Fin de una época de política monetaria
Orlando Delgado
L
a Reserva Federal de Estados Unidos ha decidido incrementar la tasa de referencia 25 puntos base, elevándola de 0.25 por ciento anual a 0.50. Con ello terminan siete años en los que esa tasa estuvo en su límite mínimo. Al ubicarse en ese nivel la política monetaria convencional, la que actúa moviendo las tasas de referencia y en operaciones de mercado abierto, se encontró en una situación en en la que si la economía no reaccionaba como se esperaba ya no podía reducir más la tasa, de modo que ese banco central carecía de instrumentos convencionales para conseguir sus propósitos macroeconómicos.
Tras el estallido de la burbuja inmobiliaria en agosto de 2007, la Fed decidió utilizar todas las herramientas a su alcance para restablecer el funcionamiento de los mercados financieros. La primera medida fue inyectar liquidez, es decir, comprar instrumentos financieros a diferentes plazos para detener el pánico. Acompañaron a la Fed en esta ación los bancos centrales de Inglaterra, Japón y el Europeo. Pronto fue evidente que se requerían medidas de mayor alcance. La Fed decidió reducir la tasa de interés de referencia para las operaciones financieras, con el fin de que los mercados pudieran recuperar su capacidad de intercambiar instrumentos a tasas normales. Pese a sucesivas reducciones los mercados no reaccionaban, de modo que en un plazo relativamente breve la llevó a su límite inferior de prácticamente cero. Con ello el sistema financiero se colocó en la trampa de la liquidez.
La economía estadunidense estuvo en recesión 18 meses, todo 2008 y el primer semestre de 2009. A partir de entonces empezó una lenta recuperación que no fue capaz de generar empleos en la medida que se requería para reducir la tasa de desempleo. El mandato de la Fed, la menor tasa de inflación consistente con la menor tasa de desempleo posible, la obligó a ocuparse de que la economía recibiese los estímulos monetarios necesarios al alcance de su banco central para que se crearan empleos nuevos que permitieran abatir la tasa de desempleo a niveles compatibles con una economía como la estadunidense. La Fed decidió usar instrumentos de política monetaria no convencional para estimular un crecimiento que permitiera reducir la tasa de desempleo a niveles de 5-6 por ciento.
Empezó entonces la política de relajamiento cuantitativo, consistente en compras de valores financieros, primero de corto plazo y luego de largo plazo, con el fin de que los bancos recuperasen liquidez y pudieran restablecer los flujos crediticios a la economía. Esta política tuvo que ampliarse ante la resistencia de los agentes económicos, de modo que el QE1 se volvió QE2 y se mantuvo un buen tiempo. Esta política monetaria no convencional no fue recibida con beneplácito. En muchas latitudes se le consideró inadecuada. Entre los banqueros centrales ocurrió un fuerte debate sobre su pertinencia. Sin embargo poco a poco importantes bancos centrales se fueron incorporando a esta política de relajamiento cuantitativo: primero fue el Banco de Inglaterra, luego el de Japón y finalmente el reticente Banco Central Europeo.
Esos sucesivos reconocimientos de la pertinencia de medidas no convencionales por banqueros centrales relevantes, sin embargo, no lograron que su aceptación fuera generalizada. En otros bancos centrales la ortodoxia siguió al mando de la política monetaria. Un ejemplo destacado entre los ortodoxos a ultranza es el Banco de México y su gobernador, Agustín Carstens. Para ellos la crisis financiera estallada hace más de ocho años no cuestionó el funcionamiento de la política monetaria y de la manera de concebir las responsabilidades del banco central en una economía. Persisten en la idea de que el banco central debe tener un mandato único: lograr estabilidad de precios. Se niegan a aceptar que la economía estadunidense, en la que ocurrió la crisis inmobiliaria que provocó la más importante complicación económica global en los últimos cincuenta años, se ha recuperado mucho mejor que las europeas o la japonesa.
El fin de una época de política monetaria llegó. La Fed demoró el incremento de la tasa de referencia porque su economía no lograba reducir el nivel de desempleo a los límites establecidos. Hace unos meses volvió a detener ese incremento ante las dificultades chinas y de otros países emergentes. Finalmente lo ha hecho. ¿Qué hará ahora el Banco de México: seguirá la decisión de la Fed y aumentará un poco la tasa de interés o mantedrá un tiempo más los nivele actuales?
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