La tragedia de Torreón
Luis Hernández Navarro
L
a saga de Eric Harris apareció en el colegio Cervantes de Torreón. El pasado 10 de enero, el estudiante José Ángel, de 11 años, disparó dentro de la escuela dos pistolas Glock. El saldo, trágico: asesinó a una maestra, hirió a cinco alumnos y a un profesor, y se quitó la vida.
Hoy es el día, dijo José Ángel a sus compañeros poco antes de comenzar clases. Luego, salió del aula al baño con su mochila. Quince minutos después, la maestra fue a buscarlo. Él comenzó entonces el tiroteo. Ella fue la primera víctima.
El tirador escolar vestía camiseta con la leyenda
Natural Selection, tirantes y pantalones negros, similar al atuendo que Eric Harris llevaba el 20 de abril de 1999, cuando perpetró, junto a Bennet Klebold, la masacre de la preparatoria de Columbine, en Estados Unidos. Natural Selection es también nombre de un videojuego que el niño jugaba.
José Ángel vivía con sus abuelos paternos. La familia aparecía frecuentemente en la sección de sociales de la prensa lagunera. Su padre estuvo preso en Estados Unidos durante 46 meses, acusado de delitos contra la salud. Su madre murió en una operación, pero el secretario de Gobierno de Durango difundió falsamente que había sido degollada. La Unidad de Inteligencia Financiera halló en las cuentas del abuelo irregularidades respecto a los ingresos por presunto lavado de dinero y defraudación fiscal.
El colegio Cervantes en Torreón es una escuela para clases medias, formal y estricta. Brinda buena educación tradicional. Comenzó a funcionar durante el curso escolar 1939-1940, como parte de un proyecto más amplio del gobierno republicano español en el exilio mexicano, que estableció centros escolares para ofrecer empleo a los maestros trasterrados. Se crearon así colegios Cervantes en Córdoba, Tampico, Tapachula, Mérida, Veracruz, Jalapa, Cuernavaca y Torreón. Estaba previsto que los maestros se convirtieran en sus propietarios. En un primer momento, se aplicaron las metodologías activas usadas en las escuelas durante la República, especialmente las técnicas Freinet. Su primer director fue Antoni Vigatá, profesor fuera de lo común, que llegó al país en el Sinaia y se nacionalizó mexicano. (Salomó Marqués, Educación republicana en Cataluña y Torreón, INAH-Jalisco, 2011).
Contra lo que profusamente se ha dicho, la tragedia de Torreón es una excepción y no síntoma de una problemática más general. Ciertamente, las escuelas de casi todo el país están atravesadas dramáticamente por la violencia, pero es una violencia de naturaleza distinta, diferente a la del tirador solitario.
José Ángel sabía disparar, sabía manejar las armas. Fue instruido en su uso. No sólo tenía acceso a ellas. Diversas versiones señalan que su abuelo se las proporcionó. Conocía el legado de Eric Harris. Como lo muestra su
puesta en escena, estaba inmerso en una cultura proveniente de Estados Unidos que
naturalizaa los tiradores escolares. Estos elementos (como el caso del colegio Americano del Noreste en Monterrey, en enero de 2017 https://bit.ly/2sDbdit) son hechos únicos, no generalizables al conjunto del sistema escolar.
La violencia que atraviesa masivamente las aulas en el país es de otra naturaleza. Una parte proviene del control territorial por parte del crimen organizado en localidades que van, desde la alcaldía de Tláhuac, en la Ciudad de México, hasta la sierra sinaloense, pasando por la Montaña de Guerrero y las zonas urbanas de Tamaulipas. Otra, tiene que ver con la precariedad, pobreza y exclusión social existente en casi todo el país, asociada, frecuentemente, a una enorme crisis de identidad y autoridad.
Cientos de miles de maestros del sistema público enseñan a diario en esas condiciones. Han tenido que generar, por la vía de los hechos y sin apoyo de las autoridades educativas, conocimientos para mantener, en esas condiciones, el control y la disciplina en el salón de clases. Ello ha sido ignorado por los antiguos y los nuevos funcionarios educativos.
Lejos de solucionar los problemas de violencia realmente existentes en las aulas, las medidas anunciadas ante la tragedia de Torreón por Esteban Moctezuma, titular de la SEP, ahondan en los prejuicios existentes para abordarla. El secretario anunció la creación de un plan nacional de Mochila segura, recomendando que los padres de familia revisen las mochilas en la escuela. Olvida que Mochila segura es hija de la fracasada guerra contra el narcotráfico de Felipe Calderón. Ni previene ni protege a niños y jóvenes. Viola su derecho a la intimidad, respeto y dignidad, reconocidos en la Convención Internacional de los Derechos del Niño. Su aplicación es reflejo autoritario de un Estado de vocación policial. Que ahora lo hagan los padres de familia –como pretende Moctezuma– sólo transfiere a ellos las funciones policiales.
Igual sucede con su ocurrencia de cambiar la moral social,
sembrándola desde la escuela para la formación de ciudadanos que tengan una concepción de la vida ajena a la violencia. Como escribió Manuel Pérez Rocha, para educar a un niño o un joven se necesita la cooperación de toda la aldea. Poner a los maestros (algunos de los cuales deben pagar derecho de piso para poder trabajar en Puebla y Guerrero) y a las escuelas (varias de ellas cerradas en el norte del país) como responsables de generar una nueva
moral socialno hace más que cargar sobre sus hombros responsabilidades que no está en sus manos solucionar.
Twitter: @lhan55
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