Elecciones 28-A 2019
Resultados, tendencias y perspectivas políticas
30/04/2019 | Ernesto M. Díaz
Los resultados de las pasadas elecciones andaluzas dejaron a todos y todas con el aliento contenido y la sangre helada. Indicaban una tendencia que si se confirmaba al alza auguraba pronósticos solo comparables a las peores previsiones del final de “Juego de Tronos”. Pero en contra de lo que se esperaba, los resultados no han sido un total desastre. El tablero se ha movido lo justo para dejar unos resultados que permiten soñar con un horizonte que no está marcado por un tsunami neoliberal radical, sino por una situación de pausa relativa del panorama político. Y esto es de agradecer cuando las posibilidades de una ofensiva para ganar derechos son reducidas.
Pero los peligros acechan en potencia. Si el gobierno que se forme no da salida a la crisis del conflicto nacional-territorial así como de los problemas sociales que vivimos, si el gobierno que se forme no da pasos decididos para tratar los problemas de forma radical (desde la raíz del problema), corremos el peligro de una redoblada radicalización derechista que podría arrasar en el medio plazo.
Campaña y resultados
Los resultados generales arrojan datos importantes: 1, se ha puesto freno (¿temporal?) a una lepenización de gran parte de la sociedad; 2, el conflicto nacional-territorial sigue marcando la agenda; 3 los números no permiten un cambio claro de la situación.
PP: entre la recuperación económica mariana y el giro ultrareaccionario
El valor seguro pretendía ser un lema continuista con el discurso de la recuperación económica de Rajoy. Las permanentes falsedades sobre las bondades de la generación de empleo en la era Rajoy entroncaban con la utopía marianista de la recuperación económica. Este era uno de los centros de campañadel PP de Casado.
Pero Casado no se ha reducido a la continuidad de su sucesor. No podía. Ha radicalizado el programa, el discurso, el tono y las formas a sabiendas de que había una disputa por el espacio más a la derecha con Cs y Vox. Pero está por ver si esta radicalización no es uno de los elementos que ha hecho que la abstención haya crecido entre un electorado que se caracteriza por su avanzada edad. Este sector electoral era el verdadero valor seguro del PP y es más que probable que se haya visto abrumado por el giro radical.
Por último, el giro tampoco convencía a los sectores verdaderamente ultras de votantes populares, que ven en Vox una fuerza en auge con valores más patriotas que los del PP, que no tiene un pasado tan marcado por la corrupción y que además gana votos de la abstención por despertar una verdadera ilusión patriotista.
Todos estos elementos han hecho que la fuga de voto a Cs y Vox haya sido grande y que el partido haya cosechado uno de los peores resultados nunca obtenidos. El voto útilde derecha que invocaba Casado puede volverse en su contra: con tanta bajada de votos pueden situarse dentro de un tiempo por debajo de Cs.
No está del todo claro cuál es la salida del PP de su actual situación. Pero es más que posible que sin una hoja de ruta clara para reorientar estratégicamente el partido y sus perspectivas tengamos en los próximos meses más casos como el del salto de Ángel Garrido del PP a Cs. Y lo más probable es que los primeros saltos se den de forma oportunista en aquellos municipios y regiones donde se ha confirmado el sorpasso de derechas que previsiblemente puede repetirse en las próximas elecciones.
Cs: disputa a Vox como tarea central
La fuerza de Rivera suma en torno a un millón de votos desde las últimas elecciones generales, pero no suma tanto como sumó en Andalucía ni tanto como se esperaban.
Al igual que el PP, Cs se ha visto fuertemente condicionado por la irrupción de Vox y las perspectivas de auge que se encontraban claramente hinchadas. Un contrincante a la derecha con una tendencia que se esperaba claramente en auge y disputando su electorado solo podía saldarse con un recrudecimiento aún mayor de la política de Rivera.
Y salvó la papeleta bastante bien a costa de fijar el debate justo donde lo hacía Vox y a costa de exagerar tremendamente el gesto. Así ha evitado que una parte de su potencial electorado fuera a Vox. Pero también ha ganado una parte del electorado que se fugaba del PP pero que ve de momento el discurso de Abascal como una posición excesivamente radical.
El tiempo parece ir a favor de Cs. Si continúa con esa combinación de elementos, si el PP no consigue reorientarse y si el PSOE no avanza en derechos, es probable que siga subiendo y desbanque al PP como segunda fuerza en meses.
Si el tiempo va a su favor, lo lógico para ellos es dejar que pase tranquilamente sin comprometerse en ningún tipo de gobierno con el PSOE. Rivera parece tener esto claro y lo ha marcado como seña de identidad en campaña. Hay una mínima posibilidad de que se deje llevar por las tentaciones gobernistas pero solo sería justificable afirmando que “si no es conmigo será con los independentistas. Así que mejor conmigo que frenaré al separatismo desde dentro”. Pero es casi descartable.
Vox: freno inesperado, agua de mayo
La gran noticia de los resultados electorales fueron los resultados de Vox. A lo largo de la campaña y de la jornada electoral crecían las especulaciones sobre una subida sin techo seguro de Vox, amenazando con superar a UP.
Por lo tanto, una irrupción con el mismo porcentaje que el obtenido en las elecciones andaluzas (en torno al 10%) en un contexto de previsión de un adelanto a UP no es mal dato. Permite respirar algo más tranquilos aunque los peligros sean obvios.
Sin embargo, esto no deja de ser consuelo de tontos. Detrás de los números se esconde una verdad muy oscura. Un porcentaje de ese electorado es claramente obrero. Es posible que no sea el componente mayoritario, pero hubo voto obrero en barrios claramente habitados por clase trabajadora.
Es un sector que políticamente no se ha reconocido nunca en ningún partido y que solo cree que una opción autoritaria puede cambiar una situación social tremendamente difícil. O que se ha sentido tan decepcionado por el PSOE que no cree que sociológicamente tenga que haber una relación necesaria entre el trabajador y la izquierda.
A diferencia de Cs, el tiempo no tiene por qué correr a favor de Vox. Cs puede hacer de tapón al crecimiento de Vox, aunque solo a costa de que el propio Cs se vuelva en la práctica un poco Vox. Esto es lo que Cs ha intentado y lo que previsiblemente hará.
De afirmarse lo contrario, un acuerdo de Rivera con el PSOE colocaría a Cs en el terreno de la “derechita cobarde” que invocaba Abascal.Este puede ser terreno para un crecimiento paulatino del voto a Vox. En todo caso, su futuro inmediato no parece depender completamente de él sino de lo que pueda hacer Cs.
PSOE: entre la ilusión sanchista y el voto útil
La ilusión por el sanchismo y el voto útil al PSOE para frenar al auge de las derechas se han conjurado para arrojar más de 7 millones de votos y 123 escaños.
Los resultados no se explican únicamente por la configuración del voto útil frente a las derechas. La recuperación de dos millones de votos desde el 2016 solo es explicable por ese fenómeno de reilusión artificial del voto socialista con la victoria de Pedro Sánchez. Esta reilusión ha canalizado una parte del voto que iba dirigido a Unidas Podemos por la vía del miedo al tridente de derechas.
Sánchez cabalga sobre una épica muy atractiva y que viene ya de lejos: fue capaz de superar el sabotaje de sus barones, anunciar un giro a la izquierda (aunque solo a nivel discursivo) del partido, defenestrar a Rajoy y poner una pausa (que no solución) al conflicto nacional-territorial. Hoy esa épica se refuerza con la victoria electoral y puede fidelizar al voto socialista durante un buen tiempo.
Sin embargo, aunque atractiva, la épica del giro a la izquierda del sanchismo es una épica hueca. En cierto sentido, este giro a la izquierda se puede comparar con la existencia de Dios: muchos creen en él y aunque no se puede descartar completamente su existencia, nadie lo ha visto manifestarse con claridad en los hechos.
Esta misma mezcla de reilusión y voto útil es lo que explica una removilización del voto socialista que es patente en sitios como en Andalucía, donde una parte de los socialistas que se habían abstenido en las elecciones andaluzas han preferido volver a votar al PSOE. Este dato andaluz no es anecdótico. Representa casi medio millón de votos, un cuarto del total de la subida del PSOE en estas elecciones generales se produce en Andalucía donde ya hay algo de recorrido del trifachito.
El sanchismo cuenta, sin embargo, con un problema central. En el contexto en el que nos encontramos no tiene espacio para el inmovilismo. El voto socialista es un voto que exige recuperación de derechos y una salida a las exigencias de las naciones sin estado. Si Sánchez no está a la altura de ambas, el fenómeno de reilusión puede volverse en su contra y traducirse en un hundimiento del PSOE en el medio plazo que volvería a situar a las derechas reforzadas en el centro del escenario.
El PSOE ya ha anunciado que intentará gobernar en solitario. Sánchez es preso de la ilusión que él mismo ha generado: le gustaría llegar a un pacto con Rivera que le diera estabilidad simbolizado por su “ningún cordón sanitario va a resistir las ganas de avanzar”. Pero el giro a la izquierda que el mismo ha construido para ganar legitimidad le limita esta posibilidad. Los mismos electores se lo dejaron claro la noche electoral con ese canto de “Con Rivera no”.
Igualmente quiere evitar el gobierno con UP para no compartir gobierno de lo que pueda suceder en el futuro inmediato. Buscará apoyos de investidura y tendrá que surfear en un mar de difíciles acuerdos puntuales con varias opciones políticas según el momento y el objetivo.
Unidas Podemos: resistencia sin perspectiva
La bajada de en torno a un 1.300.000 votos ha sido bien recibida por aquellos que esperábamos una caída de más de dos. Pero la escapada de votos de Unidas Podemos al PSOE y una parte a la abstención obligan a pensar seriamente el futuro de esta organización.
Es evidente que una parte del discurso de Iglesias en campaña era cierto: la campaña contra Podemos organizada por las “cloacas del Estado” ha pasado factura. No debería de haber duda sobre el impacto negativo de esta campaña orquestada por las clases dominantes del país.
Ahora bien, dicha campaña se podría haber resistido en muchas mejores condiciones si el proyecto no se hubiera movido tanto desde el punto inicial del que partía, si no hubiera ahogado los procesos democráticos de base y si hubiera aprendido a convivir con distintas tendencias en su seno en vez de intentar aplastarlas: en definitiva, si no hubiera cambiado un proyecto de reformas estructurales avanzadas por primar un entendimiento con el PSOE gestionado por un aparato burocrático con intereses propios.
Por otro lado, hemos vivido una campaña con dos cabezas irreconciliables en el seno de UP. De una parte, un programa interesante que ponía en el centro la Banca Pública, el Banco de Inversiones para iniciar la transición ecológica, frenar la subida de alquileres con limitaciones impuestas por los municipios, ligar las pensiones al IPC… De otra parte, un apego mostrado al PSOE y a la Constitución que marcan límites estratégicos claramente irreconciliables con el programa antes enunciado.
Y esta es la clave de bóveda de UP: o prioriza su programa o prioriza las alianzas con el PSOE. En la aceptación de alguna de las dos renunciará a la contraria: o acepta luchar por unas reformas estructurales que son inasumibles para un PSOE que solo vive de gestos de izquierda vacío, o renuncia a este programa en beneficio de medidas mucho más limitadas para gobernar con el PSOE y respetar la constitución.
Sin embargo, reducir todo el debate sobre las perspectivas de UP a entrar en gobierno o no es una trampa que elude las posiciones intermedias, los matices de grises que pueden marcar el campo en el que te encuentras. Todo esto, claro está, se encuentra lejos de preguntarse a la militancia de base seriamente.
Un protagonista esperando: el conflicto nacional-territorial.
El gran conflicto sigue sobre el tapete, hoy más que ayer. El aumento del voto independentista y nacionalista en Catalunya y Euskadi es una realidad. Hacer oídos sordos por parte del PSOE no solucionará el conflicto, sino que lo agravará.
La victoria de ERC (con una subida del 7%) en Catalunya y del PNV (+7%) y Bildu (+3%) en Euskadi va a marcar la agenda. Sánchez hasta ahora ha intentado frenar el aumento del independentismo pausando el conflicto abierto con estas fuerzas en ambas Comunidades, pero es descartable que esto vaya a pasar si no hay una propuesta que intente solucionar de alguna forma el conflicto nacional-territorial de fondo: el agotamiento del modelo territorial heredado de la Transición y las demandas sin respuesta sobre el derecho a decidir.
Sánchez debe dar algún paso igual que en el resto de ámbitos. Quizás una vía para aplacar parcialmente las dinámicas independentistas pueda ser aumentar el grado de competencias de ambas Comunidades sin ceder en la clave del conflicto abierto: las exigencias de autodeterminación y el derecho a decidir de ambas Comunidades. Quizás haya gestos intermedios entre eso y la nada. Pero es improbable que el PSOE vaya a abrir el melón central de la discusión.
Lo que sí es seguro es que lo que haga se verá obligado a hacerlo con ambos procesos a la vez. Tratar a Catalunya preferentemente por encima de Euskadi podría abrir tendencias movilizadoras en Euskadi que no interesan a Sánchez.
La trampa discursiva del “bloque de izquierdas”
Era de esperar que la prensa colocara el debate poselectoral como una lucha entre bloques. Mientras que el “bloque de derechas” es claro en cuanto a objetivos estratégicos generales (neoliberalismo radical) no está claro que haya una coherencia interna de lo que se ha empezado a llamar el “bloque de izquierdas”.
Esta perspectiva se vincula directamente con una alianza de gobierno entre UP y PSOE. ¿Es esto de verdad lo más conveniente para avanzar en derechos y libertades sociales? Es bastante improbable, pese a la persistencia de Iglesias.
Este tipo de fórmulas comprometería el capital transformador que le queda a UP en beneficio de una estabilidad parlamentaria del PSOE. Es imprevisible que el PSOE esté dispuesto a realizar las transformaciones sociales y del modelo territorial necesarias que permitirían una verdadera recuperación de derechos laborales, feministas, ecologistas, democráticos, etc. Por ello, un compromiso de gobierno con ellos colocaría a UP en una posición difícil: se encontraríaaprisionado entre un gobierno que no avanza por donde debería y la dificultad de salir de este gobierno con la amenaza de dividir el “bloque de izquierdas”.
Una alianza de gobierno es el camino más corto para neutralizar el potencial transformador que aún queda en UP. Por suerte y como viene pasando desde hace más de un año, las perspectivas gobernistas de Iglesias se topan con la insistencia de Sánchez de gobernar en solitario.
Frente a esta opción sería mucho más inteligente condicionar desde fuera el gobierno con condiciones de investidura que toquen cuestiones esenciales de las reformas estructurales más importantes: derogación de la reforma laboral, limitación de la subida de alquileres, inversiones en transición ecosocial, modelo territorial… Si dichas reformas se conquistaran se achacarían al trabajo de oposición de UP que no se ve condicionado ni limitado por el compromiso de gobierno. Si el PSOE no realiza por cobardía las reformas necesarias, podría capitalizar un descontento del voto socialista.
Superar Podemos para cumplir su objetivo fundador
Iglesias afirmaba la noche electoral que los resultados no eran los esperados, pero que “losnúmeros daban para cumplir nuestros objetivos”. ¿De qué objetivos hablamos y como los conseguimos? Incluso una alianza de gobierno con el PSOE debería ser calificada como medio, no como fin, no como objetivo. Esta mezcla entre medios y objetivos es uno de los talones de Aquiles de las perspectivas de Iglesias.
En el contexto en el que estamos, el objetivo de UP debe ser construir los medios necesarios para cumplir objetivos transformadores en el corto plazo: reformas estructurales que mejoren la vida de la gente. Y eso no puede hacerse mediante un gobierno con el PSOE que ya casi todo el mundo da por descartado.
Por otro lado, lo más realista sería pensar en cómo damos pasos para avanzar en las tareas estratégicas de época: generar una nueva cultura militante política y social, nuevas relaciones de solidaridad entre los y las de abajo, etc. Sin avanzar en esto, corremos el peligro de que el programa, la coherencia y las perspectivas de los dirigentes de UP sean tan móviles como el voto. Y las únicas perspectivas de cambio sea esperar eternamente en las elecciones que ganará UP por mayoría absoluta partiendo no se sabe de qué enclaves sociales previos.
Estas tareas de reorganización de la nueva clase trabajadora no se pueden hacer exclusivamente desde UP. Es necesario construir un horizonte superador, que integre lo mejor, depure lo peor y permita sumar mucho del espacio social que se expresa por fuera de Unidas Podemos y cuyas preocupaciones están en el centro de una estrategia revolucionaria para transformar el país y el mundo.
29/04/2019
Ernesto Díaz es concejal de Podemos en San Fernando y militante de Anticapitalistas.
Pero los peligros acechan en potencia. Si el gobierno que se forme no da salida a la crisis del conflicto nacional-territorial así como de los problemas sociales que vivimos, si el gobierno que se forme no da pasos decididos para tratar los problemas de forma radical (desde la raíz del problema), corremos el peligro de una redoblada radicalización derechista que podría arrasar en el medio plazo.
Campaña y resultados
Los resultados generales arrojan datos importantes: 1, se ha puesto freno (¿temporal?) a una lepenización de gran parte de la sociedad; 2, el conflicto nacional-territorial sigue marcando la agenda; 3 los números no permiten un cambio claro de la situación.
PP: entre la recuperación económica mariana y el giro ultrareaccionario
El valor seguro pretendía ser un lema continuista con el discurso de la recuperación económica de Rajoy. Las permanentes falsedades sobre las bondades de la generación de empleo en la era Rajoy entroncaban con la utopía marianista de la recuperación económica. Este era uno de los centros de campañadel PP de Casado.
Pero Casado no se ha reducido a la continuidad de su sucesor. No podía. Ha radicalizado el programa, el discurso, el tono y las formas a sabiendas de que había una disputa por el espacio más a la derecha con Cs y Vox. Pero está por ver si esta radicalización no es uno de los elementos que ha hecho que la abstención haya crecido entre un electorado que se caracteriza por su avanzada edad. Este sector electoral era el verdadero valor seguro del PP y es más que probable que se haya visto abrumado por el giro radical.
Por último, el giro tampoco convencía a los sectores verdaderamente ultras de votantes populares, que ven en Vox una fuerza en auge con valores más patriotas que los del PP, que no tiene un pasado tan marcado por la corrupción y que además gana votos de la abstención por despertar una verdadera ilusión patriotista.
Todos estos elementos han hecho que la fuga de voto a Cs y Vox haya sido grande y que el partido haya cosechado uno de los peores resultados nunca obtenidos. El voto útilde derecha que invocaba Casado puede volverse en su contra: con tanta bajada de votos pueden situarse dentro de un tiempo por debajo de Cs.
No está del todo claro cuál es la salida del PP de su actual situación. Pero es más que posible que sin una hoja de ruta clara para reorientar estratégicamente el partido y sus perspectivas tengamos en los próximos meses más casos como el del salto de Ángel Garrido del PP a Cs. Y lo más probable es que los primeros saltos se den de forma oportunista en aquellos municipios y regiones donde se ha confirmado el sorpasso de derechas que previsiblemente puede repetirse en las próximas elecciones.
Cs: disputa a Vox como tarea central
La fuerza de Rivera suma en torno a un millón de votos desde las últimas elecciones generales, pero no suma tanto como sumó en Andalucía ni tanto como se esperaban.
Al igual que el PP, Cs se ha visto fuertemente condicionado por la irrupción de Vox y las perspectivas de auge que se encontraban claramente hinchadas. Un contrincante a la derecha con una tendencia que se esperaba claramente en auge y disputando su electorado solo podía saldarse con un recrudecimiento aún mayor de la política de Rivera.
Y salvó la papeleta bastante bien a costa de fijar el debate justo donde lo hacía Vox y a costa de exagerar tremendamente el gesto. Así ha evitado que una parte de su potencial electorado fuera a Vox. Pero también ha ganado una parte del electorado que se fugaba del PP pero que ve de momento el discurso de Abascal como una posición excesivamente radical.
El tiempo parece ir a favor de Cs. Si continúa con esa combinación de elementos, si el PP no consigue reorientarse y si el PSOE no avanza en derechos, es probable que siga subiendo y desbanque al PP como segunda fuerza en meses.
Si el tiempo va a su favor, lo lógico para ellos es dejar que pase tranquilamente sin comprometerse en ningún tipo de gobierno con el PSOE. Rivera parece tener esto claro y lo ha marcado como seña de identidad en campaña. Hay una mínima posibilidad de que se deje llevar por las tentaciones gobernistas pero solo sería justificable afirmando que “si no es conmigo será con los independentistas. Así que mejor conmigo que frenaré al separatismo desde dentro”. Pero es casi descartable.
Vox: freno inesperado, agua de mayo
La gran noticia de los resultados electorales fueron los resultados de Vox. A lo largo de la campaña y de la jornada electoral crecían las especulaciones sobre una subida sin techo seguro de Vox, amenazando con superar a UP.
Por lo tanto, una irrupción con el mismo porcentaje que el obtenido en las elecciones andaluzas (en torno al 10%) en un contexto de previsión de un adelanto a UP no es mal dato. Permite respirar algo más tranquilos aunque los peligros sean obvios.
Sin embargo, esto no deja de ser consuelo de tontos. Detrás de los números se esconde una verdad muy oscura. Un porcentaje de ese electorado es claramente obrero. Es posible que no sea el componente mayoritario, pero hubo voto obrero en barrios claramente habitados por clase trabajadora.
Es un sector que políticamente no se ha reconocido nunca en ningún partido y que solo cree que una opción autoritaria puede cambiar una situación social tremendamente difícil. O que se ha sentido tan decepcionado por el PSOE que no cree que sociológicamente tenga que haber una relación necesaria entre el trabajador y la izquierda.
A diferencia de Cs, el tiempo no tiene por qué correr a favor de Vox. Cs puede hacer de tapón al crecimiento de Vox, aunque solo a costa de que el propio Cs se vuelva en la práctica un poco Vox. Esto es lo que Cs ha intentado y lo que previsiblemente hará.
De afirmarse lo contrario, un acuerdo de Rivera con el PSOE colocaría a Cs en el terreno de la “derechita cobarde” que invocaba Abascal.Este puede ser terreno para un crecimiento paulatino del voto a Vox. En todo caso, su futuro inmediato no parece depender completamente de él sino de lo que pueda hacer Cs.
PSOE: entre la ilusión sanchista y el voto útil
La ilusión por el sanchismo y el voto útil al PSOE para frenar al auge de las derechas se han conjurado para arrojar más de 7 millones de votos y 123 escaños.
Los resultados no se explican únicamente por la configuración del voto útil frente a las derechas. La recuperación de dos millones de votos desde el 2016 solo es explicable por ese fenómeno de reilusión artificial del voto socialista con la victoria de Pedro Sánchez. Esta reilusión ha canalizado una parte del voto que iba dirigido a Unidas Podemos por la vía del miedo al tridente de derechas.
Sánchez cabalga sobre una épica muy atractiva y que viene ya de lejos: fue capaz de superar el sabotaje de sus barones, anunciar un giro a la izquierda (aunque solo a nivel discursivo) del partido, defenestrar a Rajoy y poner una pausa (que no solución) al conflicto nacional-territorial. Hoy esa épica se refuerza con la victoria electoral y puede fidelizar al voto socialista durante un buen tiempo.
Sin embargo, aunque atractiva, la épica del giro a la izquierda del sanchismo es una épica hueca. En cierto sentido, este giro a la izquierda se puede comparar con la existencia de Dios: muchos creen en él y aunque no se puede descartar completamente su existencia, nadie lo ha visto manifestarse con claridad en los hechos.
Esta misma mezcla de reilusión y voto útil es lo que explica una removilización del voto socialista que es patente en sitios como en Andalucía, donde una parte de los socialistas que se habían abstenido en las elecciones andaluzas han preferido volver a votar al PSOE. Este dato andaluz no es anecdótico. Representa casi medio millón de votos, un cuarto del total de la subida del PSOE en estas elecciones generales se produce en Andalucía donde ya hay algo de recorrido del trifachito.
El sanchismo cuenta, sin embargo, con un problema central. En el contexto en el que nos encontramos no tiene espacio para el inmovilismo. El voto socialista es un voto que exige recuperación de derechos y una salida a las exigencias de las naciones sin estado. Si Sánchez no está a la altura de ambas, el fenómeno de reilusión puede volverse en su contra y traducirse en un hundimiento del PSOE en el medio plazo que volvería a situar a las derechas reforzadas en el centro del escenario.
El PSOE ya ha anunciado que intentará gobernar en solitario. Sánchez es preso de la ilusión que él mismo ha generado: le gustaría llegar a un pacto con Rivera que le diera estabilidad simbolizado por su “ningún cordón sanitario va a resistir las ganas de avanzar”. Pero el giro a la izquierda que el mismo ha construido para ganar legitimidad le limita esta posibilidad. Los mismos electores se lo dejaron claro la noche electoral con ese canto de “Con Rivera no”.
Igualmente quiere evitar el gobierno con UP para no compartir gobierno de lo que pueda suceder en el futuro inmediato. Buscará apoyos de investidura y tendrá que surfear en un mar de difíciles acuerdos puntuales con varias opciones políticas según el momento y el objetivo.
Unidas Podemos: resistencia sin perspectiva
La bajada de en torno a un 1.300.000 votos ha sido bien recibida por aquellos que esperábamos una caída de más de dos. Pero la escapada de votos de Unidas Podemos al PSOE y una parte a la abstención obligan a pensar seriamente el futuro de esta organización.
Es evidente que una parte del discurso de Iglesias en campaña era cierto: la campaña contra Podemos organizada por las “cloacas del Estado” ha pasado factura. No debería de haber duda sobre el impacto negativo de esta campaña orquestada por las clases dominantes del país.
Ahora bien, dicha campaña se podría haber resistido en muchas mejores condiciones si el proyecto no se hubiera movido tanto desde el punto inicial del que partía, si no hubiera ahogado los procesos democráticos de base y si hubiera aprendido a convivir con distintas tendencias en su seno en vez de intentar aplastarlas: en definitiva, si no hubiera cambiado un proyecto de reformas estructurales avanzadas por primar un entendimiento con el PSOE gestionado por un aparato burocrático con intereses propios.
Por otro lado, hemos vivido una campaña con dos cabezas irreconciliables en el seno de UP. De una parte, un programa interesante que ponía en el centro la Banca Pública, el Banco de Inversiones para iniciar la transición ecológica, frenar la subida de alquileres con limitaciones impuestas por los municipios, ligar las pensiones al IPC… De otra parte, un apego mostrado al PSOE y a la Constitución que marcan límites estratégicos claramente irreconciliables con el programa antes enunciado.
Y esta es la clave de bóveda de UP: o prioriza su programa o prioriza las alianzas con el PSOE. En la aceptación de alguna de las dos renunciará a la contraria: o acepta luchar por unas reformas estructurales que son inasumibles para un PSOE que solo vive de gestos de izquierda vacío, o renuncia a este programa en beneficio de medidas mucho más limitadas para gobernar con el PSOE y respetar la constitución.
Sin embargo, reducir todo el debate sobre las perspectivas de UP a entrar en gobierno o no es una trampa que elude las posiciones intermedias, los matices de grises que pueden marcar el campo en el que te encuentras. Todo esto, claro está, se encuentra lejos de preguntarse a la militancia de base seriamente.
Un protagonista esperando: el conflicto nacional-territorial.
El gran conflicto sigue sobre el tapete, hoy más que ayer. El aumento del voto independentista y nacionalista en Catalunya y Euskadi es una realidad. Hacer oídos sordos por parte del PSOE no solucionará el conflicto, sino que lo agravará.
La victoria de ERC (con una subida del 7%) en Catalunya y del PNV (+7%) y Bildu (+3%) en Euskadi va a marcar la agenda. Sánchez hasta ahora ha intentado frenar el aumento del independentismo pausando el conflicto abierto con estas fuerzas en ambas Comunidades, pero es descartable que esto vaya a pasar si no hay una propuesta que intente solucionar de alguna forma el conflicto nacional-territorial de fondo: el agotamiento del modelo territorial heredado de la Transición y las demandas sin respuesta sobre el derecho a decidir.
Sánchez debe dar algún paso igual que en el resto de ámbitos. Quizás una vía para aplacar parcialmente las dinámicas independentistas pueda ser aumentar el grado de competencias de ambas Comunidades sin ceder en la clave del conflicto abierto: las exigencias de autodeterminación y el derecho a decidir de ambas Comunidades. Quizás haya gestos intermedios entre eso y la nada. Pero es improbable que el PSOE vaya a abrir el melón central de la discusión.
Lo que sí es seguro es que lo que haga se verá obligado a hacerlo con ambos procesos a la vez. Tratar a Catalunya preferentemente por encima de Euskadi podría abrir tendencias movilizadoras en Euskadi que no interesan a Sánchez.
La trampa discursiva del “bloque de izquierdas”
Era de esperar que la prensa colocara el debate poselectoral como una lucha entre bloques. Mientras que el “bloque de derechas” es claro en cuanto a objetivos estratégicos generales (neoliberalismo radical) no está claro que haya una coherencia interna de lo que se ha empezado a llamar el “bloque de izquierdas”.
Esta perspectiva se vincula directamente con una alianza de gobierno entre UP y PSOE. ¿Es esto de verdad lo más conveniente para avanzar en derechos y libertades sociales? Es bastante improbable, pese a la persistencia de Iglesias.
Este tipo de fórmulas comprometería el capital transformador que le queda a UP en beneficio de una estabilidad parlamentaria del PSOE. Es imprevisible que el PSOE esté dispuesto a realizar las transformaciones sociales y del modelo territorial necesarias que permitirían una verdadera recuperación de derechos laborales, feministas, ecologistas, democráticos, etc. Por ello, un compromiso de gobierno con ellos colocaría a UP en una posición difícil: se encontraríaaprisionado entre un gobierno que no avanza por donde debería y la dificultad de salir de este gobierno con la amenaza de dividir el “bloque de izquierdas”.
Una alianza de gobierno es el camino más corto para neutralizar el potencial transformador que aún queda en UP. Por suerte y como viene pasando desde hace más de un año, las perspectivas gobernistas de Iglesias se topan con la insistencia de Sánchez de gobernar en solitario.
Frente a esta opción sería mucho más inteligente condicionar desde fuera el gobierno con condiciones de investidura que toquen cuestiones esenciales de las reformas estructurales más importantes: derogación de la reforma laboral, limitación de la subida de alquileres, inversiones en transición ecosocial, modelo territorial… Si dichas reformas se conquistaran se achacarían al trabajo de oposición de UP que no se ve condicionado ni limitado por el compromiso de gobierno. Si el PSOE no realiza por cobardía las reformas necesarias, podría capitalizar un descontento del voto socialista.
Superar Podemos para cumplir su objetivo fundador
Iglesias afirmaba la noche electoral que los resultados no eran los esperados, pero que “losnúmeros daban para cumplir nuestros objetivos”. ¿De qué objetivos hablamos y como los conseguimos? Incluso una alianza de gobierno con el PSOE debería ser calificada como medio, no como fin, no como objetivo. Esta mezcla entre medios y objetivos es uno de los talones de Aquiles de las perspectivas de Iglesias.
En el contexto en el que estamos, el objetivo de UP debe ser construir los medios necesarios para cumplir objetivos transformadores en el corto plazo: reformas estructurales que mejoren la vida de la gente. Y eso no puede hacerse mediante un gobierno con el PSOE que ya casi todo el mundo da por descartado.
Por otro lado, lo más realista sería pensar en cómo damos pasos para avanzar en las tareas estratégicas de época: generar una nueva cultura militante política y social, nuevas relaciones de solidaridad entre los y las de abajo, etc. Sin avanzar en esto, corremos el peligro de que el programa, la coherencia y las perspectivas de los dirigentes de UP sean tan móviles como el voto. Y las únicas perspectivas de cambio sea esperar eternamente en las elecciones que ganará UP por mayoría absoluta partiendo no se sabe de qué enclaves sociales previos.
Estas tareas de reorganización de la nueva clase trabajadora no se pueden hacer exclusivamente desde UP. Es necesario construir un horizonte superador, que integre lo mejor, depure lo peor y permita sumar mucho del espacio social que se expresa por fuera de Unidas Podemos y cuyas preocupaciones están en el centro de una estrategia revolucionaria para transformar el país y el mundo.
29/04/2019
Ernesto Díaz es concejal de Podemos en San Fernando y militante de Anticapitalistas.