Complicidad
Gustavo Esteva
N
os faltan palabras. Ninguna alcanza a recoger la magnitud y profundidad del impacto. El ánimo no está preparado para asumir algo como lo de Gaza.
Tenemos que ir al fondo del asunto. Es salida fácil atribuir todo a un tirano sicópata, aunque lo hay. Puede o no ser válida la encuesta reciente que indica que 75 por ciento de los habitantes de Israel apoya lo que se está haciendo. Pero no hay duda de que una porción sustantiva de la población de ese país respalda la política que hoy llega a este extremo insoportable.
No se trata de culpa, sino de responsabilidad. Es la que han debido asumir las nuevas generaciones de alemanes: no tuvieron culpa alguna en lo que hicieron sus padres o sus abuelos, pero debieron aceptar su responsabilidad. Y si de eso se trata, el asunto no termina en Israel… y tampoco en Estados Unidos y sus aliados, pensando no sólo en sus gobiernos, sino en sus poblaciones. Esto nos concierne a todas y todos. Se trata de explorar nuestra complicidad.
Tenemos que enfrentar con entereza la medida en que estamos involucrados en estos crímenes. Lo que hoy ocurre en Gaza no es sino una manifestación enloquecida y salvaje de un estado de cosas en el que estamos inmersos. Debemos preguntarnos por la medida en que somos responsables de que persista.
Hay propuestas más o menos convencionales. ¿Compramos productos de Israel o sus aliados? ¿Invierten nuestras instituciones en ese país? Existen, obviamente, corporaciones privadas que obtienen beneficios en esta situación y por ello se apela a uno de los recursos usados en su momento contra elapartheid: el boicot que lleva a la desinversión, campaña bien explicada en Wikipedia. Podemos formar parte de esa campaña, evitando comprar esos productos y combatiendo esas inversiones.
Son pasos en la dirección correcta pero claramente insuficientes. Es también útil salir a la calle y protestar, sea en Tel Aviv o en San Cristóbal, o unirse a la marcha latina que tuvo lugar ayer, desde Río Grande hasta la Patagonia. Implica pintar la raya, tomar distancia, denunciar. Pero tampoco es suficiente.
El estado de cosas que produce la aberración de Gaza abarca al régimen político y económico en que vivimos, esa combinación de corporaciones irresponsables con gobiernos igualmente irresponsables, que han aprendido a ignorar la voluntad de sus electores y contradicen continuamente sus mandatos. Su empeño destructor incontenible arrasa por igual con vidas humanas y naturaleza. La seguridad es el pretexto para el uso brutal de la fuerza y el abuso de las facultades de los gobiernos, aunque es precisamente la seguridad la prueba mayor del fracaso del régimen de gobierno en el estado-nación y las instituciones internacionales: no pueden cumplir esa función, que es su obligación primaria.
Es cuestión de poder, sin duda. Pero hay que tomar en cuenta que el poder no es una cosa, no es algo que unos tengan y otros no, que esté allá arriba, concentrado, por lo que se podría dispersarlo o distribuirlo,
empoderara quienes carecen de esa
cosa, el poder. El poder es una relación. Todos estamos involucrados en las estructuras de poder. Sostenemos una punta. De nosotros depende que se mantenga o no una relación específica de poder, que persista o no el estado de cosas.
No basta decir que se trata del capitalismo, para hacernos consecuentemente anticapitalistas, como se planteó hoy de mil maneras distintas en el encuentro
Trascender el capitalismoorganizado por el Centro para la Justicia Global en San Miguel de Allende.
Es preciso ir todavía más lejos. Atrás de todo esto, del horror de Gaza, el de los niños migrantes o los atropellos de toda índole de los poderes formales en México, atrás de capitalismo y
democraciaformal y de todo ese estado de cosas, atrás de modernidad y posmodernidad, están la mentalidad y la práctica del patriarcado. Todo eso es una expresión de una manera de pensar, de actuar, de ser, que abarca a hombres y mujeres, y tiene el nombre apropiado de patriarcado, en que el arché del término significa control, dominación, poder, y se ejerce en la tradición
varonil. Es su ímpetu destructor, que llega a su extremo en la hora de su colapso. Y si de eso se trata, todas y todos somos cómplices. No hay forma de lavarnos las manos o eludir nuestra responsabilidad. Es hora de romper a fondo con la mentalidad y comportamientos patriarcales que afectan a tantos hombres y mujeres en todas partes. Sólo de esa manera podemos seriamente empezar a desmantelar todo ese edificio abominable. Eso define, por cierto, la naturaleza misma del empeño zapatista.
- Las tareas pendientesAprendizCierto, entre muchas otras tareas, una de ellas debe ser la desaparición del principio de autoridad, junto con el estado, la división del trabajo, lo público y lo privado, la preeminencia del individuo sobre la comunidad, las fronteras entre lo urbano y lo rural, la propiedad privada, el consumismo y la corrupción, la irracionalidad de la avaricia, la psicopatología del poder, el parasitismo, el esfuerzo improductivo, la enajenación, el fetichismo, la falsa consciencia… la opresión y la explotación del hombre por el hombre,… pero también debe ser la desestructuración sintáctica del lenguaje y su reconstrucción desde la solidaridad, el apoyo mutuo, la cooperación, la caridad (entendida como amor y justicia), la cultura de afirmación de la vida.
- Faltó: aclarar lo que está ahora producto del sis-Artra Atatema. Humanos con una formación patriarcal larga, deliberaada. Hay de instituciones a instituciones producto de esa formación patriarcal que aduces Gustavo. Hay quienes llevan mucho tiempo despreciando a la "prole", siglos haciendo jugosos negocios prestando a bandos contrarios en la guerra, aún a costa de esa "prole", como la de los pogroms y que ahora usan su nombre para continuar sus etnocidios, no importa que no sea ahora contra los pogroms, sino contra los que desde los 1920s en toda forma -bajo el Irgún yla Hagana, bien financiados- padecen por esa "limpieza étnica", desde antes de financiar a nazis en su limpieza de rutenos y comunistas. Boicot a instituciones dices, el problema que debe al menos aclararse, falta mucho por aclarar, es si los que tienen la cúpula de las instituciones financieras, son los mismos que impulsan los genocidios en Ucrania, Siria, Palestina o en la Amazonia o México, sí México, con esa guerra -"contra" el narco- encubierta que nadie se atreve a develar
- ATRAS DE LO DE GAZAElizabeth!Bravo, Gustavo! Efectivamente el asunto es enfrentar una cultura de domino, una cultura que tiene impregnado la noción de Sujetos valiosos y Otras/os desechables; una cultura cruel, violento y bélico cuando no consigue reproducir su domino por otras vías. Y esta cultura es producida y reproducida por el Estado, la familia y hasta en el "habitus" (interior inconsciente individual)de cada una/o. Pero también hay que adentrar la sociología de las emociones que sostiene el dominio y allí el miedo (de perder el poder) es central en operar la violencia. Creo que tampoco es suficiente decir que el patriarcado es el culpable de todo, sin deconstruir sus dispositivos reproductores del poder, incluyendo el ethos emocional que lo sustenta: algo que las/os feministas hemos intentado hacer ya desde cuando, sin mucho éxito.