Teatralización del atentado de Boston: nos hace olvidar el posible fin de la especie
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Uno tendría que ser inhumano y sin sentido de solidaridad y de compasión para no indignarse y no condenar el ataque perpetrado en Boston con dos muertos y cientos de heridos. Pero eso no nos exime de ser críticos. Hubo una teatralización mundial del atentado con objetivos ocultos que deben ser descubiertos. En el mundo se producen muchos atentados, especialmente en Afganistán e Irak, en presencia de las tropas norteamericanas y aliadas. Siempre con muchos muertos y cientos de heridos. Casi nadie da importancia al hecho, ya naturalizado y trivializado. Muchos piensan: es gente terrorista o personas cercanas a ellos, incómodas al sistema de dominación occidental. Pueden morir. Reconozcámoslo: son seres humanos igual que los de Boston. Sin embargo, las medidas son diferentes.
Tenemos que ser conscientes de la importancia político-ideológica de la espectacularización del atentado de Boston. Es una manera de desviar la atención mundial de problemas mucho más fundamentales: el primero es el estado de terror que el Estado estadounidense impone a sus ciudadanos y al mundo entero. Con esto traiciona lo mejor que tenía: la defensa de los derechos fundamentales. No ha cerrado Guantánamo ni ha ratificado instrumentos internacionales importantes, como el Tratado de Roma de la Corte Penal Internacional, ni la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica). No quieren que las violaciones y ataques que sus agentes perpetran por todo el mundo para asegurar su imperio lleguen a estos tribunales.
Pero mediante la ocupación ininterrumpida de los medios de comunicación mundiales a propósito del atentado, los «amos del mundo» quieren desviar la atención de la segunda cuestión, esta sí, de graves consecuencias y que nos puede liquidar a todos: la amenaza del fin de la especie humana. En primer lugar, estos "señores" han devastado el planeta durante siglos hasta el punto de que él solo, no puede recuperar su sostenibilidad. Por medio de eventos extremos está demostrando que sus límites se han sobrepasado. Después, en su afán de acumular sin límite y dominar el proceso de planetización de la humanidad, ha montado una máquina de muerte que, junto con el clamor ecológico, amenaza la vida en la Tierra y puede terminar con la especie humana.
Científicos notables del mundo y los teóricos más serios de la ecología han llamado la atención sobre esta amenaza real. Eso sí, no se sabe exactamente cuándo podría ocurrir, pero si se mantiene la lógica actual el resultado va a ser fatal. Michel Serres, un renombrado filósofo francés de la ecología ya lo dijo: después de Hiroshima, Nagasaki y ahora Fukushima, la humanidad ha descubierto un nuevo tipo de muerte: la muerte de la especie. Sí, como Gorbachov no se cansa de repetir, podemos destruir toda la humanidad sin dejar ningún testigo con las armas químicas, biológicas y nucleares que ya tenemos construidas y almacenadas. ¿Seguridad? Nunca es absoluta. Recordemos Three Mile Island, Chernóbil, y Fukushima.
Por lo tanto, nuestra especie realmente se ha mostrado como el Satanás de la Tierra: ha aprendido a ser homicida (matar a sus semejantes), etnocida (¿cuantos pueblos originarios no han sido exterminados?), ecocida (ha devastado ecosistemas enteros) y ahora puede ser especiecida (llevar al suicidio de la especie).
El sistema imperial vive buscando chivos expiatorios (antes eran los comunistas, después los subversivos, ahora los terroristas, inmigrantes... ¿quién más?) sobre los cuales recae el deseo de venganza colectivo. Y así se autoexime de culpas y errores. Pero principalmente hace de todo para que esta amenaza letal para la especie humana no sea evocada y se transforme en una conciencia colectiva peligrosa.
Nadie acepta pasivamente un veredicto de muerte. Luchará para proteger la vida y el futuro común. Éste debería ser el objetivo de una gobernanza global que exige la renuncia de una voluntad imperial que piensa sólo en su perpetuación, en lugar de pensar en el bien común de la Madre Tierra y de la Humanidad. Por mucho que se manipule el bombardeo de Boston, durante cuánto tiempo ¿ocultarán los poderosos la dramática situación que pesa sobre nosotros? Despertemos todos, simplemente porque no queremos morir, sino vivir e irradiar.
(Artículo publicado originalmente 05/10/2013)
Fuente: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=561
Tenemos que ser conscientes de la importancia político-ideológica de la espectacularización del atentado de Boston. Es una manera de desviar la atención mundial de problemas mucho más fundamentales: el primero es el estado de terror que el Estado estadounidense impone a sus ciudadanos y al mundo entero. Con esto traiciona lo mejor que tenía: la defensa de los derechos fundamentales. No ha cerrado Guantánamo ni ha ratificado instrumentos internacionales importantes, como el Tratado de Roma de la Corte Penal Internacional, ni la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica). No quieren que las violaciones y ataques que sus agentes perpetran por todo el mundo para asegurar su imperio lleguen a estos tribunales.
Pero mediante la ocupación ininterrumpida de los medios de comunicación mundiales a propósito del atentado, los «amos del mundo» quieren desviar la atención de la segunda cuestión, esta sí, de graves consecuencias y que nos puede liquidar a todos: la amenaza del fin de la especie humana. En primer lugar, estos "señores" han devastado el planeta durante siglos hasta el punto de que él solo, no puede recuperar su sostenibilidad. Por medio de eventos extremos está demostrando que sus límites se han sobrepasado. Después, en su afán de acumular sin límite y dominar el proceso de planetización de la humanidad, ha montado una máquina de muerte que, junto con el clamor ecológico, amenaza la vida en la Tierra y puede terminar con la especie humana.
Científicos notables del mundo y los teóricos más serios de la ecología han llamado la atención sobre esta amenaza real. Eso sí, no se sabe exactamente cuándo podría ocurrir, pero si se mantiene la lógica actual el resultado va a ser fatal. Michel Serres, un renombrado filósofo francés de la ecología ya lo dijo: después de Hiroshima, Nagasaki y ahora Fukushima, la humanidad ha descubierto un nuevo tipo de muerte: la muerte de la especie. Sí, como Gorbachov no se cansa de repetir, podemos destruir toda la humanidad sin dejar ningún testigo con las armas químicas, biológicas y nucleares que ya tenemos construidas y almacenadas. ¿Seguridad? Nunca es absoluta. Recordemos Three Mile Island, Chernóbil, y Fukushima.
Por lo tanto, nuestra especie realmente se ha mostrado como el Satanás de la Tierra: ha aprendido a ser homicida (matar a sus semejantes), etnocida (¿cuantos pueblos originarios no han sido exterminados?), ecocida (ha devastado ecosistemas enteros) y ahora puede ser especiecida (llevar al suicidio de la especie).
El sistema imperial vive buscando chivos expiatorios (antes eran los comunistas, después los subversivos, ahora los terroristas, inmigrantes... ¿quién más?) sobre los cuales recae el deseo de venganza colectivo. Y así se autoexime de culpas y errores. Pero principalmente hace de todo para que esta amenaza letal para la especie humana no sea evocada y se transforme en una conciencia colectiva peligrosa.
Nadie acepta pasivamente un veredicto de muerte. Luchará para proteger la vida y el futuro común. Éste debería ser el objetivo de una gobernanza global que exige la renuncia de una voluntad imperial que piensa sólo en su perpetuación, en lugar de pensar en el bien común de la Madre Tierra y de la Humanidad. Por mucho que se manipule el bombardeo de Boston, durante cuánto tiempo ¿ocultarán los poderosos la dramática situación que pesa sobre nosotros? Despertemos todos, simplemente porque no queremos morir, sino vivir e irradiar.
(Artículo publicado originalmente 05/10/2013)
Fuente: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=561
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