Sartre y el compromiso
Al tío Mario, en su memoria
El compromiso intelectual de Jean-Paul Sartre es conocido, su figura sigue siendo a pesar del paso de los años, unas de la principales evocaciones del “deber ser” en relación con los desposeídos de la tierra, su filosofía existencialista, de naturaleza radical por sus cuestionamientos al origen y razón de la presencia humana en el mundo, sigue circundando entre quienes de una u otra forma buscamos el mejoramiento de las condiciones objetivas de existencia.
Sartre, cuya propuesta filosófica causó recelo entre los sectores conservadores por su alejamiento de raíz de cualquier posible existencia de “Dios”, reflexionó en diversas ocasiones sobre la función de la literatura, del intelectual y el papel de ambos en la sociedad, sobre todo, frente a tanta necesidad e injusticia. En 1972 escribió que: “Si un intelectual elige al pueblo, debe saber que la época de las adhesiones a los manifiestos, la de los tranquilos mítines de protesta o la de los artículos publicados por periódicos reformistas ha terminado. No tiene que hablar, sino intentar, por los medios que están a su disposición, dar la palabra al pueblo”. Una autocrítica dura para él mismo, que ejemplifica la constante evaluación de sus ideas y acciones que sostuvo a lo largo de su vida sin alejarse del compromiso social que le caracterizó, justamente, en el año de la cita ya se encontraba en un proceso de aceptación de la ceguera que lo acompañaría por el resto de sus días, algo que, como atestigua Simone de Beauvoir en La ceremonia del adiós (1980), significó una gran desafío y lo condujo a revalorar todo.
La cercanía y vinculación de Sartre al marxismo le permitió comprender las bases materiales de la injusticia de las sociedades capitalistas, su obra Crítica de la razón dialéctica (1960) es una búsqueda de nuevos caminos para el elemento esencia del existencialismo: la libertad. Para el filósofo el marxismo es la corriente de pensamiento insuperable de nuestro tiempo, esto, sin importar las críticas y las confrontaciones que sostuvo con el propio Partido Comunista Francés, organización con la que llevó una relación compleja. Su vida estuvo ligada a los movimientos de liberación, especialmente la causa Argelina, y otras expresiones anticoloniales.
En su época de esplendor, cuando su influencia revitalizaba la esperanza en la Europa de la posguerra, dictó su famosa conferencia El existencialismo es un humanismo (1945), durante la cual expresó una de sus máximas: “el hombre está condenado a ser libre”. Esa referencia a la autodeterminación consciente del ser humano sobre sí mismo, es la base primordial del existencialismo que junto a su compañera Simone de Beauvoir defendería hasta su último suspiro. Ambos protagonizaron una incasable actividad reflexiva que caracterizó a la intelectualidad de su tiempo, algo que hoy se ha pretendido difuminar por la repercusión de los mass media en el imaginario colectivo.
El legado y compromiso de Sartre se atestigua en la revista de pensamiento Les Temps Modernes, que fundó junto a Maurice Merleau-Ponty y Simone de Beauvoir en 1945, así como su labor como director del periódico Libértation desde 1972 hasta su muerte. Su congruencia entre el decir y el hacer lo llevó a renunciar al Premio Nobel de Literatura en 1964 y a continuar su compromiso escribiendo por la libertad plena del ser humano.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otr
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