Francia. Sindicalismo
El congreso de la CGT afronta sus dificultades estructurales
20/05/2019 | Sophie Béroud
Una situación inédita: en congreso, la CGT afronta sus dificultades estructurales
Beroud, Sophie
La celebración del 52° Congreso de la CGT en Dijon del 13 al 17 de mayo de 2019 plantea en los media un cierto número de interrogantes sobre el estado de la organización y sobre su capacidad para desempeñar un papel central como actor en las relaciones profesionales y en la protesta social. Así, se ha hecho referencia a varias dificultades encontradas por la CGT: el hecho de que de nuevo esté perdiendo en afiliación, con 653.000 miembros en la actualidad, a pesar de que había logrado estabilizar sus efectivos desde fines de la década de 1990 (compensando las bajas por jubilación con nuevas adhesiones) y la pérdida del primer liderazgo, en términos de los resultados de las elecciones profesionales y de medición de la representatividad sindical, en el sector privado y en la función pública en 2018.
Algo suficientemente raro para ser subrayado es que el carácter pesimista de los diagnósticos realizados por los periodistas parecen estar compartidos incluso por el líder principal de la organización: en una conferencia de prensa frente a la Asociación de Periodistas de Información Social (APIS), Philippe Martínez ha constatado que el perímetro de la influencia de la CGT es en la actualidad muy limitado. Éste, en los distintos ámbitos, no cubriría más del 42% del mundo del trabajo. "Si no hacemos nada, estoy muy preocupado por mi organización", dijo. "Los chalecos amarillos que reúnen a mujeres, jubilados, asalariados de pequeñas empresas, precarios, son el reflejo de nuestros desiertos sindicales".
De un congreso a otro, de la oposición a la Ley del trabajo al movimiento de los chalecos amarillos
El hecho de que un congreso sea un momento de visibilidad en el espacio mediático de una organización, con una tonalidad negativa o positiva, no es nuevo: es incluso una de las funciones asignadas a este tipo de instancias, lo que a su vez permite dar a conocer posicionamientos (declaración del congreso, llamamiento a la movilización) frente a otras organizaciones, la patronal y las autoridades públicas, pero también para (re)producir hitos ideológicos y simbólicos dirigidos al cuerpo militante. La nueva dimensión puede deberse aquí a la conjunción de miradas peyorativas. En un momento en que el movimiento de los chalecos amarillos continúa desarrollándose, la CGT parece enredada en contradicciones internas.
Es cierto que la comparación entre dos congresos pueden ser sorprendentes: durante su congreso anterior, en Marsella en 2016, los militantes de la CGT desempeñaron un papel destacado en la oposición a la Ley sobre el Trabajo. La emergencia del movimiento Nuit débout, ocupando la plaza Republique ayudó a interpelar a la dirección de la central sobre su repertorio de acciones de protesta: ¿son suficientes los repetitivos días de acción? Finalmente se estableció una cierta articulación, ciertamente no sin tensiones, entre las modalidades de acción implementadas por una intersindical dominada por la CGT y aquellas favorecidas por quienes participaban en Nuit debout.
Los debates en el 51º Congreso Confederal a finales de abril del 2016 también estuvieron fuertemente influenciados por el espacio que ocupaba la organización en la construcción del movimiento, un espacio tranquilizador para los militantes y beneficioso para el equipo de dirección de entonces. Si bien había sucedido a Thierry Lepaon en un contexto de crisis interna, Philippe Martínez fue elegido al frente de la CGT por la nueva comisión ejecutiva beneficiándose de la legitimidad de las federaciones y reforzando una imagen de líder combativo. En 2019, el 52º Congreso Confederal se desarrolla de nuevo en un contexto de movilización social, pero éste ha surgido fuera de los sindicatos, si bien las consignas del mismo sobre la justicia fiscal y el poder adquisitivo forman parte de la agenda reivindicativa de la CGT. Sin duda, en la historia de la CGT es un hecho novedoso que un movimiento social que involucra a una parte del mundo del trabajo sea tan externo a ella.
Pero sería un error pensar que los problemas destacados con motivo de este 52º congreso son nuevos. Al contrario, se refieren a dificultades estructurales que se conocen desde hace mucho tiempo y que, al menos algunas de ellas, se plantean como problemas en las instancias internas de la CGT. Así, dos tipos de problemas están más o menos documentados en el discurso militante y se formulan como tales: el primero tiene que ver con la organizativa de la CGT, es decir, la forma como se piensa su organización interna en relación con las características de las empresas, los sectores de actividad y los territorios. El segundo, con la forma de llevar a cabo los debates en las diferentes instancias de la confederación, a la forma de pensar tanto la autonomía como la cooperación entre sus diferentes componentes y la designación de los dirigentes.
Una estructura que no se corresponde con las transformaciones [en el mundo] del trabajo
El mal es conocido en la CGT y es objeto de una profunda reflexión interna desde inicios de la década de los 2000. Los datos que ofrece la organización permiten ver cómo su base adherente permanece implantada en las grandes empresas de los sectores público y privado y en la función pública. Sintetizando, se puede decir que la CGT organiza a parte de las clases populares y de las pequeñas clases medias envejecidas -especialmente los sectores empleados, en menor medida los obreros- que siguen disfrutando de formas estables de empleo.
Su estructura básica es el sindicato de empresa. Cuenta así con cerca de veinte mil bases [secciones sindicales]. Sin embargo, solo una fracción muy pequeña de estos sindicatos tiene varios miembros, más allá de quienes ocupan el cargo o son elegidos, y llevan una vida militante (es decir, reuniones, actividades como la distribución de octavillas, etc.). Casi el 13% de los miembros activos de la organización se consideran aislados, es decir, son los únicos miembros en su lugar de trabajo y su contacto con la organización a veces se reduce a recibir el periódico Ensemble.
En algunos casos, estos miembros aislados –se puede pensar aquí en las sindicadas del sector de comercio, de la ayuda a domicilio, o también de la EHPAD [residencias para personas mayores dependientes, ndt]- tienen vínculos con los militantes presentes en las uniones locales. Uniones locales que desempeñan un papel muy importante en el seguimiento de las nuevassecciones; en particular, en las pequeñas y medianas empresas. Pero los sindicatos locales son los parientes pobres en la estructura de la CGT: tienen muy pocos medios financieros y militantes y su animación a menudo la llevan a cabo militantes jubilados/as, provenientes de grandes estructuras del sector público o del privado.
Estos miembros aislados rara vez se relaciones con las federaciones profesionales, que son las que detentan el poder real en la confederación: su ámbito de actuación es el resultado de un proceso histórico, de adaptación a los convenios colectivos o a las empresas. Agrupan desde más de ochenta mil asalariados/as a menos de un millar (como la federación de oficiales de la marina mercante...) Sin embargo, estas federaciones son muy reacias a cambiar su ámbito para adaptarlo a la transformación del sector profesional y del empleo en el mismo. En los grandes sindicatos de empresa, que constituyen el núcleo duro de estas federaciones profesionales, las y los militantes se ven absorbidos por los problemas de la negociación en la empresa y por el ritmo sostenido de esta. Y mucho más actualmente, cuando debido a la profunda transformación de las instancias representativas del personal, como la puesta en pié del Comité social y económico (CSE) [sustituyendo, fusionándolos, al comité de empresa y el de seguridad e higiene en el trabajo], que redujo el número de miembros e incluso los créditos horarios.
Por tanto, y aunque algunos militantes, particularmente los de las uniones locales, piden un replanteamiento de su papel para liderar iniciativas de sindicalización en los sectores de actividad precarizados, los y las militantes más activos en las federaciones profesionales tienden a pensar su actividad ceñida solo a nivel de empresa, o grupo, sin poder liberar tiempo para otras iniciativas.
Por ello, la CGT está desgarrada entre estas diferentes lógicas de funcionamiento. El sindicato construido a nivel la empresa sigue siendo considerado como la estructura básica y la base de la representación democrática en su seno aún cuando para muchos asalariados que han dado el paso de adherirse en pequeñas empresas y en los sectores precarizados, la construcción de colectivos es extremadamente complicada. Estos y estas delegadas, a veces con poca experiencia, se enfrentan tanto a la rotación las plantillas en su sector, como también a la represión patronal. Disponen de muy pocos medios, tanto en términos de crédito horario como de recursos (jurídicos, financieros, etc.). Se les pide construir sindicatos de empresa allí donde no pueden hacerlo y donde serían necesarias otras formas de organización: sindicatos departamentales, sindicatos de área, sindicatos multiprofesionales…
Dificultades para redefinir las reglas de debate y de decisiones
Los obstáculos para el despliegue de las estructuras de la CGT hacia amplios sectores del mundo del trabajo que no organiza, o incluso a los que no llega, se conocen de sobra en su seno. Las medidas para remediarlo se discuten de congreso en congreso, pero nunca se implementan de forma prioritaria. Se han realizado y se siguen realizando experiencias a nivel local, en ciertos sectores de actividad, para dirigirse a asalariados y asalariadas de empresas subcontratistas, a trabajadores y trabajadoras temporales o para federar a la gente precaria en el mismo sector de actividad, más allá de las empresas que los empleen. Sin embargo, estas experiencias siguen siendo fragmentarias. Están lejos de ser objeto de una apropiación colectiva, dado que los debates en la organización se construyen sobre otras bases.
La toma de distancia en relación al PCF en la década de 1990 obligó a la CGT a garantizar la formación completa de sus militantes y a producir sus propios referentes, su propia línea. Los efectos de este proceso de empoderamiento todavía se sienten en la organización. Un lado positivo de ello es que la CGT no conoció la misma trayectoria decreciente que el PCF y pudo agrupar a miembros de sensibilidades diversas pero en su mayoría ancladas a la izquierda. Pero también existen aspectos negativos: las reglas del debate interno, las formas de discutir una orientación, de designar un dirigente, no se han adaptado a las prácticas y a las expectativas de un cuerpo militante parcialmente renovado.
El rechazo de cualquier tendencia o corriente interna congela los debates o los desplaza hacia polémicas extremadamente codificadas. En este congreso apareció una oposición interna que agrupaba a varios sindicatos (entre ellos el de Goodyear, Info’Com) que se definen como defensores de una posición de lucha de clases. También una serie de federaciones profesionales (agro-alimentación, química, comercio) expresaron sus críticas a la línea confederal, destacando la necesidad de abandonar la Confederación Europea de Sindicatos (CES) para unirse a la Federación Sindical Mundial (FSM), estructura internacional heredada de la URSS.
Estos debates, altamente codificados, reservados a un núcleo de militantes muy politizados, pasan por alto en gran medida las representaciones de la gran mayoría de los militantes de la organización que contribuyen a hacer que se mantenga cotidianamente. Estos últimos, aunque son portadores de reflexiones sobre las dificultades de hacer vivir a los colectivos y las movilizaciones, tienen la impresión de no encontrar dónde expresarse y, a veces, tienen poco interés en los textos y en el desarrollo de un congreso que se supone que debe representarlos. Las lógicas de inercia en la CGT están vinculadas a las relaciones internas de poder que oponen las federaciones poderosas, detentadoras de recursos, a la confederación o a las federaciones entre ellas, pero también a un proceso laborioso para hacer vivir espacios de discusión en contacto con la realidad de las actividades militantes.
Sophie Béroud,Politóloga, profesora de Ciencia Política en la Universidad Lumière Lyon
http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article48862
Traducción: viento sur
Beroud, Sophie
La celebración del 52° Congreso de la CGT en Dijon del 13 al 17 de mayo de 2019 plantea en los media un cierto número de interrogantes sobre el estado de la organización y sobre su capacidad para desempeñar un papel central como actor en las relaciones profesionales y en la protesta social. Así, se ha hecho referencia a varias dificultades encontradas por la CGT: el hecho de que de nuevo esté perdiendo en afiliación, con 653.000 miembros en la actualidad, a pesar de que había logrado estabilizar sus efectivos desde fines de la década de 1990 (compensando las bajas por jubilación con nuevas adhesiones) y la pérdida del primer liderazgo, en términos de los resultados de las elecciones profesionales y de medición de la representatividad sindical, en el sector privado y en la función pública en 2018.
Algo suficientemente raro para ser subrayado es que el carácter pesimista de los diagnósticos realizados por los periodistas parecen estar compartidos incluso por el líder principal de la organización: en una conferencia de prensa frente a la Asociación de Periodistas de Información Social (APIS), Philippe Martínez ha constatado que el perímetro de la influencia de la CGT es en la actualidad muy limitado. Éste, en los distintos ámbitos, no cubriría más del 42% del mundo del trabajo. "Si no hacemos nada, estoy muy preocupado por mi organización", dijo. "Los chalecos amarillos que reúnen a mujeres, jubilados, asalariados de pequeñas empresas, precarios, son el reflejo de nuestros desiertos sindicales".
De un congreso a otro, de la oposición a la Ley del trabajo al movimiento de los chalecos amarillos
El hecho de que un congreso sea un momento de visibilidad en el espacio mediático de una organización, con una tonalidad negativa o positiva, no es nuevo: es incluso una de las funciones asignadas a este tipo de instancias, lo que a su vez permite dar a conocer posicionamientos (declaración del congreso, llamamiento a la movilización) frente a otras organizaciones, la patronal y las autoridades públicas, pero también para (re)producir hitos ideológicos y simbólicos dirigidos al cuerpo militante. La nueva dimensión puede deberse aquí a la conjunción de miradas peyorativas. En un momento en que el movimiento de los chalecos amarillos continúa desarrollándose, la CGT parece enredada en contradicciones internas.
Es cierto que la comparación entre dos congresos pueden ser sorprendentes: durante su congreso anterior, en Marsella en 2016, los militantes de la CGT desempeñaron un papel destacado en la oposición a la Ley sobre el Trabajo. La emergencia del movimiento Nuit débout, ocupando la plaza Republique ayudó a interpelar a la dirección de la central sobre su repertorio de acciones de protesta: ¿son suficientes los repetitivos días de acción? Finalmente se estableció una cierta articulación, ciertamente no sin tensiones, entre las modalidades de acción implementadas por una intersindical dominada por la CGT y aquellas favorecidas por quienes participaban en Nuit debout.
Los debates en el 51º Congreso Confederal a finales de abril del 2016 también estuvieron fuertemente influenciados por el espacio que ocupaba la organización en la construcción del movimiento, un espacio tranquilizador para los militantes y beneficioso para el equipo de dirección de entonces. Si bien había sucedido a Thierry Lepaon en un contexto de crisis interna, Philippe Martínez fue elegido al frente de la CGT por la nueva comisión ejecutiva beneficiándose de la legitimidad de las federaciones y reforzando una imagen de líder combativo. En 2019, el 52º Congreso Confederal se desarrolla de nuevo en un contexto de movilización social, pero éste ha surgido fuera de los sindicatos, si bien las consignas del mismo sobre la justicia fiscal y el poder adquisitivo forman parte de la agenda reivindicativa de la CGT. Sin duda, en la historia de la CGT es un hecho novedoso que un movimiento social que involucra a una parte del mundo del trabajo sea tan externo a ella.
Pero sería un error pensar que los problemas destacados con motivo de este 52º congreso son nuevos. Al contrario, se refieren a dificultades estructurales que se conocen desde hace mucho tiempo y que, al menos algunas de ellas, se plantean como problemas en las instancias internas de la CGT. Así, dos tipos de problemas están más o menos documentados en el discurso militante y se formulan como tales: el primero tiene que ver con la organizativa de la CGT, es decir, la forma como se piensa su organización interna en relación con las características de las empresas, los sectores de actividad y los territorios. El segundo, con la forma de llevar a cabo los debates en las diferentes instancias de la confederación, a la forma de pensar tanto la autonomía como la cooperación entre sus diferentes componentes y la designación de los dirigentes.
Una estructura que no se corresponde con las transformaciones [en el mundo] del trabajo
El mal es conocido en la CGT y es objeto de una profunda reflexión interna desde inicios de la década de los 2000. Los datos que ofrece la organización permiten ver cómo su base adherente permanece implantada en las grandes empresas de los sectores público y privado y en la función pública. Sintetizando, se puede decir que la CGT organiza a parte de las clases populares y de las pequeñas clases medias envejecidas -especialmente los sectores empleados, en menor medida los obreros- que siguen disfrutando de formas estables de empleo.
Su estructura básica es el sindicato de empresa. Cuenta así con cerca de veinte mil bases [secciones sindicales]. Sin embargo, solo una fracción muy pequeña de estos sindicatos tiene varios miembros, más allá de quienes ocupan el cargo o son elegidos, y llevan una vida militante (es decir, reuniones, actividades como la distribución de octavillas, etc.). Casi el 13% de los miembros activos de la organización se consideran aislados, es decir, son los únicos miembros en su lugar de trabajo y su contacto con la organización a veces se reduce a recibir el periódico Ensemble.
En algunos casos, estos miembros aislados –se puede pensar aquí en las sindicadas del sector de comercio, de la ayuda a domicilio, o también de la EHPAD [residencias para personas mayores dependientes, ndt]- tienen vínculos con los militantes presentes en las uniones locales. Uniones locales que desempeñan un papel muy importante en el seguimiento de las nuevassecciones; en particular, en las pequeñas y medianas empresas. Pero los sindicatos locales son los parientes pobres en la estructura de la CGT: tienen muy pocos medios financieros y militantes y su animación a menudo la llevan a cabo militantes jubilados/as, provenientes de grandes estructuras del sector público o del privado.
Estos miembros aislados rara vez se relaciones con las federaciones profesionales, que son las que detentan el poder real en la confederación: su ámbito de actuación es el resultado de un proceso histórico, de adaptación a los convenios colectivos o a las empresas. Agrupan desde más de ochenta mil asalariados/as a menos de un millar (como la federación de oficiales de la marina mercante...) Sin embargo, estas federaciones son muy reacias a cambiar su ámbito para adaptarlo a la transformación del sector profesional y del empleo en el mismo. En los grandes sindicatos de empresa, que constituyen el núcleo duro de estas federaciones profesionales, las y los militantes se ven absorbidos por los problemas de la negociación en la empresa y por el ritmo sostenido de esta. Y mucho más actualmente, cuando debido a la profunda transformación de las instancias representativas del personal, como la puesta en pié del Comité social y económico (CSE) [sustituyendo, fusionándolos, al comité de empresa y el de seguridad e higiene en el trabajo], que redujo el número de miembros e incluso los créditos horarios.
Por tanto, y aunque algunos militantes, particularmente los de las uniones locales, piden un replanteamiento de su papel para liderar iniciativas de sindicalización en los sectores de actividad precarizados, los y las militantes más activos en las federaciones profesionales tienden a pensar su actividad ceñida solo a nivel de empresa, o grupo, sin poder liberar tiempo para otras iniciativas.
Por ello, la CGT está desgarrada entre estas diferentes lógicas de funcionamiento. El sindicato construido a nivel la empresa sigue siendo considerado como la estructura básica y la base de la representación democrática en su seno aún cuando para muchos asalariados que han dado el paso de adherirse en pequeñas empresas y en los sectores precarizados, la construcción de colectivos es extremadamente complicada. Estos y estas delegadas, a veces con poca experiencia, se enfrentan tanto a la rotación las plantillas en su sector, como también a la represión patronal. Disponen de muy pocos medios, tanto en términos de crédito horario como de recursos (jurídicos, financieros, etc.). Se les pide construir sindicatos de empresa allí donde no pueden hacerlo y donde serían necesarias otras formas de organización: sindicatos departamentales, sindicatos de área, sindicatos multiprofesionales…
Dificultades para redefinir las reglas de debate y de decisiones
Los obstáculos para el despliegue de las estructuras de la CGT hacia amplios sectores del mundo del trabajo que no organiza, o incluso a los que no llega, se conocen de sobra en su seno. Las medidas para remediarlo se discuten de congreso en congreso, pero nunca se implementan de forma prioritaria. Se han realizado y se siguen realizando experiencias a nivel local, en ciertos sectores de actividad, para dirigirse a asalariados y asalariadas de empresas subcontratistas, a trabajadores y trabajadoras temporales o para federar a la gente precaria en el mismo sector de actividad, más allá de las empresas que los empleen. Sin embargo, estas experiencias siguen siendo fragmentarias. Están lejos de ser objeto de una apropiación colectiva, dado que los debates en la organización se construyen sobre otras bases.
La toma de distancia en relación al PCF en la década de 1990 obligó a la CGT a garantizar la formación completa de sus militantes y a producir sus propios referentes, su propia línea. Los efectos de este proceso de empoderamiento todavía se sienten en la organización. Un lado positivo de ello es que la CGT no conoció la misma trayectoria decreciente que el PCF y pudo agrupar a miembros de sensibilidades diversas pero en su mayoría ancladas a la izquierda. Pero también existen aspectos negativos: las reglas del debate interno, las formas de discutir una orientación, de designar un dirigente, no se han adaptado a las prácticas y a las expectativas de un cuerpo militante parcialmente renovado.
El rechazo de cualquier tendencia o corriente interna congela los debates o los desplaza hacia polémicas extremadamente codificadas. En este congreso apareció una oposición interna que agrupaba a varios sindicatos (entre ellos el de Goodyear, Info’Com) que se definen como defensores de una posición de lucha de clases. También una serie de federaciones profesionales (agro-alimentación, química, comercio) expresaron sus críticas a la línea confederal, destacando la necesidad de abandonar la Confederación Europea de Sindicatos (CES) para unirse a la Federación Sindical Mundial (FSM), estructura internacional heredada de la URSS.
Estos debates, altamente codificados, reservados a un núcleo de militantes muy politizados, pasan por alto en gran medida las representaciones de la gran mayoría de los militantes de la organización que contribuyen a hacer que se mantenga cotidianamente. Estos últimos, aunque son portadores de reflexiones sobre las dificultades de hacer vivir a los colectivos y las movilizaciones, tienen la impresión de no encontrar dónde expresarse y, a veces, tienen poco interés en los textos y en el desarrollo de un congreso que se supone que debe representarlos. Las lógicas de inercia en la CGT están vinculadas a las relaciones internas de poder que oponen las federaciones poderosas, detentadoras de recursos, a la confederación o a las federaciones entre ellas, pero también a un proceso laborioso para hacer vivir espacios de discusión en contacto con la realidad de las actividades militantes.
Sophie Béroud,Politóloga, profesora de Ciencia Política en la Universidad Lumière Lyon
http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article48862
Traducción: viento sur
Yo os recomiendo hacer las actividades para empresas con Kopernico, sus team building son siempre un éxito
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