A los 100 años de su asesinato
Deconstruyendo la economía con Rosa Luxemburgo
16/01/2019 | Joseba Permach, Idoia Zengotitabengoa
“Quien es feminista y no de izquierdas, carece de estrategia.
Quien es de izquierdas y no es feminista, carece de profundidad”
El 15 de enero de este año se cumple el centenario del asesinato de Rosa Luxemburgo. Son muchos los aspectos positivos de esta gran mujer, militante, luchadora, economista y comunista que pueden ponerse de relieve.
Rosa Luxemburgo tuvo que abandonar Polonia por su militancia política y tras pasar por Suiza donde finalizó sus estudios de economía, llegó finalmente a Alemania donde residió hasta su muerte. Cuentan que en otoño del 1906 el Partido Social Demócrata alemán puso en marcha una escuela de cuadros a la que ella se incorporó un año más tarde y en la cual se encargó de las clases de economía. A posteriori, y basándose en el material utilizado en dichas clases, escribió un libro que no pudo acabar y que consta de seis capítulos. El libro se titula “Introducción a la economía política” y el primer capítulo se plantea responder a la siguiente pregunta: ¿Qué es la economía política?
Cien años depues de su muerte estamos inmersos en una crisis global de un sistema capitalista y patriarcal que privatiza la democracia (Goikoetxea, 2017), empobrece, precariza o quita la vida y devasta el planeta sin otro miramiento que no sea el incremento del capital. Además, “(...) no sólo se multiplican las desigualdades, sino que se complejizan las vías de inclusión/exclusión. Lo cual hace que, aunque tengamos un problema común, sistémico, lo vivamos de formas muy aisladas” (Orozco, 2014). Pese a que el contexto parezca que haya variado, podemos afirmar que muchas de las reflexiones de Rosa Luxemburgo resultan de una actualidad plena y sorprendente.
Pasados diez largos años desde el inicio de la última gran crisis económica y cuando se nos anuncia que la siguiente crisis está a la vuelta de la esquina, recordemos cómo definía las crisis la fundadora del partido comunista alemán: “Todos sabemos cómo aterroriza el espectro de la crisis comercial a cualquier país moderno: la manera de anunciarse el advenimiento de dicha crisis es, de por sí, significativa. Después de unos cuantos años de prosperidad y buenos negocios, empiezan a aparecer vagos rumores en los diarios; la Bolsa recibe algunas noticias poco tranquilizadoras de ciertas quiebras; las indirectas que lanza la prensa se vuelven más específicas; la Bolsa se pone cada vez más aprensiva; (...) por último, las noticias de bancarrotas y cierres caen como gotas de agua en un chaparrón” (Luxemburgo, 1917).
A quienes hemos vivido, padecido, ésta última crisis nos han dicho que la actual sólo es comparable con el crack de 1929 y su posterior depresión económica. Sin embargo, la economista alemana de origen polaco subraya en la misma obra que “cada uno de nosotros ha vivido unas cuantas crisis comerciales e industriales” y es por ello que se atreve, como hemos visto, a definir con exhaustividad el proceso que precede a las mismas. Es más, Rosa Luxemburgo cita a Engels para recordarnos que la concatenación de crisis que generan paro, pobreza y miseria son algo innato y propio del sistema capitalista.
Han pasado tres largas décadas desde que Margaret Thatcher nos anunciara aquello de que no hay alternativa. Sin embargo, la mayoría de nosotras y nosotros hemos padecido o oido hablar de la crisis de los años ochenta denominada reconversión, de la crisis de los noventa relacionada con la crisis del golfo y la crisis inmobiliaria de Japón. la crisis del 2002 o de las .com y, finalmente, la gran crisis que padecemos desde el 2007 bautizada como la crisis de las subprimes. Muchos nombres para evitar una única conclusión: el sistema capitalista es un sistema que genera crisis de forma periódica con consecuencias sociales drásticas y que, por tanto, no puede ni debe ser alternativa ni referencia para nadie. O dicho en palabras de Rosa Luxemburgo: “resulta claro por qué los científicos defensores oficiales del dominio del capital tratan de oscurecer el problema mediante toda clase de artificios semánticos, tratan de alejar la investigación del meollo de la cuestión” ( Luxemburgo, 1917 ).
El capitalismo vive en la actualidad una crisis múltiple que se refleja en la crisis alimentaria que padecen millones de personas en amplias zonas de África o en la extensión de la pobreza y depauperación de las condiciones de vida en el cono sur de América y en cada vez más zonas de EE UU. A su vez, el paro, la precariedad y cada vez mayores bolsas de pobreza se cronifican en la vieja Europa, mientras en Oriente el hacinamiento de millones de trabajadoras y trabajadores en los nuevos telares u otro tipo de industrias con sueldos y niveles de vida lamentables, nos recuerdan que el capitalismo se desplaza y reproduce para desgracia de quien lo padece. La crisis de los cuidados nos recuerda que el sistema se basa en una mentira contable donde el trabajo asignado históricamente a las mujeres no cuenta, pero sin el que el sistema tendría los días contados. Las economistas feministas actuales nos hablaran así del conflicto capital-vida donde “El equilibrio entre trabajo remunerado y trabajo no remunerado está en permanente reajuste en función de múltiples aspectos: los niveles de empleo y salariales, por supuesto, pero también las expectativas de vida y las normas sociales sobre quién debe hacer qué, cómo y dónde” (Orozco 2014). Además, la crisis medioambiental evidencia que estamos arrasando y esquilmando un planeta entero sin atender a las consecuencias que va a tener para las futuras generaciones. Y, finalmente, todo ello está afectando a una crisis de legitimidad política que derriba las referencias políticas tradicionales para dar pie a un populismo salvaje basado en posiciones racistas y una visión de la humanidad que sólo reclama al estado leviatán para reprimir y poner orden a base de porra y legislación represiva.
El capitalismo que conocíamos como seducción en términos de igualdad y bienestar está mutando hacia un proyecto neoliberal sin tapujos donde sólo unas pocas vidas merecen la pena ser sostenidas, ser lloradas y ser rescatadas en tiempos de crisis. Un proyecto mundial que sitúa en el epicentro a los mercados capitalistas, socializa la deuda privada al mismo tiempo privatiza los servicios públicos y los derechos sociales, poniendo la vida colectiva al servicio del capital. Lo cual, más que generar bien-estar genera procesos de mal-sostener la vida.
¡Y nos quieren convencer que esto es la única alternativa!
¿Pero cómo puede sostenerse un sistema que genera crisis de forma continua y con las consecuencias descritas? Aunque parezca mentira y pasados cien años desde su muerte, las reflexiones de Rosa Luxemburgo siguen resultando válidas para comprender cómo funciona el sistema y por qué se interpreta la realidad de muy diferente manera:
“Lo más notable de esto es que todos los afectados, el conjunto de la sociedad, consideran y tratan a la crisis como algo fuera de la esfera de la voluntad y el control humanos, un golpe fuerte propinado por un poder invisible y mayor, una prueba enviada desde el cielo, parecida a una gran tormenta eléctrica, un terremoto, una inundación. El lenguaje que suelen utilizar los periódicos especializados al referirse a la crisis está lleno de frases tales como: el cielo del mundo de los negocios, hasta ahora sereno, se esta empezando a cubrir de negros nubarrones; o cuando se anuncia un drástico aumento de las tasas de crédito bancario, aparece invariablemente bajo el título de se anuncian tormentas, y después de la crisis leemos cómo pasó la tormenta y qué despejado está el horizonte comercial. Este estilo periodístico revela algo más que el mal gusto de los plumíferos de la página financiera; es típico de la actitud hacia la crisis, como si ésta fuera el resultado de una ley natural" (Luxemburgo, 1917).
Efectivamente, ese es uno de los problemas principales de la actual situación: la legitimidad que ofrecen la mayoría de los economistas con su discurso y práctica a un sistema y principios económicos que no serían capaces de superar prueba de refutación alguna en cualquiera otra ciencia o situación. O dicho de nuevo en palabras de Rosa Luxemburgo: “Ya deben de tener claro por qué a los economistas burgueses les resulta imposible explicar la esencia de su ciencia, poner el dedo en la llaga del organismo social, denunciar su malformación congénita. Reconocer y afirmar que la anarquía es la fuerza motriz vital del dominio del capital es pronunciar su sentencia de muerte, afirmar que sus días están contados” (Luxemburgo, 1917).
Rosa Luxemburgo aplaudió el trabajo realizado por Marx al utilizar la ciencia económica para desmontar todos y cada uno de los pilares de barro sobre los que sustenta el capitalismo y subrayó la función que cumplían los economistas de la época en legitimar un sistema injusto como el capitalista: “nuestros doctos burgueses exponen, bajo el nombre de economía política, una masa amorfa de residuos de toda clase de ideas científicas y tergiversaciones interesadas, con lo cual ya no persiguen el objetivo de desentrañar las verdaderas tendencias del capitalismo sino solamente el de ocultarlas para poder sostener que el capitalismo es el mejor el único, el eterno orden social posible“ (Luxemburgo, 1917).
Sin embargo, Rosa Luxemburgo no se resignaba a ello y afirmaba también que la economía podía pasar de ser sustento legitimador del sistema a instrumento para liberación de la clase trabajadora: “Las enseñanzas sobre el surgimiento del capitalismo deben trasformarse lógicamente en enseñanzas sobre la caída del capitalismo; la ciencia sobre el modo de producción capitalista se convierte en la prueba científica del socialismo; el instrumento teórico de la instauración del dominio de clase de la burguesía se vuelve un arma de la lucha de clases revolucionaria por la emancipación del proletariado” y en otro apartado añadía: “al dar un solo paso más allá del umbral del conocimiento económico (...) con el primer interrogante, por abstracto y poco práctico que parezca en relación a las luchas sociales que se libran en esta época, se forja un vínculo especial entre la economía como ciencia y el proletariado como clase revolucionaria” (Luxemburgo, 1917).
Por tanto, necesitamos métodos analíticos actuales que nos posibiliten articular diferentes dimensiones de lo que hoy se conoce como Economía, métodos que nos posibiliten construir un marco de actuación común en aras de la(s) soberanía(s). “Necesitamos desplazar el eje analítico desde los procesos de valorización del capital hacia los procesos de sostenibilidad de la vida, entendiendo la socioeconomía como un circuito integrado de producción-reproducción, trabajo remunerado –trabajo no remunerado, mercado-Estado-hogares, valorando en qué medida genera condiciones para una vida que merezca ser vivida, y comprendiendo cómo las relaciones de poder se reconstruyen mediante su funcionamiento” (Orozco, 2014).
Asimismo, “reorientar la economía hacia un modelo justo y sostenible es urgente y las visiones convencionales no son capaces de hacerlo porque el conjunto de instrumentos y teorías que ha acuñado no dan cuenta de lo que realmente sostiene la vida humana. Repensar la economía, desde el punto de vista del mantenimiento de las condiciones que permiten la continuidad de la sociedad, implica realizar preguntas básicas: ¿Qué papel ocupa nuestra especie en la Biosfera? ¿Cómo se sostiene la vida humana? ¿Cuáles son las necesidades humanas y cómo podemos organizarnos para que sean satisfechas de forma igualitaria? La economía feminista y la economía ecológica son dos visiones heterodoxas de la economía crítica que afrontan estas preguntas (Herrero, 2016).
No nos cabe duda que Rosa Luxemburgo estaría muy orgullosa de ver como cien años después de su reflexión sobre ¿que es la economía?, hay economistas que siguiendo la senda abierta por Marx, Engels y ella misma, son capaces de seguir investigando y deconstruyendo el sistema capitalista, patriarcal y devorador de recursos naturales. Mujeres, luchadoras y economistas que como ella están siendo capaces de poner en cuestión la economía oficial para plantear nuevas alternativas entrelazadas y unidas a las luchas obreras, feministas, ecologistas y populares de nuestra época.
13/01/2019
Joseba Permach Martin e Idoia Zengotitabengoa Laka son miembros de Iratzar Fundazioa.
Referencias bibliográficas:
· Goikoetxea, Jule (2017): Demokraziaren pribatizatzea. Elkar
· Herrero,Yayo (2016): En Revista de Economía Crítica, Nº 22
· Luxemburgo, Rosa ( 1917): “Qué es la economía”. En https://www.marxists.org/espanol/luxem/07Queeslaeconomia_0.pdf
· P. Orozco, Amaia (2014): Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Traficantes de sueños.
Quien es de izquierdas y no es feminista, carece de profundidad”
El 15 de enero de este año se cumple el centenario del asesinato de Rosa Luxemburgo. Son muchos los aspectos positivos de esta gran mujer, militante, luchadora, economista y comunista que pueden ponerse de relieve.
Rosa Luxemburgo tuvo que abandonar Polonia por su militancia política y tras pasar por Suiza donde finalizó sus estudios de economía, llegó finalmente a Alemania donde residió hasta su muerte. Cuentan que en otoño del 1906 el Partido Social Demócrata alemán puso en marcha una escuela de cuadros a la que ella se incorporó un año más tarde y en la cual se encargó de las clases de economía. A posteriori, y basándose en el material utilizado en dichas clases, escribió un libro que no pudo acabar y que consta de seis capítulos. El libro se titula “Introducción a la economía política” y el primer capítulo se plantea responder a la siguiente pregunta: ¿Qué es la economía política?
Cien años depues de su muerte estamos inmersos en una crisis global de un sistema capitalista y patriarcal que privatiza la democracia (Goikoetxea, 2017), empobrece, precariza o quita la vida y devasta el planeta sin otro miramiento que no sea el incremento del capital. Además, “(...) no sólo se multiplican las desigualdades, sino que se complejizan las vías de inclusión/exclusión. Lo cual hace que, aunque tengamos un problema común, sistémico, lo vivamos de formas muy aisladas” (Orozco, 2014). Pese a que el contexto parezca que haya variado, podemos afirmar que muchas de las reflexiones de Rosa Luxemburgo resultan de una actualidad plena y sorprendente.
Pasados diez largos años desde el inicio de la última gran crisis económica y cuando se nos anuncia que la siguiente crisis está a la vuelta de la esquina, recordemos cómo definía las crisis la fundadora del partido comunista alemán: “Todos sabemos cómo aterroriza el espectro de la crisis comercial a cualquier país moderno: la manera de anunciarse el advenimiento de dicha crisis es, de por sí, significativa. Después de unos cuantos años de prosperidad y buenos negocios, empiezan a aparecer vagos rumores en los diarios; la Bolsa recibe algunas noticias poco tranquilizadoras de ciertas quiebras; las indirectas que lanza la prensa se vuelven más específicas; la Bolsa se pone cada vez más aprensiva; (...) por último, las noticias de bancarrotas y cierres caen como gotas de agua en un chaparrón” (Luxemburgo, 1917).
A quienes hemos vivido, padecido, ésta última crisis nos han dicho que la actual sólo es comparable con el crack de 1929 y su posterior depresión económica. Sin embargo, la economista alemana de origen polaco subraya en la misma obra que “cada uno de nosotros ha vivido unas cuantas crisis comerciales e industriales” y es por ello que se atreve, como hemos visto, a definir con exhaustividad el proceso que precede a las mismas. Es más, Rosa Luxemburgo cita a Engels para recordarnos que la concatenación de crisis que generan paro, pobreza y miseria son algo innato y propio del sistema capitalista.
Han pasado tres largas décadas desde que Margaret Thatcher nos anunciara aquello de que no hay alternativa. Sin embargo, la mayoría de nosotras y nosotros hemos padecido o oido hablar de la crisis de los años ochenta denominada reconversión, de la crisis de los noventa relacionada con la crisis del golfo y la crisis inmobiliaria de Japón. la crisis del 2002 o de las .com y, finalmente, la gran crisis que padecemos desde el 2007 bautizada como la crisis de las subprimes. Muchos nombres para evitar una única conclusión: el sistema capitalista es un sistema que genera crisis de forma periódica con consecuencias sociales drásticas y que, por tanto, no puede ni debe ser alternativa ni referencia para nadie. O dicho en palabras de Rosa Luxemburgo: “resulta claro por qué los científicos defensores oficiales del dominio del capital tratan de oscurecer el problema mediante toda clase de artificios semánticos, tratan de alejar la investigación del meollo de la cuestión” ( Luxemburgo, 1917 ).
El capitalismo vive en la actualidad una crisis múltiple que se refleja en la crisis alimentaria que padecen millones de personas en amplias zonas de África o en la extensión de la pobreza y depauperación de las condiciones de vida en el cono sur de América y en cada vez más zonas de EE UU. A su vez, el paro, la precariedad y cada vez mayores bolsas de pobreza se cronifican en la vieja Europa, mientras en Oriente el hacinamiento de millones de trabajadoras y trabajadores en los nuevos telares u otro tipo de industrias con sueldos y niveles de vida lamentables, nos recuerdan que el capitalismo se desplaza y reproduce para desgracia de quien lo padece. La crisis de los cuidados nos recuerda que el sistema se basa en una mentira contable donde el trabajo asignado históricamente a las mujeres no cuenta, pero sin el que el sistema tendría los días contados. Las economistas feministas actuales nos hablaran así del conflicto capital-vida donde “El equilibrio entre trabajo remunerado y trabajo no remunerado está en permanente reajuste en función de múltiples aspectos: los niveles de empleo y salariales, por supuesto, pero también las expectativas de vida y las normas sociales sobre quién debe hacer qué, cómo y dónde” (Orozco 2014). Además, la crisis medioambiental evidencia que estamos arrasando y esquilmando un planeta entero sin atender a las consecuencias que va a tener para las futuras generaciones. Y, finalmente, todo ello está afectando a una crisis de legitimidad política que derriba las referencias políticas tradicionales para dar pie a un populismo salvaje basado en posiciones racistas y una visión de la humanidad que sólo reclama al estado leviatán para reprimir y poner orden a base de porra y legislación represiva.
El capitalismo que conocíamos como seducción en términos de igualdad y bienestar está mutando hacia un proyecto neoliberal sin tapujos donde sólo unas pocas vidas merecen la pena ser sostenidas, ser lloradas y ser rescatadas en tiempos de crisis. Un proyecto mundial que sitúa en el epicentro a los mercados capitalistas, socializa la deuda privada al mismo tiempo privatiza los servicios públicos y los derechos sociales, poniendo la vida colectiva al servicio del capital. Lo cual, más que generar bien-estar genera procesos de mal-sostener la vida.
¡Y nos quieren convencer que esto es la única alternativa!
¿Pero cómo puede sostenerse un sistema que genera crisis de forma continua y con las consecuencias descritas? Aunque parezca mentira y pasados cien años desde su muerte, las reflexiones de Rosa Luxemburgo siguen resultando válidas para comprender cómo funciona el sistema y por qué se interpreta la realidad de muy diferente manera:
“Lo más notable de esto es que todos los afectados, el conjunto de la sociedad, consideran y tratan a la crisis como algo fuera de la esfera de la voluntad y el control humanos, un golpe fuerte propinado por un poder invisible y mayor, una prueba enviada desde el cielo, parecida a una gran tormenta eléctrica, un terremoto, una inundación. El lenguaje que suelen utilizar los periódicos especializados al referirse a la crisis está lleno de frases tales como: el cielo del mundo de los negocios, hasta ahora sereno, se esta empezando a cubrir de negros nubarrones; o cuando se anuncia un drástico aumento de las tasas de crédito bancario, aparece invariablemente bajo el título de se anuncian tormentas, y después de la crisis leemos cómo pasó la tormenta y qué despejado está el horizonte comercial. Este estilo periodístico revela algo más que el mal gusto de los plumíferos de la página financiera; es típico de la actitud hacia la crisis, como si ésta fuera el resultado de una ley natural" (Luxemburgo, 1917).
Efectivamente, ese es uno de los problemas principales de la actual situación: la legitimidad que ofrecen la mayoría de los economistas con su discurso y práctica a un sistema y principios económicos que no serían capaces de superar prueba de refutación alguna en cualquiera otra ciencia o situación. O dicho de nuevo en palabras de Rosa Luxemburgo: “Ya deben de tener claro por qué a los economistas burgueses les resulta imposible explicar la esencia de su ciencia, poner el dedo en la llaga del organismo social, denunciar su malformación congénita. Reconocer y afirmar que la anarquía es la fuerza motriz vital del dominio del capital es pronunciar su sentencia de muerte, afirmar que sus días están contados” (Luxemburgo, 1917).
Rosa Luxemburgo aplaudió el trabajo realizado por Marx al utilizar la ciencia económica para desmontar todos y cada uno de los pilares de barro sobre los que sustenta el capitalismo y subrayó la función que cumplían los economistas de la época en legitimar un sistema injusto como el capitalista: “nuestros doctos burgueses exponen, bajo el nombre de economía política, una masa amorfa de residuos de toda clase de ideas científicas y tergiversaciones interesadas, con lo cual ya no persiguen el objetivo de desentrañar las verdaderas tendencias del capitalismo sino solamente el de ocultarlas para poder sostener que el capitalismo es el mejor el único, el eterno orden social posible“ (Luxemburgo, 1917).
Sin embargo, Rosa Luxemburgo no se resignaba a ello y afirmaba también que la economía podía pasar de ser sustento legitimador del sistema a instrumento para liberación de la clase trabajadora: “Las enseñanzas sobre el surgimiento del capitalismo deben trasformarse lógicamente en enseñanzas sobre la caída del capitalismo; la ciencia sobre el modo de producción capitalista se convierte en la prueba científica del socialismo; el instrumento teórico de la instauración del dominio de clase de la burguesía se vuelve un arma de la lucha de clases revolucionaria por la emancipación del proletariado” y en otro apartado añadía: “al dar un solo paso más allá del umbral del conocimiento económico (...) con el primer interrogante, por abstracto y poco práctico que parezca en relación a las luchas sociales que se libran en esta época, se forja un vínculo especial entre la economía como ciencia y el proletariado como clase revolucionaria” (Luxemburgo, 1917).
Por tanto, necesitamos métodos analíticos actuales que nos posibiliten articular diferentes dimensiones de lo que hoy se conoce como Economía, métodos que nos posibiliten construir un marco de actuación común en aras de la(s) soberanía(s). “Necesitamos desplazar el eje analítico desde los procesos de valorización del capital hacia los procesos de sostenibilidad de la vida, entendiendo la socioeconomía como un circuito integrado de producción-reproducción, trabajo remunerado –trabajo no remunerado, mercado-Estado-hogares, valorando en qué medida genera condiciones para una vida que merezca ser vivida, y comprendiendo cómo las relaciones de poder se reconstruyen mediante su funcionamiento” (Orozco, 2014).
Asimismo, “reorientar la economía hacia un modelo justo y sostenible es urgente y las visiones convencionales no son capaces de hacerlo porque el conjunto de instrumentos y teorías que ha acuñado no dan cuenta de lo que realmente sostiene la vida humana. Repensar la economía, desde el punto de vista del mantenimiento de las condiciones que permiten la continuidad de la sociedad, implica realizar preguntas básicas: ¿Qué papel ocupa nuestra especie en la Biosfera? ¿Cómo se sostiene la vida humana? ¿Cuáles son las necesidades humanas y cómo podemos organizarnos para que sean satisfechas de forma igualitaria? La economía feminista y la economía ecológica son dos visiones heterodoxas de la economía crítica que afrontan estas preguntas (Herrero, 2016).
No nos cabe duda que Rosa Luxemburgo estaría muy orgullosa de ver como cien años después de su reflexión sobre ¿que es la economía?, hay economistas que siguiendo la senda abierta por Marx, Engels y ella misma, son capaces de seguir investigando y deconstruyendo el sistema capitalista, patriarcal y devorador de recursos naturales. Mujeres, luchadoras y economistas que como ella están siendo capaces de poner en cuestión la economía oficial para plantear nuevas alternativas entrelazadas y unidas a las luchas obreras, feministas, ecologistas y populares de nuestra época.
13/01/2019
Joseba Permach Martin e Idoia Zengotitabengoa Laka son miembros de Iratzar Fundazioa.
Referencias bibliográficas:
· Goikoetxea, Jule (2017): Demokraziaren pribatizatzea. Elkar
· Herrero,Yayo (2016): En Revista de Economía Crítica, Nº 22
· Luxemburgo, Rosa ( 1917): “Qué es la economía”. En https://www.marxists.org/espanol/luxem/07Queeslaeconomia_0.pdf
· P. Orozco, Amaia (2014): Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Traficantes de sueños.
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