Hacia la COP21
Jorge Eduardo Navarrete
E
ste otoño, la conversación global sobre energía se ha fundido con las cambiantes expectativas de la Conferencia de París sobre cambio climático (COP21), que debe iniciarse a finales de noviembre. Algunas aproximaciones a los posibles resultados de la COP21 suponen consecuencias en extremo significativas para las industrias petrolera, carbonífera y eléctrica. Pueden marcar una nueva era en el uso de energías fósiles y una urgencia renovada de los procesos de transición energética, no dentro de los hidrocarburos mismos hacia el gas no convencional, sino hacia las energías carentes de carbono; es decir, la verdadera transición energética, no la falsa transición proclamada por la llamada “revolución shale”. Si con la COP21 se inicia un proceso hacia la descarbonización de la energía, se abrirá el camino no sólo para una nueva revolución industrial, sino para un cambio civilizatorio de dimensión y alcance sin precedentes en los últimos tres a cuatro siglos.
La Agencia Internacional de Energía (AIE) dio a conocer, a finales de octubre, un informe especial para la COP21, en el que cuantifica los volúmenes de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) implícitos en los compromisos nacionales anunciados por la mayor parte de los países que se espera participen en la Conferencia de París. El informe muestra que de las acciones que se adopten en el sector de energía dependerá el éxito o el fracaso de la COP21. Como la producción o uso de la energía origina cuatro quintas partes de las emisiones globales de GEI, cualquier esfuerzo significativo y eficaz de reducción de esas emisiones depende críticamente de lo que se haga en el sector. El punto de partida para esa cuantificación son los compromisos nacionales voluntarios de reducción de emisiones (CNVRE) presentados por los países que participarán en la conferencia. Con base en los CNVRE presentados hasta mediados de octubre de 2015, el informe discute si su cumplimiento será suficiente para colocar al sector de energía en una senda congruente con el logro del objetivo de 2 grados centígrados (recuérdese que el objetivo acordado es limitar el aumento de la temperatura media global a 2 grados centígrados sobre los niveles de la era preindustrial).
Se han presentado 125 CNVRE, que cubren alrededor de 150 países, que agrupan cerca de 90 por ciento de la actividad económica mundial, porcentajes similares de la demanda total de combustibles fósiles y de las actuales emisiones globales de GEI y aproximadamente cuatro quintas partes de la producción total de esos combustibles. Entre las excepciones destacan los países petroleros, tanto miembros como no miembros de la OPEP. La actitud de estos países hacia la COP21 y ante sus eventuales acuerdos debería ser un motivo importante de preocupación del conjunto de la comunidad internacional.
La cuantificación y agregación de los CNVRE recibidos permite concluir a la AIE que su cumplimiento daría lugar a que el aumento de las emisiones del sector de energía en 2014-2030 se situase en 3.7 Gton de CO2E (gigatoneladas, es decir ton9 o miles de millones de toneladas, de GEI medidos por su equivalente en CO2). Entre 2000 y 2013 se registró un incremento de 11.2Gton. En otras palabras, si se cumplen los compromisos, en los próximos tres lustros las emisiones de GEI aumentarían en sólo una tercera parte del incremento registrado en los últimos tres.
Para rendir esta espectacular caída de dos tercios en el ritmo de aumento global de las emisiones, los CNVRE suponen, entre otros, los siguientes cambios en el sector mundial de energía:
Una reducción radical de la demanda mundial de combustibles fósiles; aumento a alrededor de 25 por ciento en 2030 de la participación de las fuentes de energía bajas en carbono en la mezcla global de energía, a la que en la actualidad aportan alrededor de la quinta parte; el crecimiento anual de las emisiones de GEI asociadas a la energía se abatiría hasta alrededor de 0.5 por ciento anual hacia 2030, pero no se lograría detener su alza o iniciar su reducción; y los países de mayor dimensión económica o grandes emisores –entre ellos la Unión Europea, Estados Unidos, China, Japón, Corea del Sur y Sudáfrica– habrán detenido el crecimiento de sus emisiones o habrán iniciado la disminución de las mismas para 2030.
El cumplimiento de los CNVRE contribuiría a desacoplar el crecimiento de la economía del aumento de emisiones de GEI: para 2030, las emisiones por unidad de producto serían 40 por ciento menores que en la actualidad.
Siendo el sector eléctrico el principal contribuyente a las emisiones de GEI asociadas a la energía, en él se han concentrado los esfuerzos de descarbonización. El cumplimiento de los CNVRE daría lugar a que las emisiones de GEI asociadas a la generación de electricidad dejasen de crecer hasta 2030 a pesar de que la demanda global de energía eléctrica aumentaría más de 40 por ciento en el periodo. En esencia, ya parece haberse roto el vínculo entre aumento de la generación eléctrica y aumento de emisiones de GEI. Existe el riesgo de que la visión de estos avances debilite los nuevos esfuerzos para seguir descarbonizando la generación eléctrica, sobre todo ante las presiones de la industria carbonífera para mantener una participación dominante de este combustible en la generación eléctrica mundial.
Como subraya el informe, cumplir los CNVRE implica reorientar buena parte de las inversiones en el sector de energía, sobre todo en energías renovables, además de aumentarlas de manera sustancial. Se calcula en 13.5 billones de dólares la inversión requerida para aumentar la eficiencia energética y desarrollar tecnologías de bajo carbono entre 2015 y 2030 –monto comparable, en términos gruesos, al PIB de Estados Unidos o al de China–, que representa sólo 40 por ciento de las inversiones totales necesarias para el sector, que se elevarían a más de 30 billones de dólares.
La conclusión central del informe especial de la AIE indica que
Los compromisos asumidos para la COP21 tendrán un impacto positivo sobre las tendencias futuras del sector de la energía, pero su contenido y alcance serían insuficientes para alcanzar el objetivo convenido sobre cambio climático. Si las acciones contenidas en los CNVRE no se elevan en forma progresiva, la senda que cabría esperar de la actual formulación de dichos compromisos daría lugar a un incremento de alrededor de 2.7 grados centígrados, que proporciona una base importante para esfuerzos adicionales.
Como se advierte, dista de estar despejado el camino para que la COP21 cumpla con las expectativas existentes. En especial, los países petroleros necesitan modificar a fondo la actitud más bien distante que han asumido hasta ahora y mostrarse dispuestos a ofrecer compromisos significativos reales.
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