AMLO y Trump: reunión de desesperados
Manuel Aguilar Mora
El impacto criminal
“Tenemos miedo” es la frase que rescata con elocuencia lo que para millones de mexicanos sucedió en la fatídica semana del 21 al 27 de junio pasados en el país, un país, [¿y cómo evitar la más de mil veces usada palabra?], en crisis. Fueron dichos del propio presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en la intervención difundida nacionalmente del 27 de junio en la cual se dirigía a los mexicanos y mexicanas todavía en choque con motivo del espectacular atentado contra el jefe de la policía de la ciudad de México escenificado en la madrugada del día anterior en las Lomas de Chapultepec, en pleno corazón de la capital de la República. Era la culminación de una tremebunda semana en la que hubo de todo. Sacudimientos naturales y sociales como el fuerte temblor del 23 de junio, la tormenta de arena proveniente del Sahara que anualmente llega a las costas de Yucatán y que este año ha sido especialmente fuerte, violencia sangrienta delicuencial en el norte del país y detenciones de poderosos sicarios en uno de los estados más violentos, Guanajuato (después extrañamente liberados por agentes y jueces incapaces o de plano corruptos) y finalmente el mismo día del atentado la difusión de las previsiones del Fondo Monetario Internacional de la profunda depresión que atravesará la economía mundial este año y en la cual México se coloca con un --10.5 por ciento entre los países más duramente afectados. Una depresión sólo comparable con la habida hace 90 años en el país y en el mundo.
Manuel Aguilar Mora
El impacto criminal
“Tenemos miedo” es la frase que rescata con elocuencia lo que para millones de mexicanos sucedió en la fatídica semana del 21 al 27 de junio pasados en el país, un país, [¿y cómo evitar la más de mil veces usada palabra?], en crisis. Fueron dichos del propio presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en la intervención difundida nacionalmente del 27 de junio en la cual se dirigía a los mexicanos y mexicanas todavía en choque con motivo del espectacular atentado contra el jefe de la policía de la ciudad de México escenificado en la madrugada del día anterior en las Lomas de Chapultepec, en pleno corazón de la capital de la República. Era la culminación de una tremebunda semana en la que hubo de todo. Sacudimientos naturales y sociales como el fuerte temblor del 23 de junio, la tormenta de arena proveniente del Sahara que anualmente llega a las costas de Yucatán y que este año ha sido especialmente fuerte, violencia sangrienta delicuencial en el norte del país y detenciones de poderosos sicarios en uno de los estados más violentos, Guanajuato (después extrañamente liberados por agentes y jueces incapaces o de plano corruptos) y finalmente el mismo día del atentado la difusión de las previsiones del Fondo Monetario Internacional de la profunda depresión que atravesará la economía mundial este año y en la cual México se coloca con un --10.5 por ciento entre los países más duramente afectados. Una depresión sólo comparable con la habida hace 90 años en el país y en el mundo.
AMLO ciertamente sabía lo que decía. El despliegue de violencia por parte de los cárteles delicuenciales en pleno corazón de la megalópolis fue inaudito. Cierta torpeza de los sicarios y una rapídisima intervención policiaca impidió el total éxito de la empresa que era la muerte de Omar García Harchuf el jefe de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, pero el alarde criminal quedó bien marcado. Murieron dos guardaespaldas del jefe policiaco y una trabajadora que se dirigía a su rutina diaria, fueron heridos otros cuatro entre los cuales el propio Garcia Harchuf quien recibió tres balazos. Las autoridades han informado que participaron en el operativo 39 sicarios, 19 de los cuales han sido detenidos y ya están encarcelados. El arsenal recogido después del enfrentamiento incluye 5 fusiles M82 llamados Barret por el nombre de la empresa que los fabrica, 34 armas largas usadas por el ejército estadounidense en Irak y Afganistán, 1 lanzagranadas, 39 “chalecos tácticos”, 5 camionetas blindadas y otros ocho vehículos. Como se aprecia se trata de un megatentado, una operación criminal de un costo de millones de dólares sólo posible de emprender por parte de los poderosos cárteles criminales que operan en el país.
García Harfuch, en pleno atentado, herido de bala, alcanzó a tuitear que el “cobarde asalto” tenía la marca del cártel Jalisco Nueva Generación (JNG). Ni AMLO, ni la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum han ratificado tal afirmación. De las investigaciones deberán salir informaciones que lleven a detectar a los autores no sólo materiales sino ante todo intelectuales, los verdaderos capos y sus cómplices en los gobiernos, en la judicatura y en la sociedad civil. No se pueden quedar las declaraciones de los capturados en los legajos de papel del ministerio público. Deben tener efecto en la lucha contra las mafias que a pesar de tantos años de emprendida sigue sin dar resultados más efectivos. La salvaje pugna de los cárteles mexicanos había sido escenificada en los estados de la República a pesar de su cada vez mayor infiltración en la ciudad de México, de la cual no hacían ostentación. El atentado del viernes 26 es el fin de tal discreción. Es evidente, y así ha sido interpretado por muchos periodistas, políticos y ciudadanos de a pie, que el atentado de la semana pasada en pleno barrio de las familias más acaudaladas de la ciudad de México representa un claro desafío al estado mexicano por parte de uno o de varios cárteles.
AMLO lo dio a entender en su discurso del 27 de junio. “Tenemos miedo pues somos seres humanos pero nuestra diferencia es que no somos cobardes”. Y recurriendo a su misticismo nacionalista que tanto ha utilizado en estos días turbulentos concluyó reafirmando su fe en el pueblo de México. “Esta semana fue difícil pero con la voluntad y la fe de los mexicanos saldremos adelante. Venceremos”.
El encuentro AMLO-Trump
Para AMLO se trata de otra prueba más que debe enfrentar su política de seguridad. La prueba de octubre pasado en Culiacán, cuando el gobierno debió dejar libre a uno de los hijos de El Chapo, fue una demostración de la fallida estructura del aparato represivo obsoleto que no logra superarse para lidiar con el reto cada vez mayor de las mafias nacionales. Pero la nueva prueba del viernes 26 ciertamente fue una prueba más fuerte. “Nosotros no vamos a declararle la guerra a nadie. [...] No nos vamos a dejar intimidar, ni vamos a pactar con criminales” dijo él. Ante el hecho objetivo que no es difícil concluir consistente en hacer un balance muy crítico del pobre y raquítico accionar de la Guardia Nacional en su lucha contra la delincuencia, AMLO se ve obligado a dar una respuesta que evite que se repita lo que hizo de 2019 el año más violento de la década. Las señales ominosas que apuntan a que la violencia en 2020 supere a la de 2019 no pueden sino preocupar al presidente. El se apoya en “el uso de la inteligencia” para lograr combatir la violencia y garantizar la paz en el país. Pero es evidente que se necesita mucho más que eso para “serenar a México”.
Para AMLO se trata de otra prueba más que debe enfrentar su política de seguridad. La prueba de octubre pasado en Culiacán, cuando el gobierno debió dejar libre a uno de los hijos de El Chapo, fue una demostración de la fallida estructura del aparato represivo obsoleto que no logra superarse para lidiar con el reto cada vez mayor de las mafias nacionales. Pero la nueva prueba del viernes 26 ciertamente fue una prueba más fuerte. “Nosotros no vamos a declararle la guerra a nadie. [...] No nos vamos a dejar intimidar, ni vamos a pactar con criminales” dijo él. Ante el hecho objetivo que no es difícil concluir consistente en hacer un balance muy crítico del pobre y raquítico accionar de la Guardia Nacional en su lucha contra la delincuencia, AMLO se ve obligado a dar una respuesta que evite que se repita lo que hizo de 2019 el año más violento de la década. Las señales ominosas que apuntan a que la violencia en 2020 supere a la de 2019 no pueden sino preocupar al presidente. El se apoya en “el uso de la inteligencia” para lograr combatir la violencia y garantizar la paz en el país. Pero es evidente que se necesita mucho más que eso para “serenar a México”.
El panorama no puede ser más sombrío. Una pandemia sanitaria de Covid-19 que está en su momento más alto, con gran cantidad de contagios, hospitalizaciones y alrededor de 650 fallecimientos por día y cuyos efectos no dejan de crecer, tanto que se pronostican defunciones para el fin de año que dupliquen o más las actuales (más de 27 mil el 30.06.2020), la peor crisis económica (depresión) en 90 años, aumento exponencial de la violencia y un gobierno de AMLO que sigue sin aquilatar el cambio social y político radical que han significado estos acontecimientos con respecto a su inicio de gobierno en diciembre de 2019. Su Cuarta Transformación (4T) se hunde pues evidentemente para enfrentar los colosales problemas que significan tales acontecimientos no basta ni mucho menos emprender la construcción del tren maya, del aeropuerto de Santa Lucía y la refinería de Tabasco, los proyectos icónicos a los que se aferra de modo casi inexplicable el presidente, haciendo gala de un optimismo que suena del todo falso, forzado.
Es en este escenario en el que debemos colocar la iniciativa de AMLO, ya hecha pública por él mismo, de su visita a Donald Trump los días 6, 7 y 8 de julio próximos. Inicialmente esta visita había sido concebida como una manera de celebrar la puesta en práctica a partir del 1° de julio del tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos (EUA) y Canadá (T-MEC). Pero la ausencia también confirmada del primer ministro canadiense Trudeau, en la reunión es la demostración que se trata de una reunión en la que el pretexto del T-MEC servirá para que entre los dos presidente de México y EUA, se traten otros temas. El ejercicio de la diplomacia secreta que estos dos políticos burgueses son expertos en practicar encubre lo que serán sus pláticas, discusiones.
Los numerosos argumentos que ha motivado esta polémica reunión, en pro y en contra de su realización por parte del presidente mexicano son de todo tipo. Los que la consideran negativamente como una iniciativa de AMLO por completo desafortunada debido a la situación tan compleja y difícil en que se encuentra la situación política en EUA, en plena campaña electoral son palpablemente mayoría. Ciertamente tiene defensores entre sus partidarios de Morena, pero su posición es muy débil. Muchos de ellos que criticaron fuertemente al presidente Peña Nieto cuando en 2016 invitó a Los Pinos al entonces todavía sólo candidato Donald Trump ¿cómo no hacen lo mismo ante la aceptación de la invitación a Washington de un presidente tan desprestigiado en su propio país que todas las señales y encuestas indican que será derrotado en su intento de reelección en noviembre próximo?
AMLO ha explicado que su visita “va ser una reunión política en el buen sentido de lo que es la política”. Pero tal actitud ante su encuentro con Trump queda por completo fuera de lugar pues el presidente de EUA no es cualquier personaje “político”. Los acontecimientos de su gobierno que han culminado en los últimos cien días que han estremecido al país vecino son los hechos que marcan su torpeza criminal en el manejo de la pandemia del Covid-19 con 125 mil muertos y su altanería racista ante las protestas masivas con motivo del asesinato del afroamericano George Floyd asfixiado por un policía de Minessota, es una amenaza a la democracia de Estados Unidos y la sobrevivencia del planeta. Una amplísima gama de voces han concluido que es el presidente más peligroso de la historia de Estados Unidos. Noam Chomsky, uno de los hombres con más altura moral de EUA, no ha dudado en calificarlo “como el peor criminal de la historia, innegablemente.”Reunirse con este gangster de la política de EUA, un enemigo público del planeta creyendo que va respetar “el buen sentido de la política”es una actitud que raya en la ingenuidad.
Un astuto político como lo es AMLO no puede dejar de apreciar el riesgo que corre con su visita. ¿Por qué a pesar de todo la hace? Ha declarado tajantemente que no intenta inmiscuirse en la política“partidista”por lo que explícitamente ha dicho que no se reunirá con el candidato demócrata opositor Joe Biden, que en cuatro meses casi seguro será electo como el sucesor de Trump. Por eso, lo quiera o no AMLO, la situación en la que se encuentra Trump determina que su visita aparezca como un aval a su reelección pues de hecho las elecciones de noviembre serán ante todo un referéndum en él que se decidirá si se reelige o no. Trump está concentrado en asegurar su reelección y toda actividad política que emprenda está enfocada a ese objetivo. La visita de AMLO la va a utilizar para ganar adeptos en los sectores “hispánicos”entre los cuales los trabajadores mexicanos o descendientes de mexicanos son mayoría. De este modo AMLO no podrá evitar ser salpicado por el fracaso de Trump en noviembre, fracaso que el propio agente naranja está anunciando cuando dijo la semana pasada públicamente y sin evidencia que la elección presidencial de 2020 será “la más corrupta en la historia de nuestro país”. ¿Por qué? Porque saldrá derrotado.
Nacionalismo y antiimperialismo
AMLO, lo dice él mismo, no se siente bien en el mundo ancho y ajeno fuera de México. Pero claramente sus asesores en política exterior, empezando por el canciller Marcelo Ebrard que deberían saber más que su jefe, al parecer son incapaces de influirlo. El presente es el primer designio de política exterior que emprende AMLO, también es la evidencia de sus límites políticos e ideológicos. Su “nacionalismo” es muy estrecho e incluso acomodaticio. Antes de ser presidente escribió un folleto titulado Oye, Trump. En él criticaba la actitud racista y discriminatoria que desde siempre ha tenido Trump contra México y los mexicanos, insultándolos como no lo había hecho ningún otro presidente de EUA. Ya como presidente ni de lejos se ha atrevido a criticar a Trump. Desde que aceptó que la Guardia Nacional se convirtiera en asistente de la Border Patrol en las dos fronteras, la norteña y la sureña, de México para detener y controlar el flujo de inmigrantes centroamericanos hacia EUA, AMLO se ha vanagloriado de tener las mejores relaciones con el ogro de la Casa Blanca.
Nacionalismo y antiimperialismo
AMLO, lo dice él mismo, no se siente bien en el mundo ancho y ajeno fuera de México. Pero claramente sus asesores en política exterior, empezando por el canciller Marcelo Ebrard que deberían saber más que su jefe, al parecer son incapaces de influirlo. El presente es el primer designio de política exterior que emprende AMLO, también es la evidencia de sus límites políticos e ideológicos. Su “nacionalismo” es muy estrecho e incluso acomodaticio. Antes de ser presidente escribió un folleto titulado Oye, Trump. En él criticaba la actitud racista y discriminatoria que desde siempre ha tenido Trump contra México y los mexicanos, insultándolos como no lo había hecho ningún otro presidente de EUA. Ya como presidente ni de lejos se ha atrevido a criticar a Trump. Desde que aceptó que la Guardia Nacional se convirtiera en asistente de la Border Patrol en las dos fronteras, la norteña y la sureña, de México para detener y controlar el flujo de inmigrantes centroamericanos hacia EUA, AMLO se ha vanagloriado de tener las mejores relaciones con el ogro de la Casa Blanca.
Precisamente la puesta en práctica del T-MEC es la evidencia de la farsa del discurso antineoliberal de AMLO pues su aprobación representa la continuidad del anterior TLCAN promovido por su enemigo político número uno el super neoliberal Salinas de Gortari. El T-MEC representa una versión del anterior tratado con cambios irrisorios que mantienen la esencial subordinación de la economía mexicana a la de EUA. Sólo para mencionar un aspecto clave de esa subordinación/explotación podemos referirnos a lo documentado por la Cepal en sólo uno de los sectores productivos: el salario medio que reciben los obreros de la industria automotriz en México es de 2.88 dólares por hora, mientras sus homólogos estadounidenses ganan cerca de 24 en el mismo tiempo; la fabricación en México, en lugar de EUA, genera a las empresas “ahorros laborales” de entre 600 a 700 dólares por vehículo. Las ganancias resultantes son extraordinarias si hacemos la simple multiplicación de estas cifras por el número de vehículos que se producen en el país: 3 millones 500 mil en 2018. El gobierno tiene apuesta fuerte al T-MEC pero sin fundamento. Los 25 años de TLCAN anteriores no significaron ni mucho menos un progreso significativo de la economía mexicana que con un promedio en el periodo del 2.0 por ciento apenas creció, la desigualdad se hizo abismal, el capitalismo sigue siendo el gran obstáculo del progreso verdadero del pueblo de México. Pero para AMLO quien sostiene que “la lucha de clases” no opera en México esta colosal muestra de explotación que deja chiquita cualquier otro tipo de corrupción es parte de los “business as usual” del funcionamiento económico. Por eso ante la presión de las grandes corporaciones imperialistas el confinamiento en las zonas maquiladoras del norte del país fue tan rápidamente concluido y por eso también fue detenida (y ya puesta en libertad) la dirigente de los trabajadores (la mayoría mujeres) de las maquiladoras de Matamoros Susana Prieto.
La concepción “nacionalista” de AMLO se lleva muy bien con la política imperialista de su socio mayor de Washington. Pero como hemos visto es miope pues ha apostado a un perdedor. La razón es que la urgencia del apoyo de Washington es crucial desde el punto de vista económico y político. Así de dura estarán las contradicciones en este segundo aniversario de su victoria electoral del 1° de julio de 2018. Su celebración no añadió nada de nuevo al discurso general abstracto que sigue sin tener respuestas contundentes. “Ya pasó lo peor”, “la recuperación se iniciará en agosto”, “estamos por salir de la pandemia”, “ante EUA se pude mantener nuestro decoro, nuestra independencia, nuestra soberanía” palabras, una catarata de palabras en las mañaneras cotidianas y en las constantes declaraciones.
Mientras AMLO apuesta a la alianza con el habitante de la Casa Blanca, la verdadera política antiimperialista se está forjando en el proceso que la propia situación promueve tanto en México como en EUA. Las movilizaciones que cimbraron la política de EUA con motivo del asesinato de George Floyd y el vínculo que la pandemia está forjando entre las poblaciones de los dos países cada vez más unidas por las mismas catástrofes señalan el camino. Su reunión con Trump no hará popular a AMLO, al contrario, lo enfrentará a las poblaciones rebeldes que hoy impugnan el supremacismo blanco racista que representado por el presidente republicano se precipita a la derrota de noviembre. En cambio la política antiimperialista de los trabajadores mexicanos debe forjar los vínculos transfronterizos con el proletariado multiétnico de EUA: los blancos, los negros, los asiáticos y ante todo los llamados “hispánicos” en donde se incluyen mayoritariamente los sectores de mexicanos y descendientes de mexicanos que constituyen una de las capas de trabajadores más explotada de EUA. Este último sector es el que con las remesas a sus familiares está en el primer lugar de las aportaciones de liquidez de la economía mexicana, adelante de los dólares del turismo y el petróleo. A ellos AMLO los desprecia con su reunión con Trump. Son los sectores de las coaliciones, comunidades, alianzas de California, Texas, Arizona, Nuevo México, Illinois (Chicago), Nueva York, Oregon y tantos otros lugares cuyos líderes defensores de inmigrantes, de los “dreamers”, de grupos y sindicatos, todos ellos son muy críticos de Trump y no ven de ninguna manera como positiva su reunión con AMLO.
La reunión entre Trump y AMLO en la que ambos desesperados se necesitan, es una reunión coyuntural, sin futuro de la que no saldrá nada positivo para el pueblo de México ni para el de EUA.
La reunión entre Trump y AMLO en la que ambos desesperados se necesitan, es una reunión coyuntural, sin futuro de la que no saldrá nada positivo para el pueblo de México ni para el de EUA.
Ciudad de México, 1° de julio 2020
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