08 oct 2014
La Caldera Ediciones editó recientemente el libro La revolución permanente en América Latina, escrito por Michael Löwy. El autor escribió el siguiente prefacio, como introducción a esta reciente edición del libro.
Este folleto, publicado en francés en 1972 por la Liga Comunista (sección francesa de la Cuarta Internacional), y, dos años después, por los disidentes del PRT afiliados a la Cuarta, es un trabajo militante – además firmado con un seudónimo, « Carlos Rossi »- que escribí respondiendo a una solicitud de mis compañeros brasileños. Obviamente, corresponde a un momento histórico que es muy distinto del actual. Por un lado, el stalinismo, en sus varias formas, tenía aún una influencia considerable, y por eso veíamos como tarea central desmitificar su doctrina de la revolución por etapas. Hoy estos planteamientos tienen menos peso, y además varios de los partidos comunistas que han sobrevivido han cambiado sus tesis, tratando, con mucho atraso, de integrar el aporte histórico de la Revolución Cubana. Es el caso, incluso, del Partido Comunista Argentino, que fue, durante casi todo el siglo XX, el campeón del stalinismo en América Latina…
La parte positiva, una reflexión sobre la actualidad de la estrategia de revolución permanente – planteada por León Trotsky desde el 1906 – para el continente latinoamericano, es quizás el aspecto más útil del folleto. Hoy lo escribiría de otra forma, dándole mucho más énfasis a los argumentos proféticos de José Carlos Mariategui, que menciono en el documento, pero de forma muy rápida. Trataría también de integrar las luchas indígenas y la problemática ecológica en la estrategia de lucha anticapitalista. Pero sigo pensando que la perspectiva de la revolución permanente es la única que nos permite entender la historia de las revoluciones latinoamericanas. Procesos de transformación radical se están dando actualmente bajo el liderazgo de gobiernos anti-oligárquicos -Venezuela, Bolivia, etc. – que se proponen luchar por el socialismo del siglo XXI. No sabemos si lo lograran, pero sigue valida, creo, la disyuntiva planteada por el Che Guevara: « ¡o revolución socialista, o caricatura de revolución!».
Otro aspecto del folleto que corresponde a un momento histórico determinado es el énfasis en la lucha armada. Como se sabe, la Cuarta Internacional adopto, en su 9° Congreso (1969), una orientación favorable a la lucha armada -en alianza con la corriente guevarista- en América Latina, que fue implementada por varias de nuestras organizaciones, sobretodo en Argentina y Bolivia. El folleto refleja esta perspectiva, hablando de «guerra revolucionaria prolongada», «bajo la dirección de un partido proletario». No es aquí el lugar apropiado para un balance de lo que fue el proceso de la lucha guerrillera en el continente, en enfrentamiento con las dictaduras militares. De una manera general, se puede decir que fue derrotada en los países del cono Sur –Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Bolivia, etc.-. Cayeron víctimas de la represión muchos combatientes de gran valor, como Robi Santucho, Miguel Enriquez, Carlos Marighela, Inti Peredo y tantos otros, algunos de los cuales estuvieron, en algún momento de su historia, en las filas de la Cuarta Internacional. Entre ellos, un joven brasileño, Luis Eduardo Merlino, que conocí personalmente por ocasión de su estancia de varios meses en Francia (1970). Dirigente del Partido Obrero Comunista (POC), afiliado a la Cuarta Internacional, Merlino decidió volver a Brasil, pero poco después de su llegada (1971) fue encarcelado, torturado y asesinado por la dictadura militar. A su memoria está dedicada esta nueva edición de mi folleto. Se puede y se debe criticar las fallas tácticas y estratégicas de esta orientación; lo que no se puede es cuestionar el derecho a la resistencia, la legitimidad de tomar las armas en contra de regímenes dictatoriales, la integridad moral y política de estos combatientes que entregaron sus vidas por la liberación de los pueblos del continente.
La lucha guerrillera, combinada con formas insurreccionales, tuvo éxitos en otra parte del continente: América Central. Quizás porque aquí las estructuras económicas, sociales y políticas eran más cercanas a las de Cuba en los años 1950. Es así que el Frente Sandinista de Liberación Nacional logró derrumbar la dictadura de Somoza en 1979, mientras que el Frente Farabundo Martí de El Salvador no logro vencer los militares, pero los obligó a negociar un acuerdo con la guerrilla. Algo parecido pasa en Colombia actualmente. Un último brote de insurgencia tuvo lugar en Chiapas, con el levantamiento zapatista de 1994. Muy pronto se dieron cuenta los combatientes del EZLN de la imposibilidad de seguir la vía armada, pero no abandonaron sus armas…Además, sin el levantamiento de 1994 no hubiera existido, hasta ahora, el movimiento zapatista.
Debo confesar que me sorprendió un poco la propuesta de compañeros argentinos de La Caldera Ediciones de reeditar este documento, que pertenece, por su espíritu y su temática, a las luchas del siglo pasado. Pero quizás contiene algunas ideas que siguen siendo actuales: a pesar de todo seguimos viviendo en el capitalismo, bajo dominación imperialista… Fuente: www.democraciasocialista.org
Paris, 12.12.2013
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