EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

miércoles, 27 de octubre de 2021

Monumentos sin domicilio fijo

 

Monumentos sin domicilio fijo
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arecería comprensible que en América, África y Europa empiecen a derribarse los bustos, estatuas y monumentos que honran la memoria de traficantes de esclavos, genocidas y conquistadores que lucharon por la perpetuación de la esclavitud, y otros hombres a quienes en el pasado se consideró merecedores de homenaje público (editorial de La Jornada, 13/6/20).

Los de Colón encabezan la nómina: cerca de 35 en el mundo, y 15 en España. Incluido el de Sevilla, con forma de huevo (la mayor escultura de bronce del país). Y a pesar de que el nombre oficial suena trascendente (Nacimiento de un hombre nuevo), los paseantes del Parque de San Jerónimo, lo llaman como se debe: monumento al huevo.

Con cinco monumentos al marino genovés, Estados Unidos y México encabezan la lista, respectivamente. Pero los del centro de Los Ángeles y la CDMX ya no están, ya que fueron retirados en 2018 y 2020. En el primer caso, por motivos de justicia restauradora, según el concejal Mitch O’Farrell, líder indígena de Oklahoma e impulsor de una verdadera cruzada contra los símbolos de la conquista española en la Alta California. Y en el segundo el espacio será ocupado por una réplica de la Joven de Amajac, pieza arqueológica recién descubierta en la huasteca veracruzana, en representación de las indígenas.

Sin embargo, será difícil remover el descomunal Faro de Colón de República Dominicana (800 metros de largo, 36.5 de altura), inaugurado el 12 de octubre de 1992, en conmemoración del quinto centenario del descubrimiento, y en el país donde, justamente, empezó hace 520 años el genocidio de los pueblos americanos, seguido de la esclavitud de los negros cazados en África por españoles, ingleses, holandeses y portugueses.

La imagen redentora que las derechas cavernícolas de España y América Latina transmiten de la Conquista (acto emancipador, según Vargas Llosa y sus mariachis) tiene los años contados. Por ejemplo, la periodista boliviana Verónica Zapata recuerda que en 2011, durante una visita del comandante Hugo Chávez a la Casa Rosada, comentó a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner: ¿Qué hace ahí ese genocida?...Ahí hay que poner un indio.

Chávez se refería al imponente monumento a Colón (623 toneladas), erigido en 1921 frente a la sede del gobierno argentino. Labrado en Italia en mármol de Carrara, la columna de un solo bloque tiene 38 toneladas y 26 metros de altura. Y en la base, alegorías a la obra de Séneca: La ciencia, El genio, El océano, La civilización. En 2013, el monumento fue trasladado a terrenos del Aeroparque de la ciudad, y la comunidad genovesa puso el grito en el cielo.

En el caso de Bolivia (país que en 2009 se refundó como Estado Plurinacional durante el gobierno de Evo Morales), Victoria dice que “…resulta insólito que hasta la fecha todavía exista una estatua de Colón en el corazón de su capital política, La Paz, y a cuatro cuadras de la casa de gobierno”.

“En agosto pasado –relata– un grupo de manifestantes indígenas embistió contra la estatua, produciéndole la rotura de la nariz con un martillazo, además de pintar de negro su rostro. Luego le echaron una soga al cuello para poder tumbarla, y abajo sus compañeros tocaban instrumentos de vientos típicos del país, y levantaban las whipalas (bandera multicolor de los pueblos andinos), al grito de ‘¡jalalla!’ (voz quechua-aymara que expresa alegría y esperanza)”.

No obstante, otro tipo de personas reaccionó para evitar el derribamiento, al grito de indios borrachos, indios ignorantes, indios incivilizados, arresten a esos atrevidos indios. Los manifestantes fueron presos por la policía, y el alcalde Iván Arias (ex ministro de facto de la golpista Jeanine Áñez), calificó la acción de delincuencial.

Aunque más insólita haya sido la decisión del gobierno de Colombia (presidido por el genocida Iván Duque), de adelantar un diálogo con comunidades indígenas y hacer una revisión de los monumentos, desde 1920. De hecho, el Ministerio de Cultura, encabezado por Angélica Mayolo, ya retiró los de Cristóbal Colón y de Isabel La Católica, ubicados en una avenida céntrica de Bogotá.

Los dos ministros anteriores habían calificado de vandalismo el derribamiento de varias estatuas a los conquistadores españoles. En Cali, dos veces la de Sebastián de Benalcázar, en memoria de nuestro cacique Petecuy, aclaró el movimiento de Autoridades Indígenas del Sur de Occidente. E igual suerte corrió la de Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de Bogotá.

¿Qué hacer con los monumentos derribados? ¿Dónde ubicarlos? ¿Qué fin darles?, se pregunta la periodista colombiana Catalina Oquendo. Algunos especialistas proponen trasladarlos a museos, para debates difíciles de pasados difíciles. Preguntas de donde surgen otras: ¿cómo los presentamos? ¿Los restauramos por completo o mostramos la marcas de su caída?

La verdadera historia de nuestros pueblos empieza a tomar forma y color. La historia –dijo un sabio– es la política de ayer. Y la política –respondió otro– es la historia de hoy.

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