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EE UU
El impeachment a Trump, un arma de doble filo
05/10/2019 | Roberto Montoya
¿Lograría un ’impeachment’ contra Donald Trump dejarlo fuera de la carrera para las presidenciales de noviembre de 2020? ¿O por el contrario lo reforzará y conseguirá acabar con Joe Biden, hasta ahora el favorito del Partido Demócrata pero implicado en el Ucraniagate?
Al día de hoy nadie puede asegurar que el proceso de investigación por el Ucraniagate anunciado por Nancy Pelosi, la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes, desembocará dentro de unos meses realmente en un impeachment (juicio político parlamentario) contra Donald Trump.
Es algo aún incierto. El Comité Judicial de la Cámara Baja será el encargado de estudiar las acusaciones y pruebas contra Trump por haber chantajeado presuntamente al primer ministro ucraniano para que investigara los negocios en Ucrania del candidato demócrata Joe Biden y su hijo Hunter.
Los demócratas solo se arriesgarían a iniciar el impeachment propiamente dicho, la acusación formal contra Trump, si los resultados obtenidos en esa investigación resultan tan contundentes como para prever que tras la aprobación en la Cámara de Representantes -donde los demócratas tienen 235 de los 435 escaños y solo se requeriría mayoría simple- puede superar también la votación en el Senado. Es esa Cámara, donde los republicanos cuentan con 53 de los 100 escaños, la que debe ratificar o rechazar que se juzgue al presidente.
Haría falta que al menos 20 de los senadores republicanos votaran a favor del impeachment para conseguir la aprobación de las dos terceras partes necesarias de la Cámara Alta.
Aunque es conocido el malestar acumulado por cada vez más senadores republicanos con la caótica y polémica forma de gobernar de Trump, difícilmente se atreverían en pleno año electoral a provocar una crisis política sin precedentes y dejar en manos del vicepresidente Mike Pence las riendas del país hasta el fin del actual mandato, el 20 de enero de 2021.
The New York Times actualiza diariamente desde mayo pasado un registro de la postura de los congresistas estadounidenses acerca de un posible impeachment.
Hasta este lunes 30 de septiembre pasado, de los 435 miembros de la Cámara de Representantes 223 demócratas apoyaban la iniciativa y 12 no, o todavía no lo habían decidido, mientras que entre las filas republicanas ninguno apoyaba el juicio político, 143 lo rechazaban o todavía no se habían pronunciado, mientras 55 no habían respondido a la encuesta.
Tan incierto es el resultado de la investigación que se inicia ahora como lo es también el resultado que puedan arrojar las distintas pesquisas sobre el presidente estadounidense que ya llevan a cabo desde hace tiempo los seis comités permanentes con que cuenta la Cámara Baja, Supervisión, Asuntos Exteriores, Medios, Inteligencia, Judicial y Financiero.
Los demócratas confiaban que la investigación que condujo el fiscal especial Mueller -héroe de Vietnam y ex director del FBI- durante dos años sobre la presunta injerencia rusa en la campaña presidencial de 2016 que dieron el triunfo a Trump, arrojaran pruebas contundentes contra este, pero no fue así.
Su informe de 448 páginas -al que el Departamento de Justicia limpió de todo dato considerado de riesgo para la seguridad nacional- permitió condenar a penas de prisión a cinco personas del entorno más cercano del presidente, de los 37 acusados en total, sumándose casi 200 cargos penales.
En su testimonio ante el Congreso Mueller dio por confirmada la trama rusa que habría interferido para conseguir el triunfo de Trump. Sin embargo, el fiscal al que Trump boicoteó y descalificó sistemáticamente durante el curso de su investigación, no llegó a acusar a Trump de forma directa.
Dijo que no exoneraba al presidente, reconoció ante preguntas de congresistas que este había obstruido a la Justicia y que había querido despedirlo, pero aclaró, para sorpresa de muchos, que en ningún momento se planteó acusar a Trump, fuera cual fuera el resultado de su investigación.
¿La razón? Porque existe una norma del Departamento de Justicia que impide acusar a un presidente en ejercicio. Trump pudo respirar y sacar pecho. “Mueller no ha encontrado ninguna prueba contra mí”, tuiteó el presidente eufórico.
En cualquier caso el tema no ha quedado cerrado. Estimulados por el proceso abierto por el Ucraniagate, los demócratas han decidido volver sobre la trama rusa.
El presidente del Comité de Justicia de la Cámara de Representantes, Adam Schiff, ha reclamado que se analice también la transcripción de las conversaciones mantenidas por el presidente con su homólogo ruso, Vladimir Putin.
“En aras de proteger la seguridad nacional de Estados Unidos debemos conocer las conversaciones del presidente con otros líderes para comprobar si ha socavado nuestra seguridad con tal de beneficiarse electoralmente”, dijo Schiff.
Nancy Pelosi durante meses se resistió a iniciar el impeachment
A pesar de que en las elecciones legislativas a medio mandato que se celebraron en 2018 los demócratas recuperaron el control de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi se resistió durante meses a la presión de varios de los congresistas de su partido que reclamaban que pusiera en marcha el proceso hacia el impeachment por la trama rusa y por negocios turbios que en el pasado habrían enriquecido al presidente.
En marzo pasado decía Pelosi en una entrevista a The Washington Post: “Un impeachment divide tanto al país que, a menos que haya algo tan convincente, abrumador y bipartidista, no creo que debamos ir por ese camino, porque él (Trump) no vale la pena”.
¿Por qué cambió ahora de parecer?
La presión de los congresistas y senadores demócratas para que diera ese paso recrudeció cuando a fines de julio pasado saltó el Ucraniagate.
Esta vez parecía totalmente probado que el presidente había presionado y chantajeado a un mandatario extranjero, el ex cómico y flamante primer ministro ucraniano, Volodymyr Zelenski, para que investigara los negocios empresariales en los que estaba implicado en su país Hunter Biden. Este es hijo nada menos que de Joe Biden, ex vicepresidente de Barack Obama y por el momento el candidato favorito del Partido Republicano para las elecciones presidenciales de noviembre de 2020.
Si en 2016 la trama rusa había ayudado presuntamente a Trump para derrotar a Hillary Clinton y llegar a la Casa Blanca, en 2020 la trama ucraniana le podía permitir acabar con Joe Biden, su principal contrincante por ahora y repetir como presidente. Trump parecía repetir el modelo.
Un miembro de la comunidad de Inteligencia estadounidense -según The New York Times un o una oficial de la CIA-, escuchó o fue informado por funcionarios que escucharon la conversación telefónica que Trump mantuvo con el primer ministro ucraniano el 25 de julio pasado, y se alarmó. En dicha conversación, cuya transcripción ( https://bit.ly/2nTqFUZ) finalmente fue desclasificada, Trump le recuerda una y otra vez al mandatario ucraniano que EE UU “ha hecho mucho más por Ucrania que cualquier país europeo” y que esa cooperación económica y militar continuará, para acto seguido pedirle “un favor”: que investigue a Biden y su hijo Hunter.
Le adelanta a Zelenski que tanto Giuliani como Barr, el Fiscal General del Estado, se pondrán en contacto con su equipo para aconsejar y coordinar esa investigación.
Según David Rohde, editor ejecutivo de The New Yorker, siguiendo el protocolo para casos de extrema gravedad que afectan al presidente, ese o esa agente de Inteligencia denunciante comunicó de inmediato el contenido de esa conversación al Inspector General de la Comunidad de Inteligencia, Michael Atkinson.
Este es un supervisor independiente -cargo creado tras el Watergate- cuya oficina está encargada de la delicada misión de controlar posibles delitos que cometan los miembros del Ejecutivo.
El Inspector General comunicó a su vez la denuncia a Joseph Maguire, director de Inteligencia Nacional. Este confirmó la importancia del caso y reclamó a su vez la autorización a la Casa Blanca y el Departamento de Justicia para remitir el tema a los Comités de Inteligencia tanto de la Cámara de Representantes como del Senado.
Y ahí se produjo el bloqueo.
De acuerdo a David Rhode, el servicio jurídico del Departamento de Justicia y el propio Fiscal General del Estado, William Barr, estimaron que no correspondía remitir la transcripción completa a la Cámara de Representantes. Maguire aceptó ese veredicto y se lo comunicó a Atkinson, pero este consideró que era su obligación hacerlo y lo comunicó a los comités de Inteligencia de las dos Cámaras.
Los demócratas exigieron entonces a la Casa Blanca que divulgara de inmediato la transcripción de la conversación. La Casa Blanca preparó una versión corta de la misma.
Utilizando esta versión descafeinada y con su tradicional bravuconería el presidente se burló en su cuenta de Twitter de la iniciativa demócrata y les reclamó una disculpa por acusación tan grave y “falsa”. Según Trump, su conversación con Zelenski había sido un diálogo cordial y agradable.
“Esto es otra fake news, esto no termina nunca”, dijo Trump.
Sin embargo, la insistencia de los demócratas forzó a la Casa Blanca a publicar la transcripción íntegra de la conversación y los detalles de la misma hicieron que la indignación cundiera no solo entre los cargos políticos sino también en la opinión pública.
Parecía claro que el presidente había violado abiertamente la Constitución al presionar y chantajear a un mandatario extranjero para que realizara una investigación criminal sobre los negocios en Ucrania de un dirigente político estadounidense rival y de su hijo.
Trump, confiado en que ganará el pulso
Kurt Volker, enviado especial para Ucrania nombrado por el Departamento de Estado ha dimitido estos días; ha sido la primera pieza en caer, y será uno de los muchos funcionarios y altos cargos que serán citados por los demócratas para declarar ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.
Volker fue quien conectó al abogado personal de Trump, al veterano republicano -ex alcalde de Nueva York- Rudy Giuliani, con miembros del Gobierno ucraniano, según consta en el informe que elaboró el o la agente de la CIA que denunció todo este caso y que entregó a su superior el pasado 12 de agosto.
Los demócratas pretenden que ese o esa agente que en su informe recogió denuncias precisas de otras gargantas profundas de la Casa Blanca y el Departamento de Justicia sobre cómo se estaba intentando bloquear cualquier investigación al respecto, testimonie en este proceso resguardando su seguridad. La situación de esa persona y de sus informantes es sumamente delicada.
El propio presidente ha hecho una nada velada amenaza contra ellos. Dirigiéndose a los suyos dijo: “Ustedes saben lo que hacíamos en los viejos tiempos, cuando éramos listos, con los espías y los traidores, ¿verdad? Solíamos solucionarlo de una forma diferente”, en alusión a las ejecuciones de espías por traición.
Trump ha adelantado así parte de la estrategia de su contraataque, acusar y advertir a los o las denunciantes hasta ahora anónimos, que se arriesgan a un juicio por alta traición. Por ello la Cámara de Representantes decidió votar de inmediato -por unanimidad- una declaración exigiendo al presidente que cese sus descalificaciones contra quienes lo han denunciado.
No es la primera vez que el presidente se enfrenta a los servicios de Inteligencia.
A pesar de las graves acusaciones que pesan sobre él, Trump parece convencido de que no solo logrará sortear este caso como hizo con la trama rusa, sino que, según no pocos analistas, confía en que su contraataque le permitirá reforzar su candidatura para las elecciones y que logrará dejar fuera de juego de la carrera presidencial a Joe Biden por su implicación y la de su hijo en el Ucraniagate.
Aunque han surgido algunas voces de parlamentarios republicanos preocupados por la situación del presidente, Trump confía en que no serán más que los que también se mostraron preocupados por la trama rus’, una minoría.
“Los demócratas están intentando destruir el partido Republicano y a todo aquello que defiende”, escribió en Twitter el presidente. “Republicanos, mantengámonos unidos, luchemos duro. ¡Nuestro país está en juego!”.
Defenderse destapando los negocios de Biden
El pasado 24 de septiembre el analista Ross Douthat publicaba en The New York Times una columna de opinión que titulaba “¿Donald Trump quiere ser acusado?”.
Según Douthat, Trump pretende mostrarse como un hombre real, del pueblo, luchador contra el liberalismo globalizador, contra las elites representadas por los Clinton, Obama o Biden y contra la corrupción, que está siendo por ello víctima de un gran ataque.
Según un sondeo de Gallup de mayo pasado, Trump contaba con el 46% de apoyo popular tras conocerse ese mes indicadores económicos positivos y salir airoso del juicio por la trama rusa.
Un porcentaje muy alto para un presidente a mitad de mandato -el mismo que obtuvo en las elecciones de noviembre de 2016- a pesar de sus constantes exabruptos, declaraciones y políticas xenófobas, misóginas, islamófobas; expulsiones expeditivas vía Twiter de varios de sus colaboradores más cercanos; pago a actrices porno para que no hablen; ruptura de acuerdos internacionales y agresiva política exterior.
Eran cuatro puntos de popularidad más que en abril, y en julio alcanzó el 47% según una encuesta de la cadena ABC y The Washington Post.
Algún analista dijo que Trump tenía una capa de teflon que lo impermeabilizaba. El presidente que dirige la mayor potencia del mundo a base de tuits confía en volver a utilizar en esta ocasión, con la acusación en su contra más grave y probada de su mandato, los mismos mensajes que le permitieron llegar a la Casa Blanca.
Cuando finalmente se vio obligado a permitir la transcripción de su conversación con el primer ministro Zelenski, Trump dijo en su típico tono chulesco: “Sí, lo presioné, ¿y qué”.
Él defenderá que lo hizo en defensa de su país al enterarse de cómo Joe Biden -su potencial rival para las próximas elecciones presidenciales- cuando era vicepresidente de Barack Obama y enviado especial a Ucrania utilizó su cargo para hacer pingües negocios en Ucrania en plena crisis de este país con Rusia, y que también había garantizado que su aventurero hijo Hunter los hiciera.
“Presioné a Zelenski, ¿y qué?"
Dirá que sí, que como presidente responsable, decidió hablar de ello personalmente con el primer ministro Zelenski. No negará seguramente tampoco las presiones, el chantaje. EE UU ha sido el país que más influyó política, económica y militarmente en la crisis de Ucrania de 2014 -durante la Administración Obama- para montarse en la ola de las masivas -y legítimas- protestas callejeras contra el corrupto Gobierno pro ruso del oligarca Victor Yanukovich y provocar su caída.
La Administración Obama, seguida a pie juntillas por sus aliados de la Unión Europea frustraron las legítimas reivindicaciones que demandaba originalmente el Maidán, la gente en la calle; apoyaron a sectores ultraderechistas y xenófobos y ayudaron a encumbrar en el poder a otro oligarca, igualmente corrupto, Petro Poroshenko. Con ello lograron que este país se distanciara abiertamente de Moscú, abrazara Occidente y se convirtiera en punta de lanza para el acoso a Rusia que derivó en una guerra con miles de muertos, un conflicto que aún sigue abierto.
Nada de esa descarada injerencia de su país le ha preocupado sin embargo a Trump. Solo le ha interesado utilizar el hecho de que Biden, el enviado especial de EE UU a Ucrania se benefició personalmente de su cargo y benefició a su familia, chantajeando abiertamente al Gobierno con cortar las ayudas prometidas.
Trump, que siempre se ha presentado como un adalid contra la corrupción, reivindicará su legitimidad para haber reclamado también alguna contrapartida al nuevo Gobierno de Zelenski al que se apoya económica y militarmente, dado que su preocupación desinteresada era que se investigaran hechos que involucran a un potencial presidenciable en EE UU.
Así como acusó a los Clinton de corrupción a través de la Fundación Clinton, Trump ahora lo pretenderá hacer poniendo en descubierto a Biden. Esa es la argumentación de Trump, defenderse atacando, una estrategia de manual.
Esta pudo ser una de las razones por las que Nancy Pelosi dudó también hasta último momento para anunciar el inicio del proceso de impeachment. Sabía y sabe que Trump contraatacará intentando acabar con Joe Biden, hasta ahora candidato presidencial favorito del Partido Demócrata.
De la veintena de candidatos demócratas que hay todavía en esta fase inicial del larguísimo proceso electoral de EE UU, Biden es sin duda el hombre que cuenta con más apoyo del establishment estadounidense de siempre.
Si el Ucraniagate termina dejando fuera de juego a Trump y al menos tocado a Biden, la carrera electoral se puede ver drásticamente alterada y con un resultado totalmente incierto.
2/10/2019
Roberto Montoya, periodista, escritor forma parte del Consejo Asesor de viento sur
https://blogs.publico.es/otrasmiradas/23924/el-impeachment-a-trump-un-arma-de-doble-filo/
Al día de hoy nadie puede asegurar que el proceso de investigación por el Ucraniagate anunciado por Nancy Pelosi, la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes, desembocará dentro de unos meses realmente en un impeachment (juicio político parlamentario) contra Donald Trump.
Es algo aún incierto. El Comité Judicial de la Cámara Baja será el encargado de estudiar las acusaciones y pruebas contra Trump por haber chantajeado presuntamente al primer ministro ucraniano para que investigara los negocios en Ucrania del candidato demócrata Joe Biden y su hijo Hunter.
Los demócratas solo se arriesgarían a iniciar el impeachment propiamente dicho, la acusación formal contra Trump, si los resultados obtenidos en esa investigación resultan tan contundentes como para prever que tras la aprobación en la Cámara de Representantes -donde los demócratas tienen 235 de los 435 escaños y solo se requeriría mayoría simple- puede superar también la votación en el Senado. Es esa Cámara, donde los republicanos cuentan con 53 de los 100 escaños, la que debe ratificar o rechazar que se juzgue al presidente.
Haría falta que al menos 20 de los senadores republicanos votaran a favor del impeachment para conseguir la aprobación de las dos terceras partes necesarias de la Cámara Alta.
Aunque es conocido el malestar acumulado por cada vez más senadores republicanos con la caótica y polémica forma de gobernar de Trump, difícilmente se atreverían en pleno año electoral a provocar una crisis política sin precedentes y dejar en manos del vicepresidente Mike Pence las riendas del país hasta el fin del actual mandato, el 20 de enero de 2021.
The New York Times actualiza diariamente desde mayo pasado un registro de la postura de los congresistas estadounidenses acerca de un posible impeachment.
Hasta este lunes 30 de septiembre pasado, de los 435 miembros de la Cámara de Representantes 223 demócratas apoyaban la iniciativa y 12 no, o todavía no lo habían decidido, mientras que entre las filas republicanas ninguno apoyaba el juicio político, 143 lo rechazaban o todavía no se habían pronunciado, mientras 55 no habían respondido a la encuesta.
Tan incierto es el resultado de la investigación que se inicia ahora como lo es también el resultado que puedan arrojar las distintas pesquisas sobre el presidente estadounidense que ya llevan a cabo desde hace tiempo los seis comités permanentes con que cuenta la Cámara Baja, Supervisión, Asuntos Exteriores, Medios, Inteligencia, Judicial y Financiero.
Los demócratas confiaban que la investigación que condujo el fiscal especial Mueller -héroe de Vietnam y ex director del FBI- durante dos años sobre la presunta injerencia rusa en la campaña presidencial de 2016 que dieron el triunfo a Trump, arrojaran pruebas contundentes contra este, pero no fue así.
Su informe de 448 páginas -al que el Departamento de Justicia limpió de todo dato considerado de riesgo para la seguridad nacional- permitió condenar a penas de prisión a cinco personas del entorno más cercano del presidente, de los 37 acusados en total, sumándose casi 200 cargos penales.
En su testimonio ante el Congreso Mueller dio por confirmada la trama rusa que habría interferido para conseguir el triunfo de Trump. Sin embargo, el fiscal al que Trump boicoteó y descalificó sistemáticamente durante el curso de su investigación, no llegó a acusar a Trump de forma directa.
Dijo que no exoneraba al presidente, reconoció ante preguntas de congresistas que este había obstruido a la Justicia y que había querido despedirlo, pero aclaró, para sorpresa de muchos, que en ningún momento se planteó acusar a Trump, fuera cual fuera el resultado de su investigación.
¿La razón? Porque existe una norma del Departamento de Justicia que impide acusar a un presidente en ejercicio. Trump pudo respirar y sacar pecho. “Mueller no ha encontrado ninguna prueba contra mí”, tuiteó el presidente eufórico.
En cualquier caso el tema no ha quedado cerrado. Estimulados por el proceso abierto por el Ucraniagate, los demócratas han decidido volver sobre la trama rusa.
El presidente del Comité de Justicia de la Cámara de Representantes, Adam Schiff, ha reclamado que se analice también la transcripción de las conversaciones mantenidas por el presidente con su homólogo ruso, Vladimir Putin.
“En aras de proteger la seguridad nacional de Estados Unidos debemos conocer las conversaciones del presidente con otros líderes para comprobar si ha socavado nuestra seguridad con tal de beneficiarse electoralmente”, dijo Schiff.
Nancy Pelosi durante meses se resistió a iniciar el impeachment
A pesar de que en las elecciones legislativas a medio mandato que se celebraron en 2018 los demócratas recuperaron el control de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi se resistió durante meses a la presión de varios de los congresistas de su partido que reclamaban que pusiera en marcha el proceso hacia el impeachment por la trama rusa y por negocios turbios que en el pasado habrían enriquecido al presidente.
En marzo pasado decía Pelosi en una entrevista a The Washington Post: “Un impeachment divide tanto al país que, a menos que haya algo tan convincente, abrumador y bipartidista, no creo que debamos ir por ese camino, porque él (Trump) no vale la pena”.
¿Por qué cambió ahora de parecer?
La presión de los congresistas y senadores demócratas para que diera ese paso recrudeció cuando a fines de julio pasado saltó el Ucraniagate.
Esta vez parecía totalmente probado que el presidente había presionado y chantajeado a un mandatario extranjero, el ex cómico y flamante primer ministro ucraniano, Volodymyr Zelenski, para que investigara los negocios empresariales en los que estaba implicado en su país Hunter Biden. Este es hijo nada menos que de Joe Biden, ex vicepresidente de Barack Obama y por el momento el candidato favorito del Partido Republicano para las elecciones presidenciales de noviembre de 2020.
Si en 2016 la trama rusa había ayudado presuntamente a Trump para derrotar a Hillary Clinton y llegar a la Casa Blanca, en 2020 la trama ucraniana le podía permitir acabar con Joe Biden, su principal contrincante por ahora y repetir como presidente. Trump parecía repetir el modelo.
Un miembro de la comunidad de Inteligencia estadounidense -según The New York Times un o una oficial de la CIA-, escuchó o fue informado por funcionarios que escucharon la conversación telefónica que Trump mantuvo con el primer ministro ucraniano el 25 de julio pasado, y se alarmó. En dicha conversación, cuya transcripción ( https://bit.ly/2nTqFUZ) finalmente fue desclasificada, Trump le recuerda una y otra vez al mandatario ucraniano que EE UU “ha hecho mucho más por Ucrania que cualquier país europeo” y que esa cooperación económica y militar continuará, para acto seguido pedirle “un favor”: que investigue a Biden y su hijo Hunter.
Le adelanta a Zelenski que tanto Giuliani como Barr, el Fiscal General del Estado, se pondrán en contacto con su equipo para aconsejar y coordinar esa investigación.
Según David Rohde, editor ejecutivo de The New Yorker, siguiendo el protocolo para casos de extrema gravedad que afectan al presidente, ese o esa agente de Inteligencia denunciante comunicó de inmediato el contenido de esa conversación al Inspector General de la Comunidad de Inteligencia, Michael Atkinson.
Este es un supervisor independiente -cargo creado tras el Watergate- cuya oficina está encargada de la delicada misión de controlar posibles delitos que cometan los miembros del Ejecutivo.
El Inspector General comunicó a su vez la denuncia a Joseph Maguire, director de Inteligencia Nacional. Este confirmó la importancia del caso y reclamó a su vez la autorización a la Casa Blanca y el Departamento de Justicia para remitir el tema a los Comités de Inteligencia tanto de la Cámara de Representantes como del Senado.
Y ahí se produjo el bloqueo.
De acuerdo a David Rhode, el servicio jurídico del Departamento de Justicia y el propio Fiscal General del Estado, William Barr, estimaron que no correspondía remitir la transcripción completa a la Cámara de Representantes. Maguire aceptó ese veredicto y se lo comunicó a Atkinson, pero este consideró que era su obligación hacerlo y lo comunicó a los comités de Inteligencia de las dos Cámaras.
Los demócratas exigieron entonces a la Casa Blanca que divulgara de inmediato la transcripción de la conversación. La Casa Blanca preparó una versión corta de la misma.
Utilizando esta versión descafeinada y con su tradicional bravuconería el presidente se burló en su cuenta de Twitter de la iniciativa demócrata y les reclamó una disculpa por acusación tan grave y “falsa”. Según Trump, su conversación con Zelenski había sido un diálogo cordial y agradable.
“Esto es otra fake news, esto no termina nunca”, dijo Trump.
Sin embargo, la insistencia de los demócratas forzó a la Casa Blanca a publicar la transcripción íntegra de la conversación y los detalles de la misma hicieron que la indignación cundiera no solo entre los cargos políticos sino también en la opinión pública.
Parecía claro que el presidente había violado abiertamente la Constitución al presionar y chantajear a un mandatario extranjero para que realizara una investigación criminal sobre los negocios en Ucrania de un dirigente político estadounidense rival y de su hijo.
Trump, confiado en que ganará el pulso
Kurt Volker, enviado especial para Ucrania nombrado por el Departamento de Estado ha dimitido estos días; ha sido la primera pieza en caer, y será uno de los muchos funcionarios y altos cargos que serán citados por los demócratas para declarar ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.
Volker fue quien conectó al abogado personal de Trump, al veterano republicano -ex alcalde de Nueva York- Rudy Giuliani, con miembros del Gobierno ucraniano, según consta en el informe que elaboró el o la agente de la CIA que denunció todo este caso y que entregó a su superior el pasado 12 de agosto.
Los demócratas pretenden que ese o esa agente que en su informe recogió denuncias precisas de otras gargantas profundas de la Casa Blanca y el Departamento de Justicia sobre cómo se estaba intentando bloquear cualquier investigación al respecto, testimonie en este proceso resguardando su seguridad. La situación de esa persona y de sus informantes es sumamente delicada.
El propio presidente ha hecho una nada velada amenaza contra ellos. Dirigiéndose a los suyos dijo: “Ustedes saben lo que hacíamos en los viejos tiempos, cuando éramos listos, con los espías y los traidores, ¿verdad? Solíamos solucionarlo de una forma diferente”, en alusión a las ejecuciones de espías por traición.
Trump ha adelantado así parte de la estrategia de su contraataque, acusar y advertir a los o las denunciantes hasta ahora anónimos, que se arriesgan a un juicio por alta traición. Por ello la Cámara de Representantes decidió votar de inmediato -por unanimidad- una declaración exigiendo al presidente que cese sus descalificaciones contra quienes lo han denunciado.
No es la primera vez que el presidente se enfrenta a los servicios de Inteligencia.
A pesar de las graves acusaciones que pesan sobre él, Trump parece convencido de que no solo logrará sortear este caso como hizo con la trama rusa, sino que, según no pocos analistas, confía en que su contraataque le permitirá reforzar su candidatura para las elecciones y que logrará dejar fuera de juego de la carrera presidencial a Joe Biden por su implicación y la de su hijo en el Ucraniagate.
Aunque han surgido algunas voces de parlamentarios republicanos preocupados por la situación del presidente, Trump confía en que no serán más que los que también se mostraron preocupados por la trama rus’, una minoría.
“Los demócratas están intentando destruir el partido Republicano y a todo aquello que defiende”, escribió en Twitter el presidente. “Republicanos, mantengámonos unidos, luchemos duro. ¡Nuestro país está en juego!”.
Defenderse destapando los negocios de Biden
El pasado 24 de septiembre el analista Ross Douthat publicaba en The New York Times una columna de opinión que titulaba “¿Donald Trump quiere ser acusado?”.
Según Douthat, Trump pretende mostrarse como un hombre real, del pueblo, luchador contra el liberalismo globalizador, contra las elites representadas por los Clinton, Obama o Biden y contra la corrupción, que está siendo por ello víctima de un gran ataque.
Según un sondeo de Gallup de mayo pasado, Trump contaba con el 46% de apoyo popular tras conocerse ese mes indicadores económicos positivos y salir airoso del juicio por la trama rusa.
Un porcentaje muy alto para un presidente a mitad de mandato -el mismo que obtuvo en las elecciones de noviembre de 2016- a pesar de sus constantes exabruptos, declaraciones y políticas xenófobas, misóginas, islamófobas; expulsiones expeditivas vía Twiter de varios de sus colaboradores más cercanos; pago a actrices porno para que no hablen; ruptura de acuerdos internacionales y agresiva política exterior.
Eran cuatro puntos de popularidad más que en abril, y en julio alcanzó el 47% según una encuesta de la cadena ABC y The Washington Post.
Algún analista dijo que Trump tenía una capa de teflon que lo impermeabilizaba. El presidente que dirige la mayor potencia del mundo a base de tuits confía en volver a utilizar en esta ocasión, con la acusación en su contra más grave y probada de su mandato, los mismos mensajes que le permitieron llegar a la Casa Blanca.
Cuando finalmente se vio obligado a permitir la transcripción de su conversación con el primer ministro Zelenski, Trump dijo en su típico tono chulesco: “Sí, lo presioné, ¿y qué”.
Él defenderá que lo hizo en defensa de su país al enterarse de cómo Joe Biden -su potencial rival para las próximas elecciones presidenciales- cuando era vicepresidente de Barack Obama y enviado especial a Ucrania utilizó su cargo para hacer pingües negocios en Ucrania en plena crisis de este país con Rusia, y que también había garantizado que su aventurero hijo Hunter los hiciera.
“Presioné a Zelenski, ¿y qué?"
Dirá que sí, que como presidente responsable, decidió hablar de ello personalmente con el primer ministro Zelenski. No negará seguramente tampoco las presiones, el chantaje. EE UU ha sido el país que más influyó política, económica y militarmente en la crisis de Ucrania de 2014 -durante la Administración Obama- para montarse en la ola de las masivas -y legítimas- protestas callejeras contra el corrupto Gobierno pro ruso del oligarca Victor Yanukovich y provocar su caída.
La Administración Obama, seguida a pie juntillas por sus aliados de la Unión Europea frustraron las legítimas reivindicaciones que demandaba originalmente el Maidán, la gente en la calle; apoyaron a sectores ultraderechistas y xenófobos y ayudaron a encumbrar en el poder a otro oligarca, igualmente corrupto, Petro Poroshenko. Con ello lograron que este país se distanciara abiertamente de Moscú, abrazara Occidente y se convirtiera en punta de lanza para el acoso a Rusia que derivó en una guerra con miles de muertos, un conflicto que aún sigue abierto.
Nada de esa descarada injerencia de su país le ha preocupado sin embargo a Trump. Solo le ha interesado utilizar el hecho de que Biden, el enviado especial de EE UU a Ucrania se benefició personalmente de su cargo y benefició a su familia, chantajeando abiertamente al Gobierno con cortar las ayudas prometidas.
Trump, que siempre se ha presentado como un adalid contra la corrupción, reivindicará su legitimidad para haber reclamado también alguna contrapartida al nuevo Gobierno de Zelenski al que se apoya económica y militarmente, dado que su preocupación desinteresada era que se investigaran hechos que involucran a un potencial presidenciable en EE UU.
Así como acusó a los Clinton de corrupción a través de la Fundación Clinton, Trump ahora lo pretenderá hacer poniendo en descubierto a Biden. Esa es la argumentación de Trump, defenderse atacando, una estrategia de manual.
Esta pudo ser una de las razones por las que Nancy Pelosi dudó también hasta último momento para anunciar el inicio del proceso de impeachment. Sabía y sabe que Trump contraatacará intentando acabar con Joe Biden, hasta ahora candidato presidencial favorito del Partido Demócrata.
De la veintena de candidatos demócratas que hay todavía en esta fase inicial del larguísimo proceso electoral de EE UU, Biden es sin duda el hombre que cuenta con más apoyo del establishment estadounidense de siempre.
Si el Ucraniagate termina dejando fuera de juego a Trump y al menos tocado a Biden, la carrera electoral se puede ver drásticamente alterada y con un resultado totalmente incierto.
2/10/2019
Roberto Montoya, periodista, escritor forma parte del Consejo Asesor de viento sur
https://blogs.publico.es/otrasmiradas/23924/el-impeachment-a-trump-un-arma-de-doble-filo/
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