EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

miércoles, 19 de junio de 2019

Los espacios-tiempos del capitalismo-sobre el dinero-

Los espacios-tiempos del capitalismo. Suzanne de Brunhoff y el pensamiento sobre el dinero después de Marx

Por Laurent Baronian
I. Introducción
En el segundo prefacio del libro El dinero en Marx, Suzanne de Brunhoff brinda al lector un consejo exactamente opuesto al que formulaba Althusser en su prefacio a El capital. Escribe:
Todos los que deseen comprender el conjunto del aporte del materialismo histórico de Marx, deberían leer lasección primera del libro I de El capital en donde se presenta la teoría de la mercancía y del dinero. (1976: 191-192)
Sin embargo, no se encontrará en El dinero en Marx una gran reconstrucción del conjunto de El capital a partir de esta teoría inicial; Suzanne de Brunhoff tampoco ve en dicha sección material de una teoría social de la alienación o de la reificación por medio del dinero. Ni siquiera puede decirse que busque actualizar o adaptar El capital a los fenómenos monetarios y financieros más recientes, o distinguir y separar lo que la historia ha desmentido y aquello que sigue siendo actual. El enfoque es aparentemente más modesto, pero tiene efectos teóricos que confieren a su pensamiento un alcance extraordinario: busca mostrar sobre todo la importancia capital del concepto de equivalente general, y la singularidad de la forma dinero en el seno de la teoría marxista de la mercancía. A lo largo de sus obras y artículos, que se cuentan entre las pocas contribuciones realmente originales después del marxismo clásico, se despliega una fantástica creación de conceptos, pues no se conforma con adaptar viejos conceptos a nuevas condiciones, o importar conceptos desde otras disciplinas u otras ciencias. Lo novedoso de los conceptos de Suzanne de Brunhoff proviene de que ellos parten de la práctica. Lo que la preocupa ante todo son las prácticas –para el caso, las prácticas monetarias y financieras– y lo que hace realmente original su pensamiento es sobre todo la manera de plantear el problema. Porque a propósito de estas prácticas, lo que pregunta es precisamente: ¿cómo funciona la ley del valor en un régimen monetario en el que ha desaparecido la moneda-mercancía? ¿Cómo se reproduce el equivalente general y que puede significar precisamente este concepto en un sistema de crédito desarrollado, donde coexisten el dinero bancario privado y el dinero central (oficial), el dinero escritural y el dinero fiduciario, sin que pueda afirmarse que alguno predomina sobre otro pues todos son objetos de creación ex nihilo?¿Cómo conciliar la idea de coacción monetaria impuesta a todos, y el concepto de política monetaria que deja entender que las instituciones estatales aseguran el pleno manejo de la oferta de dinero, el valor de la moneda, etcétera? O bien, a propósito de las instituciones estatales: ¿de qué modo interviene el Estado en tal o cual fase del capitalismo? Y a partir de esto ¿qué puede deducirse sobre el rol del Estado, de su lugar en la sociedad capitalista y lo que hace de él una realidad efectivamente diferente?Puede verse que son cuestiones muy alejadas de las que preguntan sobre la esencia del dinero, el origen y los efectos del fetichismo de la mercancía (Anselm Jappe, el grupo Krisis), el estatus teórico de la primera sección (Moishe Postone), o las reflexiones que presuponen al Estado como entidad plenamente constituida para definir luego su naturaleza y funciones, o cuestionarse el sentido de la relación entre su autonomía relativa y la existencia de lo económico en última instancia (Althusser, Poulantzas).
Siguiendo el hilo de su obra, se advierte que la profundización de un problema lleva a otro, ampliando cada vez más el campo del análisis y la reflexión, motivando nuevos libros o estudios. Comienza con la oferta de dinero para pasar a la política económica, luego va de la política económica al Estado y, finalmente, del Estado a la mundialización financiera. Y la profunda unidad del conjunto puede encontrarse en el concepto aparentemente anodino de equivalente general, por cuanto este concepto expresa la imposición del dinero propia de toda economía mercantil y simultáneamente constituye una síntesis de todas las contradicciones que atraviesan al modo de producción capitalista.
Estos problemas muy concretos son los que inspiran la creación de una serie de conceptos, tales como la no contemporaneidad en sí del capitalismo (État et Capital. Recherches sur la politique économique), el concepto de pseudo-validación social (Les rapports d’argent), el concepto de centralización conflictiva (L’heure du marché), o los conceptos de gestión estatal del dinero y de la fuerza de trabajo (“Crise capitaliste et politique économique”), que sientan las bases de una teoría realmente materialista del Estado y la ideología de Estado, diferenciándose tanto de los enfoques marxistas tradicionales que hacen del Estado un aparato de administración de los negocios burgueses o una superestructura jurídica, así como de las concepciones de Althusser (Estado como aparato ideológico), de Bourdieu (Estado como meta-campo) y de Foucault (Estado como poder biopolítico).
En Suzanne de Brunhoff, los análisis concretos de coyunturas monetarias específicas dan lugar a profundas reflexiones sobre el espacio y el tiempo capitalista. Después de mostrar cómo interpreta la teoría de la mercancía y el dinero en Marx (parágrafo 2), veremos el modo en que retoma la idea keynesiana del dinero como puente entre el presente y el futuro, haciendo de la relación con el tiempo una relación de clase. Muestra así que la incertidumbre del futuro pasa a ser un terreno de política de clase y el tiempo mismo deviene política de clase (parágrafo 3).
Pero la gestión del dinero y también de la fuerza de trabajo define un modo de intervención que implica en cada caso cierto distanciamiento del Estado en relación al movimiento del capital, duplicándose así el espacio concreto de despliegue del capitalismo con un espacio abstracto interno al movimiento del capital. Para Suzanne de Brunhoff,en efecto el espacio, más que de ser un campo para la extensión del capital o un dato concreto del imperialismo, pasa a ser una relación entre instituciones en el seno del capital. El espacio no es tanto un problema relativo a la acción del Estado sobre los objetos circulantes del capital (dinero y fuerza de trabajo), como una condición de formación del Estado como Sujeto (parágrafo 4).
Suzanne de Brunhoff hace de la política monetaria y la política del trabajo una cuestión de gestión capitalista del espacio y el tiempo; una cuestión del espacio-tiempo capitalista. Para Suzanne de Brunhoff, la política monetaria y la política económica en general son, simultáneamente, una acción a distancia sobre el capital y una acción en el tiempo del capitalismo. Pero la política monetaria, en tanto es un producto tardío del sistema crediticio y actúa sobre él, es también una acción de equilibrio entre el antes y el después del capitalismo, entre el postcapitalismo y el precapitalismo. Porque lo propio del sistema crediticio es estar compuesto simultáneamente por productos financieros que impulsan al capital más allá de sí y por una base monetaria anterior a la emergencia de capitalismo que no deja de constreñir su presente. Las crisis recuerdan periódicamente que el sistema crediticio no es jamás contemporáneo del capitalismo. Pero dado que el sistema crediticio es inmanente al modo de producción capitalista, es el capitalismo en su conjunto el que jamás es contemporáneo consigo mismo, de modo que cada formación social se define por la manera de agenciar los elementos postcapitalistas y precapitalistas en la dinámica de su presente capitalista. De aquí surge una nueva concepción de la noción del desarrollo desigual y combinado (parágrafo 5).
2. La sección primera de El capital y la noción de equivalente general
En efecto, lo que impacta leyendo La monnaie chez Marx u otros libros de Suzanne de Brunhoff, es que no se encuentra afinidad con ninguna de las más célebres interpretaciones de la sección primera; y lo que impacta más aún es que, a pesar de haber dedicado todo un libro al dinero en Marx, parecería que sólo hace una lectura común subrayando los aspectos aparentemente menos problemáticos. Para ella, la sección primera no define nada más que la especificidad de la forma dinero a partir de la mercancía; no describe nada más que las etapas de la formación del dinero como equivalente general (referencia). Pero la fuerza del análisis se debe a que muestra muy bien que el concepto de equivalente general no podía ser planteada sin esa previa génesis porque, sin la misma, no solamente no se vería su importancia para toda la economía de El capital, sino que no se comprendería tampoco cómo puede imponerse en formas de circulación financiera muy distantes de la circulación monetaria propiamente dicha (Brunhoff, 1971: 123). Lo que ocurre es que el concepto equivalente general quiere decir dos cosas que no tienen el mismo significado teórico ni, sobre todo, el mismo alcance práctico. Equivalente general es algo que quiere decir, por supuesto, que el dinero representa el valor de todas las mercancías y que, inversamente, todas las mercancías se relacionan entre ellas por medio de la relación con el dinero. Pero equivalente generales algo que significa también y en primer lugar que todas las mercancías deben intercambiarse por dinero para convalidar su existencia como mercancías y aun su existencia como valores de uso social (Marx, 1983: 120). Dicho de otra manera, el concepto de equivalente general señala no solamente al representante general de todos los valores, sino la coacción dineraria que pesa en el intercambio de valores, coacción totalmente específica y propia de cualquier economía mercantil, irreductible al modo de producción capitalista y que continúa imponiéndose como tal en las formas más desarrolladas de la circulación capitalista. Es este doble aspecto de la coacción dineraria: simultáneamente propia de la economía capitalista por cuanto es una economía mercantil y distinta de la economía capitalista en cuanto capitalista, lo que explica el particular estatus de la sección primera de El capital: está separada de las secciones posteriores y, al mismo tiempo, es absolutamente indispensable para la inteligibilidad del resto de la obra. Suzanne de Brunhoff no solamente explica este particular estatus, sino que lo justifica y lo convierte en la obsesión de todas las otras partes de El capital.
3. El dinero y el tiempo como política de clase
Como marxista, Susan de Brunhoff no deja de estar incómoda con el fin del patrón-oro y el pasaje a un régimen de moneda inconvertible de curso legal. Pero no considera que el actual régimen monetario constituya un desmentido de la teoría marxista del dinero, y lo que se pregunta no es sí y cómo la teoría del dinero-mercancía continúa siendo válida con este régimen, o si la ley del valor se aplica a pesar de la ausencia de cualquier base mercantil de la moneda. Lo que se pregunta es, más bien: ¿cómo se reproduce el equivalente general en un sistema donde coexisten el dinero crediticio y el dinero central, y en donde el mismo dinero central ya no es convertible en oro? Dicho de otro modo: ¿cómo se impone la coacción dineraria en un sistema crediticio donde todo es un juego de escrituras y emisión de pequeños papeles que parece no depender más que de la buena voluntad de los bancos? (Brunhoff, 1971:10).
Suzanne de Brunhoff no niega que, con el sistema de dinero fiduciario de curso legal, la emisión de dinero central inconvertible pueda llevar a un exceso de oferta y por lo tanto a la inflación (Aglietta, 1987:654). Pero a diferencia de los monetaristas, no hace de la inflación el resultado de una mala política monetaria. Considera más bien que es expresión de una crisis de realización que afecta las relaciones de producción capitalista y que la política monetaria no logra llegar a dominar:

La inflación es la forma que adopta la crisis de realización cuando la validación social de los trabajos privados se realiza con la mediación del Estado emisor de billetes inconvertibles. (Brunhoff, 1976c: 39).

Como resultado de la obligada conversión del dinero bancario privado en dinero central, la inflación permite efectivamente escalonar las crisis de sobreacumulación en lugar de dejar que se desaten brutalmente como en los tiempos del patrón-oro. Permite transferir al conjunto de los usuarios de dinero (en particular a los asalariados, como lo demuestra a contrario el monetarismo denunciando los efectos acumulativos del aumento de los precios y los salarios tras una oferta excesiva de dinero) el riesgo de la no-realización de las mercancías y la desvalorización de los créditos.
Pero si esta crisis es algo que escapa al control de la burguesía, la forma particular que adopta no es resultado no de una mala conducción de la política monetaria, sino de una deliberada política de clase. Aún si la inflación no es buscada, la misma no deja de ser efecto de una política monetaria que persigue un objetivo preciso: liberar el presente capitalista del pasado y del futuro. Antonio Negri había mostrado claramente este aspecto en el pensamiento de Keynes (Negri, 1988:13). La política monetaria no sólo debe contribuir a incrementar la eficacia marginal del capital, debe sobre todo quitar a la burguesía de la angustia de un futuro incierto. Gracias a la convertibilidad de los signos monetarios privados en dinero central, el Estado no solamente aligera el peso del pasado garantizando la valorización de las inversiones realizadas, sino que aligera parcialmente la incertidumbre del futuro validando socialmente la producción por venir.[1]
Suzanne de Brunhoff advierte un aspecto de la política monetaria que Keynes no había querido ver. El Estado, al mismo tiempo que disminuye la incertidumbre para la burguesía, la aumenta para el proletariado mediante la gestión estatal de la fuerza de trabajo, como en un juego de vasos comunicantes: instaurando la división entre asalariados beneficiarios del salario indirecto y asalariados por hora, entre contratos de duración indeterminada y contratos temporarios, entre empleos estables y precarios, etcétera (Brunhoff, 1976c: 8). La autora no se conforma con introducir las relaciones de clase en la gestión monetaria: introduce el tiempo en las relaciones de clase, hace de la relación diferencial con las dimensiones temporales la expresión de una relación de clases, hace de la relación con el tiempo una variable política. ¿Qué es la inflación, desde este punto de vista? El regreso del peso del pasado en el presente capitalista y el regreso en fuerza de un futuro incierto. De allí la necesidad de una nueva estrategia de clase que vaa pesar directamente sobre el presente de los trabajadores. En el prefacio a la tercera edición de La monnaie chez Marx, escrito en 1975, se dice:

Que la burguesía busque hoy manejar la crisis con un ataque frontal contra el nivel de los salarios y el empleo, nos muestra que el dinero y el crédito capitalistas pueden ser, no los instrumentos de conducción de la economía, sino auxiliares de una política de clase (Brunhoff, 1976a: 204).
4. Acción a distancia e ideología de Estado
En un sistema crediticio basado en un régimen de dinero inconvertible, compuesto por bancos creadores de depósitos y un Banco Central que emite el dinero oficial, lo que se denomina política monetaria designa en principio y ante todo el modo centralizado en que se determinan de las diversas formas de dinero que circulan en un determinado espacio monetario. Porque tomados ambos tipos de dinero (escritural y central) por separado, cada uno es menos moneda que el otro: el escritural porque no puede constituir una totalidad sin la garantía del dinero oficial, y el central porque no es el único que circula en el público como medio de pago. Ninguno es moneda del otro, y sólo su combinación regulada puede garantizar que el dinero de crédito funcione como equivalente general. Al mismo tiempo, los dos tipos de dinero no dejan de distinguirse por el modo de emisión y sus propios usos, lo que hace de su relación un problema permanente que amenaza el rol de equivalente general del dinero y se requiere entonces lo que se conoce como regulación de la oferta de dinero mediante la política monetaria, denominación engañosa porque en materia de emisión monetaria, la iniciativa corresponde siempre a la demanda de dinero en los bancos de segundo rango. El Banco Central no puede más que reaccionar frente a esta demanda, de manera pro-cíclica o contra-cíclica, acomodaticia o restrictiva, pero siempre en función de coyunturas determinadas que puede influir, pero que no determina ni domina. Como el Banco Central está en la cumbre del sistema monetario, esta relación de centralización conflictiva entre bancos privados y Banco Central (así la caracteriza Suzanne de Brunhoff) es presentada equivocadamente como política monetaria. Así, cuando se trata de la gestión del dinero, hay una “política monetaria” como ideología que es resultado directo de la posición del Banco Central en el espacio monetario del capitalismo. Para Suzanne de Brunhoff, la ideología de Estado, es en primer lugar una cuestión de distancia, de relación de distancia entre los individuos, las clases y las instituciones estatales que intervienen en la vida económica y social.
Consideremos la acción estatal específica de la era fordista que se estableció aproximadamente desde los años 1930.
A partir de ese momento, el Estado apoya su acción sobre la sociedad en dos grandes pilares: la política monetaria y la política de empleo y salarios. Lo que confiere a la acción estatal unidad formal, es un cambio profundo de la manera en que el Estado se relaciona con el trabajo, cambio cuya novedad y especificidad escapa necesariamente de la concepción del Estado como poder sobre la vida, como biopoder. El cambio que se da a nivel de la relación del Estado con la sociedad capitalista, es que el Estado pasa a tomar la fuerza de trabajo como una sola y única masa salarial, como un gran flujo de réditos monetarios. En esto consiste la revolución keynesiana: la inclusión de la clase obrera como sujeto económico en un circuito de flujos que representan la formación y afectación de réditos monetarios. El cambio que Keynes introduce en el pensamiento económico, es dejar de lado el valor trabajo y tomar en consideración nada más que los objetos de comportamiento determinado expresados en el flujo dinerario. A nivel de la práctica estatal, la política económica se dirige simultáneamente a dos frentes, el dinero y la fuerza de trabajo, porque con el desarrollo del capitalismo estos dos elementos “deben ser tratados como flujos homogéneos, deslizándose unos sobre otros” (Brunhoff, 1976c: 5). Efectivamente, la capacidad del dinero para funcionar como medio de pago depende en principio de la transformación de los créditos bancarios en pago de salarios, los que se gastan en bienes de consumo; e inversamente, los salarios como réditos “estratégicos” están alimentados por el financiamiento bancario. Y la función del Estado sería justamente unificar la diversidad de estos flujos y anclarlos políticamente. Pero si se quiere apreciar el movimiento efectivo de esta unificación, no puede presuponerse la unidad del Estado que manipularía y ajustaría distintos y fragmentados flujos. Por el contrario, se debe partir de las intervenciones estatales para deducir la forma resultante del Estado en cada fase del capitalismo.
El proyecto de Suzanne de Brunhoff es examinar la actuación del Estado relación al circuito capitalista del que se mantiene necesariamente exterior. Se ha visto en efecto que la intervención del Estado sobre la moneda está circunscrita por el desarrollo de las relaciones de crédito y la circulación financiera privadas y que consiste en garantizar el mantenimiento de la calidad de medios de pago cuya emisión no maneja el Banco Central. Por tal razón, la gestión del dinero debe ser considerado como, simultáneamente, inmanente y exterior a las relaciones de circulación capitalista. Más fundamentalmente, la gestión del dinero y de la fuerza de trabajo por el Estado pone en evidencia que la inmanencia de la acción estatal no suprime, sino que por el contrario implica una exterioridad con respecto al movimiento del capital que articula los elementos del circuito D - M - D'. Esto hace decir a Suzanne de Brunhoff que “el Estado no funciona solamente ‘a violencia’ y ‘a ideología’, sino también ‘a distancia’ “(Brunhoff, 1976c: 88). Y es esta distancia, requerida por la misma producción capitalista, la que lo hace aparecer como un Sujeto socialmente neutro portador de reglas aplicables a todos (Brunhoff, 1973:191). El Estado no se define tanto por los aparatos ideológicos como por ser él mismo una construcción ideológica derivada de la peculiar posición que ocupa en una determinada formación social. Y no interpela tanto a a los individuos como sujetos, porque él mismo se presenta a los individuos como un Sujeto socialmente neutro que parece conducir, con el nombre de política económica, la gestión estatal del dinero y la fuerza de trabajo.
5. La no contemporaneidad en sí del capitalismo
Si las crisis del capitalismo moderno se presentan siempre como crisis en primer lugar monetarias o financieras, es debido a que el sistema crediticio siempre está simultáneamente por delante u por detrás con respecto al capitalismo. Jamás coincide con el presente capitalista:
El mundo no tendría todavía ferrocarriles se hubiese debido esperar que la acumulación permitiera a algunos capitalistas individuales tener el tamaño como para hacerse cargo de la construcción de una vía férrea. La centralización en cambio logró hacerlo con un juego de manos por medio de las sociedades por acciones (Marx, 1983:704).
Pero al mismo tiempo que el sistema crediticio crea condiciones que aceleran el desarrollo de la producción y los intercambios más allá de las posibilidades actuales, sigue dependiendo sin embargo de una base dineraria heredada de una revolución mercantil anterior al capitalismo, por lo que es un sistema heterogéneo. El sistema crediticio es simultáneamente postcapitalista, por sus sofisticados instrumentos crediticios y productos financieros, y precapitalista porque esos títulos financieros deben poder convertirse en cualquier momento en dinero. En síntesis, el sistema crediticio no es nunca verdaderamente contemporáneo del capitalismo; está constantemente tensionado entre la tendencia a sobrepasar todos los límites del presente capitalista (mediante el crédito) y la necesidad, manifestada brutalmente en tiempos de crisis, de convertir todos los títulos en especie sonante y tronante. Aunque esté adaptado a las necesidades del capitalismo, el sistema de financiamiento nacido del modo de producción capitalista sigue siendo un sistema de financiamiento bastardo: “Y su “base dineraria” aparece en cuanto [dicho sistema] corre riesgo de ser puesto fuera de funcionamiento, tanto sea en los circuitos financieros internos como en los internacionales” (Brunhoff, 1979:147).
Ahora bien: dado que este sistema financiero es inherente al modo de producción capitalista, es preciso ir más lejos y tratar de identificar la combinación de supervivencias del pasado y nuevos aspectos en todos los niveles del capitalismo.
Frecuentemente Marx señaló que países con diversos niveles de desarrollo económico arrastraban la coexistencia de burguesías y aparatos de Estado arcaicos y modernos. Así, en plena revolución industrial, la burguesía alemana estaba debía ocuparse de las tareas de industrialización de su país que franceses e ingleses habían cumplido en la época del mercantilismo. De igual manera, Francia desarrollaba un aparato de Estado costoso debido a que el país estaba dominado por la banca y la bolsa, en el mismo momento en que Inglaterra poseía un Estado barato y adaptado a las necesidades del desarrollo industrial (Brunhoff, 1976c:100). Pero lo que más interesa a Suzanne de Brunhoff, es el caso en que Marx muestra que lo anacrónico está implicado en las tareas del presente, por ejemplo, cuando la burguesía francesa, para completar su revolución, debió pedir prestado al Imperio Romano elementos que la hicieran aparecer como portadora de intereses universales. Lo que, subraya Suzanne de Brunhoff, “no se trata de una maniobra ideológica, es una necesidad para la instauración de la hegemonía burguesa” (Brunhoff, 1976c: 1000s.). Y saca entonces enseñanzas, sobre las relaciones de clase, pero también sobre la articulación del espacio y el tiempo en las formaciones sociales capitalistas.
Porque esta combinación de lo viejo y lo nuevo no es algo exclusivo del sistema financiero, se encuentra en diferentes formas y grados a todos los niveles del capitalismo. Sea cual fuere el período considerado, siempre opera una combinación de elementos relativamente dispares, de diferentes orígenes y edades, que hace muy difícil la identificación y la definición de estadios en el capitalismo:
[...] Los períodos identificados en términos de prácticas monetarias del Estado no reflejan directamente los que tradicionalmente permiten definir los estadios del capitalismo, debido al corte relacionado con el concepto de equivalente general, a las transformaciones de las prácticas correspondientes la reproducción de este equivalente (Brunhoff, 1976c:102).
No es posible entonces aplicar la misma periodización temporal cuando se trata del dinero y las prácticas monetarias, o del trabajo y la composición de la fuerza de trabajo.
Al igual que con la gestión del dinero, la gestión de la fuerza de trabajo efectivamente hace coexistir elementos viejos y nuevos (el asistencialismo a los pobres coexistiendo con un régimen de cotizaciones patronales y salariales, etcétera):

[...] este anacronismo no es casual, tiene una función de clases, la del fraccionamiento del proletariado debido a la coexistencia en un determinado momento de diversas formas de gestión que concurren al mantenimiento de la inseguridad para el conjunto (Brunhoff, 1976c:8).

Así, por ejemplo, la disminución de las asignaciones por desempleo, o la dificultad para acceder a las mismas, no pueden ser pensados sin considerar la transformación del rol de la desocupación en las relaciones entre empleo y consumo: en la era fordista, por ejemplo, el mantenimiento de los desocupados, en la medida en que daba lugar a demanda de bienes de consumo, era indispensable para el mantenimiento del nivel de empleo y por lo tanto del nivel salarial de la fuerza de trabajo activa. Inversamente, la seguridad de los desocupados dependía del mantenimiento en el empleo de los asalariados que cotizaban. Así la fragmentación de la fuerza de trabajo se presenta en este caso, simultáneamente, como condición y resultado de la complementariedad de los distintos componentes de esta fuerza de trabajo.
Este carácter complejo del capitalismo, esta no-contemporaneidad en sí, que Suzanne de Brunhoff aborda inicialmente en las prácticas monetarias, para descubrirlas después en todas las relaciones internas del capitalismo, renueva el concepto de desarrollo desigual y combinado. Porque se introduce la dimensión del tiempo, mientras que Rosa Luxemburg y Trotsky concebían la relación con las formaciones no capitalistas en términos de espacio. Indudablemente, la ley de desarrollo combinado depende de la desigualdad de los ritmos de desarrollo de las formaciones sociales, pero subordina la diferencia de ritmos de desarrollo a la combinación de espacios arcaicos y modernos, se subordina el tiempo al espacio (Trotsky, 1950:42). Con Suzanne de Brunhoff, por el contrario, la heterogeneidad del capitalismo da lugar a una concepción realmente relativista del espacio-tiempo capitalista. Mucho se ha dicho sobre las afinidades de El capital con la física newtoniana y las leyes de la termodinámica, generalmente para relegar al marxismo como una ciencia del pasado. Pero si la física clásica permite comprender cómo el capital produce, es preciso cambiar de paradigma desde que, lo que está en cuestión, es cómo el capital se reproduce ampliando su campo de valorización. Otro espacio-tempo es el que acá está en juego. Más bien, cada formación social debe comprenderse como un sistema de relaciones diferenciales de elementos espaciales y temporales, como una forma específica de espacio-tiempo. Veamos la cuestión de ¿por qué Inglaterra parece haber sido la única nación en la que se desarrolló por completo el modo capitalista, tanto en el campo como en la ciudad? Fue así, observa Suzanne de Brunhoff, porque pudo homogeneizar en su seno las relaciones de producción capitalistas gracias al dominio comercial y colonial a escala internacionalsobre formaciones precapitalistas, obligadas a devenir contemporáneas del capitalismo al cual eran “anteriores” (Brunhoff, 1976c:101). De este modo, Inglaterra sustituyó el espacio desigual y combinado de su imperio, por el tiempo heterogéneo de su espacio nacional, con la combinación de arcaísmos, supervivencias y novedades en el interior de sus fronteras. Pero el capitalismo inglés no deja de ser un sistema de tiempos múltiples y el que el campo social que abarca no es por totalmente contemporáneo consigo mismo.

Bibliografía

Aglietta, Michel, “S. de Brunhoff -- Etat et Capital”. En: Revue économique 28/4 (1977).
Brunhoff, Suzanne de, L’offre de monnaie. París: François Maspero, 1971.
–, La politique monétaire. Un essai d’interpretation marxiste. París: PUF, 1973.
–, La Monnaie chez Marx. París: Editions sociales, 1976a.
–, Etat et Capital. Recherches sur la politique économique. París: PUG/François Maspero, 1976b.
–, “Crise capitaliste et politique économique”. En:  La crise de l’État. París: PUF, 1976c.
–, Les rapports d’argent. París: PUG/François Maspero, 1979.
–, L’heure du marché. París: PUF, 1986.
Marx, Karl, Le Capital, Livre I. París: Messidor/Éditions sociales, 1983.
Negri, Toni, Revolution Retrieved. Londres: Red Notes, 1988.
Trotsky, León, Histoire de la révolution russe. Vol. I. París: Seuil, 1950.

* Artículo enviado por el autor para este número especial de Herramienta. Traducción desde el francés de Aldo Casas.
*Laurent Baronian es economista, CEPN, Universidad París 13. Autor de Marx and Living Labour (Londres: Routledge, 2013).
[1]El riesgo se transforma entonces en desvalorización de la moneda nacional, desplazando el límite impuesto por la ley del valor al plano de las tasas de cambio entre diversas monedas nacionales inconvertibles y planteandoel problema del dólar como equivalente universal en ausencia del régimen de patrón-oro (Brunhoff, 1976c: 39).

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