Gobernar
León Bendesky
C
ualquier consideración crítica sobre el ejercicio de un gobierno remite a cuestiones de índole práctica. Ciertamente, hay distinciones relevantes en los postulados políticos e ideológicos que llevan a que un individuo o un partido triunfen en una elección y gobiernen. Pero el impacto que eso tiene en la vida cotidiana y en el horizonte de la existencia de la gente es un referente ineludible.
En Gran Bretaña el debate político ha estado centrado por casi dos años en el proyecto conocido como Brexit, su salida de la Unión Europea. El proceso se inició luego de una consulta vinculante, lanzada por el primer ministro David Cameron en 2016; le costó el cargo y ha llevado a su sucesora, Theresa May, a un complicado proceso de negociación con el gobierno europeo asentado en Bruselas.
La negociación no prospera, las complicaciones son grandes y las consecuencias adversas de un Brexitduro, es decir, sin un pacto conveniente para los británicos, es admitido por todos. Las perspectivas para esa sociedad son inciertas, es posible que una nueva consulta arrojara un resultado distinto. La fricción política es cada vez más grande y el gobierno no alcanza acuerdos internos en el parlamento.
En Francia, el presidente Emmanuel Macron ganó la elección en 2017 con un proyecto ambicioso de reformas económicas y políticas y con una clara inclinación europeísta. Hoy, enfrenta protestas sociales de gran calado que cuestionan sus propuestas y exhiben las consecuencias de las formas de gobierno por muchos años sobre buena parte de la población que se siente excluida de una prosperidad que no los alcanza.
En Hungría, donde el gobierno se sustenta en posturas muy conservadoras y de carácter nacionalista, se ha propuesto que los trabajadores cumplan con horas extras de labor en las empresas y que la remuneración correspondiente sea pagada hasta en un plazo de tres años.
En Brasil, Jair Bolsonaro obtuvo a finales del año pasado más de 55 por ciento de votos, dejando atrás al candidato del PT, partido de Lula y quien ahora está en la cárcel. La ruptura social que pone de manifiesto esta elección lanza las políticas al extremo opuesto de las que siguieron Lula y Rousseff, depuesta en mayo de 2016. Eso acabó con 13 años de dominio político del PT. Las consecuencias prácticas de este cambio serán, sin duda, significativas para la gente. La votación las avala.
En México, elegimos un gobierno que claramente planteó como prioridad el combate a la corrupción. Está empeñado en eso. En el escaso mes y medio de la toma de posesión se ha cancelado el proyecto del aeropuerto de Texcoco, se ha pasado la ley de ingresos de los servidores públicos, se aprobó el presupuesto federal y se está constituyendo la guardia nacional.
Estas medidas se asocian con dicha lucha anticorrupción. Pero el caso del robo de gasolina, el huachicoleo, ha expuesto de manera flagrante la total descomposición de la empresa Petróleos Mexicanos. En este caso, el enfrentamiento tiene expresiones de índole particular. Pone de manifiesto la crisis política, administrativa y de seguridad existente; exhibe la quiebra de la ley, y de la gestión de uno de los recursos más importantes de la nación.
Unos datos ilustran apenas el caso del robo de gasolinas y se consignan en la prensa. En 2018 se registraron más de mil 800 tomas clandestinas en Hidalgo, más de mil 700 en Puebla y más de mil 500 en Guanajuato. Éstas crecieron alrededor de 20 por ciento en el último año del gobierno anterior (de más de 10 mil 300 en 2017 a más de 12 mil 500 en 2018). Por ahora sólo conocemos la punta del iceberg del asunto y poco a poco se exponen las condiciones particulares de la corrupción en Pemex, el impacto de las mafias que roban la gasolina y la manera en que ésta se vende.
El objetivo de combatir ese robo no puede ser desestimado. La forma en que se ha implementado muestra la enorme dificultad del caso, empezando por el control de los ductos que son saqueados de modo constante y el hurto en las mismas refinerías.
El problema se ha manifestado en el desabasto de gasolina en muchas partes del país; distribuirla ahora entraña una enorme dificultad logística, cuyos pormenores se van conociendo. La manera en que se ha comunicado el conflicto a la población y las colas para conseguir combustible muestran las deficiencias que existen. Hay que poner sobre la mesa la capacidad técnica y de gestión de los responsables de ejecutar las políticas del gobierno en este y todos los ámbitos.
El problema del abasto de gasolinas no puede extenderse por demasiado tiempo. El comportamiento de la gente es impredecible, las repercusiones se extienden transversalmente a la movilidad física de personas y mercancías y la consecuencias pueden escalar rápidamente.
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