EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Entrevista a Jorge Riechmann

«El sistema capitalista es inviable y tiene sus lustros contados»

Jorge Riechmann

 
Jorge Riechmann (Sevilla, 2013) | © Alejandro Luque / M'Sur
Jorge Riechmann (Sevilla, 2013) | © Alejandro Luque / M’Sur
No parece que el lugar más indicado para entrevistar a Jorge Riechmann (Madrid, 1962) sea un McDonald’s, pero el de la sevillana Estación de Santa Justa, donde nos citamos antes de su partida, es probablemente el más tranquilo de los alrededores. El día anterior, Riechmann ha presentado en la librería La Fuga su último libro,Fracasar mejor, y ya tiene otro recién salido de imprenta: El siglo de la gran prueba.
Ecosocialista, pacifista activo, agitador de conciencias, profesor universitario, poeta, traductor de autores como René Char o Henri Michaux, hay muchos Riechmann bajo la misma piel. Tratamos de hablar con todos ellos antes de que salga su AVE.
Quienes llevan muchos años ejerciendo de Pepito Grillo contracorriente, ¿se sienten al fin acompañados?
Diría que no. Por un lado, porque Casandra estaría deseosa de equivocarse respecto de la caída de Troya. Que una parte mayor de la población se asome a la inviabilidad del sistema político, social y cultural dominante es positivo, pero tiene uno la impresión de que esa toma de conciencia es relativamente limitada. Una de las pintadas de Sol en los días del 15-M decía: “Dormíamos y hemos despertado”. Es cierto en parte, pero me temo que la mayoría de la sociedad no desearía nada más que poder seguir durmiendo.
«La mayoría de la sociedad no desearía sino poder seguir durmiendo»
Terrible, ¿no?
Ayer recordaba una imagen muy cruda de Karl Polanyi, el antropólogo económico, que habla de lo que el capitalismo hace a la sociedad en términos de vivisección. Tenemos a una sociedad anestesiada sobre la mesa de disección, el paciente abre los ojos, se revuelve, pero en seguida vuelve a cerrarlos y sigue en reposo. Eso tiene que ver con que la nuestra no es solo una crisis financiera, sino de civilización, concepto que ya se usaba en los años 70, y que ha sido enmascarado por cierto auge económico. Pero cada vez tenemos menos margen de acción.
La Universidad, que podría haber liderado esa respuesta necesaria, ¿no ha estado también aletargada?
Me lo dicen a menudo, como se dice que los departamentos de Filosofía deberían tener una mayor conciencia crítica… Ahí también hay engaño, como si no fuera sencillo disociar los dichos de los hechos, la conciencia crítica del modo en que se vive. Los católicos se han apañado durante siglos para vivir de un modo distinto al de sus creencias más queridas, ¿por qué no van a hacer lo mismo los filósofos? Lo que sí es cierto es que cabía esperar mucho más de la comunidad universitaria, sobre todo en los últimos años, con esta reforma que es una estafa, una ruptura unilateral de algo que permitió durante muchos años desarrollar los servicios públicos de este país. Aunque solo fuera por interés gremial, la Universidad pública tendría que defenderse mucho, y no me refiero solo a los profesores: también al resto del personal de los centros, y a los alumnos.
¿En ese sentido, el ministro Wert ha hecho más por la unión de la comunidad universitaria que los rectores y decanos?
A veces, al oírle, parece un agente provocador de libro, de los que se preguntan: ¿con qué puedo alborotar mañana? Una de las formas de combatir las múltiples desigualdades del sistema es precisamente el acceso, con relativa facilidad, a la educación. Si eso se quiebra, el retroceso será enorme. En este sentido, cuando Wert decía que las protestas parecían una fiesta de cumpleaños, tenía bastante razón, aunque duela.
«Wert decía que las protestas parecían una fiesta de cumpleaños, y tenía razón, aunque duela»
Da la impresión de que ahora los jóvenes están muy movilizados, pero que caen con facilidad en ingenuidades que impiden avances significativos. ¿Lo ve así? 
La principal ingenuidad, y no solo afecta a la juventud, es aquello que señalaba Fredric Jameson, y es que nos resulta más fácil imaginarnos el fin del mundo que el fin del capitalismo.
¿Con qué consecuencias?
Ese estrechamiento del horizonte nos impide ver que el siglo XXI es el siglo de la gran prueba: si tenemos el suficiente arrojo, quizá logremos superarlo a través de un proceso de humanización, que es distinto de la hominización. Solo así dejaremos el que probablemente sea el periodo más difícil en 150.000 años largos de la especie.

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