EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

lunes, 28 de junio de 2021

EEUU: La apuesta de Biden,...-entrevista con Pedro A. Aguirre-

 

Pedro A. Aguirre: “La apuesta de Biden es que el Estado reactive la economía”

Biden quiere recuperar la alianza atlántica de la OTAN, y restaurar la economía de Estados Unidos pensando en el siglo XXI, aunque ello implique riesgos como mayor inflación y déficit fiscal.

25/06/2021
  • Español
  • Análisis
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Pedro Arturo Aguirre, escritor y analista de asuntos internacionales, estima que el gobierno de Joe Biden busca —entre sus principales objetivos— sentar las bases para recuperar la economía de Estados Unidos, golpeada, como todo el mundo, por la pandemia del Covid-19, y reconstruir la alianza atlántica ante los nuevos retos que implica China, la potencia rusa y una Europa herida y debilitada por el Brexit.

 

En esta nueva entrega, Aguirre llama la atención de que Washington pretende ser coherente en su política exterior y enviar el mensaje de que Occidente está de vuelta.

 

 — ¿Cuál es su evaluación sobre los primeros meses de la administración de Joe Biden?

 

—Biden tiene la oportunidad de sacar adelante su muy ambicioso programa de gobierno. Mucha gente pensó que se trataba de un presidente de transición, con la principal tarea de deshacerse de Trump, pero no ha sido así. Ha tenido un inicio importante con los apoyos a la gente en el contexto de la pandemia del Covid-19 y tratando de recuperar la economía. Para algunos observadores la recuperación ha sido más lenta de lo que se esperaba, cuando para otros, va a buen ritmo.

 

Es un presidente con una agenda ambiciosa. Básicamente lo que proyecta es el ‘regreso’ del gobierno. Por mucho tiempo, el big government fue un anatema. Con la revolución neoliberal, desde la época de Reagan, lo que se puso de moda era hacer más pequeño el gobierno. Con disciplina fiscal, no gastar más de lo que se tiene, ni endeudar al país. Ahora lo que Biden busca es recuperar la economía con una participación estatal no vista desde hace tiempo. Y con algunas ideas muy osadas, en el sentido, por ejemplo, de perdonar la deuda o parte de ella, a los universitarios. Esto impulsaría también a la educación superior.

 

—¿Se trata de una política de corte keynesiano?

 

—Sí, tiene todos los rasgos keynesianos. Obviamente, los economistas neoliberales ortodoxos dicen que con esto provocarán deuda, déficit fiscal, más dinero circulante y, por tanto, inflación. Es una opción política, la de Biden, muy distinta a lo que hemos visto. No es un presidente de transición, es un hombre con ambiciones para su país.

 

Otro aspecto importante es que se trata de un mandatario que busca ser menos polarizante. Aquí no tenemos los tuits, los caprichos, enojos y locuras de Trump. Procura ser menos confrontacionista. Es un político sin el odio y encono que producía Hillary Clinton o el mismo Obama. Un hombre con un perfil más amable.

 

La apuesta de Biden es que el Estado reactive la economía.

 

Entre los republicanos prevalece aún el frente trumpista. La mayor parte de ese partido le sigue rindiendo pleitesía a Trump. Aparentemente el trumpismo sigue teniendo el dominio del partido. El magnate ha vuelto a la actividad, aunque no con la intensidad que muchos preveían. El punto es que el partido republicano sigue muy radicalizado, agresivo y muy trumpeano.

 

El encono se ha dirigido hacia Kamala Harris, conocida por ciertos rumbos como “Presidente Kabala”. Una de las formas en que los republicanos y los comentaristas de Fox News buscan denigrar a la vicepresidenta es equivocándose cuando mencionan su nombre.

 

—¿Significa que no es por descuido?

 

—No. Es claramente intencional. Hay un elemento racista. Señalan: “Esta señora no es norteamericana”; “¿se llama Karala o Kabala?” Es la forma como los comentaristas de derecha, con un perfil muy racista, se equivocan al mencionar el nombre de la vicepresidenta. Como que se les olvida, pero lo hacen con maldad. Es un recurso de la extrema derecha.

 

—¿Cómo van las indagatorias sobre el asalto al Congreso?

 

—A muchos analistas les ha llamado la atención por qué no se está siguiendo una investigación, un juicio o un comité que indague a fondo las arbitrariedades de Trump. Se intentó investigar lo que ocurrió el 6 de enero en el Congreso, pero los republicanos no lo dejaron pasar. Se ha difundido que en el gobierno de Trump se ordenó a la fiscalía investigar diversas personalidades incluyendo a líderes de los partidos, lo cual es grave porque es utilizar recursos públicos para fines personales del presidente. Buena parte de eso provocó el escándalo de Watergate.

 

Hay muchas similitudes entre la política de Nixon y Trump, tal como el uso de los aparatos del Estado para fastidiar a opositores. Los recursos eran distintos. En el primero, utilizaban un equipo de truhanes que se llamaban “los fontaneros”. Y, en el segundo, le encargaban al fiscal que lo hiciera.

 

Aunque aparentemente no hay ninguna investigación, el hecho es que Trump sigue muy presente, su movimiento es todavía muy fuerte y es un candidato natural para 2024.

 

—¿Habrá tocado fondo el impacto de la pandemia en la economía norteamericana?

 

—No sabemos. Aparentemente sí, mas no se descarta un repunte extraño. Si las cosas siguen como están, si la vacunación resuelve el problema, si ya no hay más contagios, lo que se asoma en el horizonte es la recuperación. Pero no hay que descartar un rebrote de la pandemia o un problema similar.  

 

—En medio de estas previsiones, la realidad es que China emerge como una gran potencia.

 

—Estados Unidos tiene muy claro que el reto en el futuro es China. Una de las razones por las que Pekín está asumiendo el liderazgo mundial es porque la Unión Americana está rezagada en varios aspectos. Uno de ellos es en infraestructura. No solo referida a puentes y aeropuertos, sino también en nuevas tecnologías, inteligencia artificial y la transición energética. Biden está apostando por la transición de los automóviles de gasolina a electricidad.

 

A Estados Unidos le preocupa la gran influencia de China en los cinco continentes; con su famoso programa de la nueva Ruta de la Seda está aumentando su presencia en Pakistán, Bangladesh, Sri Lanka, Egipto. Países que están recibiendo préstamos blandos, pero condicionados.

 

La alianza sino-rusa tiene sus bemoles. A Rusia le conviene la alianza con el régimen de Xi Jinping para no quedarse aislada frente a Occidente; sin embargo, por otro lado, China es una gran potencia que puede devorar a los países del centro de Asia y a la Rusia misma, en un momento dado.

 

En la gran rivalidad económica, que también tiende a tomar visos de militar, por la carrera armamentista y el desarrollo de nuevas tecnologías entre China y Rusia, Estados Unidos no se quiere quedar atrás.

 

Estados Unidos debe priorizar el soft power, la idea desarrollada por Joseph Nye, del poder blando, que no implica necesariamente influencia militar y económica, sino de tipo cultural. En este momento ese poder se manifiesta por las vacunas. China y Rusia empezaron a decir que tenían vacunas para todo el mundo porque vieron que era una forma de aumentar su soft power, traducido en más influencia y prestigio. Por eso Estados Unidos respondió que donará millones de vacunas vía el mecanismo Covax de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

 

En Joe Biden hay la conciencia de recuperar el liderazgo mundial de Estados Unidos, de enfrentar los retos que implican China y Rusia, en diversos renglones; con una Europa herida y debilitada por el Brexit; sin embargo, persiste la desconfianza de lo que pasará en el futuro: sigue habiendo una sociedad polarizada. ¿Bolverá en poco tiempo el nacionalismo, el american first? ¿Qué pasará?

 

Biden quiere recuperar la alianza atlántica —tiene la idea de cómo hacerlo y no ha abandonado la iniciativa de pedirle más apoyo a la OTAN, reto que venían desde antes de Trump— y restaurar la economía de Estados Unidos pensando en el siglo XXI, aunque ello implique riesgos como mayor inflación y déficit fiscal.

 

—¿Parece que se empiezan a trazar las bases de una nueva geopolítica?

 

—Efectivamente. Hay una nueva geopolítica, aunque curiosamente con nuevos adversarios y viejas alianzas, antiguas formas de hacer política que también pueden ser útiles ahora. En concreto, me refiero al G7, que había tenido mucho sentido al término de la Guerra Fría y que con la aparición de los BRICS y el G20, parecía condenado a muerte; pero no, porque allí están las potencias que tienen como vínculo la defensa de valores comunes de la democracia y derechos humanos, además de la economía.

 

—En este marco, ¿Rusia también es un actor importante?

 

—Rusia es el niño rebelde internacional que le arrancó territorio a Ucrania en contra del derecho internacional —lo cual no lo puede permitir el mundo civilizado—, que mata o manda a encarcelar a los adversarios, donde Vladimir Putin se ha convertido en un dictador impresentable, con una oligarquía enquistada y muy corrupta.

 

El tema es muy complicado. Por ejemplo, Europa depende mucho de Rusia en materia de hidrocarburos y cuando se dio el asunto de Bielorrusia, con Lukashenko, le aplicaron sanciones, le sacaron la lengua y nada más. Mientras, Estados Unidos tiene que asumir una actitud al menos retórica, confrontacionista, de rechazo a lo que hace Putin. No pueden aceptar que arrebate territorios de una nación independiente y miembro de Naciones Unidas. Las sanciones económicas impuestas a Rusia le han hecho mucho daño a su economía, aunque no lo suficiente para convencer a Putin de volver al redil. Se entiende que no será así. Pero debe haber un grado retórico, de confrontación, de coordinación, por eso es importante no solo el G7, también resucitar a la OTAN y darle a entender al mundo que sigue habiendo valores en Occidente que defienden la democracia y los derechos humanos.

 

Biden se ha propuesto corregir la política esquizofrénica de Trump de patear a sus aliados, por un lado, y alabar a sus adversarios como Kim Jong-un y Putin, por otro.

 

El mandatario norteamericano busca ser coherente en su política exterior. Tener un frente común, por lo menos, en el grado retórico o emblemático, de que Occidente está de vuelta. De que sus valores siguen vigentes y serán defendidos en una coalición.

 

—¿Estados Unidos sigue presente en Medio Oriente?

 

La posición de Estados Unidos hacia Medio Oriente es ambivalente. No da una idea sobre una estrategia sólida de qué hacer con el conflicto árabe-israelí y, en general, ante las disputas en la zona. Salvo en el caso de Arabia Saudita donde sí se siente la mano de alguien que está orientando al príncipe Mohammed Bin Salmán para corregir muchos de sus errores. Y es lo positivo que se puede señalar de la política exterior de Biden.

 

—¿Cómo ve la postura de Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe?

 

—Me parece que reconstruir las relaciones con América Latina para Estados Unidos debe ser prioritario, sobre todo si de lo que se trata es de reconstituir Occidente y contrarrestar la presencia China.

 

China ya tiene presencia en América Latina. Está en Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, en México.

 

Para muchos observadores, con el fin de la Guerra Fría, Estados Unidos se empezó a distender y una de las regiones que descuidó fue su patio trasero. Es necesario retomar esa relación. Pero falta una estrategia imaginativa —de poder blando, realismo político y nueva diplomacia— que no se ve clara.

 

No obstante, hay síntomas de una relación complicada entre América Latina y Estados Unidos en temas energéticos, tráfico de drogas y migración.

 

El tema migratorio es una de las banderas del frente republicano y lo usarán cada vez que pueda. Aquí el asunto es que Biden había ofrecido durante la campaña electoral una nueva actitud ante la migración, pero la verdad es que no ha existido. Siguen expulsando migrantes con el mismo ritmo. El mensaje de Kamala Harris en su visita a Guatemala y México fue: “ya no vayan para allá, quédense en su país”. Es la misma postura de Obama y de Trump. Y después de vislumbrar algún tipo de amnistía, la frontera se mantendrá cerrada porque, de lo contrario, le ‘regalarían’ el discurso a la oposición. El discurso de Trump es básicamente anti migratorio. No veo entonces un cambio de fondo. Hay continuidad. Las deportaciones siguen. Es un tema políticamente muy explosivo.

 

Además, no sé hasta qué punto la cuestión del tráfico de drogas pueda volver a la agenda. Se advierten señales de que podría regresar con gran fuerza. Eso puede contaminar la relación de México con sus vecinos del norte. Hay percepciones de que el gobierno mexicano no está actuando de modo eficiente en este renglón. Por ejemplo, será cierto o no, que la tercera parte del territorio mexicano está controlado por el narcotráfico, pero que lo diga el Departamento de Estado es grave. Es la visión que prevalece en Estados Unidos o es el mensaje que quieren enviar sobre un asunto que puede generar discordias.

 

Otro tema que puede provocar diferendos es el energético. Hay muchas quejas de que se están violando los términos del T-MEC, de que no hay garantías para la inversión. Todo esto puede generar tensiones.

 

—¿Qué le dice la nominación de Ken Salazar como nuevo embajador de Estados Unidos en México?

 

—Salazar es un peso pesado, fuerte, duro. Con experiencia en Washington. Me llama la atención porque significa que México es importante para Estados Unidos y que le prestarán mucha atención. Por ello preveo que hay temas en los que empezarán a apretar, como el tráfico de drogas. 

 

...

Pedro Arturo Aguirre (Ciudad de México, 1963), es académico, consultor y periodista. Ha publicado “La Unión Europea: Evolución y Perspectivas”; “Ocho en la Cumbre”; “Historia Mundial de la Megalomanía: desmesuras, desvaríos y fantasías del culto a la personalidad en la política”; “De Winston Churchill a Donald Trump. Auge y decadencia de las elecciones”; “Bad Hombres: megalomanía y política en el siglo XXI”, entre otros libros. Colabora en la revista etcétera y en el periódico ContraRéplica. Su obra más reciente, “El Protocolo Malatesta”, novela histórica, circula bajo el sello de Innisfree (Madrid, diciembre de 2020).

 

https://www.alainet.org/es/articulo/212809

Los alimentos por las nubes... y tambien en la basura

 

Los alimentos por las nubes… y también en la basura

Según previsiones de las Naciones Unidas, América Latina y el Caribe “en tanto pilares de la seguridad alimentaria” deben jugar un papel esencial de cara al futuro: garantizar la alimentación de 10.000 millones de personas en el 2050.

28/06/2021
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  • Opinión
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Alto porcentaje de alimentos desperdiciados en el mundo
Foto ONU

Impacto mortífero para los bolsillos populares. Los precios de los alimentos básicos se dispararon en todas partes y alcanzan los valores mundiales más altos de la última década.

 

Los alimentos costaron en mayo del 2021 un 39.7% más que en mayo del año pasado. Así lo señala el índice de precios elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), publicado en la primera quincena de junio (http://www.fao.org/worldfoodsituation/foodpricesindex/es/ ).

 

El maíz explota

 

Para arribar a estos datos, el organismo internacional da seguimiento sistemático a cinco grupos sectores básicos:  los cereales, los aceites vegetales, los productos lácteos, el azúcar y la carne. Un desglose detallado por rubro permite tener una visión general de esta tendencia alcista generalizada.

 

En mayo, los cereales aumentaron 36.6%, si se compara con los precios del mismo mes del año pasado. Los valores internacionales del maíz fueron los que más subieron, alcanzando un 89.3% por encima del registrado en igual momento del 2020. Estos aumentos representan el nivel más elevado desde enero de 2013. Según la FAO, la posibilidad de disminución de la producción en Brasil acentuó la presión sobre la oferta mundial, de por sí ya muy limitada.

 

Los precios internacionales de la cebada y el sorgo también se incrementaron en mayo. Tras el aumento repentino de los precios del trigo, una mejoría en las condiciones de los cultivos, sobre todo en los Estados Unidos de América y la Unión Europea, provocó un marcado descenso de su precio a finales del último mes. Aun así, en promedio, este grano superó en un 28.5% los valores de un año antes.

 

Los aceites vegetales --palma, soja, colza-- aumentaron 7.8% en lo que representa ya el decimosegundo aumento mensual consecutivo. Las cotizaciones internacionales del aceite de palma mantuvieron una tendencia alcista en mayo y alcanzaron su nivel más elevado desde febrero de 2011. Debido, principalmente, al débil crecimiento de la producción en los países de Asia sudoriental, junto con la extensión de la demanda mundial de las importaciones. También aumentó el aceite de soja, muy demandado por el sector del biodiesel.

 

En cuanto a los productos lácteos, la FAO registró un salto de un 28% con respecto a mayo de 2020. Sin embargo, las cotizaciones internacionales de la leche desnatada en polvo fueron las que más subieron. La sólida demanda de importaciones en un contexto de escasez de suministros procedentes de la Unión Europea explica dicho aumento.

 

El índice de precios de la carne experimentó un alza del 10% en relación al mismo mes del año pasado, aunque todavía se mantuvo un 12% por debajo de su precio máximo de agosto de 2014.

 

En cuanto al azúcar, el estudio de la FAO constató un aumento en mayo de un 6.8% con respecto a abril, el más elevado desde marzo de 2017. La subida de las cotizaciones internacionales de este producto se debió, principalmente, a retrasos en las cosechas y a la preocupación ante un menor rendimiento de los cultivos en el Brasil, el mayor exportador del mundo, a causa de la sequía prolongada. El aumento de los precios del petróleo crudo y el continuo fortalecimiento de la moneda brasilera frente al dólar estadounidense también favorecieron la subida. No obstante, los grandes volúmenes de exportaciones procedentes de la India contribuyeron a moderar los precios e impidieron un mayor incremento mensual.

 

Interrogándose sobre las causas de esta explosión de precios a nivel mundial, un reciente artículo de la BBC Mundo responde: “Como era de esperar, el aumento está relacionado a la pandemia. Los proveedores se han visto afectados por interrupciones en la producción, la mano de obra y el transporte. Y mientras tanto, la demanda de alimentos está creciendo”.

 

El medio británico recuerda que “los expertos habían advertido que la alta demanda y la baja producción conducirían a un aumento de la inflación a medida que las economías salieran de las restricciones impuestas por la pandemia”. Y anticipa que, sin embargo, “algunas industrias podrían experimentar una fuerte recuperación”. La FAO prevé una producción mundial récord de cereales este año, lo que puede ayudar a aliviar las presiones alcistas de los precios.

 

Unos con hambre, otros derrochan

 

Si la pandemia juega un rol condicionante en los precios de la canasta básica a nivel internacional, intervienen también otros factores estructurales: América Latina pierde el 12% de sus alimentos antes que éstos lleguen a la venta al por menor.

 

Esta es la principal conclusión de otro estudio de la misma organización onusiana de fines de abril. Afirma que unos 220 millones de toneladas de alimentos terminan en la basura, luego de la cosecha y antes de la venta minorista.

 

Esta pérdida representa 150.000 millones de dólares. Cifra de magnitud si se considera que al menos 60 millones de latinoamericanos y caribeños se confrontan con el drama de la inseguridad alimentaria.

 

El informe más reciente de la Agencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente –publicado en marzo de este año y correspondiente al 2019-- señala que casi una quinta parte de toda la comida del mundo acaba en los tachos de basura de los hogares, los restaurantes y otros sitios donde se sirven alimentos (https://news.un.org/es/story/2021/03/1489102 ).

 

Comparativamente, el peso de esos alimentos equivaldría, a 23 millones de camiones de 40 toneladas completamente cargados. Puestos en fila, darían siete vueltas a la Tierra. 

 

A nivel mundial, cada año se desperdician 121 kilogramos de alimentos per cápita. Una de las conclusiones más significativas del estudio, es que no se observan grandes diferencias entre países ricos y en desarrollo. Nigeria es uno de los países donde más comida se tira a nivel familiar: unos 189 kilos per cápita al año, comparados con los 59 kilos de Estados Unidos de América. En México se desperdician 94 kilos, en España, 77 y en Colombia, 70.

 

La agricultura, apuesta latinoamericana también de futuro

 

Según previsiones de las Naciones Unidas (https://news.un.org/es/story/2021/04/1490932América Latina y el Caribe “en tanto pilares de la seguridad alimentaria” deben jugar un papel esencial de cara al futuro: garantizar la alimentación de 10.000 millones de personas en el 2050. En la actualidad aporta el 14% de la producción mundial de alimentos y el 45% de su comercialización y sus sistemas agroalimentarios suponen casi la mitad del empleo total del sector, el cual representa entre el 30 y el 40% del Producto Interno Bruto regional.

 

Sin embargo, la ONU reconoce que la pandemia ha provocado un retroceso sin precedentes en la lucha contra el hambre y que, en consecuencia, más de 20 millones de personas en la región podrían engrosar las filas de la pobreza. Esta crisis continental, responsable de casi la mitad de los casos totales de contagios y decesos, en 2020 provocó una contracción del 7.7% del PIB, el cierre de 2.700.000 de empresas y un retroceso sin precedentes en la lucha contra el hambre y la pobreza. Los organismos internacionales proyectan en diez años el tiempo necesario para que el continente alcance sus niveles pre pandémicos. Paradoja de la historia: a pesar del creciente desempleo, las exportaciones agrícolas regionales aumentaron durante la pandemia, lo que pone de manifiesto la resistencia del sector en la mayoría de los países.

 

En la agricultura, sus innovaciones y diversificación, América Latina y el Caribe se juegan gran parte de su futuro. Sin embargo, “la” agricultura no es una, ya que implica una pugna de modelos y conceptos (agronegocio vs. agroecología) y exige cambios profundos de actitudes de la sociedad planetaria, como, por ejemplo, evitar el desperdicio de alimentos. Todo esto en una coyuntura internacional de interdependencia creciente, en momentos en que los precios de los alimentos básicos se disparan en todo el mundo y los platos rotos, como siempre, los pagan los sectores sociales menos pudientes.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/212840

Peru: Pedro Castillo regenera el mapa politico

 

Pedro Castillo regenera el mapa político peruano

Con el triunfo del nuevo líder cajamarquino, se produce la irrupción de lo popular en un mapa político hasta ahora acotado al centralismo clasista de Lima como lugar exclusivo del poder. 

25/06/2021
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  • Análisis
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“Para el imperialismo yanqui o inglés, el valor económico de estas tierras sería mucho menor si con sus riquezas naturales no poseyesen una población indígena atrasada y miserable a la que, con el concurso de las burguesías nacionales, es posible explotar extremadamente.”  (José Carlos Mariátegui, 1929)

 

El maestro rural Pedro Castillo, nuevo líder del partido Perú Libre sin trayectoria política previa, ha triunfado por un ajustado margen de 40.000 votos en la segunda vuelta de las elecciones peruanas frente a la derecha autoritaria y corrupta representada por Keiko Fujimori (Fuerza Popular). Su candidatura tuvo un fulgurante recorrido desde un 3 % de la intención de voto en marzo, hasta convertirse en el candidato más votado en la primera vuelta de abril, con un 19 % de los sufragios.

 

La campaña para la elección presidencial fue probablemente la más sucia y enconada de las últimas décadas. Los medios de comunicación concentrados focalizaron su atención en la candidata de la derecha, Keiko Fujimori, hija del ex dictador convicto Alberto Fujimori, la figura política que despierta más pasiones entre la población. Keiko, como familiarmente la llaman los medios de comunicación nacionales, contó con el respaldo de toda la clase política tradicional, que votó de forma muy fragmentada en la primera vuelta del 11 de abril. La candidata de Fuerza Popular obtuvo solo el 13 % de los votos, una magra representación que aun así la colocó en situación de encabezar el bloque liberal-conservador en la segunda vuelta.

 

Una campaña feroz y desigual

 

Por activa o por pasiva, Keiko Fujimori contó en la segunda vuelta con el apoyo de casi todos los medios de comunicación, en algunos casos respaldando abiertamente su candidatura, en otros exhibiendo una falsa neutralidad que de hecho invisibilizaba el programa de Perú Libre o, peor aún, demonizaba sus propuestas sin llegar a analizarlas.

 

En el orden de las alianzas políticas de gran calado, la candidata derechista recibió el apoyo de los presidentes del grupo de Lima (los gobiernos del continente concertados con Estados Unidos para desestabilizar Venezuela) y de la internacional neoliberal que encabeza el peruano-español Mario Vargas Llosa, quien en estas elecciones dio un vuelco de 180 grados en su valoración de la familia Fujimori. En  septiembre de 2014, Vargas Llosa declaró que nunca respaldaría a Keiko Fujimori como candidata a la presidencia por ser “la hija de un asesino y ladrón”. El polémico premio Nobel de literatura lo justificaba añadiendo que “lo primero que va a hacer (de llegar al poder) es sacar a (Alberto) Fujimori (de la cárcel), que es quien dirige su campaña, quien sería en cierta forma electo si gana las elecciones”.[i] En su única incursión en política, en 1990, Vargas Llosa perdió las elecciones peruanas frente a Alberto Fujimori, que obtuvo el 62,50 % de los votos en la segunda vuelta.

 

Más allá de antipatías personales, Vargas Llosa comparte con Fujimori el credo del neoliberalismo económico y el darwinismo social como dogmas de la gestión del Estado. No sabemos qué hubiera ocurrido ante un eventual gobierno de Vargas Llosa. Sabemos que Alberto Fujimori, a lo largo de sus dos gobiernos -un período llamado la década infame- ejecutó una política criminal en materia de derechos humanos, y que se produjeron cerca de 70.000 muertes en el juego cruzado entre el Ejército y Sendero Luminoso, casi todas ellas resultado de masacres de campesinos e indígenas perpetradas por ambas partes. Además, su gobierno fue el más corrupto de la historia peruana, según constata Alfonzo Quiroz, autor de una completa Historia de la corrupción en el Perú, quien afirma: “Según algunos historiadores, el nivel de corrupción de la década de 1990 definitivamente superó al de todos los demás gobiernos de la historia moderna y sería comparable tal vez únicamente con el período colonial”.[ii]  Quiroz ha llegado a cuantificar el impacto económico del fenómeno, y en este período estima el costo de la corrupción en el 50 % del gasto público y un 4,5 % del PIB nacional. Ingentes recursos que se hurtan al desarrollo socioceconómico del país.

 

A partir de entonces, la economía de la corrupción se enquistó profundamente en el Perú a través de una alianza entre dirigentes políticos, altos mandos militares y otros funcionarios del Estado, especialmente del poder judicial. En las elecciones de 2016, Mario Vargas Llosa respaldó al candidato ultraliberal Pedro Pablo Kuczynski (Partido PPK), quien en marzo de 2018 se vio obligado a dimitir por corrupción. Sustituido por su vicepresidente Martín Vizcarra, este también fue depuesto por el Congreso en noviembre de 2020, y tras declarar su vacancia le sucedió en el cargo el no menos corrupto presidente del Congreso, Manuel Merino. Su presidencia apenas duró cinco días, forzado a dejar el cargo por el estallido social que derivó en la elección de un presidente de transición, Ignacio Sagasti, a fin de convocar elecciones y renovar un Congreso en el que la corrupción se había institucionalizado.[iii]

 

Fujimori y Vargas Llosa

 

Tras la primera vuelta electoral de abril de 2021, Keiko Fujimori se presentó como el muro de contención de una izquierda que podía trastocar todo el escenario político. Aunque Pedro Castillo no alardea de sus ideas de izquierda y nunca se ha definido como “comunista” (tal como aparece en la agresiva propaganda en su contra en redes sociales y afiches), las élites limeñas temen y rechazan su victoria porque representa el despertar de la América indígena y mestiza, la incorporación del Perú profundo a la toma de decisiones políticas; y porque asume la exigencia de una nueva distribución de la riqueza frente al saqueo del país por parte de las multinacionales extractivistas y una legislación que comprometa a las empresas a conceder derechos sociales. Su candidata a la vicepresidencia, Dina Boluarte, declaró en campaña que su gobierno destinaría un 10 % del PIB a Educación y otro 10 % a Salud.[iv] Una inversión social de esta magnitud supone una conmoción en un país que ya no podrá dilapidar sus recursos “aceitando” la economía con el combustible de la corrupción. Y por supuesto supondrá también un aumento de la presión fiscal sobre los sectores de mayores recursos, cuyos tipos impositivos están entre los más bajos del continente.

 

Keiko Fujimori está procesada por financiación ilegal de su partido en dos campañas de elecciones anteriores, que también perdió en segunda vuelta. Hizo esta última campaña con autorización judicial, tras habérsele notificado en marzo una orden de prisión preventiva. A fin de abril, tras conocerse el resultado de la primera vuelta, Keiko Fujimori fue invitada a participar en el foro 'Desafíos de la Libertad' por Mario Vargas Llosa, convocado en Quito por la Fundación Internacional para la Libertad que preside el escritor. Fujimori intervino por videoconferencia y escuchó encantada los buenos augurios del viejo adversario: “Es muy importante la situación tuya en estos momentos -le dijo Vargas- porque estás enfrentando a un adversario que puede acabar con la libertad en el Perú”.[v]

 

En las encuestas realizadas tres semanas antes de las elecciones, Perú Libre aventajaba en casi un 6 % de los votos a Fuerza Popular. Ante esta clara ventaja de Pedro Castillo en los sondeos, Vargas Llosa hizo un dramático llamado al voto por Fujimori para “salvar al país del peligro enorme que es caer en manos del totalitarismo”. La cusqueña Verónika Mendoza, la candidata presidencial de Nuevo Perú / Juntos por el Perú, que brindó su apoyo a Castillo en la segunda vuelta, respondió con dureza: "Hemos escuchado al señor Vargas Llosa insinuando un golpe de estado, invocando a las fuerzas del orden a que perpetren un golpe de estado si el señor Castillo gana. Un discurso claramente antidemocrático, dictatorial y muy peligroso. Eso es lo que tenemos al frente".[vi]

 

La distancia entre ambos candidatos se fue estrechando a medida que el bloque conservador acentuó su campaña del miedo, divulgando machaconamente que el país se encontraba ante la doble amenaza de un quiebre económico y de la llegada “del comunismo”. Se intentó vincular a Castillo, disparatadamente, con Abimael Guzmán, el delirante líder de  Sendero Luminoso apresado por Fujimori en 1992. El recurso más usado en campaña contra los dirigentes de izquierda para denigrarlos fue llamarlos terrucos, es decir, terroristas o simpatizantes con las ideas políticas de Sendero Luminoso. Ya es habitual conjugar el verbo “terruquear” para denominar a esta forma grosera de hacer campaña, generalmente desde el anonimato de las redes o a través de periodistas serviles.

 

El 23 de mayo, a dos semanas de la segunda vuelta, una derivación de Sendero Luminoso (reconvertida en narcoguerrilla) irrumpió en la campaña con un atentado en el que masacró a 18 personas, incluidos dos niños, en locales nocturnos de una zona del departamento de Junín dominada por narcotraficantes. Los asesinos distribuyeron panfletos llamando a no votar en las elecciones, y también a votar en contra de Keiko Fujimori. Después del atentado, la candidata de la derecha trepó cinco puntos en las encuestas, hasta situarse a solo un punto de distancia de Pedro Castillo (49,5% frente a 50,5%).

 

El maestro nombrado presidente

 

Nacido en el poblado de Puña del departamento de Cajamarca, Castillo ejerció la docencia durante más de 20 años en la escuela primaria de su lugar natal, que cuenta con poco menos de 400 habitantes. Destacó como sindicalista en 2017, año en el que dirigió un paro docente que se prolongó más de dos meses, y fue elegido presidente del Comité de Lucha de las bases regionales del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Perú (SUTEP), y después fue Secretario general de la Federación Nacional de Trabajadores en la Educación del Perú (FENATEP).

 

Aunque en 2002 hizo una breve incursión en la política, presentándose como candidato a la alcaldía de Aguía por Perú Posible, no formó parte de ninguna estructura partidaria hasta enero de 2021, cuando se incorporó a Perú Libre con otros miembros de su embrionario “partido de maestros” con el fin de aspirar a la presidencia.[vii]

 

Contra la corriente de los medios hegemónicos, en pocos meses supo conectar con esa población eternamente postergada del Perú profundo, indígena y mestizo, que siempre estuvo ausente de la agenda política nacional. José Pedro Castillo es uno de ellos, el que enarbola la clamorosa exigencia de hacerse visibles para el resto del país y para el mundo. Él habla el lenguaje de su pueblo y alimenta sus esperanzas contra todo pronóstico. Por eso es subestimado y tratado de incompetente por ciertos periodistas limeños, dignos portavoces de las élites desconcertadas ante el meteórico ascenso del candidato al que no asignaban ninguna posibilidad. Se daba por descontado que la cusqueña Verónika Mendoza, histórica candidata de la izquierda al frente de Nuevo Perú, sería quien pasase a la segunda vuelta. Nadie imaginaba el ascendente que podía cobrar un nuevo liderazgo inesperado, ajeno a la corrupción generalizada del sistema político y en sintonía con el deseo de cambio del pueblo llano.

 

Los medios oligárquicos intentaron colgar a Castillo el sambenito de marxista-mariateguista-leninista, un combinado ideológico por supuesto inexistente. Su praxis política es perfectamente compatible con el pensamiento del precursor José Carlos Mariátegui, quien desde un enfoque marxista situado preconizó hace un siglo la lucha por la justicia y los derechos de los indígenas y olvidados. Pero Castillo no hace alarde de teoría política ni necesita invocar celebridades para que se comprenda su mensaje.

 

Con el triunfo de Castillo se produce la irrupción de lo popular en un mapa político hasta ahora acotado al centralismo clasista de Lima como lugar exclusivo del poder. Pedro Castillo conquistó la presidencia en tiempo record con un partido de arraigo regional, creado por el ex gobernador del departamento de Junín, el marxista Vladimir Cerrón, profesor de neurocirugía. Con el triunfo del nuevo líder cajamarquino, el centro de gravedad político se desplazó bruscamente desde los palacios hasta las laderas de los cerros y los montes. El voto índigena, mestizo, mulato y zambo no pudo ser manipulado con el bombardeo de mensajes alarmistas.

 

Todo el sur del país, de mayoría quechua y aymara, lideró este voto de protesta, así como las demás regiones de la Sierra andina. Los criollos que dominan la política de Perú desde la independencia se resisten ahora a este desplazamiento del poder estatal, que pasa de la defensa de los intereses de la élites blancas globalizadas a la gestión consciente de los recursos públicos, atendiendo a la diversidad de exigencias del campo popular.

 

Una elección muy disputada

 

No es la primera vez que el desenlace de unas elecciones muestra un Perú dividido entre dos candidatos por mitades casi iguales. Los resultados fueron también muy disputados en la segunda vuelta de las presidenciales de 2016, cuando Pedro Pablo Kuczynsky  triunfó por un ajustado margen de 40.000 votos, con el 50,12 %, frente a la misma Keiko Fujimori que alcanzó un 49,88 %. Aunque la segunda vuelta se disputó entonces entre partidos de derecha, Keiko Fujimori no reconoció la victoria de su contrincante, y solo admitió el resultado cuando intervino como mediador el embajador de Estados Unidos. No obstante, el fujimorismo boicoteó a ese gobierno ideológicamente afín (neoliberal) de Kuczynsky desde su mayoría en el Congreso, hasta forzarlo a renunciar en 2018, al conocerse su implicación en la trama Odebrecht, por la que también es investigada Keiko Fujimori.

 

En esta segunda vuelta, Keiko Fujimori aventajaba a Pedro Castillo en varios puntos  al promediar el recuento de votos. La distancia se fue acortando con la llegada del voto rural, mayoritario para Perú Libre, hasta que la tendencia se invirtió y empezó a consolidarse una diferencia cada vez mayor a favor de Castillo, que luego se volvió a estrechar por el voto del exterior. Finalizado el cómputo, el resultado fue de 50,12 % de los votos para Perú Libre, y 49,87 % para Fuerza Popular, con una diferencia de apenas 44.000 sufragios (el 0,25 % de los votos emitidos).

 

A pesar de la campaña feroz en su contra, Castillo consiguió conectar con las necesidades y expectativas de los votantes. El nuevo líder de la izquierda peruana ha formulado la necesidad de acabar con un modelo económico extractivista, que empobrece y provoca devastación ecológica para la población local. La propaganda contraria a su candidatura afirmó que su política espantaría a los inversores, aumentaría la desocupación y causaría inflación. Este discurso caló en la mayor parte de la clase media peruana y en sectores populares de zonas urbanas, o entre emigrantes muy influenciados por la información manipulada que circula a través de los medios y las redes sociales.

 

Perú Libre se impuso abrumadoramente en el interior del país, principalmente en toda la región andina. En varios departamentos de la Sierra (andina) arrasó con más del 80 % de los sufragios: Cusco, Apurimac, Huancavelica, Ayacucho y Puno. El resultado en este último departamento, que limita con Bolivia y comparte con ese país la extensa altiplanicie del lago Titicaca, fue el más favorable al candidato de izquierda (89 % de los votos), próximo en su ideario, cultura e idiosincrasia al proyecto político desarrollado en ese país por el hermano aymara Evo Morales. En toda la región andina del sur de Perú, el candidato de Perú Libre obtuvo incluso más votos que en su norteño departamento de Cajamarca (71 %).

 

En cambio, la votación le fue adversa en la ciudad de Lima, que equivale a una tercera parte de la población nacional, donde Fujimori obtuvo dos tercios de los votos. En algunos distritos selectos de la capital peruana, como Chorrillos y San Isidro, Keiko Fujimori superó el 80 % y 90 % de los votos, respectivamente. También fue mayoritario el voto de derecha en otras ciudades de la costa, como por ejemplo en El Callao y Trujillo. En el exterior, el recuento arrojó también dos tercios de los votos (200.000) para Fujimori y poco más de un tecio (102.000) para Castillo.

 

La reacción autoritaria de la derecha

 

Días después, al verse derrotada por escaso margen, Keiko Fujimori declaró que se había producido un “fraude sistemático”. Sin presentar pruebas, impugnó el recuento de votos en 802 mesas, en una maniobra de dilación demasiado obvia. Jorge Salas Arenas, presidente del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), advirtió que en las elecciones de 2016 hubo 29 mesas impugnadas y que, dada la cantidad “extraordinaria” de mesas observadas en esta ocasión, resultaría difícil cumplir los plazos legales. Esa misma noche Salas denunció perturbaciones causadas por manifestantes ante la sede del JNE y también (“lo que está peor”) en su domicilio.[viii] Pese a esta denuncia, las presiones del fujimorismo surtieron efecto. Al día siguiente el JNE acordó ampliar el plazo para presentar nulidad de actas, una decisión que hubiera sido inconstitucional y que finalmente no prosperó. Horas más tarde, el JNE volvió a reunirse para anular la medida previamente adoptada.

 

Mientras los exaltados fujimoristas presionaban a las autoridades electorales, un fiscal encargado del caso Odebrecht requirió aplicar la prisión preventiva a Keiko Fujimori,  argumentando que había incumplido “con la restricción de no comunicarse con los testigos”. La hija del dictador convicto afronta una petición del fiscal de 30 años de prisión por financiación irregular de sus campañas electorales en 2011 y 2016.[ix] Keiko Fujimori habló de una maniobra judicial en pleno recuento de votos, pero la solicitud está plenamente justificada. Uno de esos testigos es el jefe de su campaña electoral, Miguel Torres, con quien conversa en público todos los días. El abogado penalista Rafael Chanjan ha señalado que el comportamiento de Fujimori “puede significar un riesgo para la actividad probatoria en el proceso, más aún con los antecedentes que se tiene en este caso referido al direccionamiento de otros testigos anteriormente”.[x]

 

Mientras tanto, los bufetes de abogados de Lima, representantes de los intereses de los votantes de Fujimori, acumularon la presentación de denuncias ante la justicia electoral, y se produjo una retirada masiva de fondos del sistema bancario que generó una devaluación del sol respecto al dólar.

 

El acoso de la derecha en las calles durante el recuento de votos no se limitó a los funcionarios del JNE. La campaña afectó al director del diario La República, Gustavo Mohme,[xi] y los ataques se lanzaron también en redes sociales contra conocidos personajes y activistas contrarios a Fujimori. Sus promotores difunden fotografías de intelectuales, artistas, políticos, periodistas y juristas a los que acusan de "arruinar la vida de todos los peruanos". Alientan a sus seguidores a conseguir los teléfonos y direcciones de esas personas para "que tengan que irse del país como muchos otros peruanos van a tener que hacerlo".[xii]

 

La situación procesal de Keiko Fujimori es una metáfora caricaturesca de la situación actual del país: posicionada en la primera fila de unas élites corruptas, que no aceptan la regeneración de la democracia en Perú, de su victoria o fracaso electoral depende mucho más que su futuro político, ya que en caso de perder las elecciones correría la misma suerte que su padre, arquitecto de la dinastía que gobierna la política peruana entre bastidores desde hace décadas, a pesar de permanecer entre rejas.

 

Fujimori capitaliza ahora la furia de las multitudes exaltadas y manipuladas con la idea de que hubo un inexistente fraude electoral, siguiendo el patrón aplicado en 2019 por la derecha golpista boliviana. Es una forma de incendiar el país y también una precondición para imponer un gobierno tiránico. Algunos miembros del Congreso, encabezados por el Almirante Jorge Montoya -ex jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas y ahora congresista por Renovación Popular (RP)-, se pronunciaron abiertamente por desconocer el resultado del proceso electoral, lo que equivale a promover un golpe de Estado.[xiii]

 

A esta situación le siguió un pronunciamiento de ex altos mandos militares en retiro, instigando a la rebelión en caso de que el JNE proclame el triunfo de Pedro Castillo. “Creemos que las fuerzas armadas no podrían aceptar a un jefe supremo ilegítimamente investido producto de un fraude”, expresan en una carta al Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas sin aportar más pruebas que los dichos de la prensa. La carta la firman alrededor de 400 oficiales en retiro del Ejército, 600 de la Marina y 300 de la Fuerza Aérea, incluidos ex comandantes del Ejército y del Comando Conjunto.[xiv]

 

Entre las fuerzas políticas internacionales que llaman a desconocer el resultado electoral favorable a Castillo destaca el partido de ultraderecha Vox, que presentó una propuesta dirigida a la Mesa del Congreso de los Diputados de España a fin de “promover el desarrollo de las acciones internacionales necesarias” para inmiscuirse en el resultado electoral de Perú, que es solo competencia del JNE. El propio Abascal se ha involucrado personalmente difundiendo su interés al respecto, en la “primera cumbre de resistencia a las dictaduras narcocomunistas y terroristas de Iberoamérica” a la que convocó su partido a mediados de junio. Uno de sus aliados es el excandidato presidencial de Renovación Popular, Rafael López Aliaga, que se reunió en Lima con el vicepresidente de Vox, Víctor González. Tanto Rafael López Aliaga como el almirante Jorge Montoya han firmado la Carta de Madrid promovida por la Fundación Disenso del partido ultra.[xv]

 

Algunas dificultades que afrontará el nuevo gobierno

 

El gobierno de Pedro Castillo deberá contar con un Congreso mayoritariamente adverso y tendrá grandes dificultades para conseguir que sus leyes prosperen. El fujimorismo buscará por todos los medios a su alcance declarar -una vez más- la vacancia presidencial. Perú Libre es la primera minoría pero tendrá que constituir alianzas para poder legislar, ya que solo cuenta con 37 congresistas sobre 130 escaños.  Sin renunciar a su programa social, el líder de Perú Libre se mostró conciliador con los sectores que, aún habiéndose inclinado por Fujimori en la segunda vuelta, son contrarios al autoritarismo de Fuerza Popular y sus compañeros de viaje.

 

En los primeros días de junio, el nombramiento como asesor económico de Pedro Francke -experto en políticas sociales y ex asesor del Banco Mundial- quiso enviar un mensaje de calma a los agentes económicos sobre la profundidad de los cambios que realizará el presidente electo. Francke formuló toda una declaración de intenciones en un artículo publicado el 12 de junio:[xvi]

 

“Cambios fundamentales son, en primer lugar, una economía cuyo centro son las economías populares, familiares, y por eso la generación de empleo es un objetivo central. […] Cambiar esta situación es un reto grande. Significa una gran reorientación de la política económica. Pero también requiere entender que no se trata de estatizar ni expropiar […]. También significa reconocer la gran importancia de los mercados, que permiten recoger las preferencias de los consumidores y, donde hay una buena competencia, promueven la eficiencia e innovación de los productores. A su vez, un buen funcionamiento de los mercados requiere de estabilidad monetaria; que la inflación esté controlada y el dólar estable.”

 

Estas declaraciones merecieron una llamada de atención desde la dirección política de Perú Libre. El secretario de organización del partido del lápiz, Arturo Cárdenas, aseguró entonces que “no iba a haber ninguna moderación” respecto de las propuestas centrales del plan de gobierno, tales como la nacionalización de los hidrocarburos y la minería, o la Asamblea Constituyente. El propio Vladimir Cerrón expresó su malestar en un tuit: “Parece que algunos invitados no son conscientes del espacio que ocupan. Les recuerdo que Perú Libre es el que ha ganado las elecciones”.[xvii]

 

Un importante desafío del partido Perú Libre tras las elecciones será poner orden en casa para cuidar la imagen que proyecta como partido. Vladimir Cerrón, el fundador y secretario general que invitó a Castillo y al grupo de maestros afines -14 de ellos elegidos congresistas- a utilizar su estructura partidaria en estas elecciones, no pudo presentarse en las listas (como vicepresidente segundo) por haber sido condenado en marzo a prisión, en un proceso por supuesto pago indebido de obra pública. La acusación se remite a cuando era gobernador del departamento de Junín, cargo al que se vio obligado a renunciar. Sin embargo, a pesar de su condena a prisión en firme, hay que analizar esta situación en el contexto de un sistema judicial que en varios países latinoamericanos se caracteriza por el recurso sistemático al lawfare contra los dirigentes de gobiernos y partidos progresistas. Valdimir Cerrón deberá despejar cuanto antes si tuvo alguna responsabilidad en los hechos que se le imputan, dada la vulnerabilidad que esta situación ofrece para las campañas de desprestigio de la formación política.

 

El lawfare parece en cualquier caso haberse instalado como parte de la estrategia de la derecha para deslegitimar el resultado de las elecciones. El excandidato presidencial del Partido Morado, Julio Guzmán, lamentó recientemente que un fiscal especial del caso Odebrecht le haya prohibido salir del país al día siguiente de haber afirmado que Pedro Castillo era “presidente electo”. Y el 17 de junio, cuando ya hay pronunciamientos de golpe de Estado para oponerse al triunfo de Castillo, se conoce que Arturo Cárdenas, secretario nacional de Perú Libre, es investigado por supuestos vínculos con una “organización criminal” dedicada a percibir comisiones a cambio de facilitar los trámites de licencias de conducir. Una trama delictiva denunciada en el departamento de Junín desde 2011, investigada por la Fiscalía a partir de 2019, y que estalla judicialmente en plena disputa por la proclamación del candidato que ha ganado las elecciones, en un claro intento de proyectar una imagen de Perú Libre como un partido envuelto en la corrupción.

 

El aspecto más polémico de las propuestas políticas formuladas por Pedro Castillo en campaña es la ausencia de un enfoque de género en su programa de gobierno. Desde una mirada de la familia muy tradicional, también se manifestó contrario a legalizar el aborto y consideró “peor todavía” el matrimonio entre personas del mismo sexo. En otras declaraciones se ha mostrado “transfóbico” y contrario a introducir como tema de educación escolar la existencia de personas LGTBI. A pesar de estas actitudes, personas como Gahela Cari, activista trans y ex candidata de Juntos por el Perú, llaman a realizar un voto crítico a favor de Pedro Castillo, a quien consideran “el mal menor” frente a Fujimori: “El fujimorismo es desprecio por la vida de las personas LGBTIQ+ y de las mujeres; por eso, son el enemigo más grande.” En cualquier caso, ese apoyo crítico “significa que si gana Castillo, no me voy a quedar sentada a ver cómo los cambios caen del cielo; o como el señor nos da o nos quita derechos [...] y significa que voy a seguir enfrentando el machismo, la homofobia, la transfobia y todas las formas de discriminación, vengan de dónde vengan, así sean del machismo de militantes de derecha o de izquierda”.[xviii]

 

Las expresiones del líder de Perú Libre que denotan conservadurismo moral fueron a veces descontextualizadas y explotadas en campaña para alejar de su proyecto político a sectores progresistas con mayor presencia en centros urbanos. Este es el caso de los votantes del Partido Morado, que incluye el enfoque de género en su programa. Y su principal aliado en la segunda vuelta, Juntos por el Perú, el partido que dirige la feminista Verónika Mendoza, quien ejercerá su contrapeso con perspectiva de género dentro del nuevo gobierno. Tildada de “abortista” por el sector más reaccionario de la Iglesia,[xix] Mendoza fue estigmatizada durante la primera vuelta de la campaña electoral por su defensa del enfoque de género en la educación. Es de esperar que con su aportación humana al equipo de Castillo consiga moderar la gestión del gobierno en este aspecto, acordando una agenda de género progresista.

 

El triunfo electoral de Pedro Castillo puede representar el final de una etapa de degradación extrema de la política peruana. Y podría ser el inicio de un saneamiento general del ejercicio de la función pública. Para desesperación de las élites corruptas, un humilde maestro de origen campesino enfrentó con éxito a toda la maquinaria bien engrasada de la propaganda ultraconservadora, alzando como símbolo de su lucha un lápiz y convocando al pueblo en la calle. Supo fijar sus prioridades recogiendo las necesidades elementales de la gente, siempre pospuestas por los sucesivos gobiernos, y explicó su programa de gobierno en términos sencillos y creíbles, sin falsas promesas populistas y sin recurrir a los discursos utópico-teóricos que caracterizan a gran parte de la izquierda tradicional. Dependerá de su coherencia al asumir la presidencia el que pueda conservar y acrecentar, o no, ese prodigioso capital político que el pueblo peruano ha puesto en sus manos.

 

 

[ii]    Historia de la corrupción en el Perú, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 2019 (1ª edición 2013).

[vii]   La también maestra Lilia Paredes Navarro, esposa de Pedro Castillo, explica este proceso en el documental “El profesor”, una biografía audiovisual del nuevo presidente peruano.

          https://www.youtube.com/watch?v=OtnJQwqHEQY

[ix]   En marzo de 2021, el fiscal del equipo especial que se ocupa de la trama Odebrecht solicitó 30 años y 10 meses de pena privativa de la libertad contra Keiko Fujimori por los delitos de lavado de activos, crimen organizado, obstrucción a la justicia y falsa declaración en procedimiento administrativo.

https://www.alainet.org/es/articulo/212813