La marcha de la economía mexicana en el primer trimestre
Orlando Delgado Selley
L
a importancia de los resultados económicos de este primer trimestre es evidente. Se trata del trimestre de arranque del gobierno de AMLO. El Inegi publicó la estimación del comportamiento del PIB en el primer trimestre de 2019. Como se esperaba, respecto al último trimestre de 2018 el PIB disminuyó -0.2 por ciento, con cifras ajustadas por estacionalidad. Si se compara con el primer trimestre de 2018, la variación fue de 0.2 en términos reales. El desempeño de la economía se ubica en una ruta absolutamente alejada de lo que se requiere y, más grave aún, de lo que parecía posible con una gestión económica pretendidamente liberada de las trabas neoliberales.
Es cierto que todas las administraciones inician con dificultades, derivadas de la toma de control de las diversas herramientas de las que se dispone en la gestión pública. Pero a esta dificultad general debe sumarse que durante el primer trimestre de 2019 el ejercicio del gasto ha sido lento: los programas sociales, fundamentales en la estrategia general, han arrancado lentamente. Lo mismo ha sucedido con la inversión pública, que muestra una caída respecto al trimestre anterior de 5.8 por ciento. A ello deben agregarse, además, las repercusiones del entorno global y, por supuesto, las complicaciones a las que se ha enfrentado la administración federal. Destacan, en particular, la lucha contra el huachicol, las interrupciones a las comunicaciones ferroviarias y las huelgas en maquiladoras.
Este mal desempeño se explica por la evolución de sus grandes componentes. Los dos de mayor dimensión: las actividades secundarias y terciarias, que juntas suman 95 por ciento del PIB, cayeron: -0.6 y -0.2, respectivamente. Las actividades primarias, por su parte, crecieron 2.6 por ciento en este primer trimestre de 2019. La disminución de las dos principales actividades económicas del país indica un comportamiento recesivo que puede consolidarse si no se corrige rápidamente con acciones presupuestales.
Las finanzas públicas, como la economía en su conjunto, han tenido un desempeño distinto al comprometido en el presupuesto anual: el gasto programable ejercido resultó menor 6.8 por ciento respecto al presupuestado. La inversión pública, fundamental para la dinámica económica, cayó casi 6 por ciento. De modo que el gasto neto de todo el sector público fue 6.4 menor al presupuestado. Esta información se explica, en parte, por la curva de aprendizaje, pero existen también decisiones políticas, que son las que preocupan.
Este desempeño del gasto más que compensó la caída en los ingresos públicos de 1.2 por ciento. La mayor contribución negativa provino de la reducción de los ingresos petroleros derivada de la caída de la exportación de crudo a niveles históricos: en marzo Pemex extrajo 1.69 millones de barriles diarios, lo que provocó una pérdida en las ventas de 10.4 por ciento contra el primer trimestre de 2018. Esta reducción no se compensó con los ingresos recuperados del robo masivo de gasolina en el país. A nivel de las finanzas públicas, el resultado fue que el balance primario, que resulta de los ingresos totales del sector público menos los gastos totales del mismo, pero sin los intereses de la deuda pública, tuvo un superávit mayor al presupuestado.
La Secretaría de Hacienda informó que los requerimientos financieros del sector público (RFSP), se mantuvieron en línea con la meta anual de un déficit de 2.5 por ciento del PIB. Del mismo modo, el saldo histórico de estos RFSP, es decir, de la deuda pública, fue de 42.3 por ciento del PIB, acorde con el compromiso presidencial de reducir esta deuda. Se sabe que, durante abril de este año, de acuerdo con la evolución de los ingresos públicos, se están ajustando ciertos renglones del gasto, para mantener las finanzas públicas en línea con la meta de déficit financiero.
La decisión presidencial se argumenta en el marco de disciplina presupuestal orientado a un ejercicio presupuestal austero y eficiente. Esta decisión no puede ser inamovible. El desempeño económico está resultando por debajo de lo comprometido y las finanzas públicas no pueden, ni deben, mantener una disciplina que resulta marcadamente procíclica. En el comportamiento del PIB del primer trimestre mucho tiene que ver la manera en la que se está actuando en materia de gasto. Mantener como principio indeclinable la meta de un déficit de 2.5 por ciento del PIB para este 2019 será catastrófico.
El PIB anual crecerá por debajo del ritmo señalado en el PEF, lo que implicará que lograr la meta de déficit público demandará reducciones adicionales del gasto. Estas reducciones impactarán negativamente en la evolución de la economía, como ha ocurrido en este primer trimestre. Este es el típico desempeño procíclico de las finanzas públicas. En el ABC de cualquier diseño de política económica no neoliberal, el gasto público tiene que utilizarse precisamente para corregir, en lo posible, el ciclo económico. Sostener a toda costa que primero es la meta del déficit y después, si se puede, cumplir con los compromisos sociales, es aceptar las reglas del neoliberalismo que, por cierto, se había decretado muerto.
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