Guillermo Almeyra
Cuando el descontento, la ira y la conciencia de sí mismas y de la necesidad de un cambio social ganan a las grandes masas de explotados u oprimidos éstos buscan la dirección que necesitan en los pequeños grupos de las clases medias más extremos afines a ellas (Oliver Cromwell y los “cabezas redondas “en Inglaterra, Robespierre-Saint Just y los jacobinos en Francia, Lenin y los bolcheviques en Rusia, militares nacionalistas y conservadores, como Perón, o nacionalistas antiimperialistas como Hugo Chávez, jóvenes estudiantes como Fidel Castro y la mayoría de los del Moncada).
Esa confluencia entre el levantamiento de los de abajo y los revolucionarios candidatos al poder aglutina a las masas detrás de ellos. Pero no para siempre. Porque las revoluciones-sean ellas democráticas, nacionales antiimperialistas o para avanzar al socialismo- no son eternas. Sus momentos iniciales, movilizadores y radicales, son breves, abarcan muy pocos años. Después tropiezan con dificultades, obstáculos, resistencias históricas, que las llevan a enarenarse o encauzan el proceso en la institucionalización, transformando la revolución en Estado.
Los procesos originados por una revolución pueden durar muchos años, pero a costa de la degeneración del proyecto inicial, como pasó en la Unión Soviética, en Cuba, o en los 17 años del chavismo. Quienes participaron en el impulso inicial mueren, cambian, son desplazados; a lo largo de los años, los que conocieron las condiciones anteriores al levantamiento y sus motivaciones motrices políticas y morales envejecen y sus hijos no tienen la misma relación que sus padres con un proceso al cual no le dieron vida y se guían frente al mismo por su situación actual. Buena parte de quienes votaron contra el chavismo en Venezuela fueron jóvenes que no pueden comparar el país con el pasado del mismo pero repudian la escasez, la delincuencia, la inseguridad, la corrupción. Buena parte de los jóvenes cubanos, sobre todo en La Habana, no tienen memoria pero sí necesidades insatisfechas y sólo conocieron en su vida las dificultades del “período especial” de crisis y racionamiento o la apertura a los valores y el consumo capitalista traídos por el turismo.Para ellos,los llamados a defender el “socialismo” que no es tal, no tienen sentido.
No hay remedio contra eso salvo una clara conciencia y una permanente autocrítica por parte de la dirección del proceso revolucionario estancado pero no obstante ello violentamente combatido por fuerzas superiores (el mercado mundial, la agresión imperialistas).
Pero esas direcciones evolucionan en el proceso mismo (el monárquico constitucional Robespierre ni pensaba en que votaría decapitar al rey, Stalin buscaba sólo eliminar al zar en Rusia y modernizar el país, no la revolución socialista mundial, como creía Lenin, Fidel Castro era nacionalista pero ni soñaba en 1959 con aliarse con la URSS, Chávez era social cristiano y sólo en el proceso se declaró socialista y marxista manteniendo grandes ilusiones en el peronismo, o sea, en una dirección militar reaccionaria y conservadora de un movimiento de liberación nacional, no de revolución anticapitalista.
Ese empirismo de gente llevada por un proceso que las supera y es más fuerte que ellas determina buena parte de los errores e insuficiencias de las direcciones, los intentos voluntaristas que llevan a fracasos, la tendencia a buscar solucionar los problemas burocráticamente, con los aparatos, el caudillismo o decisionismo que sustituye la acción del declarado sujeto de la revolución (el pueblo, los descamisados o el proletariado). De ahí la corrupción y la burocratización de parte del aparato del partido que se fusionó con el Estado y perdió su independencia crítica, como en Venezuela.
Ante este curso en los procesos revolucionarios se definen cuatro posiciones, tres que ignoran la definición de clases y una última clasista y revolucionaria.
La liberal-capitalista sostiene que hubiese sido mejor y menos costoso evitar los intentos de los trabajadores peronistas de modificar las relaciones sociales entre las clases, el castrismo o el chavismo y, como Pablo Stefanoni, dice que Leopoldo López, por ejemplo, es liberal, kropotkiniano, partidario de la línea de la socialdemocracia alemana olvidando que en Venezuela, país dependiente, hay un claro enfrentamiento de clases y una clara intervención del imperialismo y que la “línea de la socialdemocracia alemana” es el resultado de la existencia de un poderoso imperialismo frente a un poderoso proletariado industrial en Alemania, no el producto de algún teórico. La oposición venezolana no es unánimente vendepatria o fascista, como decía Maduro, pero tampoco es democrática y buscará un golpe, “blanco” o no, ayudar a acabar con el castrismo en Cuba, imponer la voluntad de la derecha en todo el continente bajo la dirección de Washington aunque esté compuesta por AD, los adecos (que se dicen socialdemócratas y provocaron el Caracazo), por los socialcristianos de COPEI y un montón de grupos políticos o empresariales más además de algunos ex chavistas. Esta posición justificativa del cambio reaccionario y conservador dice que el proceso revolucionario nació muerto porque estaba dirigido por una dirección inadecuada y voluntarista.
Otra línea sostiene lo mismo, pero partiendo de otras premisas: por ejemplo, los partidos que integran el Frente Izquierda y de los Trabajadores argentino (que es sólo un pool electoral, porque sus integrantes no actúan como frente ni en lo político, ni en el campo estudiantil, ni en lo sindical y se combaten ente sí permanentemente pues tienen posiciones diferentes). Según el sectarismo seudotrotskista, los movimientos y revoluciones burgueses de liberación nacional dirigidos por una gran variedad de clasemedieros, en América Latina, Africa, el mundo árabe o Asia construyen Estados que son capitalistas en países capitalistas dependientes y oprimen a los trabajadores en cuyo nombre a veces hablan. Por eso, por el carácter de estas direcciones, hay que combatirlos sin tregua incluso cuando hacen algo correcto o el imperialismo los atyaca.
Un tercer grupo suma a quienes, como los Borón de todo tipo, acríticamente apoyan a procesos de revolución antiimperialista y a las direcciones que califican de socialistas, sin tener en cuenta que el socialismo no se da en un solo país ni en el atraso y es fruto de la conciencia y la acción del proletariado independientemente del Estado y los aparatos de la burguesía. Esta gente tiene el síndrome del colectivero, que respeta y hace respetar el cartelito que dice “no molestar a quien conduce”. Por eso se limitan a gritar ¡Viva!y jamás hacen la menor crítica ante un error evidente, ni siquiera después de una derrota que era previsible. El daño que le causan a Cuba y a Venezuela (o a Bolivia, Ecuador, Argentina) es enorme porque no aportar una idea ni una propuesta a procesos que las requieren con urgencia.
Quedamos, por último el puñado de militantes que apoyan los procesos revolucionarios independientemente de su madurez y de sus direcciones-personalmente, fui presidente del Comité de apoyo a la revolución cubana dos años antes de que los revolucionarios entrasen en La Habana-, apoyamos con todo vigor cada avance pero criticamos en nombre del socialismo todo lo que impida la independencia de los trabajadores frente al Estado. No somos antiperonistas ni peronistas: tratamos de comprender las motivaciones de los obreros peronistas, que no son las de los Perón, Menem, Kirchner. No somos ni castristas, ni chavistas, ni evistas sino luchadores en defensa de los procesos revolucionarios en esos países, desde el punto de vista de los intereses del proletariado local y del mundial y de ahí nuestras críticas propositivas.
En Venezuela el chavismo sufrió una durísima derrota provocada por el cerco imperialista, el poder capitalista en la economía que dejó intacto, las limitaciones de una dirección que en 17 años no pudo ni construir una agricultura para la autoalimentación del país ni un sistema de mercados populares y de distribución de los productos esenciales y prefirió en cambio importar y depender del precio del petróleo, fijado por el imperialismo y sus agentes.
Con la mayoría en las Cámaras la derecha ligada a Washington se lanzará a cortar la ayuda a Cuba y a los países del Alba, a liquidar o transformar la UNASUR, a derribar a Maduro. Más que nunca hay que apoyar la resistencia del pueblo venezolano. Pero también, más que nunca, hay que señalarlos errores de un gobierno paternalista y sustitucionista para que no debiliten esa resistencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario