Detrás está siempre la sociedad
León Bendesky
e ha firmado un acuerdo mundial sobre el clima en París, al mismo tiempo se espera que se repita un ataque terrorista en alguna parte en medio de la guerra en el Medio Oriente. Esta produce la enorme corriente de refugiados de esa zona y del norte de África sigue sin fluyendo sin pausa; los ajustes económicos han provocado una severa fractura social en los países más desarrollados tras la más reciente crisis financiera de 2008 y los movimientos nacionalistas vuelven a la carga en Europa y, también, los partidos de la extrema derecha.
Y, detrás los registros de la contaminación y del cambio del clima; detrás de los ajustes presupuestales y de las deudas de las familias, empresas y gobiernos; detrás de los desplazados por la guerra y la radicalización del terrorismo; detrás de la creciente desigualdad y la pérdida de beneficios sociales; detrás de los nacionalismos y la xenofobia hay sociedades, siempre están las sociedades. Sin este correlato específico es imposible dimensionar los fenómenos políticos y plantearse formas distintas de encarar los conflictos.
Al respecto, un elemento llamativo es la idea de la fortaleza que tiene Estados Unidos como nación, de la que se desprendería el papel de su gobierno como actor preponderante de la política global. El carácter de las hegemonías a escala mundial se ha alterado de modo significativo desde 1989 con la caída del muro de Berlín y la posterior desintegración de la URSS. El poder unipolar no se estableció y en lo que va de este siglo la reestructuración del predominio político, militar e ideológico está inmersa en una creciente confrontación dentro y fuera de las fronteras nacionales. Los peligros son, a todas vistas, cada vez más grandes.
Estados Unidos es, sin duda, una nación poderosa en lo económico y militar. En cuestiones de política exterior batalla cada vez más por imponer soluciones o establecer acuerdos duraderos. No es una situación en la que el gobierno actual se sienta cómodo y en ocasiones es errático. Sigue contando con el dólar como poderosa herramienta económica. La oposición republicana es vociferante pero poco eficaz en casi cualquier materia. El senador Inhofe argumentó en el recinto de la cámara en Washington, que a pesar de que se dice que 2014 fue el año más caliente que se registra, hace mucho frío afuera. Y entonces sacó una bola de nieve recogida fuera del Congreso y que traía en una bolsa de plástico. La negación por conveniencia o por ignorancia no tiene límite.
Recientemente han aparecido de modo desconectado una serie de datos acerca del rezago social y político que ocurre en ese país. Los salarios crecen muy poco si no es que están estancados. Así, el crecimiento del ingreso medido por la mediana del índice del salario por hora (con base en 1970) es prácticamente plano. En Francia el índice aumentó casi 2.8 veces, en Japón 2.5 y en Reino Unido 1.6 veces en ese lapso.
En materia de salud Estados Unidos tiene el gasto total por habitante más alto del mundo (datos de la OCDE de 2009), alrededor de 6 mil 500 por encima de los 4 mil de Noruega, que le sigue. Sin embargo, la expectativa de vida al nacer, de 78 años, está por debajo de Japón y Suiza (82) o de Italia e Islandia (81).
Otro aspecto llamativo se refiere a la probabilidad de que una ley pase por el Congreso apoyada por el entusiasmo o el temor de la población en general, comparada con la mucho mayor probabilidad de que pase por la presión de las élites económicas y financieras, que también pueden bloquear las leyes que no les favorecen.
En cuanto a la educación, en una lista de 32 países, 13 están por encima de Estados Unidos en los resultados de las pruebas de matemáticas: China la encabeza y le siguen Singapur, Finlandia, Corea y Canadá. En la parte baja de la tabla aparecen Chile, Uruguay, Argentina y Colombia. México no está. En el caso de la ciencia el resultado es muy similar, con Estados Unidos en el lugar 18 (aquí aparecen en la parte baja Costa Rica y Colombia, México no). Hay un indicador en el que Estados Unidos es ganador indiscutible y se trata del crecimiento de la rentabilidad de las grandes empresas.
Y, si en todo esto la sociedad está detrás y no sólo las costumbres políticas osificadas, los registros estadísticos o las comparaciones internacionales, esa presencia es más evidente cuando se consideran los niveles de pobreza. Este es siempre un indicador relativo, en Estados Unidos la línea de pobreza se fija en un ingreso por hogar de 18 mil 850 dólares por año. Una encuesta reciente del Centro de Investigación Pew ubica en este grupo a 23 millones de personas. La encuesta muestra que el grupo de menores ingresos, 31 mil 402 dólares por año por hogar de tres personas creció cinco veces más que la clase media en los últimos siete años. Representan casi 49 millones de adultos frente a 43 millones en 2008, y 21 millones en 1971. En 2104 más de 7 por ciento de los adultos concentraban los ingresos superiores a 200 mil dólares anuales. Una mayor segmentación da cuenta de la alta concentración en la cúspide de la pirámide.
Estos elementos son relevantes para caracterizar la estructura del poder en una era de conflictos abiertos y de escala global. Las fracturas de poder y las pugnas por reconfigurarlo mediante la fuerza no es un asunto nuevo, por supuesto, pero tiene características propias y detrás está siempre la sociedad.
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