Resistencia al crecimiento
León Bendesky
P
rimero el Banco de México y dos días después la Secretaría de Hacienda redujeron de nuevo la previsión de la tasa de crecimiento del producto para este año. La revisión no es menor, pues representa medio punto porcentual, adicional en el primer caso a las que se hicieron los dos trimestres anteriores y un punto en el segundo, para situarse ahora aproximadamente entre 2 y 3 por ciento anual. Se trata de empleos no creados, de muchos ingresos no realizados y de recursos no utilizados.
Desde el primer año de gobierno se ha revisado de manera constante a la baja esa tasa. Se ha optado incluso por no ofrecer ya una cifra única de la previsión, sino que ahora se trata de un rango, amplio sin duda, pero más cómodo para quienes tienen que medir la actividad económica. También es más coherente en el escenario en que opera la economía. La planeación en el gobierno y las empresas se hace con un mayor grado de variabilidad.
El asunto puede convertirse en sí mismo en un motivo de análisis. La cuestión es, ¿por qué difieren tanto los resultados de las previsiones? Las condiciones que enmarcan el funcionamiento productivo están dadas desde hace ya muchos meses, como son: primero, la falta de una recuperación decisiva de la economía de Estados Unidos, en especial de su sector manufacturero y, segundo, la caída de los precios del petróleo y de la producción de crudo. Hay, en efecto, otros elementos de incertidumbre pero el entorno aparece para quienes lo administran como demasiado inestable y para quienes reciben y usan la información oficial, como un asidero bastante endeble.
No se trata, pues, de un asunto meramente anecdótico como podría resultar de un tratamiento superficial del proceso complejo que representa el aumento de la producción, del empleo y los ingresos.
La economía está sometida a dos fuertes presiones externas que, combinadas con las condiciones internas, mantienen al crecimiento en el nivel promedio en el que ha estado durante las tres últimas décadas, en torno a 2.5 por ciento anual. Esto ocurre incluso con las reformas promovidas al principio del sexenio que han quedado sometidas, nuevamente, al petróleo y a las exportaciones a Estados Unidos. Ambos son rasgos estructurales de la economía, ligados estrechamente con su capacidad de crecer y que no se han transformado ni están en vistas de hacerlo.
El menor precio del crudo tiene un impacto negativo directo sobre los ingresos del gobierno que, como se sabe, provienen en 30 por ciento de esa fuente. La reforma fiscal acrecentó la recaudación de impuestos pero contuvo el gasto en consumo de los hogares y la inversión de las empresas. La recuperación que muestran esas dos variables es insuficiente para argumentar que el mercado interno puede contrarrestar el efecto de reducción ejercida del lado de la demanda externa. El caso es que incluso se ha hecho un ajuste a la baja del gasto para alinear las cuentas públicas. Este año y el siguiente.
Los diagnósticos que hacen el banco central y Hacienda para soportar la revisión del crecimiento no son totalmente coincidentes. El banco, de modo más amplio, considera que hay diversos riesgos en el escenario del crecimiento, estos incluyen: más debilidad en la actividad económica de Estados Unidos, más episodios de volatilidad en los mercados financieros, una reducción adicional de la plataforma de producción de petróleo con su efecto sobre el desequilibrio de las finanzas públicas Y añade también la repercusión adversa en el estado de confianza derivado de la inseguridad pública que limita la recuperación del gasto del sector privado.
La visión de Hacienda está más concentrada en las variables económicas que suben en un periodo y bajan en el otro, sin alcanzar estabilidad y de ahí provocar la expansión. Así se constituye la interpretación convencional que pone el énfasis en dos asuntos principalmente y ya señalados. Uno es el consabido bajo precio del petróleo y el otro la debilidad de la recuperación estadunidense. Es claro que estos son factores relevantes que afectan directamente a esta economía. Pero no son los únicos y el listado que se ofrece del buen desempeño del empleo, el gasto privado o el crédito bancario no logran cuajar.
Sería relevante ampliar la discusión sobre el conjunto de las condiciones que frenan el aumento de la producción. A los economistas les gusta apoyar sus análisis en el funcionamiento de los mercados y la mano invisible que los guía con una dirección a la eficiencia. Pues hay otra metáfora que puede ser útil para pensar lo que pasa y de forma tan resistente. Se trata de la homeostasis, el proceso de autorregulación de los organismos que posibilita mantener la constancia de su medio interno, es decir, su composición y sus propiedades incluso bajo la influencia nociva de agentes externos. Este mecanismo tiene fuertes fallas en esta nación y van más allá de las variables económicas.