanzas públicas a la banca comercial.
  • Bravo!!
    A. Sierra
    Bravo!! Bravo Maestro Nadal!!! Por eso los Nacional Socialistas Alemanes llamaron al sector bancario sionista rothschild: Parasitismo internacional. La información que usted proporciona es contundente. Bravo!!!! Bravísimo!!!!
  • Banca libre ya!
    Fernando Arteaga
    Uy, o sea que está mal que se opere bajo un esquema de banca fraccional para entes privadas pero está perfectísimo que el gobierno sí pueda crear dinero de la nada? Patrañas. Lo que necesitamos es banca libre, que el banco central no sólo deje de ser autónomo sino que se extinga completamente porque su origen está comprometido por su estrecha relación de banqueros privilegiados con el propio gobierno. Detras de cada crisis bancaria importante existe una crisis de deuda pública, porque los gobiernos siempre quieren más y más. Y luego la culpa es del libre mercado, sí, aja.

lunes, 18 de febrero de 2013

Pacto: escenarios y narrativa


Pacto: escenarios y narrativa
León Bendesky
L
as políticas públicas persiguen un objetivo declarado. El Pacto propuesto por el nuevo gobierno contiene 95 puntos que, supuestamente, están articulados de modo que se alcanzará un mayor crecimiento económico, con más empleo, bienestar general y renovación del marco institucional. La congruencia de esos puntos es un asunto clave y, por ello, motivo de debate y, aun, de confrontaciones.
El acomodo entre las distintas partes involucradas reclama la creación de acuerdos sostenibles, pero es por eso mismo una fuente de fricciones. No es lo mismo, desde la postura empresarial echar para adelante la apertura de la inversión en Pemex, que aceptar una reforma tributaria que merme los ingresos.
Y se trata no sólo de los ingresos de esos inversionistas, sino del mismo gobierno que recibe una tercera parte de los recursos de los que dispone de la petrolera. Esos recursos tendrán que sustituirse de modo efectivo pues representan ahora una renta imprescindible.
En el terreno financiero se propone reducir las tasas de interés y aumentar el nivel del crédito sobre todo a pequeñas y medianas empresas. Y en este caso se puede ir desde la fijación de esas tasas mediante un tope, hasta modificar las condiciones del funcionamiento del mercado financiero en conjunto.
Incluso se pueden volver a establecer cajones de crédito como existían hace más de 30 años en el país. Pero todas esas formas de intervención acarrean costos que pueden ir en contra del objetivo planteado originalmente. La arquitectura del sistema financiero no es la más propicia para impulsar la expansión del producto, sobre todo en una economía tan desigual como esta.
Así podría repasarse todo el contenido del pacto para analizar su estructura y congruencia, pues los asuntos que abarca son de naturaleza muy distinta.
De tal manera que detrás de un pacto como el que se ha propuesto tiene que haber un planteamiento de escenarios que sirva para establecer las relaciones de influencia positiva o de obstáculos entre las diversas partes. Esos escenarios deben contar con estimaciones cuantitativas de los procesos involucrados y las metas que se han establecido.
Después de todo, muchas de las consecuencias del pacto pueden cuando menos estimarse y establecer los rangos de los efectos esperados. También deben ajustarse al Presupuesto Federal aprobado por el Congreso. Además, se supone que en un entorno de transparencia como el que se ha ido creando (y a pesar de las vergüenzas del Ifai) los ciudadanos debemos poder comprobar que las medidas gubernamentales y, especialmente, su ejecución consiguen los propósitos fijados y en los tiempos establecidos. Después de todo el pacto se ha planteado de una manera muy ambiciosa.
Pero los escenarios detrás del pacto tienen también, por necesidad, un componente discursivo que es igualmente relevante. Se trata de la narrativa de las acciones del gobierno, de cómo ésta se estructura y cómo se presenta públicamente. Esta es una parte muy relevante del quehacer político y la ausencia o limitación de la narrativa puede mermar su contenido formalmente democrático.
Es claro que los escenarios a los que nos referimos no se limitan sólo a las condiciones internas, aunque éstas son las relevantes en cuanto a los resultados que se obtengan. La economía mexicana está muy abierta en ciertos sectores y sigue siendo muy cerrada y poco competitiva en otros. Esta dicotomía impone límites a los objetivos del pacto.
La estructura industrial que se ha creado desde mediados de la década de 1990 significa que las exportaciones —que se han acrecentado de manera notoria– están vinculadas a procesos productivos externos, sobre todo en Estados Unidos. Esa es una ventaja que depende de la dinámica de aquel mercado.
Un aspecto de la situación económica mundial, marcada por la crisis desde 2008, es el de la relocalización de las manufacturas. Esta se asocia con los cambios en la productividad y las variaciones en los costos de la energía y del transporte. Las ventajas que tiene México deben negociarse para sacar un mayor provecho interno y no depender pasivamente de las decisiones que se toman fuera en los corporativos. Así mismo debe atenderse a los cambios en los precios relativos de las monedas y las ventajas que se buscan con la depreciación, como ocurre ahora con Japón.
Una vez más debe tenerse en cuenta que hay una contraposición entre los sectores exportadores y los que dominan el mercado interno en condiciones de muy poca competencia: telecomunicaciones (telefonía, televisión, radio), producción de cemento, sector financiero, partes del sector alimentario y otros.
Lo que se observa en la economía mexicana es que hay una divergencia grande y creciente entre los precios de los productos que no se comercian con el exterior y aquellos que sí se comercian. La ventaja para quienes tienen control del mercado interno es muy grande en términos de rentabilidad.
Se trata, entonces, de que un pacto como el que se ha propuesto tiene que arreglar de modo estratégico la conformación de la estructura productiva y del control de mercado existente. La protección no es un tema del pasado, todos los países la utilizan para alcanzar los niveles de producto y empleo deseados. Pero la misma globalidad impone formas de establecer esa protección y, de preferencia, con una elevación de la productividad que se exprese en mejores condiciones de creación de ingreso e inclusión social en los procesos de creación de riqueza.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Presiones explosivas en el sistema monetario internacional


Presiones explosivas en el sistema monetario internacional
Alejandro Nadal
E
ntre las causas de la crisis global se encuentran algunos elementos estructurales de la economía mundial. Uno de los más importantes es el defectuoso sistema monetario internacional. Mientras no se corrija su estructura, y en especial el papel hegemónico del dólar estadunidense, persistirán las fuentes de tensiones económicas y la recuperación se hará más difícil.
La supremacía del dólar se explica por varios factores. Es la herencia de la conferencia de Bretton Woods (1944) en la que se consagró al dólar como ancla del sistema de tipos de cambio fijos y pieza clave del sistema monetario internacional. Este esquema otorgó una enorme ventaja para Estados Unidos, pero constituye un factor de desequilibrio internacional de gran importancia.
A partir de 1945 la organización de la economía mundial permitía a Estados Unidos importar lo que quisiera y pagar con unos papelitos verdes que decían In God We Trust. Claro, al principio la economía estadunidense mantuvo un superávit comercial porque las economías europea y japonesa habían sido devastadas por la guerra. Pero ya para los años 60 las cosas cambiaron: la balanza comercial de Estados Unidos se deterioró y desde entonces no dejó de agravarse su posición deficitaria.
Frente al déficit estadunidense surgieron países que mantuvieron un superávit constante en sus relaciones comerciales con el gigante norteamericano. Esos países constituyeron reservas en dólares pero también empezaron a reciclar sus dólares en la misma economía de Estados Unidos. Eso incrementó la demanda de todo tipo de activos financieros en ese país, incrementándose el precio de dichos activos y reduciéndose la tasa de interés. De esta forma los hogares y empresas en Estados Unidos pudieron incrementar su demanda mientras conservaban una engañosa sensación de buena salud económica.
Desde 1973 los salarios dejaron de crecer y el endeudamiento se convirtió en el principal instrumento de los hogares para mantener su nivel de vida. El salario dejó de ser la base de la reproducción de la fuerza de trabajo y la demanda agregada se sostuvo de manera artificial, ayudada también por episodios de inflación en los precios de activos como casas y títulos bursátiles. Estas burbujas permitían incrementar la demanda durante algún tiempo, aunque al reventar causaban grandes daños.
El déficit externo también aumentó porque la demanda de activos financieros en Estados Unidos contribuía a apreciar el dólar: las exportaciones desde Estados Unidos se encarecían mientras las importaciones se abarataban. Este estado de cosas redujo la inflación y benefició al consumidor estadunidense, pero también contribuyó al desmantelamiento de la industria manufacturera estadunidense.
Estados Unidos se fue convirtiendo en el consumidor de última instancia de la economía mundial. Los países que tenían problemas para incrementar su demanda agregada (como Alemania y China) fueron dependiendo cada vez más de la inagotable capacidad de compra de Estados Unidos. El dólar siguió siendo la moneda de reserva por excelencia (más de 60 por ciento de las reservas mundiales de divisas) y hoy los países acreedores poseen billones de dólares en activos emitidos por el gobierno estadunidense y por Wall Street. En esas condiciones, a nadie le conviene que Estados Unidos se someta a la llamada disciplina del mercado para enderezar su déficit externo.
En plena crisis mundial renace la pregunta sobre lo que permitiría reformar el sistema monetario internacional. Una posible respuesta está en el aumento de la demanda agregada de los países con superávit, lo cual tendría que hacerse aumentando los salarios en esas economías. Los autores post-Keynesianos piensan que eso permitiría contar con otras fuentes de crecimiento económico sin tener que descansar en el consumidor estadunidense.
Sin embargo, aún en ese caso los ajustes internacionales no serían tan fáciles. En primer lugar hay que recordar los orígenes del problema: el estancamiento en los salarios en los años setenta no fue una casualidad. El recorte en los gastos salariales fue la respuesta del capital a la caída en la tasa de ganancia de la década anterior. ¿Será posible que las economías de Estados Unidos, Alemania y ahora China introduzcan esquemas de aumento salarial? Eso parece casi imposible, sobre todo en el contexto actual en el que el costo de la crisis se le ha cargado a los trabajadores.
En segundo lugar, los flujos de capital característicos de la economía mundial no facilitan el ajuste de las cuentas externas de un país. Es falso que el sistema de tipos de cambio flexibles permita dicho ajuste porque los flujos de capital perturban el proceso que debiera llevar a eliminar los desequilibrios. Precisamente el esquema neoliberal de economía abierta hace que los flujos de capital generen una apreciación cambiaria en el momento en que más se necesita una devaluación.
El sistema monetario internacional debe reformarse de raíz. De lo contrario seguirá siendo fuente de presiones explosivas en la economía mundial.
  • ¿ Y los economistas mexicanos ?
    Cambio
    Lo felicito, porque usted es de los pocos economistas mexicanos que tratan el tema monetario. A mi juicio el dinero-moneda, es el instrumento mas poderoso que modifica la conducta del ser humano http://www.youtube.com/watch?v=lxEA_bcMh2c. Y de ser un problema y aprovechando sus efectos, puede ser la solución a muchos problemas. Propuestas extranjeras 1) http://www.positivemoney.org/as: 2) http://www.monetative.de/wp-content/uploads/manifiesto-monetario-en-espanol-mai-20121.pdf Tabla comparativa http://www.monetative.de/wp-content/uploads/huber-monetary-reform-and-banking-reforms-ami-chicago-conf-sep-2011-kompatibilitatsmodus.pdf. Y en ausencia de la intelectualidad económica mexicana, la de la sociedad civil 3) http://www.youtube.com/watch?v=qb0r1ZbXHAA Ojala haya mayor difusión del tema en las universidades, empresarios, ongs, etc..
  • Fraudes financieros.
    Moisés valencia
    seria bueno que el autor, abordara el tema de los fraudes que los bancos de todo el mundo han hecho con la complicidad del estado, en méxico el rescate a los bancos que luego fueron vendidos a los timadores extranjeros como el grupo J P Morgan y el City Bank, asi como el lavado de dinero del banco HSBC, en México, los bonos tóxicos, y los desahucios hipotecarios en españa .

martes, 12 de febrero de 2013

Desigualdad economica


Desigualdad económica: las raíces de la crisis
Alejandro Nadal
H
ace cinco años reventó la burbuja de las hipotecas chatarra en Estados Unidos, arrastrando al sector financiero de ese país a una profunda crisis. En vista de que los títulos relacionados con esas hipotecas estaban diseminados por todo el sistema, el crédito interbancario se congeló y se paralizó el sistema bancario.
Debido a las interdependencias financieras las malas noticias no tardaron en llegar a Europa: los vientos de recesión contrajeron los ingresos fiscales, al mismo tiempo que se inyectaban recursos para estimular la demanda y se rescataba a los bancos con problemas. De ahí el aumento espectacular en los déficit de varias economías europeas y el surgimiento de la crisis de deuda soberana.
Pero la crisis global no es única y exclusivamente una crisis financiera. Tampoco es una crisis causada por simples fallas de mercado. Es una catástrofe de dimensiones macroeconómicas y no es posible pensar en su largo tiempo de gestación sin considerar las fuerzas macroeconómicas que la provocaron.
Una de esas fuerzas es la desigualdad económica. Sin un análisis cuidadoso de este hecho no se puede comprender la naturaleza y alcances del colapso. Lo cierto es que a mediados de la década de los años setenta, los salarios dejaron de crecer en las economías de Estados Unidos y las de los principales países europeos. Es un hecho de fundamental importancia: en términos reales, es decir, descontando los efectos de la inflación, los salarios dejaron de aumentar. Se rompió así la tendencia que venía manifestándose desde 1945 (los salarios habían seguido de cerca el incremento de la productividad). En 1973, la evolución de los salarios acusa una clara tendencia al estancamiento.
Una manifestación de este hecho puede observarse en la participación de la masa salarial en el ingreso nacional. Para el G-7, responsable de 50 por ciento del producto mundial (Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra, Japón, Canadá e Italia) la declinación de la masa salarial es notable a partir de 1975. Eso significa que durante los últimos 40 años los aumentos salariales fueron inferiores a los incrementos en la productividad y las ganancias vieron aumentar su parte del ingreso nacional.
Aunque ya hemos señalado que el fenómeno se presenta en las principales economías capitalistas, las consecuencias no fueron siempre las mismas. En Estados Unidos el consumo siguió siendo el principal motor del crecimiento. ¿Cómo fue eso posible? La respuesta es que el retraso en el comportamiento de los salarios se acompañó de un fuerte crecimiento del endeudamiento de las familias. Los salarios fueron reemplazados por el crédito, como el principal instrumento para la reproducción de la fuerza de trabajo.
Este aumento en la deuda privada permitió mantener los niveles de vida a los que ya se había acostumbrado el grueso de la clase media estadunidense. La tasa de ahorro se desplomó estrepitosamente. Innovaciones como las tarjetas de crédito y otros instrumentos (como el uso de la apreciación en el valor de las casas como garantía para respaldar nuevos créditos en los años noventa) facilitaron el proceso. El sector bancario dio la bienvenida a esta nueva clientela mientras la desregulación bancaria, la bursatilización y una política monetaria acomodaticia dieron impulso al proceso. La mesa estaba puesta para la crisis.
En Europa el proceso fue diferente. En Alemania, por ejemplo, el ritmo lento de los salarios y los recortes en el gasto social se acompañaron de una caída en el consumo y un aumento en la tasa de ahorro. Debido a diversos factores, las familias alemanas prefirieron sustentar sus niveles de consumo a partir del ingreso corriente en lugar de recurrir al endeudamiento. Esto se tradujo en una importante represión de la demanda agregada, un freno para el crecimiento y un factor de desempleo. El descenso en el consumo doméstico tuvo que compensarse a través de fuentes alternativas de demanda agregada. Los mercados de exportaciones fueron la solución para este problema.
Tanto en el caso de Estados Unidos, como en Alemania, el estancamiento de los salarios provocó un aumento en la desigualdad. Esa intensificación en la desigualdad en casi todas las economías capitalistas en las últimas décadas trajo aparejada una mayor inestabilidad en los patrones de inversión. Pero también trajo consigo un incremento en los desequilibrios internacionales (entre países superavitarios y países deficitarios) que son un importante marco de referencia de la crisis global.
En los últimos días se anunciaron medidas para rescatar a la muy golpeada economía mundial. Tenemos la comprailimitada de bonos soberanos por el BCE en el mercado secundario, anunciada por Mario Draghi. Y también el estímulo fiscal planeado en China. Pero ninguna de estas medidas ayudará a la recuperación y ciertamente tampoco son una respuesta al problema de los salarios reprimidos. La desigualdad seguirá siendo característica esencial de las economías capitalistas y la crisis se profundizará.
  • COMENTARIO
    GUILLERMO GÓMEZ
    GRACIAS: MAESTRO NADAL: EL DINERO INVENTADO ES YA MUCHO ALGUNA VEZ TENDRA QUE ADECUARSE A LA REALIDAD DE CAPACIDAD DE COMPRA DE LA POBLACIÓN MUNDIAL. YA SE AJUSTÓ EN 1998, PERO LE FALTA MUCHO. LA SUFRIREMOS TODOS Y MÁS NUESTROS NIETOS Y BISNIETOS. TENGO 66 AÑOS Y YO YA LA VIVÍ Y LA SUFRÍ. LOS JÓVENES NO ENTIENDEN, PORQUE NO LES INTERESA ENTENDER (NO ENTIENDEN PORQUE NO LES TOCA ENTEDER) EN EL MUNDO EN QUE LOS METIERON(METIMOS) POR OMISIÓN O POR PARTICIPACIÓN. GRACIAS: NO ESTOY EQUIVOCADO, YA QUE SU ARTÍCULO ME DICE QUE TENGO RAZÓN. GUILLERMO GÓMEZ RÁBAGO.
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  • ROBO
    javier
    Desigualdad economica que aunada al saqueo de los recursos del pais han creado millones de miserables que no exigen lo que les pertenece.
    • REVOLUCION
      FERNANDO
      Tendra que llegar el dia en que el pueblo soberano tome las armas, ya se vio que aun expresandose por la via institucional los satrapas que detentan y se roban el poder no entienden y no tienen llenadera, son cleptomanos por naturaleza, no saben de justicia y solidaridad humana, no existen verdaderos instrumentos para evitar que el ser humano muera de hambre, por eso se tendran que levantar los hambrientos y hacer una REVOLUCION. espero que publique mi sentir, ya que aqyer no lo hicieron tal vez porque digo la verdad a que le temen?

lunes, 11 de febrero de 2013

Ideologia y pragmatismo


Ideología o pragmatismo
León Bendesky
D
urante ya más de seis años la principal cuestión política en los países más desarrollados ha sido el paro. Gente que pierde su empleo, jóvenes que no lo encuentran, empresas que dejan de funcionar, máquinas e instalaciones subutilizadas, crédito que no llega a quien lo necesita, familias que pierden su casa, pensiones que se reducen, servicios sociales que se deterioran, pobreza y marginación que crecen.
Ese es el panorama en medio de lo que sigue siendo un severo ajuste fiscal de corte muy recesivo. Los efectos de la recesión son desiguales, la distribución del ingreso y de la riqueza se siguen polarizando. Mientras el empleo y el producto se reducen, sigue habiendo bolsones de especulación sumamente rentables.
En una época los economistas pensaban que el pleno empleo se conseguía de manera automática por el funcionamiento del mecanismo de los precios. El mercado era el medio más eficiente para conseguir el equilibrio manteniendo ocupados a los trabajadores y a la planta productiva.
Además, así se conseguía el mejor patrón de distribución del producto, basado en las contribuciones a la productividad de los distintos agentes económicos. Todo era un asunto de precios fijados en mercados competitivos y sin distorsiones en la información. La plena ocupación se podía alcanzar con la menor injerencia posible del gobierno.
Ante la gran crisis de 1929-33, Keynes propuso que el pleno empleo era una situación a la que se debía llegar mediante la intervención del gobierno para mitigar los efectos del ciclo económico, asociados con el papel del dinero y el crédito, y con la determinación de los precios relativos, especialmente el de los salarios.
La política fiscal era un instrumento clave para acomodar los desajustes de la oferta y la demanda agregadas y elevar así el nivel de la actividad económica, acercándose lo más posible al pleno empleo. Esto no desembocaba en un crecimiento continuo, no se eliminaba el carácter cíclico de la acumulación, el sistema no quedaba inmune a las crisis.
Hoy la doctrina que se profesa en Europa es la austeridad y la recesión inducida. Hace unos días la Unión Europea redujo por primera vez sus presupuestos de largo plazo, lo que anula los estímulos para la recuperación del producto y del empleo por el resto de esta década.
No se aclara cuáles serían los incentivos para el crecimiento. Todo queda de manera nebulosa entre una serie de principios ideológicos, presentados como asuntos de carácter técnico y, por otra parte, un pragmatismo político chato que se aleja cada vez más de las necesidades de la gente.
Intuitivamente se advierte que la recesión no es el camino para reducir el paro, entendido de manera amplia. La forma de pensar y de actuar de los políticos y los responsables de la economía aparece dislocada de lo que pasa en la calle e, incluso, de los mismos mercados. Pero es un sustrato para restructurar el proceso de acumulación, con un costo social excesivo. El paro condena a una parte de la población a un ajuste vital que no es recuperable. Esa es, tal vez, la dimensión más relevante y, también, la menos explícita desde el ejercicio del poder del Estado.
A esto añádase que en un entorno democrático como el que formalmente existe en esa región hay un debilitamiento del orden político y de la legitimidad del gobierno. En España, luego de un año, el capital político del Partido Popular y del presidente del gobierno se ha consumido. La corrupción pone de manifiesto buena parte de los conflictos que existen. En Grecia el deterioro es constante y creciente y se piensa que con más restricciones presupuestales puede alcanzarse un acomodo, pero le sobra la gente. Lo relevante son las cuentas y la línea de fondo del balance.
Todo esto, más la gestión de la crisis en Estados Unidos, con una fuerte expansión monetaria y bajas tasas de interés como el centro de un ajuste de tipo expansivo, pero con restricciones fiscales, crea un entorno que se extiende de distintas maneras por la economía global.
Ahí se inserta la descripción reciente del gobernador del Banco de México, de cómo los mecanismos de transmisión de la crisis y de las políticas públicas para atajarla, estarían creando lo que llamó una tormenta perfecta, que se podría abatir sobre una economía como la de México. Por cierto, no sería la primera vez que así ocurriera desde finales de los años 1970.
La tormenta proviene del flujo de los capitales, especialmente especulativos, para mantener un nivel posible de rentabilidad global y, sobre todo, para desplazarse de modo rápido cuando las señales de los mercados cambian. Esto puede ocurrir de modo abrupto e incluso ser provocado por las mismas decisiones de los grandes inversionistas.
El acomodo propuesto es administrar las tasas de interés para evitar que se sobrecaliente la economía con la entrada de capital foráneo, especialmente para comprar deuda pública. Según el banco central, la inversión de extranjeros en bonos y certificados emitidos por el gobierno es de casi 120 mil millones de dólares (las reservas internacionales son del orden de 160 mil millones de dólares).
Bajar las tasas para afectar las expectativas del mercado y evitar sacudidas del tipo de cambio y alzas en la inflación es una manera de adaptar las respuestas de la política monetaria ante la posible tormenta. ¿Será suficiente? Otro asunto es cómo se acomoda esto con la política hacendaria del nuevo gobierno para generar más inversión productiva.