Muerte en el altar de la economía
José Blanco
D
os modelos epidemiológicos, uno formulado por el Imperial College London y el otro por la Universidad de Oxford, han estado en pugna entre políticos de EU, según detecta el profesor Mark Blyth de la Universidad de Brown. El primer modelo estimó que el Covid-19 mataría a 500 mil personas en Reino Unido y hasta 2.2 millones en EU, en ausencia de medidas de mitigación. El de Oxford calculó que el virus habría infectado de manera leve a 40 por ciento de los británicos; como los casos críticos serían manejables, un cierre drástico de la economía podía ser innecesario.
EU y Gran Bretaña se inclinaron en un primer momento por el modelo de Oxford pero, ante el avance galopante de la epidemia, rectificaron (muy tarde); acto seguido, rectificaron nuevamente. Trump se volvió un cruzado insensato de la vuelta a la actividad, con alto riesgo de impulsar el contagio. En esa prisa están también Gran Bretaña y países de Europa septentrional. No obstante, el desastre económico puede ser muy distinto entre esos países. El neoliberalismo sentó sus reales en todas partes, pero las diferencias previsibles entre unos y otros derivan de marcos institucionales y patrones de crecimiento distintos.
Las economías de Europa septentrional, cuyos ingresos son altamente dependientes de las exportaciones (entre 40 y 80 por ciento como proporción del PIB), poseen altas cargas impositivas y, para asegurar la vida de sus ciudadanos frente a las crisis globales, cuentan con amortiguadores sociales: créditos blandos en plazos y tasas de interés. La deuda de los hogares en Dinamarca, Holanda y Noruega es más del doble que la de los hogares de EU (OCDE).
EU representa la cuarta parte del PIB mundial; no es extraño que sea un exportador a gran escala de productos primarios, manufacturas, petróleo, aeronaves, servicios, programas informáticos y mucho más; no obstante, el principal impulso de su economía ha sido siempre el consumo interno (68.14 por ciento del PIB en 2018). Con una delgada sombra por estado de bienestar, un sector financiero gigante e impuestos bajos comparados con los países europeos aludidos, el crecimiento de la deuda de los ciudadanos no puede jugar un papel activo en una crisis catastrófica como la que ha empezado a vivir.
El patrón de crecimiento de EU depende del gasto de los salarios para funcionar. Sin embargo, éstos han caído verticalmente mientras los saldos de las tarjetas de crédito, los préstamos a los estudiantes y las deudas por atención médica se acumulan a ritmo sin precedente.
Ante los colapsos de su economía, EU de ordinario rescata su sistema financiero para mantener el crédito, y deja que el golpe se absorba a través del desempleo, la contracción de los salarios y las políticas de austeridad. Pero el manejo inepto del Covid-19 no es un colapso
normal.
En la crisis financiera de 2008, las fuertes caídas en los mercados financieros mundiales fueron
corregidasmediante recortes de las tasas de interés y los programas de compra de bonos. Pero esta vez, la acción de la Fed no ha tenido su habitual efecto sedante: los mercados financieros, aún con oxígeno extra, siguen dando tumbos. El Congreso aprobó un paquete de estabilización de 2 billones de dólares, pero el gobierno vive vacilaciones y dudas por cómo y a quién rescatar. Esas dudas nacen de las tensiones de su propio patrón de crecimiento: rescatar al capital y esperar un
ajuste automáticoa través del desempleo y una depresión salarial profunda es imposible dada la magnitud del cierre.
La Fed y el Congreso buscan poner un piso a los precios de los activos rescatando a las empresas, pero el piso básico del consumo se ha desfondado porque una cifra cercana a un tercio de la fuerza de trabajo ha sido despedida y el resto en gran proporción aún permanece en confinamiento. Lo que sobrevino fue el colapso simultáneo de múltiples cadenas de producción y distribución –la oferta– y del consumo.
La de Trump puede no ser una cruzada obtusa, sino una apuesta por las previsiones del modelo epidemiológico del Imperial College London, con cientos de miles de estadunidenses muertos. Hace un mes, el republicano Dan Patrick (70 años), vicegobernador de Texas, dijo sin ambages que los ancianos deben morir para salvar la economía:
creo que hay muchos abuelos en este país como yo, indicó en apoyo de Trump. En eso está también Bolsonaro con su tarado desdén por el resfriadinho.
Los gobiernos de México ubicaron siempre como de la más alta prioridad, la relación con EU. Desde el siglo XIX. En esta contingencia y de cara al mediano y largo plazo, la 4T debe dar un seguimiento con lupa a la evolución de la pandemia y el desastre económico de EU. Poner demasiados huevos en la canasta yanqui nunca ha sido más peligroso. Las dificultades para preservar la vida y el sustento de las y los mexicanos pueden crecer a galope. Trabajar por un internacionalismo decente es imperativo urgente.
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