Cultura, lenguas, extinción
Juan Arturo Brennan
A
lamos, Son. Al paso de los años, el Mercado de Artesanías de este pequeño pueblo sonorense ha ido tomando una relevancia cada vez mayor en el contexto de las actividades del Festival Alfonso Ortiz Tirado (FAOT) que se realiza aquí cada enero, desde hace 35 años.
Aquí, a las afueras del pueblo, se dan cita cada año los conjuntos de música (y a veces danza) popular de los pueblos originarios del estado de Sonora; verlos y escucharlos es, siempre, una experiencia particularmente enriquecedora.
La presencia de estos grupos en esta edición del FAOT ha tenido una importancia especial porque la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) han declarado 2019 como el Año Internacional de las Lenguas Indígenas.
Y en este contexto, apenas unos días después de terminado el FAOT, la ONU informó que en el curso de unos cuantos años, 40por ciento de las lenguas originarias del mundo desaparecerán. Tan grave como la extinción de una especie vegetal o animal,la extinción de una lengua originaria es una pérdida cultural incalculable, por razones múltiples y variadas que no hace falta detallar aquí, y que tiene su origen en las peores prácticas políticas y sociales de un mundo que tiende a la uniformidad y a la exclusión.
Así, una tarde en que se presenta en el Mercado de Artesanías de Álamos el Dueto Primavera (voces, acordeón de teclado, guitarra de doce cuerdas), proveniente de una comunidad mayo cercana a Huatabampo y Cúpare, para cantar en español y en yoreme mayo, hablo brevemente con el antropólogo Alejandro Aguilar Zeleny (AAZ), quiense encarga de lo que ocurre en este impor-tante espacio cultural, preguntando de entrada si estas presentaciones de músicos de los pueblos originarios, están dejando huella, o pasan desapercibidas.
AAZ: Creo que sí están dejando huella, pero todavía hay mucho qué hacer, empezando por ayudar a la gente a cambiar su mentalidad. Algunos dicen que aquí estamos lejos del centro del pueblo, pero lo cierto es que estamos a la entrada de Álamos. Simbólicamente esto significa que los visitantes están siendo recibidos por esta diversidad cultural, musical y lingüística.
‘‘Álamos es un pueblo que históricamente depende mucho de la cultura guarijío, o makurawe, pero a veces los olvidan y los ven como visitantes del exterior. Son ellos los que han construido en buena medida la riqueza de este lugar. A este espacio suele venir la gente pensando más en la comida tradicional que aquí se ofrece, o en la danza, que en entender un poco lo que está pasando. Sí se ha ido creando un público, tanto local como venido de Navojoa y otros lugares. Pero ven y escuchan a los músicos y cantores y no reflexionan, no dialogan con ellos, y eso es lo que hemos querido fomentar a través de mesas, coloquios y conferencias con académicos y, claro, con los mismos miembros de esos pueblos originarios.
‘‘Entre otras cosas se presenta aquí un importante patrimonio musical que no ha sido entendido ni valorado en su justa dimensión. Respecto del asunto de las lenguas y las comunidades indígenas, para entender la historia de Sonora hay que recordar que de aquí se expulsó a los apaches, se expulsó a los yaquis, que se intentó extinguir a los seris, y más tarde se expulsó a los chinos y después a los migrantes oaxaqueños, guerrerenses y chiapanecos. En Sonora hay ríos, bosques, desiertos, esteros, especies animales y vegetales y lenguas en peligro de extinción, y las comunidades originarias nos están diciendo que dependemos de todo ello para nuestra supervivencia. Eso cantan, eso danzan, eso vemos en sus artesanías, en su visión del sentido de la existencia.’’
Habiendo escuchado a Alejandro Aguilar Zeleny, concluyo con una reflexión. Este Año Internacional de las Lenguas Indígenas, ¿será, como en otros casos, una mera etiqueta simbólica, o de verdad se hará algo al respecto? Por lo pronto, en una manta informativa colocada en la explanada del Mercado de Artesanías de Álamos se daba una triste noticia luctuosa: en algún momento del reciente siglo XX, se extinguieron las lenguas ópata y kikapú.
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