EL DELFÍN

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lunes, 25 de abril de 2016

"El keynesianismo no es necesariamente de izquierdas"

“El keynesianismo no es neceseriamente de izquierdas”: Ingo Stützle 17/02/2014Deja un comentarioGo to comments Las políticas de austeridad en la UE a menudo se presentan como la única alternativa. Por otra parte, mucha gente de izquierdas sueña con una vida mejor más alla del keynesianismo. Jungle World habló con el publicista y politólogo Ingo Stützle sobre la crisis del euro, la austeridad y el keynesianismo. El estudio de Stützle “Austerity as a Political Project” (Austeridad como proyecto político) fue publicado este pasado otoño. Entrevistador: Axel Berger.
JW: ¿Qué quiere decir con “austeridad como proyecto político”? IS: El título se refiere a los avances contemporáneos de la eurozona. Planteé la cuestión de cómo el modelo de política financiera del presupuesto equilibrado podría ser europeizada con la creación del euro. A la larga, esas políticas no caen simplemente del cielo, ni se derivan de la dinámica de la acumulación. Un proyecto político integra fuerzas políticas y sociales dispares que no necesariamente persiguen conscientemente el mismo objetivo. Pero dentro de una situación histórica específica, sus actividades convergen en un resultado común. Fue el caso del euro y del modelo del presupuesto equilibrado. Desde entonces, Canadá también quiere adoptar legalmente este principio, y el presidente Obama, después del conflicto presupuestario, pidió a los republicanos hacer causa común con él, a pesar de todas sus diferencias, con el motivo de presentar un presupuesto equilibrado. JW: Pero, ¿no fue el endeudamiento creciente de los estados la tendencia dominante en las últimas décadas, y con la que también se continuó en la crisis? IS: Eso es cierto, pero un “régimen de austeridad” y una deuda soberana alta no son necesariamente una contradicción, sino que más bien son las dos caras de una misma moneda. La idea de usar el miedo a las consecuencias de la deuda con el objetivo de alcanzar políticas de austeridad no es solamente familiar a la clase política alemana. Le fue también familiar a Ronald Reagan. El director de su oficina de gestión, David Stockman, acuñó el término “déficit estratégico”. Con ello quería decir endeudamiento útil del estado, lo que hizo plausible la situación para el ahorro. Uno consigue tal déficit recortando impuestos sobre la riqueza, las rentas más altas y la gran industria. La situación es similar en Gran Bretaña, el segundo país pionero en jugar un papel en la implementación de políticas neoliberales. El principal asesor económico de Margaret Thatcher, Alan Budd, declaró en el periódico The Observer en los noventa que: “Las políticas de los años ochenta de ataque a la inflación a base de estrujar la economía y el gasto público eran una tapadera para dar un golpe a los trabajadores” JW: La deuda pública es una promesa basada en los ingresos fiscales futuros. ¿No llega un punto en que todo gobierno debe finalmente admitir que redimir esta pretensión no es realista? ¿No es el rumbo de la austeridad una simple consecuencia lógica del hecho de que la crisis sólo puede ser superada mediante la devaluación? IS: Se le preguntó al ministro financiero alemán Wolfgang Schäuble, durante la conferencia de divisas en Washington este pasado octubre, cuándo pagaría Alemania su deuda. Contestó: “¿Alguna vez estamos acaso sin deuda? Esperemos que nunca”. Lo que es decisivo, según Schäuble, es reducir la deuda en proporción al rendimiento económico. Esta sentencia muestra que el que la deuda pública aumente no es problema mientras los acreedores estén servidos por el aumento de los ingresos tributarios sobre la base de una economía creciente y que puedan ser capaces de encontrar compradores para sus bonos. Si un país puede reemplazar su antigua deuda por deuda nueva, la montaña de deuda teóricamente no tiene límite. A muchos críticos del capitalismo les gustaría determinar tal límite en un sentido abstracto, pero eso no es posible. JW: ¿Así que la deuda es un juego sin límites? IS: Por supuesto que no. Por una parte, uno debe preguntarse quienes está cargado con el pago de los intereses, y esto es sin duda una cuestión de clase. La carga fiscal en las últimas décadas se ha ido desplazando cada vez más hacia el salario de los trabajadores. Pero los que se embolsan esos pagos de intereses son principalmente los poseedores de bonos. Y por supuesto el desarrollo capitalista es propenso a las crisis, conduciendo a devaluaciones periódicas del capital tanto productivo como ficticio, lo que incluye acciones y bonos gubernamentales. Pero una quiebra soberana también puede efectuar una modernización. Ese fue el caso en Argentina en el 2001. Después de unos años, el país empezó voluntariamente a pagar su deuda de nuevo, lo que había dejado de hacer temporalmente. Rusia, después del fin de la Unión Soviética, también continuó pagando los préstamos suspendidos en 1917. Todo esto es por el tal llamado “pecado original”. Si un país o una ciudad se declaran en bancarrota, tienen que pagar una prima de riesgo, lo que significa que tienen que pagar tasas de intereses más altas. Así ocurre con la ciudad de Nueva York. JW: A la luz de las preocupaciones sobre la competitividad a largo plazo y la solvencia, uno podría decir provocativamente que el gobierno de Merkel es algo así como el ‘capitalista total ideal’ dentro de la UE y de la eurozona en particular. IS: No. Eso sería asumir por una parte que las políticas de austeridad son la única posibilidad concebible para reorganizar el capitalismo europeo. Por otra, esa afirmación supone que el estado alemán expresa los intereses capitalistas del resto de países europeos. Pero tal caso ocurre sólo en un sentido limitado. El hecho de que los alemanes lleven la voz cantante se debe, entre otras cosas, a la circunstancia de que en los últimos años ha aumentado el poder de decisión del Consejo Europeo, el organismo donde la fuerza de un estado es más relevante que todo lo demás. La Comisión Europea fue perdiendo poder, y el Parlamento Europeo nunca ha jugado un papel importante. Ya a finales de los ochenta Alemania insistía en limitar y controlar las posibilidades de intervención de la deuda pública por otros países. Dentro del marco de la integración monetaria, el dominio económico alemán se transformó en dominio político. El Banco Central Europeo (BCE) y el euro están construidos de acuerdo a los designios alemanes. Si alguien tiene ahora mismo el papel de ‘capitalista total ideal’, entonces ese es el BCE. Solamente el BCE es capaz de implementar políticas contra todos los estados del euro. Hasta cierto punto esto también es cierto respecto a Alemania. Se puede ver con el ejemplo del BCE comprando bonos de estados, que el Bundesbank no quería. Se ha hecho de todos modos, pero bajo restricciones estrictas que sólo han reforzado la austeridad. Los bonos también están siendo comprados por países que se han afiliado al pacto fiscal. JW: En tu libro, hablas sobre la diferencia entre el keynesianismo francés y el ordoliberalismo alemán. ¿Una EU dominada por Francia sería una alternativa al rumbo de la austeridad? ¿O son estos esquemas ideológicos irrelevantes contra los intereses reales que hay detrás? IS: No hablaría de un keynesianismo francés, sino más bien de una variante del desarrollo neoliberal, al menos a partir de 1983. Como siempre, las especificidades culturales existen en cada país individual, pero se han ido suavizando en los últimos años, sobretodo en el terreno de la política monetaria. Y no son irrelevantes, sino bastante interesantes. Fue Francia, no Alemania, quien abogó por el objetivo de los presupuestos estatales equilibrados y una deuda límite del cero por ciento en lugar de la del tres por ciento. Francia esperaba integrar económicamente a Alemania mediante el euro, pero para hacerlo tuvo que aceptar un euro bajo condiciones alemanas. El hecho de que acusar a los políticos de la Europa del Sur de tener una tendencia holgada en la política monetaria sea un estereotipo racista no está todavía demostrado con el ejemplo del Presidente del BCE Mario Draghi. JW: La respuesta a la crisis en un principio estuvo fuertemente influenciada por el keynesianismo, por ejemplo, con los programas de estímulo y la política monetaria libre. A pesar de la falta obvia de éxito, para muchos de izquierdas la lucha por un nuevo keynesianismo y contra las políticas de austeridad ofrece esperanza no sólo para unas condiciones mejores de vida; también lo relacionan con una estabilización del capitalismo. ¿Qué tiene que decir al respecto? IS: Aunque no tengo nada contra salarios más altos y beneficios sociales, más bien al contrario, esto está un poco distorsionado si estos izquierdistas quieren desplegar medios para salvar al capitalismo de sí mismo. Si observas la constitución histórica del keynesianismo en los Estados Unidos, como una consecuencia de la crisis del 29, esta estuvo precedida por una fase de fuertes luchas de clases y de autoorganización de trabajadores y parados. Al mismo tiempo, ocurrió a lo que Johannes Agnoli se refiere como una estrategia institucional: la integración de fuerzas subversivas. La lucha de clases se convierte en cooperación social. Pero por supuesto, para los economistas neoclásicos los sueldos son ante todo un factor de costo para los negocios, los gastos sociales son desembolsos improductivos, y los impuestos altos tienen un efecto sofocante sobre la iniciativa privada. Los economistas de orientación keynesiana entienden que los salarios y el gasto público son un elemento de la demanda social. Es por esto que sindicatos y socialdemócratas (incluyendo el partido Die Linke) piensan que tales cosas son geniales. Con Keynes, pueden conciliar el aumento salarial y un estado del bienestar expandido con la “razón económica”. Es por ello que Sabine Nuss ha acuñado el término “Manual del Usuario del Capitalismo” para tales conceptos. Pero también hay dos cortocircuitos: por un lado, no es necesariamente de izquierdas, ya que las políticas keynesianas no aspiran a trascender las formas capitalistas. Una vida buena únicamente será posible cuando el capitalismo se convierta en un capítulo de los libros de historia. Por otra parte, las políticas keynesianas no son capaces de autoafirmarse porque parecen ser más razonables (esta es una concepción burguesa de cambio social). Las políticas que finalmente son capaces de hacerse valer son el resultado de condiciones económicas, pero también de luchas sociales. Ingo Stützle es uno de los coautores de PolyluxMarx que será publicado en Enero por MR Press. Esta entrevista fue originalmente publicada aquí. Traducción al castellano de la traducción inglesa de Alexander Locascio. Traducción para Marxismo Crítico de Ana Rosa Álvarez Rubio Fuente: http://www.thenorthstar.info

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