El incendio de Siria se propaga a Francia
Manuel Aguilar Mora
Las calles de París fueron el escenario la noche del 13-14 de noviembre de la propagación del incendio que desde hace más de tres décadas tiene en llamas a la vasta región que se extiende desde los desiertos árabes hasta las montañas de Afganistán. En esta ocasión, como el 11 de septiembre del 2001 en Nueva York, fueron grupos de la población civil de Francia quienes fueron las víctimas de las represalias inevitables que han provocado las guerras de intervención emprendidas por los gobernantes del club de países imperialistas (principalmente Estados Unidos, Reino Unido y Francia) que dominan la región desde hace cien años.
La violencia imperialista y sus consecuencias
Las intervenciones militares imperialistas que se vienen sucediendo desde hace más de tres décadas en Afganistán, en Irak, en Libia, en Mali, en Siria y la que conduce el gobierno sionista de Israel contra el pueblo palestino así como la guerra promovida por Estados Unidos que enfrentó y consumió durante diez años a Irak e Irán con un saldo de un millón de muertos y la consecuencia natural de todo esta parafernalia de violencia, el crecimiento a niveles estratosféricos de las ganancias de las industrias de armamento precisamente de los mismos países imperialistas interventores, todo ello fundamentado en el hecho de que en la región se encuentran las reservas petroleras mayores del planeta: he allí delineado en apretada síntesis el panorama de las causas y razones que dan cuenta de los atroces acontecimientos de París. La barbarie imperialista exportada a los países neocoloniales se instala en las propias calles de sus metrópolis.
Las intervenciones militares imperialistas que se vienen sucediendo desde hace más de tres décadas en Afganistán, en Irak, en Libia, en Mali, en Siria y la que conduce el gobierno sionista de Israel contra el pueblo palestino así como la guerra promovida por Estados Unidos que enfrentó y consumió durante diez años a Irak e Irán con un saldo de un millón de muertos y la consecuencia natural de todo esta parafernalia de violencia, el crecimiento a niveles estratosféricos de las ganancias de las industrias de armamento precisamente de los mismos países imperialistas interventores, todo ello fundamentado en el hecho de que en la región se encuentran las reservas petroleras mayores del planeta: he allí delineado en apretada síntesis el panorama de las causas y razones que dan cuenta de los atroces acontecimientos de París. La barbarie imperialista exportada a los países neocoloniales se instala en las propias calles de sus metrópolis.
La hipocresía característica de la ideología imperialista propagada por los medios al servicio de sus intereses se ha mostrado con toda su infame desnudez con motivo de la oleada de refugiados provenientes de Irak, de Siria y de otros lugares. Diputados, gobernantes, voceros de los sectores burgueses bienpensantes de Francia, de Alemania, de Estados Unidos, de España declaran arrogantes y soberbios que pondrán un alto a los cientos de miles de refugiados que huyen del infierno en que las intervenciones precisamente de estos países han convertido a Irak, a Siria, a Líbano y a toda la región devastada por los bombardeos y la violencia desatada contra su tejido social.
El ISIS, la contrarrevolución en marcha
El ISIS (las siglas en inglés del movimiento denominado “Estado Islámico de Irak y Siria”) hoy, como al Qaeda hace 30 años, simplemente no existiría sin dichas intervenciones imperialistas, no existiría sin la discriminación y la opresión de los pueblos árabes. (Más del 60 por ciento de los prisioneros de las cárceles francesas son de origen árabe, a pesar que constituyen menos del 10 por ciento de la población de Francia). No existiría sin los millones de jóvenes que han llegado con el flujo millonario de inmigrantes que huyen de la miseria de sus países de origen en África y el Medio Oriente y terminan habitando hacinados y sin futuro en los gigantescos proyectos de edificios multifamiliares de los barrios proletarios alrededor de las ciudades europeas.
El ISIS (las siglas en inglés del movimiento denominado “Estado Islámico de Irak y Siria”) hoy, como al Qaeda hace 30 años, simplemente no existiría sin dichas intervenciones imperialistas, no existiría sin la discriminación y la opresión de los pueblos árabes. (Más del 60 por ciento de los prisioneros de las cárceles francesas son de origen árabe, a pesar que constituyen menos del 10 por ciento de la población de Francia). No existiría sin los millones de jóvenes que han llegado con el flujo millonario de inmigrantes que huyen de la miseria de sus países de origen en África y el Medio Oriente y terminan habitando hacinados y sin futuro en los gigantescos proyectos de edificios multifamiliares de los barrios proletarios alrededor de las ciudades europeas.
El ISIS es un engendro que surge de la situación devastadora en que ha dejado Estados Unidos a Irak en 2011después de la por completo fallida “intervención democratizadora” de Bush, hijo, contra la dictadura de Hussein. El desquisiamiento del estado de Hussein dejo en el vacío a decenas de miles de personajes del aparato burocrático derruido, muchos de los cuales se convirtieron en los fundadores del ISIS hace un lustro: antiguos miembros del partido oficial y del ejército, sectores burgueses dominantes sunitas excluidos por los invasores estadounidenses en provecho de sus rivales chiitas, etc. Atrás de ellos estaban sectores de los opulentos oligarcas, incluso de los aparatos gubernamentales, de Arabia saudita y de los emiratos del Golfo cuyo talante reaccionario es notorio.
El vacío de poder en amplios territorios en que quedó Irak después de la retirada de Estados Unidos propició la implantación del ISIS como una típica banda paramilitar que comenzó a ejercer de policía, agente de secuestros y rescates, cobrador de impuestos y principal participante del mercado negro del petróleo. Se ha estimado en 2 mil millones dólares los ingresos anuales del ISIS. La vasta región que hoy controla abarca porciones del norte de Irak (vecinas del territorio dominado por los kurdos) y de los espacios de Siria fronterizos con Irak. En total se calcula que el ISIS “gobierna” en un asentamiento en donde viven cerca de seis millones de habitantes.
Como se aprecia, el ISIS es un movimiento con características parecidas a al Qaeda en lo que respecta al fundamentalismo religioso de su concepción teocrática y patriarcal por excelencia, sus métodos militares (muchos de ellos aprendidos de los imperialistas) y a su ideología “antioccidentalista”. Pero se diferencia de al Qaeda en el rasgo crucial que le da la ocupación de un territorio, asentamiento en donde aspira a fundar “un califato”.
Revolución y contrarrevolución
La situación que ha permitido el surgimiento y el fortalecimiento de ISIS está igualmente vinculada a lo sucedido hace seis años en la región: las primaveras árabes.
Primero en Túnez y después en Egipto se inició en 2010 un proceso de movilizaciones masivas que tuvieron éxitos instantáneos: cayendo en estos dos países los respectivos dictadores. El proceso se extendió rápidamente con manifestaciones y movimientos en todo el inmenso espacio que va de Marruecos y Argelia hasta Yemen. En Libia Gadafi el viejo y demagógico dictador “nacionalista” cayó. En Yemen se cimbraron igualmente las estructuras gubernamentales. Pero fue en Siria en donde la atroz dictadura de Bashar al Assad, asediada por una oleada de repudio de una mayoría abrumadora de la población, se atrincheró en su bunker apoyada conspicuamente por el gobierno de Putin y, para la vergüenza del progresismo latinoamericano, por los gobiernos de los hermanos Castro y el bolivariano de Venezuela, así como por la cauda de sus seguidores en todo el subcontinente. Se desató así la represión más cruel y terrible que precipitó la actual guerra civil siria. Fue entonces que la contrarrevolución levantó cabeza en toda la región. Assad contaba igualmente con la tácita complacencia de los gobiernos vecinos que, todos por igual, el de Israel, el de Turquía, el de Líbano y el de Jordania, coinciden en que él se encargue de estrangular la revolución en Siria y así evitar el contagio peligroso de la hidra revolucionaria en toda la región. El ISIS es la contribución que hacen las fuerzas más reaccionarias para encausar el despertar hacia los objetivos fundamentalistas de amplios sectores de la población, en especial de jóvenes, desesperados ante la represión bestial de Assad y frustrados ante el callejón sin salida al que llegó la primavera árabe ante la carencia de organizaciones políticas revolucionarias de los trabajadores.
La situación que ha permitido el surgimiento y el fortalecimiento de ISIS está igualmente vinculada a lo sucedido hace seis años en la región: las primaveras árabes.
Primero en Túnez y después en Egipto se inició en 2010 un proceso de movilizaciones masivas que tuvieron éxitos instantáneos: cayendo en estos dos países los respectivos dictadores. El proceso se extendió rápidamente con manifestaciones y movimientos en todo el inmenso espacio que va de Marruecos y Argelia hasta Yemen. En Libia Gadafi el viejo y demagógico dictador “nacionalista” cayó. En Yemen se cimbraron igualmente las estructuras gubernamentales. Pero fue en Siria en donde la atroz dictadura de Bashar al Assad, asediada por una oleada de repudio de una mayoría abrumadora de la población, se atrincheró en su bunker apoyada conspicuamente por el gobierno de Putin y, para la vergüenza del progresismo latinoamericano, por los gobiernos de los hermanos Castro y el bolivariano de Venezuela, así como por la cauda de sus seguidores en todo el subcontinente. Se desató así la represión más cruel y terrible que precipitó la actual guerra civil siria. Fue entonces que la contrarrevolución levantó cabeza en toda la región. Assad contaba igualmente con la tácita complacencia de los gobiernos vecinos que, todos por igual, el de Israel, el de Turquía, el de Líbano y el de Jordania, coinciden en que él se encargue de estrangular la revolución en Siria y así evitar el contagio peligroso de la hidra revolucionaria en toda la región. El ISIS es la contribución que hacen las fuerzas más reaccionarias para encausar el despertar hacia los objetivos fundamentalistas de amplios sectores de la población, en especial de jóvenes, desesperados ante la represión bestial de Assad y frustrados ante el callejón sin salida al que llegó la primavera árabe ante la carencia de organizaciones políticas revolucionarias de los trabajadores.
Las repercusiones contrarrevolucionarias no tardaron en hacerse evidentes. En Egipto las primeras elecciones democráticas de su historia llevaron a la presidencia a Morsi, un representante de los Hermanos Musulmanes, cuyo torpe sectarismo prendió la indignación popular. Apenas electo una huelga nacional lo debilitó de tal modo que fue la ocasión para que los militares, que la revolución había apenas tocado, dieran un golpe y destituyeran al presidente islamita a mediados de 2013. En Washington Barack Obama se hizo de la vista gorda lo mismo que sus valets europeos de Londres, París, Madrid, etc. No hubo ninguna campaña por su parte contra el atentado de los militares egipcios que derrocaron a un gobierno electo por una abrumadora mayoría. El apoyo a los golpistas por parte de las fuerzas dominantes fue notorio. Los sauditas le extendieron de inmediato un préstamo de 10 mil millones de dólares al nuevo dictador, el general Abdul al Sisi.
Las perspectivas
Como se aprecia, la situación está lejos de haberse estabilizado. Las reacciones del gobierno francés de Hollande van en el sentido de arrojar gasolina al incendio: bombardeando, junto con los aviones de Putin, aun más a Siria, extremando la vigilancia policiaca sobre la misma población francesa, restringiendo sus derechos y fomentando un clima los sentimientos, ideas y actitudes más reaccionarias, racistas y xenófobas. En este clima de guerra, aunado a la deteriorada situación económica producida por las durísimas medidas de austeridad y recortes de todo tipo al gasto social, se ha dado el caldo de cultivo para el surgimiento y fortalecimiento de un régimen de excepción que impondrá medidas extremas de recorte de derechos civiles, tal y como sucedió en Estados Unidos después de los atentados a las torres de Nueva York en 2001. Esta guerra que declara Hollande contra el ISIS y el terrorismo, apoyada por toda la Unión Europea, lleva la semilla de la exacerbación de las contradicciones sociales con el recrudecimiento del proceso de la lucha de clases en la propia Francia. Se yergue así la amenaza de otra guerra, la guerra civil en la propia Francia.
Como se aprecia, la situación está lejos de haberse estabilizado. Las reacciones del gobierno francés de Hollande van en el sentido de arrojar gasolina al incendio: bombardeando, junto con los aviones de Putin, aun más a Siria, extremando la vigilancia policiaca sobre la misma población francesa, restringiendo sus derechos y fomentando un clima los sentimientos, ideas y actitudes más reaccionarias, racistas y xenófobas. En este clima de guerra, aunado a la deteriorada situación económica producida por las durísimas medidas de austeridad y recortes de todo tipo al gasto social, se ha dado el caldo de cultivo para el surgimiento y fortalecimiento de un régimen de excepción que impondrá medidas extremas de recorte de derechos civiles, tal y como sucedió en Estados Unidos después de los atentados a las torres de Nueva York en 2001. Esta guerra que declara Hollande contra el ISIS y el terrorismo, apoyada por toda la Unión Europea, lleva la semilla de la exacerbación de las contradicciones sociales con el recrudecimiento del proceso de la lucha de clases en la propia Francia. Se yergue así la amenaza de otra guerra, la guerra civil en la propia Francia.
El impacto al nivel europeo será una profundización del fortalecimiento de los partidos de la derecha. Las elecciones del 20 de diciembre en España pueden desde ya anunciarse que favorecerán a los conservadores cuyo triunfo, aunque por una mayoría exigua, será suficiente para que Mariano Rajoy permanezca como el presidente del gobierno. En Alemania, en el Reino Unido, en Italia y en los demás países también experimentarán nuevas oleadas conservadoras, derechistas.
Exactamente una semana después de los atroces atentados de París, de nuevo en Damasco se producen ataques mortíferos reivindicados por yihadistas. Y en Mali igualmente, el mismo día se dan secuestros de turistas en un hotel con un saldo de 27 muertos y otros tantos heridos. Lejos de frenarse, el yihadismo se desboca ante las provocaciones de Hollande. El propio Obama Barack, por sus propias razones que el yihadismo no desaparecerá sólo con las medidas militares adoptadas hasta ahora y señala como la fuente del conflicto sirio al presidente Assad. Con una situación complicada ante el escarmiento del balance lejos de favorable de la invasión y ocupación de Irak de su antecesor en la casa Blanca, Obama también presionado por un estado desastroso de las finanzas de su gobierno, se ha rehusado a intervenir con tropas terrestres en Siria, limitándose a la guerra por el aire.
Son tiempos terribles que exigen políticas radicales. Para los verdaderos socialistas (no los estilo Hollande en Francia o de Felipe González y Pedro Sánchez en España y toda la calaña de socioliberales que pululan en los gobiernos de Europa) la verdadera posición revolucionaria es convocar a la unión por arriba de las fronteras de una Europa de facto unida ya por el gran capital financiero de la troika (la Comisión Europea, el Banco Europeo y el FMI) de los trabajadores de todos los países que integran la Unión Europea, para forjar la unión con la población inmigrante de África y el Medio Oriente y orientarse hacia una política anticapitalista: nacionalización de los bancos, abolición del secreto bancario, un plan de choque de obras públicas para disminuir drásticamente el desempleo, una política fiscal que tienda a imponer tasas más altas a los ingresos más altos, cese de las intervenciones militares en los países de África y el Medio Oriente, entre otras medidas. No hay otra solución que ésta si queremos que cesen las guerras, que la desigualdad espantosa entre las naciones y entre las clases en su interior desaparezca, que reine un clima de tolerancia y fraternidad entre los pueblos y se ponga en práctica una política de cuidado y mejoramiento del medio ambiente.
México, D.F., 21 de noviembre de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario