Los primeros cien días de López Obrador
Guillermo Almeyra (I)
D
esde 1968, mediante sus luchas, tres generaciones de mexicanos tomaron conciencia de que no enfrentaban sólo a malos gobiernos, sino al Estado capitalista y se fueron convirtiendo en anticapitalistas como el FZLN y el CNI que sólo demandaban en 1994 la incorporación de sus derechos a la Constitución nacional. El pacto histórico virtual surgido de la Revolución Mexicana entre indígenas, campesinos y obreros y el PRI, el partido gobernante que fomentaba el desarrollo de la gran burguesía, comenzó a romperse en 1982 y acabó en 1988 con Salinas de Gortari. Desde entonces, los oprimidos y explotados dejaron de intentar convencer a los gobiernos en turno con sus luchas y movilizaciones y comenzaron a construir con ellas frentes únicos de masas (como la APPO) que también eran gérmenes de poder popular.
Así, construyeron un nuevo bloque entre campesinos e indígenas, sectores urbanos obreros, estudiantiles o populares y las capas capitalistas, comerciales o semiartesanales, afectadas por la profundización de la crisis y el bajo ingreso popular. Este sector plebeyo tuvo como motor y conductor a quienes luchaban pero no logró una expresión independiente y fue poco a poco acercándose a Morena. AMLO fue, sin duda, perseverante y tenaz, pero su sola tenacidad sin esa evolución política de masas no hubiera podido nunca derrotar a un partido con varias cabezas (PRI, PAN, PRD, PVEM, etcétera) entrelazado con el Estado.
Para ser aceptado por Washington y por una parte de las clases dominantes, AMLO ha incorporado a la dirección de Morena a empresarios y políticos de derecha que antes habían servido al PRI y al PAN y lo habían combatido y con ellos gobernará. No es la primera vez que un Presidente trata de dirigir junto a la derecha a seguidores de masas antioligárquicos, pero aún no anticapitalistas, como los de Morena. El primer gobierno del coronel Perón reunía también lo más granado del clerical-fascismo, aunque su base era obrera y tenía tradiciones anarquistas, socialistas y comunistas. La división de la burguesía permitió el triunfo. AMLO ocupa hoy el gobierno y tiene mayoría en el Congreso, pero la oligarquía sigue manteniendo el poder y el control de la justicia, de los medios de comunicación, de los aparatos represivos y de la burocracia estatal.
Existe, así, un doble poder entre, por un lado, la oligarquía y el capital financiero atrincherado en sus posiciones y vigilante y, por otro, un gobierno que intenta conciliar lo inconciliable, acepta el marco capitalista y la lógica del sistema de explotación y opresión, pero quiere hacer reformas democráticas, mientras depende de los oprimidos de México y cuenta con la esperanza de éstos y también, cada vez más, de los millones de expatriados en Estados Unidos.
¿Qué podría suceder entonces en los próximos meses? Lo más probable es que la oligarquía y Washington intenten copar desde adentro al gobierno reformista y asuman ante éste inicialmente un perfil bajo. AMLO, en ese lapso, tiene un amplio margen de maniobra, pues podría reforzar su popularidad instaurando la revocabilidad de los mandatos y reduciendo los altos sueldos y los privilegios. Podría igualmente eliminar instituciones represivas, iniciar una limpieza en la justicia y la policía, aprovechar la mayoría en la cámaras para derogar todas las leyes reaccionarias, antinacionales o liberticidas aprobadas desde 1982 hasta hoy, tomar medidas para encarcelar a los culpables de los asesinatos de periodistas o del crimen de Ayotzinapa y lograr la paz en Chiapas, incorporando a la Constitución los derechos indígenas.
Podría también elevar el poder adquisitivo en el mercado interno aumentando salarios y pensiones como pide la OMC y dar un primer golpe al narcotráfico controlando las cuentas bancarias para impedir el blanqueo del dinero de la delincuencia, combatiendo además las complicidades con los narcos de quienes deberían reprimirlos. El aumento de fondos para la sanidad y la educación a todos los niveles y la derogación de la ley de educación actual resistida por los maestros, así como un esfuerzo especial de seguridad para combatir los asesinatos de mujeres y las violaciones son también medidas urgentes que reforzarían la seguridad de su base popular. Con los técnicos patriotas o simplemente decentes de la industria petrolera es posible también tratar de reorganizar y salvar a Pemex, y con los maestros en lucha y una amplia consulta en las universidades es posible igualmente estudiar y elaborar una reforma de la enseñanza que permita formar ciudadanos preparados para estudiar, comprender y reformar el mundo actual. Habrá que ver qué es lo que hace de todo esto y qué hacen, pueden hacer o harán sus votantes. Pero esto, por razones de espacio, nos vemos forzados a tratarlo en el artículo del domingo próximo.
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