EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

sábado, 29 de agosto de 2015

Entrevista a Ariel Noyola Rodriguez sobre China

Entrevista a Ariel Noyola Rodríguez
  • Español

La situación financiera de China y las repercusiones mundiales

27/08/2015
Opinión
“Estamos presenciando el deterioro y la degradación masiva de los habitantes de los países industrializados, un acontecimiento inédito, ya que antes lograban “exportar” buena parte de las consecuencias de sus crisis a las naciones del Tercer Mundo..."

La Revista argentina Integración Nacional entrevistó a Ariel Noyola Rodríguez, Licenciado en Economía, investigador y redactor para medios de análisis internacional como Contralínea y RT en Español, acerca de la situación financiera de China y las repercusiones mundiales.

¿La crisis económica -y financiera- en China, es realmente y solo China?

No, de ninguna manera. Eso es lo que argumenta todo el tiempo la prensa británica para exculpar a los dirigentes políticos de Estados Unidos y la Unión Europea y sobre todo, colocar a China en el centro del huracán para soslayar los problemas económicos que aún padecen los países que integran el Grupo de los 7 (G-7): Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido.

Desde que el Banco Popular China devaluó el yuan en poco menos de 5% (entre el 10 y el 12 de agosto), la mayoría de los medios de comunicación dominantes insisten en la idea de que el gigante asiático está llevando a la economía mundial a un colapso inminente.

Tampoco quiero decir que la economía china no enfrente contradicciones en el plano interno, pero es totalmente exagerado culpar a China de lo que ocurre en el mercado global de capitales, tanto por su pequeña participación en el “espacio financiero mundial” como porque la bolsa de valores de Shanghái aún no se abre por completo a la inversión foránea.

Sin embargo, hay que tomar en cuenta que desde que China ingresó a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en el año 2001, su economía sí se ha vuelto mucho más interdependiente, más sensible a las fluctuaciones del ciclo económico global.

Aunque desde finales de la década de 1970 el proceso de implementación de las reformas económicas se ha llevado de manera gradual (el ‘gradualismo’ es uno de los principios de lo que se ha denominado el ‘Consenso de Pekín’), de ningún modo se puede sostener que la economía china se encuentre “cerrada” y mucho menos “blindada” ante las fluctuaciones de la economía mundial.

Tanto por el volumen de sus intercambios comerciales, como por los flujos de inversión extranjera directa hacia y desde China, el peso de Pekín es fundamental en el curso de la economía mundial y viceversa. Sin embargo, China posee rasgos particulares, algunas características que la hacen distinta en comparación con otras economías emergentes, sobre todo en el ámbito de las finanzas internacionales.

Por ejemplo, China aún no abre por completo su cuenta de capitales. El proceso de conexión entre las bolsas de valores de Shanghái y Hong Kong apenas comenzó a finales del año pasado. Sin embargo, con anterioridad a ese momento, a partir de la crisis de las hipotecas (‘subprime’), el mercado de valores de Shanghái se venía comportando con bastantes pérdidas, de manera contraria a la tendencia alcista de la bolsa de valores de Nueva York –gracias a los estímulos monetarios implementados por el anterior presidente de la Reserva Federal, Ben S. Bernanke. Tras la conexión de las bolsas, el mercado de valores de Shanghái volvió a repuntar. No obstante, en las últimas semanas somos testigos de que la desaceleración económica de China es mucho más pronunciada de lo que la cúpula del Partido Comunista había previsto.

Tanto las distorsiones en el sector inmobiliario, como los préstamos vencidos de las empresas y las familias, han profundizado los problemas del sistema bancario de China. A tal grado, que algunos estiman que la deuda privada podría representar casi 250% del PIB. Ya ni para qué hablar del papel que desempeña la denominada “banca en la sombra” (‘shadow banking system’), totalmente desregulada y llevando a cabo sus operaciones en la opacidad.

De esta manera, nadie puede precisar con exactitud qué tan imbuida se encuentre la “banca en la sombra” china en las apuestas especulativas del mercado bursátil, es un terreno desconocido. Las próximas semanas serán decisivas, veremos finalmente hasta qué punto llega la “corrección” de la bolsa de valores de Shanghái y con ello, qué tanto golpea los cimientos de la economía de China.

Siendo China uno de los principales motores de crecimiento mundial y llevando su crisis a golpear a muchas economías emergentes y centrales ¿A quién sí le conviene esta crisis?

Es evidente que con la crisis en curso, las capas más pobres de la población mundial resultarán las más afectadas, tanto en China como en otros países. Como sabemos, el capitalismo como sistema es proclive a las crisis económico-financieras, mismas que funcionan para “depurar” el sistema de las empresas con menor productividad, eliminar puestos de trabajo que los empresarios consideran “innecesarios”, disminuir los salarios y las prestaciones de los trabajadores, etc.

Pero, en el tránsito de la crisis capitalista, por supuesto que existen algunos sectores que ganan. Aquellas empresas que logran absorber a corporaciones más pequeñas a “precios de ganga”, aquellos fondos de inversiones que obtienen enormes dividendos gracias la volatilidad del mercado de capitales, etc.

Sin embargo, creo que los dividendos extraordinarios de esos capitalistas “ganadores” serán marginales en comparación con las pérdidas del sistema en su conjunto. Durante la última semana por ejemplo, las pérdidas de las principales bolsas de valores se estiman en aproximadamente 5 billones de dólares, esa cifra equivale a una tercera parte del PIB de la economía estadounidense.

Con todo, insisto, los más pobres cargarán sobre sus hombros con los mayores costos de la crisis. Tomando en cuenta que la situación económica de las familias estadounidenses y europeas hoy es mucho más precaria que en 2007, estamos presenciando el deterioro y la degradación masiva de los habitantes de los países industrializados, un acontecimiento inédito, ya que antes lograban “exportar” buena parte de las consecuencias de sus crisis a las naciones del Tercer Mundo, América Latina en la década de los ochenta, Asia-Pacífico en la década de los noventa, etc. En la coyuntura actual, los países emergentes regresan a donde estaban antes de 2003, el “boom” de precios de las materias primas (‘commodities’) es un asunto del pasado. Definitivamente se vienen tiempos muy difíciles tanto en el centro como en la periferia del sistema.

La revitalización de la región asiática como unidad económica-comercial y el intento de reinventar la "ruta de la seda" ¿Es, en el estado actual del sistema capitalista, una verdadera amenaza para los países imperialistas del globo?

En parte creo que sí, para Estados Unidos sin lugar a dudas representa una embestida geopolítica brutal. No olvidemos que la “Ruta de la Seda” impulsada por China pretende conectar a la región Asía-Pacífico con el continente europeo y el Medio Oriente.

Se trata por un lado de garantizar el acceso a los recursos naturales estratégicos (petróleo, gas, metales, minerales, etc.) y por otro lado, cohesionar a los países de Asia central en torno al proceso de expansión económica de China.

No olvidemos que Estados Unidos viene promoviendo desde ya hace buen tiempo la desarticulación de las ambiciones de China. Tanto a través del Acuerdo de Asociación Transpacífico (‘Trans-Pacific Partnership’), como a través de la Doctrina del pivote, una estrategia militar que pretende cercar a China en los mares asiáticos con el apoyo militar de Japón.

Sin embargo, China también creó contramedidas para neutralizar la embestida estadounidense. La “Ruta de la Seda” creó su propio fondo común de inversiones por un monto de 40,000 millones de dólares. Además, el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (‘Asian Infrastructure Investment Bank’), que integra a los países de Asia Central, varios europeos, algunos del Norte de África y Medio Oriente, más Brasil, cuenta con un capital de 100,000 millones de dólares. Buena parte de ese monto estará dirigido a promover la urbanización de Eurasia y articular proyectos de infraestructura regionales bajo el liderazgo de China.

Creo que los chinos entendieron bien que es fundamental primero consolidar la posición de su país en el plano regional antes que tener iniciativas más ambiciosas más allá de sus límites continentales. Ese es el objetivo de la “Ruta de la Seda”.

¿Cómo crees que debería reaccionar Latinoamérica frente a estos sucesos, teniendo en cuenta la inexistencia de un Banco del Sur y el tipo de exportaciones (primarias) a aquel país?

Lamentablemente creo que los gobiernos del ‘progresismo’ sudamericano desperdiciaron muchas oportunidades durante la última década. Sobre todo en materia de integración regional. Sí, nadie pone en duda que el ciclo alcista de las materias (‘commodities’) permitió a las economías de la región registrar altas tasas de crecimiento. Se incrementaron los ingresos fiscales y se pusieron en marcha programas de redistribución del ingreso. En ese rubro por supuesto que existen algunos avances en la disminución de la pobreza extrema y la incorporación de masas de la población latinoamericana a la denominada “clase media”.

Sin embargo, ahora que los precios de las materias (‘commodities’) se desplomaron, también está claro que no basta con la implementación de programas de transferencia en escala masiva para llevar adelante una transformación de la estructura productiva, no es suficiente.

Hay desindustrialización en Brasil y Argentina, las 2 economías mayores de la región sudamericana. En ese mismo sentido, el comercio intrarregional es mínimo en comparación con el volumen exportado a China, Estados Unidos y la Unión Europea. Los gobiernos ‘progresistas’ parecen mucho más interesados en suscribir Tratados de Libre Comercio con la Unión Europea y fortalecer sus vínculos económicos y políticos con China, que en construir iniciativas propias.

El Banco del Sur, un proyecto que impulsó en un primer momento el comandante Hugo Chávez para fortalecer los canales financiamiento en la región, sigue estancado, sin ponerse en marcha, después de más de 7 años de que se firmó su acta fundacional. Se trataba de un banco de desarrollo regional que a diferencia del banco del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), no únicamente busca financiar proyectos de infraestructura, sino proyectos educativos, de salud, tecnológicos, impulsar la construcción de cadenas regional de valor.

Qué tan desesperanzado debe estar el Gobierno venezolano en la actualidad, que el presidente Nicolás Maduro busca la incorporación de su país al grupo del BRICS. Es que más allá de Venezuela, nadie en Sudamérica parece realmente interesado en dotar de un nuevo ímpetu a los proyectos de integración regional. Hasta ahora todo se ha reducido a la retórica “anti-imperialista”, a denunciar los planes de “desestabilización” impulsados desde Washington ¿Y qué hacemos ante eso? No observo acciones y consolidación de proyectos concretos por ningún lado.

Con esto tampoco quiero decir que la integración regional sea la panacea a todos los problemas económicos de la región. Toda vez que los países sudamericanos profundizaron los intercambios de origen primario, de cualquier manera habrían sido golpeados por las tendencias recesivas de la economía mundial que ahora se han profundizado.

Sin embargo, a través de la puesta en marcha del Banco del Sur, a través de la ampliación del Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR), mediante la masificación del Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE) –estos 2 últimos, para apoyar las balanzas de pagos ante la volatilidad y fortalecer el comercio regional en monedas locales respectivamente–, los daños se habrían aminorado en no menor medida para las naciones de América del Sur. No resultó así, América Latina y el Caribe crecerá menos de 1% este año, la tasa más baja de la última década como mínimo. Los Gobiernos del ‘progresismo’ decidieron permanecer en la inercia y ahora están pagando las consecuencias.

 ¿Cómo debería ser la relación del "Gigante asiático" con los demás países más lejanos a la órbita Estadounidense, como pueden ser los BRICS, el Mercosur, etc.?

El panorama mundial es muy crítico. China logró en 2009 impulsar las exportaciones de las economías de la región sudamericana, sirvió en buena medida como “colchón” para una buena parte de las economías emergentes, sobre todo para aquellas que exportan materias primas (‘commodities’). Sin embargo, las tasas de crecimiento de Pekín oscilarán entre 6 y 7% durante los próximos años. El nivel de importaciones también va ir en descenso. Asimismo, el comercio mundial se encuentra en su punto más bajo desde que estalló la crisis hipotecaria (‘subprime’) en Estados Unidos, en septiembre de 2008.

Durante el último año China ha firmado varios acuerdos de cooperación industrial con varios países, tal es el caso de Brasil y Argentina. En Chile se instaló la primera plaza financiera del yuan, que pretende entre otras cosas, incrementar los flujos de inversión denominados en yuanes.

Sin embargo, la evidencia muestra que los vínculos económicos (comercio e inversión) entre los países de América del Sur y China se concentran sobre todo en los productos primarios, en no más de 10 productos según apunta la Comisión Económica de América Latina y el Caribe (CEPAL).

Ante el imperialismo estadounidense, establecer alianzas con China, Rusia y otros países del BRICS, sí funciona como un mecanismo de contrapeso geopolítico a favor de los países latinoamericanos pero hay que ir más allá.

En plena Guerra Fría, para muchos quizás habría resultado impensable que China llevara a cabo la construcción de un tren continental para unir las aguas del Atlántico y el Pacífico a través de Brasil y Perú. Lo mismo sucede con la construcción del Canal de Nicaragua, que competirá cara a cara con el Canal de Panamá, que dicho sea de paso, ha estado siempre bajo el resguardo de Estados Unidos. No obstante, me parece que son proyectos que terminarán por fortalecer el comercio primario-exportador. La verdad es que China se esfuerza por garantizar su acceso a las materias primas (‘commodities’) y sobre todo, disminuir los costos y los tiempos de comercialización.

Parece casi imposible que esos proyectos vayan a impulsar la industrialización y el desarrollo económico de los países sudamericanos. Ojalá me equivoque. De cualquier forma estoy convencido de que es ingenuo pensar que China va a resolver los problemas estructurales de nuestra región. América Latina debe aprender a pensar por sí misma en lugar de buscar siempre una locomotora exterior que le sirva de arrastre.

 ¿Puede considerarse un factor claramente protector para la economía China –y mundial- el hecho de que su comercio exterior y su banca estén dirigidos desde el Estado?

Quizás en un principio. Como señalé con anterioridad, el proceso de apertura económica de China se ha desarrollado de manera gradual. Las Zonas Económicas Especiales, esas regiones de la costa asiática orientadas a la producción masiva de manufacturas son un claro ejemplo. Sí, es cierto que buena parte de las empresas chinas son estatales, lo mismo se puede decir de su sistema bancario.

Sin embargo, no olvidemos que en la medida en que China se vaya perfilando como una “economía madura”, es decir, avanzando en su desarrollo capitalista, en esa misma medida irá creciendo la participación de la iniciativa privada.

China es hoy uno de los principales receptores de inversión extranjera directa en el mundo. Establece asociaciones tecnológicas con una gran cantidad de países, sobre todo con Alemania, Francia y Estados Unidos, ese proceso se seguirá fortaleciendo.

Finalmente, como China intenta ahora centrarse más en la ampliación de su mercado interno disminuyendo el rol de la inversión y el comercio exterior en su patrón de acumulación, la privatización de su estructura productiva seguirá progresando.

Ya lo vemos en estos momentos con la privatización de algunos bancos. La apertura parcial de la cuenta de capitales apunta claramente a ese objetivo. Si China quiere internacionalizar el yuan, necesita impulsar el déficit de su cuenta corriente para así exportar “la moneda del pueblo” (‘renminbi’) a los demás países.

Si desea convertirse en una potencia financiera mundial, también deberá someterse a la volatilidad de los mercados financieros, disminuir la intervención estatal en la determinación del tipo de cambio y las tasas de interés. Empero, con las repetidas caídas del mercado bursátil que hemos visto durante las últimas semanas, quizás la apertura financiera se vuelva más lenta.


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Ariel Noyola Rodríguez es economista, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México. Contacto: noyolara@gmail.com. Twitter: @noyola_ariel.

Ciudad de México, 26 de agosto de 2015
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