Políticos racistas y pueblos indígenas
Francisco López Bárcenas
E
l pasado 23 de abril, un grupo de indígenas mexicanos acudió al Instituto Nacional Electoral (INE) a exigir la creación de una sexta circunscripción electoral, que les permita elegir diputados y senadores indígenas sin recurrir a los partidos políticos. Encabezados por Hipólito Arriaga Pote, quien se ostentó como gobernador nacional de los pueblos indígenas de México, los peticionarios fueron atendidos por el doctor en investigación de teoría política por la Universidad de Turín, Italia, Lorenzo Córdova Vianello, presidente de ese instituto, quien después de escucharlos les explicó lo improcedente de su demanda, porque las leyes electorales no contemplan ese tipo de elecciones. Dentro de la orientación que les brindó parece que no les recomendó acudir a la Cámara de Diputados, donde desde hace décadas existen varias iniciativas para crear la sexta circunscripción electoral, donde se podrían elegir representantes indígenas y migrantes.
Lo que tampoco les dijo, aunque seguro lo pensó, lo comunicó el día siguiente al licenciado Edmundo Jacobo Molina, secretario ejecutivo del INE, en una conversación telefónica entre ambos. Refiriéndose a quien encabezaba el grupo de indígenas con que se reunió, utilizando un lenguaje florido, expresó: “No mames, cabrón: es que desde las dramáticas reuniones con los padres de Ayotzinapa hasta esto, había un mundo. No voy a mentir. Te voy a decir cómo hablaba ese cabrón: ‘Quiobo, jefe gran nación chichimeca. Vengo Guanajuato. Yo decir a ti, o diputados para nosotros o yo no permitir tus elecciones’”. Después de su fingimiento de voz, volvió a su tono normal y entre risas agregó: “Yo no sé si sea cierto que hable así, cabrón. Pero vio mucho Llanero Solitario,cabrón [...] Nada más le faltó decir: ‘Yo, gran jefe Toro Sentado. Líder chichimeca’. No mames, cabrón, no mames. No, no, no; de pánico, cabrón. O acabamos de aquí divertidos, o acabamos en el siquiatra de aquí”.
La conversación, filtrada al público el 19 de mayo pasado, tuvo reacciones de políticos que los pintan de cuerpo entero en su desprecio por los pueblos indígenas y sus derechos. El INE se manifestó indignado por la filtración y exigió a las autoridades competentes una investigación exhaustiva para deslindar responsabilidades. Por su parte, el autor de las declaraciones se inconformó por la
intervención ilegal de conversaciones telefónicas privadas; calificó sus palabras de desafortunadas e irrespetuosas, ofreció una disculpa a quienes se hayan sentido ofendidos por ellas, afirmando que quienes las filtraron, buscaban desprestigiar la institución que encabeza. Los representantes de los partidos mayoritarios en el INE le brindaron su apoyo como si se le estuviera agrediendo. Nadie dijo nada de la ofensa a los pueblos indígenas. Y eso que ellos introdujeron en la Constitución federal la prohibición de la discriminación y aprobaron una ley para sancionarla.
Habiendo tantos asuntos de los cuales ocuparse este es el que menos debería interesar. Pero interesa porque no es un hecho privado, como pretende el ilustrado presidente del INE, pues sus comentarios se refieren a un acto público, quienes conversan son funcionarios públicos y se refieren a un amplio sector social que demanda se respeten sus derechos, razones suficientes para que trasciendan la pretendida privacidad. Tampoco se trata de un hecho aislado. Como se recordará, el 4 de marzo del año pasado, en gira por el estado de Puebla, la titular de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas calificó de
rarosalgunos nombres de pueblos indígenas y pronunció
Tezugüitlánen lugar de Teziutlán;
Tetelés de Avilezen lugar de Teteles de Ávila Castillo, y
Atempán, en lugar de Atempan. Podríamos seguir dando ejemplos, pero es suficiente para mostrar las actitudes racistas de los políticos escondidas tras pretendidos actos privados.
Este tipo de conductas de los políticos responsables de los asuntos públicos del país hacia los pueblos indígenas no pueden pasarse por alto, pues aunque no fueran intencionadas –y tal vez por eso– reflejan lo que piensan de este sector de la sociedad. En su pensamiento y su ideología no importa que la nación sea pluricultural y que el sustento de este rasgo sean los pueblos indígenas, como reza la Constitución federal. Tampoco importa que tengan derecho a la autonomía y como parte de ésta a decidir sus propias formas de gobierno. Para ellos, como para los colonizadores hace más de 500 años, o los liberales en los siglos pasados, los pueblos indígenas siguen siendo un lastre con el que hay que terminar para poder desarrollarnos como país. Lamentablemente para ellos, los pueblos indígenas siguen siendo orgullosamente indígenas y también mexicanos, y lo demuestran en su lucha diaria. Ellos sí quieren a México y tienen propuestas para salvarlo de la crisis por la que atraviesa.