Francia: ¿el ocaso de Macron?
C
on el telón de fondo del desastre sanitario y económico provocado por la pandemia de Covid-19, los ciudadanos franceses concurrieron ayer a la segunda vuelta de las elecciones municipales, cuyo primer episodio tuvo lugar en marzo pasado.
Los saldos más destacables de la jornada son, sin duda, el grave fracaso experimentado por el partido del presidente Emmanuel Macron, La República en Marcha, y un nivel de abstencionismo sin precedente en la casi siempre apasionada vida política de la quinta República.
Salvo por la victoria del primer ministro, Edouard Philippe, quien además de su cargo actual resultó electo alcalde del puerto de Le Havre, La República en Marcha no logró ganar en ninguna ciudad grande.
Otro resultado a destacar es el avance de la agrupación ambientalista Europa Ecología Los Verdes, la cual ganó el gobierno de Marsella –segunda ciudad del país–, Lyon, Burdeos y Estrasburgo.
Por lo demás, el único triunfo importante de las izquierdas fue la relección, por mayoría absoluta, de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, y el muy discreto avance de La Francia Insumisa, que encabeza Jean-Luc Mèlenchon, quien en años recientes ha buscado integrar una alternativa progresista ante el manifiesto agotamiento histórico de los partidos Socialista (PS) y Comunista Francés (PCF).
Por otra parte, un dato preocupante es la victoria en Perpiñán de la ultraderecha, representada por Luois Aliot, ex pareja de Marine Le Pen, lideresa de la Agrupación Nacional (AN, sucesora del racista y filofascista Frente Nacional (FN) fundado por Jean-Marie Le Pen).
El hecho es inquietante porque en esa localidad los candidatos de las fuerzas políticas más importantes se retiraron de la segunda vuelta con el fin de cerrarle el paso a Aliot y en apoyo tácito al alcalde conservador, Jean-Marc Pujol, quien a pesar de eso no logró relegirse.
Aunque Perpiñán tiene una población pequeña (120 mil habitantes), la AN y su antecesor, el FN, no habían conseguido gobernar una ciudad de ese tamaño desde 1995.
Cabe recordar que Macron y su partido venían sufriendo una caída en sus niveles de popularidad desde antes del surgimiento de la pandemia, debido en parte a la brutal reforma al sistema de pensiones –continuación, por cierto, de las políticas económicas neoliberales que se han venido aplicando en Francia desde las presidencias del derechista Nicolas Sarkozy y del socialista François Hollande– y a la insurgencia social protagonizada por el movimiento de los chalecos amarillos.
Finalmente, que apenas 40 por ciento de los electores acudieran a las urnas –una sima histórica en la vida pública de Francia, que suele ser intensa y altamente participativa– puede explicarse, en parte, debido a las máximas precauciones sanitarias establecidas por las autoridades, pero acaso también por un hastío social ante una clase política que no parece ir a ningún lado y no ha sido capaz en muchos años de generar proyectos de país de cara al electorado. La jornada
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