8M
¿Huelga, revuelta o fecha señalada?
05/03/2020 | María Lobo
En los últimos años, hemos asistido a un nuevo aumento de los movimientos feministas que en varios países han adquirido un carácter masivo. Este nuevo auge de la movilización de las mujeres tiene expresiones organizativas muy diversas, y se conecta con un momento en el que las mujeres están en la primera línea, como vanguardia de las luchas contra las políticas neoliberales. En algunos países con un fuerte arraigo con las demandas y luchas de las comunidades y nacionalidades indígenas, como las batallas de defensa ambiental y territorial, lideradas por mujeres campesinas e indígenas (como Máxima Acuña y su batalla contra la minería en Perú o Berta Cáceres en Honduras), pero también dentro de los movimientos urbanos, la lucha por la vivienda, por los servicios públicos en Europa o contra los CIEs, para la mejora de las condiciones de trabajo y la obtención de derechos especialmente para los sectores más precarios, informales, así como en trabajos reproductivos.
Vemos un creciente protagonismo de las mujeres en el movimiento social y político, entrando plenamente en el proceso político nacional, como ha sido el caso de Brasil contra Bolsonaro, en los Estados Unidos contra Trump, en Ecuador contra el FMI, o las chilenas presentes en primera línea de batalla cuando llegó el estallido social el pasado 18 de octubre, levantando la voz contra las agresiones sexuales y vejaciones de los agentes del Estado, pero también asegurando la paridad en el proceso constituyente. Las convocantes chilenas de la Huelga Feminista de este año plantean entre sus objetivos que el proceso abierto en el país construya un nuevo horizonte político, aspiran a tener una asamblea constituyente plurinacional, feminista y popular.
Este nuevo auge ha traído nuevas herramientas de lucha, nuevas preocupaciones y nuevas interpretaciones teóricas. Las contribuciones del ecofeminismo anticapitalista y la economía feminista teorizan cómo el capital choca con la vida y cómo desde el feminismo, al reorganizar los tiempos y los trabajos, es posible romper con esa lógica y el conjunto de sistemas de opresión, proponiendo otro forma de relacionarnos con la naturaleza y satisfacer nuestras necesidades vitales. El trabajo, los tiempos, el cuerpo y la tierra / naturaleza son elementos centrales de las teorías que se están elaborando, a partir de los aprendizajes por haber sufrido en primera fila los ataques neoliberales (precarización de la vida, privatizaciones, depredación ambiental...) y desde un esfuerzo teórico para extender la crítica del capitalismo de la acumulación de capital, a la dimensión reproductiva.
Preocupaciones como la necesidad de cuidados en espacios de autoorganización, de los procesos, de las formas de debatir y tomar decisiones, como el trabajo basado en los consensos, desde lo común y lo que nos une; de construir espacios inclusivos y participativos, etc. o la relevancia de los aspectos afectivo-sexuales, de las identidades de género, de la expresión de nuestra forma de vivir nuestra identidad, de repensar la forma en que nos relacionamos, ocupan un lugar relevante, cuestiones generalmente ausentes del resto de movimientos sociales y políticos.
La cuestión de la interseccionalidad como práctica real y no como una palabra con la que adornar los discursos también es prioritaria. Cómo incorporar y dar visibilidad a las mujeres que no han tenido un papel visible, incorporando el problema racial / étnico junto con la identidad y / u orientación sexual, de identidad, la cuestión trans, así como otras cuestiones como la diversidad funcional, enfermedad mental, lo rural vs la ciudad, las presas, etc.
La lucha contra la violencia machista, especialmente contra los feminicidios y las agresiones sexuales, ha sido uno de los ejes que ha permitido crear vínculos, desde América Latina hasta India y Europa, gracias una actividad continua de las mujeres para hacer visible, denunciar y autoorganizarse ante tal violencia.
La huelga feminista del 8M se ha convertido en otro de los ejes articuladores del movimiento feminista a nivel internacional. En el Estado español, en el 2017 nos sumamos a la convocatoria de Paro Internacional de Mujeres, lanzada por las argentinas y polacas, iniciándose de cara al 8M del año siguiente un proceso de construcción de la Huelga Feminista, que implicó tanto el trabajo en los distintos territorios como la realización de encuentros estatales.
El proceso de la huelga consiguió situar en el centro los problemas que tenemos las mujeres, trabajar apegadas a la realidad nos permitió conectar con la realidad de muchas que se vieron interpeladas, focalizar en las cuestiones cotidianas donde se expresan esas violencias que el sistema capitalista, patriarcal y colonialista ejerce sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Resignificamos el concepto de huelga, vinculando lo productivo con lo reproductivo, ampliando la huelga tradicional con la huelga de cuidados y consumo. El proceso permitió también generar músculo, se crearon asambleas para organizar la huelga, se ganó la hegemonía en la calle, y se pasó en unos años de que en el 15M se retirase la pancarta de la Revolución será Feminista o no será, a que todos los espacios de la izquierda abrazaran el feminismo como bandera.
Pero todo este éxito no se debe solo al proceso iniciado hace 3 años. Tirar del hilo morado nos permite entender que el gran éxito que supuso la Huelga Feminista de 2018, está en conexión con la propia historia del movimiento, sus aciertos, su acumulación de fuerzas. El 8M lleva siendo una fecha marcada en el calendario en morado desde hace muchos años, y su origen se remonta a principios del siglo pasado.
En Madrid, lleva organizándose desde finales de los años 70 y el espacio encargado de desarrollar la propuesta cada año es la Comisión 8M, espacio unitario del movimiento autónomo donde participan mujeres de distintos colectivos y grupos feministas, mujeres que están organizadas también en otros espacios y organizaciones, y mujeres a título individual. Las formas organizativas que adopta el movimiento van variando a lo largo de los años según varía el propio movimiento, pero la organización del 8M se ha hecho siempre manteniendo un espacio unitario para convocarlo.
La potencia de este movimiento internacionalista se debe en gran parte a su capacidad de inclusividad, de entender que la diversidad nunca puede ser una trampa, sino que es uno de nuestros potenciales para cambiar el mundo. Somos diversas y partimos de ahí.
Pero esta misma pluralidad, y el potencial acumulado, lo convierte en un campo de disputa sobre su sentido. Quien pueda definir qué es y hacia dónde va, dispondrá de una potente herramienta de intervención y de poder, y estamos viendo las consecuencias de esta disputa en los espacios del propio movimiento. El feminismo cercano al PSOE está llevando a cabo está disputa; está intentando utilizar la legitimidad de las posiciones abolicionistas para impulsar alguna ley que les permita apuntarse un tanto aprovechando la oleada feminista, con elementos punitivistas y sin incorporar demandas que impugnan el sistema. Porque para esas posiciones, los contenidos que salen de las asambleas –la lucha contra los CIE, o ley de extranjería o de las trabajadoras domésticas, la derogación de las reformas laborales, etc.– van contra esos intereses. No quieren que el feminismo hable de vivienda, de trabajo, de pobreza, de derechos de las migrantes sino de temas “de mujeres” que ellas puedan instrumentalizar para afianzar sus posiciones institucionales. Negar la diversidad de posturas dentro del movimiento en torno a debates como la prostitución o el trabajo sexual, repartiendo carnets de feministas excluyendo a quien no comulga con la suya, cuestionando la perspectiva interseccional cuando se habla de raza o clase, utilizando los debates en torno a los sujetos políticos para desplegar discursos tránsfobos…
La cuestión de fondo para ese feminismo institucional es que un movimiento feminista autónomo y fuerte, nunca conviene a un gobierno en el poder. Hay que disipar su potencia. Y una vieja máxima de la política dice que si no puedes controlar algo, divídelo. Es una maniobra bien conocida y la estamos sufriendo. Si consiguen que se resuenen más las noticias sobre las divisiones en el movimiento, que las reivindicaciones que exigimos y las propuestas que aportamos, habrán ganado la batalla.
La capacidad del movimiento de impugnar al sistema en su totalidad, apuntando a las estructuras patriarcales, racistas y capitalistas que lo sostienen, de articular y conectar distintas luchas y de imaginar un nuevo mundo fuera de estas lógicas, que ponga la vida en el centro, lo sitúan como enemigo prioritario de la extrema derecha, también en auge en el contexto actual. El primer año de la Huelga la derecha pasó de criticar el feminismo a autodenominarse feministas (no puedo evitar sonreír al recordar a Albert Rivera declarando estar encantado de liderar el debate transversal feminista). En el momento actual, la ultraderecha despliega una postura agresiva contra “la dictadura progre”, como vemos Pin Parental, el negacionismo de la VG, ataques LGTBQ etc… Muchas de las batallas de esta legislatura se van a librar como guerras culturales, con las que se busca marcar agenda, cuestionando consensos básicos que se habían alcanzado tras años de luchas por los derechos de las mujeres. La consecuencia es que nos dificulta poner el foco en lo material: mientras hablamos del “pin parental” y gastamos energías en desmentir bulos y argumentos insostenibles, como afirmar que tus hijos son tu propiedad, no estamos exigiendo una educación sexual y afectiva en las aulas que es la demanda material que pedimos.
Las feministas estamos demostrado que la forma de hacer frente al patriarcado y la opresión de las mujeres, pasa por reconocer que esa violencia machista conecta con todo un engranaje económico, político y sexual que sustenta y se sustenta en dicha opresión, y que por eso estamos en una posición que nos sitúa como protagonistas indiscutibles de numerosas luchas; tanto por toda la violencia que golpea nuestros cuerpos como por la capacidad de articulación, se articulan demandas concretas y luchas que no son estrictamente feministas sino mucho más globales (fronteras, extractivismo, defensa libertades frente a extrema derecha…)
La estrategia de la huelga nos ha permitido construir mucho trabajo colectivo, cargado de aprendizajes, con generosidad, desde lo común pero entendiendo que las distintas opresiones que nos atraviesan nos hacen diversas, y no se puede entender la lucha ni como una suma de opresiones donde se tiende a priorizar unas sobre otras ni como luchas aisladas y sin relación unas con otras. Hay que construir tejiendo, apegadas a la realidad y como siempre recalcan las compañeras de Territorio Doméstico, con alegría y baile, porque para sufrir ya tenemos todo con lo que el sistema nos golpea.
Del proceso construido en la Comisión 8M de Madrid, destacaría como el primer año se puso el foco en dos pilares fundamentales: la elaboración del argumentario con los porqué y para qué de la Huelga Feminista en cada uno de los ejes: Violencias, Fronteras, Economía y Cuerpos, y el proceso de extensión. El segundo año, el proceso de construcción se ve dificultado por las tensiones generadas por los intentos de cooptación del espacio, especialmente por el sufrimiento emocional que provoca la violencia que conllevan ciertas prácticas de ciertos actores políticos cuando quieren hacerse con el control de un espacio y no respetan ni los consensos ni las dinámicas ni formas de trabajo del mismo.
A pesar de ello, continuamos avanzando en el argumentario, incorporando las críticas de las compañeras feministas que no se habían sentido interpeladas ni incluidas el año anterior, ensayando cómo construir las alianzas, incorporando reflexiones en torno a la importancia de cuidarnos, preocupaciones sobre la construcción de hitos porque nosotras tenemos claro que no trabajamos para una fecha, pensando cómo conseguir que todos los días sean 8 de marzo… Incorporamos para la Huelga de 2019 el concepto de revuelta, una semana previa al 8M donde poder visibilizar cada día alguno de los ejes del argumentario. Y este año optamos por utilizar la estrategia de la Revuelta. No hubo consenso en torno a repetir el formato de la Huelga como los dos años anteriores, pero todas compartíamos la idea de que había que estar y hacer más, un mes de revuelta que iniciamos con una cadena feminista de más de 8.000 mujeres el 8F, y que ha ido seguida de numerosas acciones, algunas centralizadas como la Operación Araña por una Educación Afectivo Sexual en las Aulas o la Concentración Antirracista frente al Congreso, y numerosas descentralizadas organizadas por Barrios y Pueblos. Esa red, ese músculo creado en torno al proceso de construcción de un trabajo colectivo, como está siendo organizar las huelgas y revueltas feministas, que es lo que construye movimiento. La capacidad de los espacios feministas de transitar los cambios y conectar con la realidad de las mujeres, han sido claves para el éxito de las movilizaciones. Estamos ante un movimiento creativo que puede poner sobre la mesa nuevos debates y nuevas herramientas para cambiar el mundo. El hacer que todos los días sean 8 de marzo, el conseguir esa revolución morada permanente. Porque si algo está claro en el siglo XXI es que la Revolución será feminista o no será. No se trata de elegir entre huelga, revuelta o fecha señalada, la clave está en el proceso.
Vemos un creciente protagonismo de las mujeres en el movimiento social y político, entrando plenamente en el proceso político nacional, como ha sido el caso de Brasil contra Bolsonaro, en los Estados Unidos contra Trump, en Ecuador contra el FMI, o las chilenas presentes en primera línea de batalla cuando llegó el estallido social el pasado 18 de octubre, levantando la voz contra las agresiones sexuales y vejaciones de los agentes del Estado, pero también asegurando la paridad en el proceso constituyente. Las convocantes chilenas de la Huelga Feminista de este año plantean entre sus objetivos que el proceso abierto en el país construya un nuevo horizonte político, aspiran a tener una asamblea constituyente plurinacional, feminista y popular.
Este nuevo auge ha traído nuevas herramientas de lucha, nuevas preocupaciones y nuevas interpretaciones teóricas. Las contribuciones del ecofeminismo anticapitalista y la economía feminista teorizan cómo el capital choca con la vida y cómo desde el feminismo, al reorganizar los tiempos y los trabajos, es posible romper con esa lógica y el conjunto de sistemas de opresión, proponiendo otro forma de relacionarnos con la naturaleza y satisfacer nuestras necesidades vitales. El trabajo, los tiempos, el cuerpo y la tierra / naturaleza son elementos centrales de las teorías que se están elaborando, a partir de los aprendizajes por haber sufrido en primera fila los ataques neoliberales (precarización de la vida, privatizaciones, depredación ambiental...) y desde un esfuerzo teórico para extender la crítica del capitalismo de la acumulación de capital, a la dimensión reproductiva.
Preocupaciones como la necesidad de cuidados en espacios de autoorganización, de los procesos, de las formas de debatir y tomar decisiones, como el trabajo basado en los consensos, desde lo común y lo que nos une; de construir espacios inclusivos y participativos, etc. o la relevancia de los aspectos afectivo-sexuales, de las identidades de género, de la expresión de nuestra forma de vivir nuestra identidad, de repensar la forma en que nos relacionamos, ocupan un lugar relevante, cuestiones generalmente ausentes del resto de movimientos sociales y políticos.
La cuestión de la interseccionalidad como práctica real y no como una palabra con la que adornar los discursos también es prioritaria. Cómo incorporar y dar visibilidad a las mujeres que no han tenido un papel visible, incorporando el problema racial / étnico junto con la identidad y / u orientación sexual, de identidad, la cuestión trans, así como otras cuestiones como la diversidad funcional, enfermedad mental, lo rural vs la ciudad, las presas, etc.
La lucha contra la violencia machista, especialmente contra los feminicidios y las agresiones sexuales, ha sido uno de los ejes que ha permitido crear vínculos, desde América Latina hasta India y Europa, gracias una actividad continua de las mujeres para hacer visible, denunciar y autoorganizarse ante tal violencia.
La huelga feminista del 8M se ha convertido en otro de los ejes articuladores del movimiento feminista a nivel internacional. En el Estado español, en el 2017 nos sumamos a la convocatoria de Paro Internacional de Mujeres, lanzada por las argentinas y polacas, iniciándose de cara al 8M del año siguiente un proceso de construcción de la Huelga Feminista, que implicó tanto el trabajo en los distintos territorios como la realización de encuentros estatales.
El proceso de la huelga consiguió situar en el centro los problemas que tenemos las mujeres, trabajar apegadas a la realidad nos permitió conectar con la realidad de muchas que se vieron interpeladas, focalizar en las cuestiones cotidianas donde se expresan esas violencias que el sistema capitalista, patriarcal y colonialista ejerce sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Resignificamos el concepto de huelga, vinculando lo productivo con lo reproductivo, ampliando la huelga tradicional con la huelga de cuidados y consumo. El proceso permitió también generar músculo, se crearon asambleas para organizar la huelga, se ganó la hegemonía en la calle, y se pasó en unos años de que en el 15M se retirase la pancarta de la Revolución será Feminista o no será, a que todos los espacios de la izquierda abrazaran el feminismo como bandera.
Pero todo este éxito no se debe solo al proceso iniciado hace 3 años. Tirar del hilo morado nos permite entender que el gran éxito que supuso la Huelga Feminista de 2018, está en conexión con la propia historia del movimiento, sus aciertos, su acumulación de fuerzas. El 8M lleva siendo una fecha marcada en el calendario en morado desde hace muchos años, y su origen se remonta a principios del siglo pasado.
En Madrid, lleva organizándose desde finales de los años 70 y el espacio encargado de desarrollar la propuesta cada año es la Comisión 8M, espacio unitario del movimiento autónomo donde participan mujeres de distintos colectivos y grupos feministas, mujeres que están organizadas también en otros espacios y organizaciones, y mujeres a título individual. Las formas organizativas que adopta el movimiento van variando a lo largo de los años según varía el propio movimiento, pero la organización del 8M se ha hecho siempre manteniendo un espacio unitario para convocarlo.
La potencia de este movimiento internacionalista se debe en gran parte a su capacidad de inclusividad, de entender que la diversidad nunca puede ser una trampa, sino que es uno de nuestros potenciales para cambiar el mundo. Somos diversas y partimos de ahí.
Pero esta misma pluralidad, y el potencial acumulado, lo convierte en un campo de disputa sobre su sentido. Quien pueda definir qué es y hacia dónde va, dispondrá de una potente herramienta de intervención y de poder, y estamos viendo las consecuencias de esta disputa en los espacios del propio movimiento. El feminismo cercano al PSOE está llevando a cabo está disputa; está intentando utilizar la legitimidad de las posiciones abolicionistas para impulsar alguna ley que les permita apuntarse un tanto aprovechando la oleada feminista, con elementos punitivistas y sin incorporar demandas que impugnan el sistema. Porque para esas posiciones, los contenidos que salen de las asambleas –la lucha contra los CIE, o ley de extranjería o de las trabajadoras domésticas, la derogación de las reformas laborales, etc.– van contra esos intereses. No quieren que el feminismo hable de vivienda, de trabajo, de pobreza, de derechos de las migrantes sino de temas “de mujeres” que ellas puedan instrumentalizar para afianzar sus posiciones institucionales. Negar la diversidad de posturas dentro del movimiento en torno a debates como la prostitución o el trabajo sexual, repartiendo carnets de feministas excluyendo a quien no comulga con la suya, cuestionando la perspectiva interseccional cuando se habla de raza o clase, utilizando los debates en torno a los sujetos políticos para desplegar discursos tránsfobos…
La cuestión de fondo para ese feminismo institucional es que un movimiento feminista autónomo y fuerte, nunca conviene a un gobierno en el poder. Hay que disipar su potencia. Y una vieja máxima de la política dice que si no puedes controlar algo, divídelo. Es una maniobra bien conocida y la estamos sufriendo. Si consiguen que se resuenen más las noticias sobre las divisiones en el movimiento, que las reivindicaciones que exigimos y las propuestas que aportamos, habrán ganado la batalla.
La capacidad del movimiento de impugnar al sistema en su totalidad, apuntando a las estructuras patriarcales, racistas y capitalistas que lo sostienen, de articular y conectar distintas luchas y de imaginar un nuevo mundo fuera de estas lógicas, que ponga la vida en el centro, lo sitúan como enemigo prioritario de la extrema derecha, también en auge en el contexto actual. El primer año de la Huelga la derecha pasó de criticar el feminismo a autodenominarse feministas (no puedo evitar sonreír al recordar a Albert Rivera declarando estar encantado de liderar el debate transversal feminista). En el momento actual, la ultraderecha despliega una postura agresiva contra “la dictadura progre”, como vemos Pin Parental, el negacionismo de la VG, ataques LGTBQ etc… Muchas de las batallas de esta legislatura se van a librar como guerras culturales, con las que se busca marcar agenda, cuestionando consensos básicos que se habían alcanzado tras años de luchas por los derechos de las mujeres. La consecuencia es que nos dificulta poner el foco en lo material: mientras hablamos del “pin parental” y gastamos energías en desmentir bulos y argumentos insostenibles, como afirmar que tus hijos son tu propiedad, no estamos exigiendo una educación sexual y afectiva en las aulas que es la demanda material que pedimos.
Las feministas estamos demostrado que la forma de hacer frente al patriarcado y la opresión de las mujeres, pasa por reconocer que esa violencia machista conecta con todo un engranaje económico, político y sexual que sustenta y se sustenta en dicha opresión, y que por eso estamos en una posición que nos sitúa como protagonistas indiscutibles de numerosas luchas; tanto por toda la violencia que golpea nuestros cuerpos como por la capacidad de articulación, se articulan demandas concretas y luchas que no son estrictamente feministas sino mucho más globales (fronteras, extractivismo, defensa libertades frente a extrema derecha…)
La estrategia de la huelga nos ha permitido construir mucho trabajo colectivo, cargado de aprendizajes, con generosidad, desde lo común pero entendiendo que las distintas opresiones que nos atraviesan nos hacen diversas, y no se puede entender la lucha ni como una suma de opresiones donde se tiende a priorizar unas sobre otras ni como luchas aisladas y sin relación unas con otras. Hay que construir tejiendo, apegadas a la realidad y como siempre recalcan las compañeras de Territorio Doméstico, con alegría y baile, porque para sufrir ya tenemos todo con lo que el sistema nos golpea.
Del proceso construido en la Comisión 8M de Madrid, destacaría como el primer año se puso el foco en dos pilares fundamentales: la elaboración del argumentario con los porqué y para qué de la Huelga Feminista en cada uno de los ejes: Violencias, Fronteras, Economía y Cuerpos, y el proceso de extensión. El segundo año, el proceso de construcción se ve dificultado por las tensiones generadas por los intentos de cooptación del espacio, especialmente por el sufrimiento emocional que provoca la violencia que conllevan ciertas prácticas de ciertos actores políticos cuando quieren hacerse con el control de un espacio y no respetan ni los consensos ni las dinámicas ni formas de trabajo del mismo.
A pesar de ello, continuamos avanzando en el argumentario, incorporando las críticas de las compañeras feministas que no se habían sentido interpeladas ni incluidas el año anterior, ensayando cómo construir las alianzas, incorporando reflexiones en torno a la importancia de cuidarnos, preocupaciones sobre la construcción de hitos porque nosotras tenemos claro que no trabajamos para una fecha, pensando cómo conseguir que todos los días sean 8 de marzo… Incorporamos para la Huelga de 2019 el concepto de revuelta, una semana previa al 8M donde poder visibilizar cada día alguno de los ejes del argumentario. Y este año optamos por utilizar la estrategia de la Revuelta. No hubo consenso en torno a repetir el formato de la Huelga como los dos años anteriores, pero todas compartíamos la idea de que había que estar y hacer más, un mes de revuelta que iniciamos con una cadena feminista de más de 8.000 mujeres el 8F, y que ha ido seguida de numerosas acciones, algunas centralizadas como la Operación Araña por una Educación Afectivo Sexual en las Aulas o la Concentración Antirracista frente al Congreso, y numerosas descentralizadas organizadas por Barrios y Pueblos. Esa red, ese músculo creado en torno al proceso de construcción de un trabajo colectivo, como está siendo organizar las huelgas y revueltas feministas, que es lo que construye movimiento. La capacidad de los espacios feministas de transitar los cambios y conectar con la realidad de las mujeres, han sido claves para el éxito de las movilizaciones. Estamos ante un movimiento creativo que puede poner sobre la mesa nuevos debates y nuevas herramientas para cambiar el mundo. El hacer que todos los días sean 8 de marzo, el conseguir esa revolución morada permanente. Porque si algo está claro en el siglo XXI es que la Revolución será feminista o no será. No se trata de elegir entre huelga, revuelta o fecha señalada, la clave está en el proceso.
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