EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

martes, 22 de septiembre de 2015

Balance de la etapa cubana del Papa

BALANCE DE LA ETAPA CUBANA DEL PAPA

Guillermo Almeyra

Vale la pena ver con detalle qué pidió y dijo en Cuba el Papa Francisco y qué relaciones tuvo con el gobierno y con los opositores a éste.

En primer lugar, pidió ver a Fidel Castro y se reunió con éste amigablemente y en familia, regalándole libros (y recibiendo de Fidel, entre otros, “Fidel y la religión”, de Leonardo Boff que seguramente conocía y que fue escrito por un teólogo condenado al silencio por Ratzinger, su antecesor). Demostrativamente, no se reunió oficialmente con ninguno de los grupos opositores que mantienen, sin embargo, viejos lazos extraoficiales con la jerarquía católica cubana. Dio también un espaldarazo al cardenal Ortega yendo para arriba y para abajo con él y con otros jerarcas isleños.

Reinvindicó igualmente con frases hábiles la participación de la Iglesia católica en la educación y medios de información católicos de nivel nacional buscando intervenir en la formación ideológica burguesa que hasta ahora se hace con la propaganda estadounidense, la TV extranjera, el turismo y los valores capitalistas del sector más conservador de la burocracia local, pero sólo en muy pequeña medida por la vía de las instituciones católicas. También intentó desvalorizar “las ideologías” (como si la religión no fuera una de ellas) y promover “los cambios”, en abstracto, y lo “políticamente incorrecto” o sea, en el contexto cubano y en palabras pobres, la oposición a la tentativa oficial de construir una Cuba socialista y al marxismo-leninismo (stalinista) de la ideología oficial del Estado, el cual es una sola cosa con el Partido Comunista. Pero, al mismo tiempo, habló contra la tentación de la riqueza (e indirectamente, del consumismo) que sabe existe desde siempre en la jerarquía católica y que se potenciará con las facilidades concedidas por Obama a los cubanos de Miami y con el ingreso masivo de turistas consumistas y corruptores. Fue cauto y medido, pero cordial, incluso con el lenguaje corporal (en Santiago de Cuba incluso aceptó como cosa normal que los funcionarios gubernamentales le palmeasen la espalda o le estrechasen la mano con naturalidad tropical).

Ahora entra en su etapa más difícil. Va a dar una mano a Hillary Clinton y los Demócratas –muchos de los cuales no son católicos y son antipapistas- porque Trump y la ultraderecha Republicana pretenden expulsar a los mexicanos y latinos, que son una parte muy importante del contingente popular de la Iglesia católica estadounidense. En las concesiones verbales conservadoras que hará para mantener el aporte económico al Vaticano de los obispos católicos ultrareaccionarios estadounidenses y de sus fieles lituanos, polacos, 

ucranianos, húngaros y de Europa Central, seguramente habrá frases contra el socialismo que tratarán, de paso, de reducir el impacto de la campaña del senador socialista demócrata Bernie Sanders, atacado ya por Obama. Combinará sin duda esa política derechista con frases sobre los oprimidos y los más pobres (inmigrantes, refugiados, negros, la enorme población carcelaria) que provocarán una polémica con la inmensa mayoría de los medios de información que las considerarán una intrusión en la política nacional y un aliento a la lucha de clases. Habrá que ver cómo Francisco consigue dar satisfacción, a la vez, a una parte importante del establishment y a las víctimas del mismo. Para eso le puede servir su formación peronista.

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