EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

domingo, 22 de marzo de 2020

22 de marzo: Dia Internacional del Agua

Género, agua y justicia climática
Sara López García
Cuenta la leyenda colombiana de la Madre del Agua que durante la colonización española del continente americano la hija de un colonizador quedó embarazada fruto de un amor clandestino con un esclavo indígena. Cuando nació la criatura sus rasgos indígenas y el color de su piel no dejaban lugar a dudas: era hijo de un acto obsceno que amenazaba su discurso de superioridad racial. Sin miramientos, el bebé fue lanzado al río y masacrado, eliminando así el espejo que representaba su existencia. La madre, desesperada, corrió por la selva hacia el agua torciéndose el pie en su huida, rotos su tobillo y su corazón. Desde entonces su esencia fecunda las aguas de la selva y sus huellas torcidas marcan el rastro de su presencia. Como a las sirenas, a la Madre del Agua se le achaca la mala costumbre de seducir a los jóvenes cazadores, que mueren ahogados hechizados por su belleza y su condición de mujer depredadora y embaucadora 1/.
La historia del agua es desde tiempos inmemoriales una historia de control y dominación, de poder y colonización, de culpabilización y desprestigio de las víctimas; es una historia que se reescribe para legitimar otra historia y, muy profundamente, es una historia de género. El agua, sobre todo la dulce, está en muchas culturas ancestrales esencialmente asociada a la fertilidad, la fluidez, la versatilidad, lo doméstico: a la mujer. Pero más allá de lo mitológico, el uso y recogida de agua son tareas de las mujeres, en todos los rincones del mundo, asociadas a su rol social de cuidadoras y administradoras del hogar. Sin embargo, el control del agua ha sido y es un terreno masculino, ligado a la propiedad de la tierra y al poder. En tiempos de contingencia medioambiental, con el cambio climático ya casi imparable, los roles de género asociados al agua suponen una pieza fundamental en el complejo puzle de la justicia climática. Sin justicia de género no habrá justicia climática.
El marco internacional actual del género y el agua
El agua es el elemento principal a través del cual las personas sienten el cambio climático, ya que está vinculado al desarrollo humano desde un punto de vista biológico y social. De hecho, desde 2010, el acceso a agua potable, limpia y segura se considera parte de los derechos humanos. El cambio climático afecta al ciclo del agua provocando fenómenos meteorológicos extremos, alterando las previsiones sobre la disponibilidad de agua y comprometiendo la biodiversidad y la calidad del agua, así como el saneamiento y la higiene. Esto produce un mayor estrés hídrico y usos competitivos del agua entre los sectores económicos y las familias. Según la ONU, entre 4.800 y 5.700 millones de personas sufrirán escasez de agua en el año 2050, al menos un mes al año. En contraste, el 90% de los desastres causados por peligros naturales se debe a inundaciones, tormentas, olas de calor, sequías y otros fenómenos relacionados con el clima (UN Water, 2019). Estas consecuencias del cambio climático afectan desproporcionadamente a las mujeres y las niñas en el mundo.
No es casualidad que la ONU declare que “la gestión del agua fomenta la igualdad de género”. La importancia del género y el agua es bien conocida en el ámbito internacional desde 1992, cuando la Conferencia Internacional de Dublín sobre Agua y Medio Ambiente declaró que “las mujeres desempeñan un papel central en la provisión, gestión y protección del agua”. Actualmente, la integración de la perspectiva de género se refleja en los principales marcos de políticas que establecen la gobernanza global del agua, el cambio climático y el género: los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres y el Programa de Trabajo de Lima sobre Género y el Plan de Acción de Género bajo la UNFCCC:
- Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): El agua y el género vinculan el ODS 5 para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas con la implementación del ODS 6 para garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos. También está vinculado a otros, como los ODS 1, Fin de la pobreza; ODS 3, Salud y bienestar; ODS 13, Acción por el clima y, en particular, ODS 4, Educación de calidad (2018).
- El Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres: En su prioridad 4 sobre “Mejorar la preparación ante desastres para una respuesta efectiva” y “Construir de nuevo mejor (Build Back Better) en la recuperación, rehabilitación y reconstrucción” declara explícitamente que “empoderar públicamente a las mujeres y las personas con discapacidad, liderar y promover enfoques de respuesta, recuperación, rehabilitación y reconstrucción equitativos y universalmente accesibles de género es clave” 2/.
- El Programa de Trabajo de Lima sobre Género (2016) y el Plan de Acción de Género bajo la CMNUCC (2019): La Alianza Global sobre Género y Clima (GGCA) nació en la Conferencia sobre Cambio Climático de la ONU de 2007 en Bali, e involucra a más de 60 agencias de la ONU y organizaciones de la sociedad civil. Esta alianza establece el Plan de Acción de Género para el cambio climático (PAG), recientemente aprobado finalmente en la COP25.
Género y manejo del agua
El uso del agua está vinculado a las dinámicas sociales desde los albores de la humanidad. El control de los recursos hídricos contiene dos aspectos principales: gestión y gobernanza. La gestión comprende las acciones de manejo del agua. Las mujeres están sobrerrepresentadas en las áreas de la gestión con el reconocimiento social más bajo: recolección y uso doméstico. Sin embargo, están subrepresentadas en la construcción y planificación de infraestructuras, asociadas a puestos técnicos o de ingeniería. Por otro lado, la gobernanza, un terreno de dominación masculina, es la planificación o el poder de decidir sobre la realización de las acciones de manejo de agua.
Actualmente, en muchas culturas de todo el mundo la recolección y gestión del agua en los hogares está asociada con mujeres y niñas. En el 80% de los hogares donde el agua no está disponible en las instalaciones, son las mujeres y las niñas las responsables de la recolección del agua (UN Women, 2018). Las mujeres y las niñas caminan largas distancias para recoger agua para uso doméstico e higiénico. Esto tiene efectos directos sobre la salud de estas mujeres, como daños musculoesqueléticos y estrés crónico (Nelson et al., 2002; Denton, 2002). El cambio climático agrava la escasez de agua y exacerba el impacto social de las sequías, lo que aumenta el tiempo y el esfuerzo necesarios para la recolección de agua y produce un mayor impacto en las mujeres y las niñas en todo el mundo. Además, cuando una mujer o niña recolecta agua, está utilizando un tiempo y energía valiosos que podría invertir en ir a la escuela o en realizar una actividad económica, lo que obstaculiza su independencia, empoderamiento y autoestima. Como ejemplo, en lugares de Tanzania y Yemen, la disminución de 1 hora en el tiempo de recolección de agua aumentó la matriculación de niñas en la escuela el 9 y 19%, respectivamente (UN Women, 2018). Además, cuando una mujer invierte su tiempo en recolectar agua, paradójicamente, no tiene tiempo para estar involucrada en las tareas de toma de decisiones y, por lo tanto, hay riesgo de que el tema del agua se desplome en la lista de prioridades de la comunidad.
Cómo solventarlo:
Invirtiendo en infraestructuras que aseguren el abastecimiento de agua potable, limpia y segura para las poblaciones del mundo, independientemente de su localización.
Mejorando la participación de las mujeres, mediante su formación, en profesiones tradicionalmente masculinas relacionadas con el agua, como son la ingeniería o la construcción de infraestructuras; pero también facilitando la presencia de mujeres en puestos de gestión del agua, tanto en organismos formales como informales.
Género y gobernanza del agua
Las mujeres están presentes de forma minoritaria en la gobernanza del agua y, por lo tanto, tienen menos poder y control sobre los recursos hídricos. Por ejemplo, en todo el mundo los ministerios del agua representan el ministerio con menor presencia de “puntos focales de género” (Fauconnier et al., 2018). La perspectiva de género rara vez se incluye en políticas y programas de alto nivel. De hecho, en 2013 solo el 35% de los países contemplaba aspectos de género en sus políticas y programas relacionados con el agua. Las mujeres en los puestos de gobernanza del agua son esenciales para permitir un enfoque equitativo e inclusivo de los recursos hídricos (Fauconnier et al., 2018; UN Water, 2006).
El Grupo de Mujeres de Tegemeo en Tanzania es un ejemplo de cómo las mujeres en la gobernanza del agua mejoran las condiciones de vida de las comunidades donde viven. Este grupo de mujeres tanzanas se unió para organizar el cambio que necesitan sus comunidades: infraestructura para proporcionar agua a las 12.000 personas que viven en el área de Mweteni para que su carga como recolectoras de agua pudiera aliviarse (Women for Water). Es un hecho: involucrar a las mujeres en la gobernanza del agua hace que los proyectos de agua sean hasta 7 veces más eficientes (Fauconnier et al., 2018).
La insuficiente representación en la gobernanza se remonta, entre otros factores, a la discriminación legal de las mujeres en muchos países del mundo. La tenencia de la tierra y el agua está estrechamente relacionada con el poder y el control sobre el agua. Según el informe global sobre la brecha de género (Global Gender Gap) de 2018 del Foro Económico Mundial, “las mujeres tienen el mismo acceso a los servicios financieros que los hombres en solo el 60% de los países, y a la propiedad de la tierra en solo el 41% de los países”. Esto relega a las mujeres a una posición vulnerable para acceder al agua y disminuye su capacidad de gobernanza. En Vietnam, por ejemplo, los arrozales de hogares encabezados por mujeres rinden un 20% menos debido al acceso desigual al agua (Fauconnier et al.).
Asimismo, la privatización del agua afecta a las mujeres de manera desproporcionada. Esto se debe a que la privatización de la distribución produce un aumento de los precios (Food and Water Watch, 2010) que afecta a las poblaciones más pobres, donde las mujeres son mayoría. Además, el control privado del agua está relacionado con el empeoramiento de las condiciones de trabajo en los puestos más precarios, muchas veces en manos de mujeres (Gender and Water Alliance, 2006). No podemos olvidar que la perspectiva de género y la inclusión del conocimiento y la experiencia de la comunidad no son una prioridad del sector privado.
En Bolivia, durante la guerra del agua de Cochabamba en 2000, las mujeres desempeñaron un papel clave en la defensa de la propiedad pública del agua. Esto tuvo efectos sobre la autoestima de las mujeres y la perspectiva de las comunidades sobre el papel de liderazgo de las mujeres, no solo en el tema del agua, sino en relación a la autoridad general de las comunidades (Udaeta ME, 2001).
Además de la distribución también puede privatizarse el uso del agua, por ejemplo, cuando las empresas multinacionales obtienen preferencia en la explotación del agua en áreas de escasez hídrica. Esto generalmente va en detrimento de las comunidades rurales locales, moradoras de esas cuencas de agua. Muchas veces estas son poblaciones indígenas y pobres, donde las mujeres llevan la carga de la gestión del agua y experimentan más de cerca las consecuencias cotidianas. Este es el ejemplo del área de Nejapa en El Salvador, donde desde 1999 la planta embotelladora de Coca-Cola compite por la explotación de un acuífero finito con las 30.000 personas que viven en la región. Como resultado de la participación de las mujeres en el movimiento de resistencia, han experimentado un mayor reconocimiento de su papel general de liderazgo en la comunidad (Alianza por la Solidaridad, 2013).
La gobernanza del agua en perspectiva de género no es solo un tema de equidad: es un asunto de paz. La gobernanza transfronteriza del agua es apremiante, ya que el 40% de la población mundial vive en una de las 310 cuencas fluviales transfronterizas que abarcan más de 150 países (Fauconnier et al., 2018). Los intereses confrontados por la propiedad del agua generan conflictos diplomáticos, como el existente desde 2011 entre Egipto y Etiopía, donde los intereses del agua sobre el río Nilo han estado en varias ocasiones cerca de abocar a ambos países a una guerra por el agua. Con el cambio climático, casos como este serán cada vez más comunes, por lo que la labor diplomática será esencial.
Se ha observado que las mujeres tienen mayor predisposición a cooperar para resolver conflictos y que involucrar a las mujeres en conversaciones transfronterizas sobre el agua da como resultado políticas que colocan en el centro a las familias y a otras mujeres (Fauconnier et al., 2018).
Cómo solventarlo:
- Incluir a las mujeres en los procesos de gestión y gobernanza del agua es esencial para que puedan plantear sus necesidades y aportar sus conocimientos: la perspectiva de las mujeres no es minoritaria o excepcional. La perspectiva de género debe incluirse en las políticas, planes y programas no solo como complemento, sino como un catalizador de estructuras más inclusivas e igualitarias.
- Dar espacio a los grupos de mujeres y a las organizaciones de la sociedad civil para poder ser agentes activos de cambio en las conversaciones sobre el agua.
- Corregir la discriminación legal contra las mujeres y las niñas de forma inmediata en todo el mundo, así como las regulaciones informales que impiden el acceso de las mujeres a los recursos.
Género y saneamiento
Además de satisfacer las necesidades de las mujeres y las niñas en torno a la salud menstrual, sexual y reproductiva, el saneamiento y la higiene también son indispensables para su desarrollo económico y social, contribuyendo a la igualdad de género y la consecución de sus derechos. Actualmente, en el mundo 2.000 millones de personas carecen de agua potable y 4.500 millones carecen de saneamiento adecuado (UN Water, 2019). La falta de acceso al agua, saneamiento e higiene (WASH, Water, Sanitation and Hygiene, en sus siglas en inglés) afecta a las mujeres y niñas de manera desproporcionada, debido a factores sanitarios y culturales.
A nivel sanitario, el aumento de la mortalidad materna está relacionado con enfermedades infecciosas (UN Women, 2018; Water Aid, 2013) y la diarrea es una de las principales causas de muerte de niños menores de 5 años en países de bajos ingresos (Hennegan y Montgomery, 2016). Un saneamiento deficiente está relacionado con la mitad de los casos de desnutrición en el mundo (UN Water, 2006). La falta de higiene también está relacionada con el bajo peso al nacer debido a causas infecciosas como el anquilostoma, el origen más prevalente de anemia durante el embarazo. Además, cuando se necesitan sustitutos de leche materna para prevenir la transmisión del VIH de madre a hijo, la seguridad del agua se vuelve primordial (Water Aid, 2013).
Más allá de estos elementos clínicos, los roles de género juegan un papel esencial en el acceso desigual al WASH. En muchas culturas, la postura en cuclillas y expuesta requerida por las mujeres para miccionar o defecar en espacios sin la privacidad adecuada se considera incompatible con la dignidad y la modestia que se esperan de ellas. En estos casos, las mujeres evitan la evacuación durante el día, lo que puede implicar abstenerse de comer y beber. Esto aumenta el riesgo de infecciones urinarias y deteriora su bienestar general. También aumenta la vulnerabilidad de las mujeres a la violencia sexual (UN Women, 2018), ya que las obliga a caminar solas en la oscuridad para encontrar lugares ocultos. La agresión sexual relacionada con la falta de saneamiento es un problema importante en la India, donde 600 millones de personas aún defecaban al aire libre en 2014. Recientemente, el gobierno indio ha asegurado que esa cifra se ha reducido casi a 0 debido a planes de saneamiento gubernamentales (EFE, 2019), aunque hay escepticismo desde algunos colectivos (Reuters/EP, 2019).
El género en todos estos casos descritos anteriormente no puede entenderse fuera de su contexto interseccional. La pobreza es un determinante subyacente para la gran mayoría de las mujeres y niñas que soportan la carga desigual de los efectos del agua y el cambio climático. Esto se ve exacerbado por elementos étnicos, de discapacidad o de minoría de género.
Un claro ejemplo de interseccionalidad es el de las mujeres de la casta Dalit de la India. Estas mujeres limpian manualmente, sin ningún equipo especial, los inodoros de las demás castas desde hace generaciones. Pertenecen a la casta de las Intocables, la más baja en el sistema de castas y se ven empujadas por las expectativas sociales asociadas a su casta y a su género. Estas mujeres sufren estigmatización social y baja autoestima, así como múltiples impactos en la salud, como diarrea crónica, desnutrición o dolores de cabeza (Bhattacharje SS y Human Rights Watch, 2014).
Otro ejemplo es cómo la orientación sexual, identidad y expresión de género y características sexuales (SOGIESC, en sus siglas en inglés) puede determinar vulnerabilidad en el uso de los baños públicos. Los inodoros separados por sexo suponen un desafío para las personas transgénero en todo el mundo y se han dado casos de denegación de acceso, acoso verbal, abuso físico y, a veces, incluso el arresto de personas transgénero e intersexuales (Boyce et al., 2018). Las personas transgénero sufren violencia y acoso en los baños masculinos y las mujeres se sienten amenazadas por ellas en los baños femeninos. Los baños sensibles a la diversidad de género son esenciales si pretendemos un saneamiento accesible para todos y todas.
El manejo de la higiene menstrual (MHM) es otro problema que afecta a las mujeres, debido a los roles de género y el estigma que rodea la menstruación. Las niñas evitan ir a la escuela durante sus días menstruales debido a la falta de privacidad o limpieza en los baños, o simplemente al estigma y los tabúes culturales (Hennegan y Montgomery, 2016). Se ven obligadas a soportar humillaciones, vergüenza y ansiedad, impactando en su rendimiento. Las maestras también se ven afectadas por un MHM inadecuado en las escuelas, comprometiendo la educación de toda la clase. Más allá del ámbito educativo, las mujeres en trabajos remunerados muchas veces no cuentan con un entorno adecuado para manejar su menstruación en su entorno laboral, especialmente las trabajadoras del sector informal (Sommer et al., 2016) asociado con la falta de infraestructuras, por lo que se pueden ver obligadas a quedarse en casa y perder ingresos durante ese período. Por otro lado, todas las mujeres, pero especialmente las que hacen un trabajo doméstico no remunerado, se ven perjudicadas por el precio de los productos de higiene menstrual, que son un gasto ineludible y desproporcionado para muchas mujeres.
Cómo solventarlo:
- Planificar el agua y el saneamiento teniendo en cuenta las necesidades de género: los baños deben ser seguros, limpios, asequibles y accesibles para todos en hogares, escuelas y entornos de trabajo, ya sean formales o informales. Las instalaciones de WASH deben permitir la privacidad e incluir todas las necesidades de género, incluidas las de la comunidad SOGIESC.
- Colocar en las escuelas instalaciones WASH apropiadas que permitan un manejo menstrual correcto. Sin embargo, es igualmente importante incluir a niños y hombres en la conversación: la deconstrucción de tabúes menstruales requiere una educación apropiada para todos los géneros. Además, las mujeres y las niñas también deben tener acceso a productos de salud menstrual que sean asequibles, seguros y respetuosos con el medio ambiente.
- Eliminar la violencia sexual relacionada con la defecación al aire libre que no puede solucionarse solo proporcionando baños seguros, sino también abordando la causa subyacente: la cultura de la violación. Esto implica cambiar la percepción de los hombres y los niños sobre los roles de género.
Desastres naturales relacionados con el género y el agua
Las amenazas relacionadas con el agua y el clima (inundaciones, huracanes) están aumentando, especialmente en el sur, sudeste, oeste de Asia, África tropical y América del Sur (UN Water, 2019). Los desastres asociados a elementos naturales tienen un impacto desproporcionado para las mujeres y las niñas, ya que, vinculados a niveles previos más altos de pobreza y a los roles de género, las mujeres son menos resilientes a los desastres en todas sus fases (Enarson, 2012). Esto se refleja en que la mortalidad es mayor para ellas que para los hombres, debido a que, entre otras causas, en muchas culturas las mujeres no aprenden a nadar (Neumayer y Plümper, 2007). Por otro lado, en el comienzo de un desastre las mujeres requieren diferentes sistemas de alerta temprana, ya que tienen unos usos distintos del espacio público y de las fuentes de información (UNISDR, 2011). Es importante también destacar la discriminación de la comunidad SOGIESC en el acceso a los recursos de socorro y su mayor vulnerabilidad a los desastres (Carnaby et al., 2018).
Sin embargo, el gran punto ciego de la fase de recuperación en el posimpacto de un desastre es la violencia de género. La violencia de género alcanza su punto máximo en situaciones de desastre y las mujeres maltratadas se colocan en una situación extremadamente vulnerable, ya que las estructuras de protección existentes se colapsan e incluso pueden verse abocadas a una situación crítica de dependencia de su agresor (Enarson, 2012).
Cómo solventarlo:
- Incluyendo a las mujeres en la gobernanza de la reducción del riesgo de desastres (RRD) en todos los niveles, y que las medidas de RRD específicas de género se incluyan en la planificación y la ejecución de los planes de RRD. Las medidas correctivas deben incluir ayuda financiera para la recuperación y estructuras preventivas de violencia de género.
- Aprovechando la oportunidad que los desastres naturales representan para recalibrar los roles existentes y cambiar los marcos de desigualdad, ya que las mujeres son poderosas agentes de cambio y esenciales en la resiliencia de sus comunidades.
Sara López García es médica con un máster en Salud Global. Actualmente focaliza su investigación en los determinantes ambientales de la salud en perspectiva de género
Notas
1/ Y no es coincidencia que, en los tiempos que corren, se den manifestaciones en defensa de violadores de menores, y la mitología femenina se reencarne en el discurso de una sociedad que se resiste a admitir lo evidente: que las sirenas nunca murieron, que aún todo huele a podredumbre
2/ “Sendai framework for disaster risk reduction monitoring”, 2017. Accesible en https://sendaimonitor.unisdr.org/analytics/global-targets/13
Referencias
Alianza por la Solidaridad (2013) “Inversión extranjera en una planta embotelladora en El Salvador: El caso de Nejapa”. Accesible en http://forodelagua.org.sv/www.alianzaporlasolidaridad.org .
Bhattacharjee S.S. y Human Rights Watch (2014) Cleaning human waste “manual scavenging”, caste, and discrimination in India.
Boyce, P.; Brown, S.; Cavill, S.; Chaukekar, S.; Chisenga, B.; Dash, M. et al. (2018) “Transgender inclusive sanitation insights from South Asia”, Waterlines, 37 (2): 102-117.
Carnaby, E.; Saladoka, J.; Vulavou, I.; Sterrett, C.; Worthington, J.; Pilkinton, J. et al. (2018) Down by the river: addressing the rights, needs and strengths of Fijian sexual and gender minorities in disaster risk reduction and humanitarian response, Oxfam.
Denton, F. (2002) “Climate change vulnerability, impacts, and adaptation: Why does gender matter?”, Gend Dev., 10 (2): 10-20.
EFE (2019) “India se declara libre de defecaciones al aire libre en el aniversario de Gandhi”, eldiario.es, 2 de octubre. Accesible en https://www.eldiario.es/sociedad/India-libre-defecaciones-aniversario-Gandhi_0_948406124.html .
Enarson, E. (2012) Women confronting natural disasters: from vulnerability to resilience. Boulder, Colorado: Lynne Rienner.
Fauconnier, I.; Jenniskens, A.; Perry, P. (2018) “Women as change-makers in the governance of shared waters”, IUCN, International Union for Conservation of Nature.
Food and Water Watch (2010) The Public Works: How the remunicipalization of water services saves money.
Gender and Water Alliance U. (2006) Transversalización del enfoque de género en la gestión del agua.
Hennegan, J. y Montgomery, P. (2016) “Do menstrual hygiene management (MHM). Interventions Improve Education and Psychosocial Outcomes for Women and Girls in Low and Middle Income Countries?”, PLoSOne.
Nelson, V.; Meadows, K.; Cannon, T.; Morton, J.; Martin, A. (2002) “Uncertain predictions, invisible impacts, and the need to mainstream gender in climate change adaptations”, Gend Dev., 10 (2) :51-9.
Neumayer, E.; Plümper, T. (2007) “The gendered nature of natural disasters: the impact of catastrophic events on the gender gap in life expectancy, 1981-2002”, Ann Assoc Am Geogr., 97 (3): 551-66.
Reuters/EP (2019) “Matan a golpes a dos niños en India por defecar al aire libre”. Accesible en https://www.abc.es/internacional/abci-matan-golpes-ninos-india-defecar-aire-libre-201909271356_noticia.html
Sommer, M.; Chandraratna, S.; Cavill, S.; Mahon, T.; Phillips-Howard, P. (2016) “Managing menstruation in the workplace: An overlooked issue in low and middle-income countries”, Int J Equity Health., 15 (1).
Udaeta ME (2001) “Bolivia: La visión y participación de las mujeres en la guerra del agua en Cochabamba”, Women for Water.
UN Water (2019) Policy Brief Climate Change and Water.
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UNFCC (United Nations Framework Convention for Climate Change) (2019) Differentiated impacts of climate change on women and men, integration of gender considerations into climate policies, plans and actions, and progress in enhancing gender balance in national climate delegations. Synthesis report by the secretariat. Bonn.
UNISDR (United Nations Office for Disaster Risk Reduction) (2011) “20-Point Checklist on Making Disaster Risk Reduction Gender Sensitive”. Accesible en https://www.unisdr.org/we/inform/publications/42360
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World Economic Forum (2018) The Global Gender Gap Report.

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