El extraño fenómeno de los 648
s muy probable queuna porción importante de los 648 firmantes deldesplegado por la liber-tad de expresión
que son intelectuales, científicos, pro-fesores e investigadores universitarios no tiene como costumbre escuchar las mañaneras. Incluso podría decirse, si me atengo a una pequeña encuesta entre colegas, que son muy pocos los que en su vida cotidiana tienen incluido ese ritual. Y esto significa que el fundamento de una parte de las firmas en el desplegado, está en el nivel de oí que dijeron
. O, se cometió un crimen, pues oí que dijeron que asesinaron a alguien
; una frase que ante cualquier autoridad de seguridad provocaría azoro y no una movilización policiaca para detener al criminal.
Tampoco existe lo que los científicos llaman evidencia
, es decir, al menos una estadística sistemática y de fuente confiable (hasta las encuestas electorales pueden tener truco) que nos diga cuántas veces y con qué frecuencia el sujeto en cuestión (en este caso AMLO) hace uso del micrófono para cometer las faltas que se le imputan. ¡Basta una vez!
interrumpirá alguien y con razón, tratándose de algo tan grave como la censura, pero si son unas cuantas las ocasiones sería entonces mucho más fácil presentar la evidencia. En resumen, 400 o 200 o hasta sólo 20 de los firmantes no han oído las mañaneras y tampoco han visto la evidencia fidedigna, ¿por qué firman? La explicación usual va en el sentido de que como fruto que somos de una evolución que nos emparenta con la desarrollada vida colectiva de los primates, los humanos tendemos a confiar en el otro, sobre todo cuando avisa acerca de la presencia de un peligro (sea un leopardo o, en este caso, un acto de censura).
Claro que, como vemos con ma-yor claridad en el caso de los humanos, es más probable que firmemos si además hay un componente de confianza o de legitimidad en el liderazgo que otorgamos a quienes convocan a firmar. Y tiene todavía más eficacia el llamado si los convocados tienen una convicción previa de que el denunciado, haya o no censurado, es culpable de entrada simplemente porque creemos que es capaz de hacerlo. Y eso basta. Convicción que nace de considerarlo inferior, despreciable o extraño (en términos de clase, aspecto físico, género, orientación sexual, creencias religiosas); por eso no extraña ver, entre las firmas conocidas, a algún señalado como acosador y a una declarada racista contra mexicanos morenos). Ya no importa tanto la evidencia, lo fundamental es el sustento emocional, social en que se da el grito de alarma. Con MacLuhan, teórico de la comunicación humana, podemos decir entonces que el medio es el mensaje
. Es decir, que más que el contenido, importa a través de quién se comunica, y quién lo oye. De tal manera que una denuncia de represión a la libertad de expresión tiene muy distintos significados (y respuestas) si la hace un trabajador sindicalista o un distinguido profesor. Y por eso me atrevo a afirmar que fueron muy pocos de los 648 firmantes, los que se pronunciaron con igual enjundia cuando las fuerzas de seguridad federales y estatales dispararon con armas automáticas una y otra vez contra maestros y habitantes de Nochixtlán, Oaxaca (2016) cuando éstos ejercían su derecho a la libertad de manifestación. Y el saldo de una decena de muertos y más de 100 heridos es de una gravedad incomparable con lo que puede ocurrir en una mañanera. La convicción de clase, que también impide que leamos donde nos enteremos, es más poderosa que la verdad; en ocasiones es, incluso, la verdad.
Este es un momento histórico y decisivo, porque por primera vez en cerca de un siglo una impresionante mayoría de los mexicanos rechazó a los señores y partidos dueños del país, del presupuesto y de nuestro futuro, y dio el mandato claro de un cambio profundo. A pesar de que éste no ha llegado tan lejos como es necesario (hasta hay retrocesos, como en el presupuesto a las normales y, en la ley, el acceso a la educación superior) entre los de arriba hay incomodidad, incertidumbre y hasta miedo y gritos de alarma. Se busca contener, volver a poner en su lugar quieta y silenciosa a esa enorme mayoría que ahora se sabe capaz de poner a un Presidente. No hay fuerza para frenarla, pero sí para, con pretexto cualquiera, acotar el marco de acción del Presidente, sobre todo cuando debe actuar en favor del pueblo. Entonces, el objetivo real del alarmista desplegado no es AMLO, son las comunidades y sus territorios, colonias urbanas proletarias, maestros, trabajadores, estudiantes, mujeres insubordinadas, movimientos populares, pueblos originarios que con su voto de ayer y protestas de hoy estorban el progreso
de las ganancias. Así, mientras haya un muy dispuesto grupo de 648 (dos ya se deslindaron) profesores universitarios, científicos, intelectuales, seguirán los gritos de alarma. Aunque otros 28 mil opuestos firmantes no les hagan el menor caso.
UAM-Xochimilco
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