Doble presión migratoria
L
a afluencia masiva de migrantes en situación irregular que ingresan a México con la intención de llegar a Estados Unidos y la política cada día más hostil del gobierno estadunidense contra ellos, configuran un escenario de enorme complejidad y consecuencias potencialmente trágicas dentro de nuestro país.
Por un lado, las estaciones migratorias de la frontera sur se encuentran completamente colapsadas por el volumen de solicitantes de asilo, en su mayoría provenientes de Honduras, Guatemala, El Salvador y Venezuela. De acuerdo con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), sólo en los primeros tres meses del año han ingresado 12 mil 716, y el Instituto Nacional de Migración (INM) reporta que 5 mil 366 de ellos permanecen en distintos centros del área fronteriza, en espera de documentos que les permitan regularizar su estancia en México.
A la vez, los principales puntos de cruce de la frontera norte viven el hacinamiento de quienes se encuentran a la espera de que las autoridades estadunidenses les concedan audiencia para reconocerlos como refugiados. Debido a los deliberados retrasos implementados por Washington, los solicitantes de asilo deberán esperar semanas antes de ser recibidos y luego varios meses mientras se procesa su solicitud sin ninguna garantía de aprobación, todo ello mientras permanecen en territorio mexicano sin recursos económicos y alojados en albergues que acusan una severa sobresaturación.
Además de las conocidas vejaciones que suelen padecer los migrantes que atraviesan nuestro país en su camino hacia el norte, en semanas recientes se han producido episodios lamentables que recuerdan la urgencia de regularizar y ordenar su tránsito por el territorio mexicano: el 7 de marzo pasado, 23 centroamericanos murieron y otros 29 resultaron heridos en un accidente carretero en Chiapas, mientras apenas ayer 34 personas debieron ser hospitalizadas, después del que el camión en el que viajaban volcó sobre la carretera federal costera del Golfo de México en Veracruz.
Como afirmó a este diario el investigador del Colegio de la Frontera Norte, José María Ramos García, esta doble presión supone para nuestro país el desafío de construir una nueva agenda migratoria binacional con su vecino del norte, destino final de una importante mayoría de quienes ingresan a territorio nacional en condiciones por demás precarias.
Pese a la renuencia de la administración federal estadunidense para encarar el fenómeno migratorio desde cualquier perspectiva distinta a la de la paranoia securitista, debe insistirse en que quienes migran no lo hacen por gusto, sino empujados por la falta de oportunidades en sus naciones de origen e incluso como único recurso a su alcance para preservar sus vidas ante el recrudecimiento de la violencia criminal, por lo que la obvia respuesta realista ante dicha problemática pasa por abordar sus causas de manera integral y humanista.La jornada
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