EU e Irán, rumbo a la confrontación
C
omplicada y áspera desde 1979 –año en que la revolución islámica liderada por el imán Rujola Jomeini derrocó al régimen del sah Mohamed Reza Pahlevi, aliado incondicional de Gran Bretaña y Estados Unidos–, la relación entre este país y el actual Irán ha pasado por etapas de tensión que desembocaron en una relativa calma, que en fechas recientes parece ir en camino de terminar de mala manera.
La decisión de Donald Trump (adoptada en mayo de 2018) de retirar unilateralmente a su país del acuerdo nuclear que la república iraní celebró en Viena en 2015 con Estados Unidos y sus principales aliados puede considerarse el punto de partida de una escalada que ha crecido hasta alcanzar la temperatura política que enciende alarmas en el mundo. Es una fecha arbitraria en una larga historia de incidentes, pero permite describir a grandes rasgos el estado del conflicto.
A la ruptura del acuerdo, Washington le sumó duras sanciones económicas contra Irán, presionando a las potencias de Europa para que hicieran otro tanto. La iniciativa no fue exitosa: preocupados por su futuro energético, los líderes europeos, más Rusia y China, decidieron
permitirque el gobierno de Teherán siguiera exportando petróleo y gas a sus naciones, aun cuando Washington mantuviera su embargo a estos productos. Le siguió una retahíla de amenazas y descalificaciones recíprocas entre los principales protagonistas de la pugna, y hace un par de meses el régimen iraní anunció que cancelaría parte de los compromisos que quedaban en pie del acuerdo de 2015, actitud de la que Rusia culpó a la Casa Blanca por haber ejercido una
presión irracionalsobre Irán.
A principios de este mes, en Gibraltar, comandos de la marina británica detuvieron un buque-tanque de bandera panameña que, según ellos, transportaba crudo de procedencia iraní con destino a Siria. De inmediato la Guardia Revolucionaria iraní amenazó con capturar el primer barco de bandera británica que se le pusiera a tiro, fracasando en primera instancia con un buque del Reino Unido que navegaba por el Golfo Pérsico debido a la intervención de una fragata de guerra que lo escoltaba. No tardó, sin embargo, en lograr su propósito: el 19 de julio lanchas rápidas de la Guardia capturaron al petrolero británico Stena Impero, al tiempo que una nave estadunidense –el USS Boxer– decía haber derribado un dron espía iraní a la entrada del estrecho de Ormuz. Teherán se limitó a calificar esta última información como
una mentira propagandística.
Ahora, el anuncio de un viceministro de la cancillería iraní de que su nación continuará abandonando los compromisos adquiridos cuando firmó el acuerdo de Viena, ha empujado la situación un poco más hacia el punto de no retorno en el que los analistas europeos más escépticos dicen se encuentra al final del camino que recorre el Estados Unidos de Trump y el Irán de Hassan Rouhani (aunque el máximo dirigente de esta nación y real jefe de Estado es el ayatola Alí Jamenei, supremo líder en materia política y religiosa).
Los militares estadunidenses
durossuponen que estas declaraciones constituyen una manera de presionar a los demás firmantes de los acuerdos de 2015 para que apoyen a Irán y le ayuden a proteger su economía, que no atraviesa por un buen momento (hay inflación, desabasto, desempleo y especulación en el país). Las naciones europeas, en cambio, no se muestran ni de lejos tan optimistas.
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