EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

domingo, 3 de julio de 2016

Cabezalcubo: represion brutal

Cabezalcubo Por Jorge Moch La represión brutal
La vieja tesis de que las televisoras en México son las más rastreras y serviles expresiones de cortesanía mediática cobró dolorosa vigencia el domingo pasado, 19 de junio, que ha pasado a formar parte de esa cauda de fechas lúgubres que se amontonan en el panteón mexicano de las conmemoraciones que nunca debieron ser. Donde la gente, como afirman sus descorazonadores testimonios, vio a elementos de presunta élite de la policía federal disparando armas de alto poder contra manifestantes inermes, los lectoservidores de los pseudonoticieros de las principales televisoras (y no pocas plumas palafreneras del gobierno en medios impresos) vieron apenas “medidas de contención”. Contención. Vaya eufemismo pendejo. Lo que vimos el domingo 19 de junio de 2016 no fue un error de la policía. Ni una emboscada de los “malvados” pobladores de Nochixtlán, Oaxaca (y de otros puntos del estado), como luego cobardemente afirmaron los policías, sino una carga calculada o, como bien expuso Julio Hernández López en su Astillero del martes 21: “Fueron ataques a mansalva. Sin riesgo alguno para los policías que bien parapetados, en algún caso con rodilla a tierra para ajustar bien la puntería, dispararon contra la masa de manifestantes contrarios a políticas gubernamentales. No había masas enardecidas cercando a algún puñado de agentes que en legítima defensa se hubieran visto forzados a usar sus armas como último recurso. Tampoco fueron disparos selectivos contra un grupo definido de personas cuyo exterminio a las fuerzas armadas les pareciera imprescindible para salvaguardar valores superiores, tal vez la integridad física y la seguridad de un colectivo puesto en peligro. Todo lo contrario: fue un tiroteo realizado a buen resguardo por policías federales que recibieron instrucciones superiores en ese sentido o que, en el poco probable caso de haber actuado por motivación propia, durante largas y fogosas horas fueron encubiertos, protegidos y promovidos a seguir con sus mismas prácticas por sus mandos inmediatos y por los máximos jefes. A fin de cuentas, lo que cometieron fueron homicidios, homicidios calificados". Así, sin más, sin eufemismos pendejos y sin disimulos que son bofetadas a los deudos de las decenas de miles de muertos y desaparecidos en este país, no pocos a manos de las mismas fuerzas gubernamentales que deberían ser la garantía viva de que se preserven y protejan los derechos humanos de los sufridos habitantes de este México desangrado, tal que se afirma en tantos frentes ya, tanto internos como internacionales. Ahí por ejemplo los señalamientos recientes del Relator especial para las Naciones Unidas sobre ejecuciones extrajudiciales, Christof Heyns, quien según la nota de Mathieu Torliere en la revista Proceso del lunes 20 de junio afirmó, al presentar su informe sobre derechos humanos en México, que “en el país persisten las ejecuciones extrajudiciales y el uso excesivo de la fuerza por agentes de seguridad”. Asimismo puntualizó que “las medidas de protección [del Estado] son insuficientes e inefectivas, la impunidad y la falta de rendición de cuentas en violaciones al derecho a la vida siguen siendo un reto serio y también la ausencia de reparaciones para las víctimas”. Pero de eso la televisión mexicana no dice mucho. Y para más inri, las televisoras vieron caerse el histórico recurso hipnótico colectivo del futbol ese mismo fin de semana toda vez que el deslucido “tri” se fue de bruces ante la selección chilena por siete a cero. O sea que a esta nueva masacre de Oaxaca (se habla de al menos doce asesinados, veintitantos heridos de bala, decenas de personas –niños y mujeres incluidos– golpeados salvajemente por los que deberían ser agentes del orden, no matones con licencia y uniforme) no le funcionó su circo televisivo. Muchos mexicanos ya estamos francamente hasta la madre de esa manera servil y agachona de hacer televisión, que convierte el que debería ser el medio masivo idóneo para la denuncia social y el debate ciudadano verdadero en caballerango obediente, sumisa vocería, sometida sirviente, obediente sempiterna (diría Juan Marsé que “deliciosamente emputecida”) a los caprichos, rabietas, ocurrencias o arrebatos del papanatas presidencial en turno que muy probablemente habrá llegado al poder por forzar y aun violar los cauces legales de la democracia electoral para imponerse su imperio al “haiga sido”. Sin leer tres libros en su pinche vida. Sin ser la señora de la casa. Sin ser capaz de leer en público coherentemente un texto en español y mucho menos en inglés. Sin capacidad ni competencia ni aptitudes. Ni escrúpulos. Ni vergüenza.

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