México: punto de inflexión
León Bendesky
S
e aproxima aquí el periodo de gran dificultad para enfrentar la pandemia. La población está ocupada en protegerse del contagio y abastecerse de los bienes indispensables. Las empresas han enviado a sus empleados a trabajar en casa e interrumpen su operación, lo que repercutirá adversamente en el empleo. El gobierno deberá administrar las condiciones de los empleados públicos y de las empresas estatales.
Las medidas que se anuncian para acometer la situación no son tan claras y decisivas como se esperaría y necesita; se asegura que se tienen los medios y los modos para ello. Pronto se verá.
Como es evidente, la cuestión no es sólo de tipo sanitaria, lo que es, por sí mismo, enorme, sino que inmediatamente se desborda al ámbito de la economía. Afecta las actividades productivas, el comercio, los servicios y el movimiento de mercancías y personas.
También se ha convertido en una expresión política que involucra las estrategias nacionales de las grandes potencias, como se aprecia en la pugna comercial, financiera y militar de China y Estados Unidos. El virus es un asunto geopolítico.
Eventualmente se superará la crisis del virus. No se sabe, hoy, cómo ni en qué condiciones. El asunto tiene muchas aristas y un alto grado de complejidad, como todo fenómeno social. Como muestra, Ilán Semo escribió el sábado en estas páginas
La crisis viral, y Yuval Harari, en el Financial Times (19/03/20),
El mundo después del coronavirus.
En este momento, en el país, una de las cuestiones claves es administrar la situación de manera que el impacto social y económico no represente un castigo extremo durante y al final de la pandemia. Eso comprometería cualquier intento de recuperación con costos que serían muy grandes y debilitarían aún más a una parte muy grande de la población.
Entre las cosas graves que hay que atender está preservar lo más que se pueda el empleo y el ingreso de la población que trabaja. Esto involucra, primeramente, la fuerte dicotomía en el mercado laboral entre la formalidad y la informalidad.
En segundo término deben considerarse las enormes diferencias en la capacidad de resistencia de las empresas más grandes frente a la multitud de pequeñas compañías, así como las actividades productivas de las personas en las zonas urbanas y rurales de bajos ingresos del país; son millones.
La paralización de la economía no va a ser total. Es imposible que sea así sólo por el hecho de que un gran número de familias no tiene capacidad de resistencia para satisfacer las necesidades básicas, como la alimentación. Para eso requieren dinero y abasto.
Proveer de dinero es un asunto vital. Cuando no hay se va consumiendo la capacidad de recrear las condiciones de la reproducción para las familias, las empresas y el gobierno. Se trata del conjunto de la sociedad.
Esta provisión es la que se conoce como liquidez. Si no se provee de liquidez suficiente y oportuna a los distintos agentes económicos, la crisis será muy grave.
El proceso de la reproducción social es crucial. Comprende diversas formas de riqueza (concepto social amplio que va más allá de lo que acumulan en exceso algunas personas). Representan una corriente continua de relaciones que se generan en este sistema económico y que funcionan mediante el dinero y el intercambio.
Esa riqueza y la capacidad de recrearla es la que se está consumiendo ya en esta economía, y eso se acelerará en las próximas semanas. Así que proteger la parte esencial, que son el empleo y el ingreso de las familias, incluye mantener las fuentes de trabajo; si desaparecen las empresas que generan la mayor parte del empleo en el país, la crisis será enorme.
Si, además, el gobierno usa mal los recursos que tiene y equivoca las decisiones en materia fiscal y monetaria, los costos serán también muy elevados. Es un asunto práctico, que no ideológico. Que el secretario Herrera haga su trabajo, hoy es la pieza clave para el Presidente. Que otros funcionarios y líderes políticos no estorben con la ignorancia de cómo funcionan las cosas. No es momento de pleitos políticos de barriadas ni de titubeos y salidas falsas.
La crisis viral exige ajustes de todas las partes –de los políticos también, por cierto–, y la clave es contar con una estructura productiva, de empleo y de generación de ingresos que pueda sostener una recuperación tan fuerte como sea posible en la etapa posvirus. No cabe ahora la miopía al respecto.
Los trabajadores y las empresas van a resentir el impacto económico y social de la pandemia. Habrá que ajustar las condiciones que hagan posible cumplir con el pago de los salarios y la conservación del empleo. Para ello hay previsiones en la ley del trabajo y habrán que aplicarse y cumplirse.
Tras el ajuste que se impone ahora debe preservarse la capacidad de volver a emplear a la gente, de producir, de generar ingresos, pagar impuestos y usar los recursos públicos y privados para reponer la riqueza perdida y hacerla crecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario