El nuevo Hitler
Guillermo Almeyra
D
onald Trump nació en una familia de nazis, miembros del Ku Klux Klan y se educó en el racismo, el culto del imperialismo y del dinero obtenido como fuere, el rechazo a la ciencia y el humanismo, la obtención de los fines por cualquier medio y la fe ciega en que un Dios capitalista y salvaje eligió a Estados Unidos para gobernar a los pueblos inferiores. Representa con su primitivismo y su ignorancia el atraso cultural y político de la mitad de la población de su país, que ni siquiera se da cuenta de que poner a Dios en su moneda es una blasfemia, cree a pie juntillas en la Creación del mundo en siete días, rechaza las teorías evolucionistas y se guía por el libro de unas tribus bárbaras que habían inventado un Dios –Jehová– tan salvaje como ellas, capaz de pedirle a Abraham que le sacrificase su hijo primogénito. Esas son las bases del fascismo de masas y con armas nucleares que amenaza hoy a la humanidad entera. Hace muchos años, por la década de los años 60, escribí que todo indicaba que el nuevo Hitler sería estadunidense: desgraciadamente, así es.
Como Hitler o Mussolini, que invadió Etiopía y lanzó gases asfixiantes sobre guerreros armados con lanzas pisoteando las resoluciones de la Sociedad de las Naciones (la ONU de entonces), Trump se opone al multilateralismo y le opone las decisiones de la Casa Blanca convertida en juez, gendarme y verdugo a escala mundial por decisión divina. Como Hitler, desconoce las leyes internacionales y los tratados firmados por su país y es capaz, como su antecesor, de bombardear nuevas Guernicas.
Ahora adoptó todas las posiciones del gobierno clerical y de extrema derecha de Netanyahu, el cual es tan racista, colonialista, adorador de la fuerza bruta y terrorista como él y se lanza contra Irán que tiene 80 millones de habitantes, es un aliado de Rusia y de China y está situado tanto en Medio Oriente como en la frontera con el Extremo Oriente (Afganistán, India, Pakistán, China y Vietnam).
Israel es un país de 21 mil kilómetros cuadrados poblado por unos nueve millones de habitantes, un millón de los cuales son árabes. Irán está 10 veces más poblado y tiene un territorio 40 veces más grande en el que podría esconder fácilmente laboratorios y silos nucleares. Siria, además, controla el territorio situado a 50 km de Israel y es aliado de Irán y Rusia, que podrían armarla con armas letales para atacar ciudades israelíes. Un ataque de Netanyahu-Trump contra Irán desataría por consiguiente una guerra con armas de máxima destrucción o, incluso, con armas nucleares tácticas o a distancia media. Todos los países de la región, empezando por Israel, Irán, el Líbano y Siria, podrían verse envueltos en ella. En efecto, el Líbano ha sido señalado varias veces por el fascista Netanyahu como un objetivo inmediato por la fuerza en ese país y particularmente en el sur del mismo del partidoHezbollah, aliado de Siria, que acaba de triunfar en la elección general. Irak también es aliado del gobierno de Bachir al Assad en su lucha contra los restos del Daech, al igual que Rusia. Quien ataque seriamente a uno podría tener que enfrentar a todos a la vez e incluso retorsiones de Beijing, que hasta ahora permanece en silencio, pero apoya a Irán.
Netanyahu, en su ataque brutal y pirateril contra instalaciones militares sirias cercanas a Damasco, tuvo este miércoles el tino de avisar previamente a los soldados rusos (que, por supuesto, transmitieron el aviso a los sirios), pero cualquier futuro mal paso podría provocar una respuesta de Vladimir Putin, a pesar de las excelentes relaciones que existen entre éste y el colonialista y fascista Netanyahu.
Hasta Jordania y Egipto, que tratan desesperadamente de distanciarse de Siria, podrían verse involucrados en el conflicto y, en la primera fase del mismo, deberán alojar a cientos de miles de refugiados sirios y palestinos que serían expulsados de sus hogares por el recrudecimiento y la potenciación de la guerra actual.
Trump y Netanyahu, en las Naciones Unidas y en el mundo están solos, si se exceptúa a Arabia Saudita, sostenedora de Daech. Pero un par de dementes apoyados masivamente por otros locos e ignorantes pueden provocar desastres inmensos.
La Unión Europea –es decir, Alemania, Francia y el Reino Unido, que está con un pie fuera de la misma– mantiene el tratado con Irán. Este país rico y poblado es, por cierto, un buen mercado para alemanes, franceses y británicos, y Francia sola ha firmado acuerdos con Irán por decenas de miles de millones de euros para la fabricación de miles de automóviles, para la construcción de aviones y para el gas.
Es probable, por consiguiente, que los gobiernos de esas naciones compensen a las empresas las sanciones de Estados Unidos a quienes sigan comerciando con Irán, pero habrá que ver si la economía de los países europeos soporta una sangría para mantener relaciones económicas con Irán que podrían ser interrumpidas en cualquier momento por un ataque imperialista.
Habría que ver si el monto de los subsidios estatales compensa las pérdidas eventuales y si las empresas prefieren mantener sus contratos iraníes poniendo en peligro su acceso a Estados Unidos y otros negocios a nivel mundial. Habría que ver, por último, si el gobierno iraní considera suficientes las garantías de que los países de la Unión Europea seguirán colaborando para el desarrollo del país. Son demasiadas interrogantes.
Es necesario parar al nuevo Hitler, para empezar boicoteando todos los productos israelíes y estadunidenses y exigir a los gobiernos latinoamericanos que se diferencien de Trump, porque si el orate furioso avasallase a los países europeos y a Irán, avanzando un paso más hacia la guerra con China y Rusia, se reforzaría el yugo que pesa hoy sobre todos.
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