EL DELFÍN
Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.
lunes, 10 de octubre de 2016
Mexico SA
México SA
México, desindustrializado
Sueño acabó en pesadilla
Política económica, varada
Carlos Fernández-Vega
E
ntre 60 y 50 años atrás México era considerado una de las grandes promesas como potencia industrial, cuando su nivel de desarrollo era equiparable al de naciones como Corea del Sur, Japón, Irlanda, Portugal, España y Chile. El país tenía todo para sobresalir entre la comunidad internacional y convertirse en uno de los directores de la gran orquesta global.
Pero algo falló y el mágico sueño devino pesadilla. A estas alturas, si bien la economía mexicana se ubica en el escalón número 15 (Informe sobre el Desarrollo Industrial 2016-Unctad) –siete escalones por abajo con respecto a 1981–, se coloca en la misma categoría ya no de Corea del Sur o Japón (grandes potencias asiáticas, destrozadas por la guerra en aquellos ayeres), sino de Armenia, Albania, Costa Rica, Jamaica, Cuba y Corea del Norte.
Sin lugar a dudas, esa es una clasificación que no es favorable para una nación que se ha empeñado en firmar tratados comerciales con las economías y regiones más desarrolladas del mundo, como bien advierte el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (Idic), que en uno de sus más recientes análisis (México: una economía en eterna industrialización) subraya que China estaba muy por debajo de nuestro país y ahora es la segunda economía mundial que ha desplazado a México de los mercados de Estados Unidos y Canadá, e incluso del interno en productos manufactureros.
De acuerdo con información del Fondo Monetario Internacional (Historical Statistics of the World Economy), México se estancó a partir de los años 70, y de allí no salió, aunque su tasa anual de crecimiento rondaba el 6 por ciento. Vino el cambio de modelo económico impuesto en los 80 y tal crecimiento se desplomó (ahora, a duras penas, crece 2 por ciento anual).
Cincuenta o 60 años atrás la economía de Corea del Sur representaba alrededor de la mitad de la mexicana. A estas alturas, la nación asiática es una gran potencia industrial, tecnológica y comercial, y con elevadísimo índice de desarrollo humano. Ya no se diga Japón. Mientras tanto, México se dedicó a maquilar, a importar todo lo que antes producía, a ofrecer servicios por doquier, a expulsar mano de obra y a privatizar, para extranjerizar, toda la riqueza nacional.
El Idic subraya que la desindustrialización precoz de México implica que se tiene una poderosa maquinaria exportadora que es de bajo valor agregado: se vende mucho, pero se transforma poco; exportamos importaciones. Una poderosa máquina maquiladora. De acuerdo con el programa Immex, del Inegi, las empresas manufactureras ahí registradas son adictas al consumo de insumos intermedios importados: durante el primer semestre de 2016 el 75 por ciento de los mismos. La cifra más elevada en los últimos siete años. Por eso la depreciación del peso no genera una balanza comercial positiva: México es, estructuralmente, una economía deficitaria.
Esto último explica por qué pueden aumentar las exportaciones sin que el producto interno bruto reciba un beneficio significativo: se encuentra limitado porque las importaciones crecen para satisfacer a la máquina exportadora. Para el citado organismo, el error de México es asumir pautas de economía internacional que lo han convertido en una nación estructuralmente deficitaria. De hecho, cita, entre 1993 y 2016 la balanza comercial sólo registra tres años de superávit (1995-1997, que ni lejanamente compensan las pérdidas); el resto del periodo ha sido deficitaria, y entre su numeralia de la apertura nacional destaca lo siguiente: en 1990 México aportaba 1.2 por ciento de las exportaciones globales; ese mismo año China contabilizaba 2.1 por ciento.
Para 2015 México totalizó 2.3 por ciento de las exportaciones globales, en tanto que China alcanzó 14 por ciento. Y ello, con todo y que en dicho periodo nuestro país firmó tratados comerciales con Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y Japón, naciones que representan 55 por ciento del PIB mundial. La información oficial indica que México cuenta con una red de 12 Tratados de Libre Comercio con 46 países, 32 Acuerdos para la Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones y nueve Acuerdos de Complementación Económica y Acuerdos de Alcance Parcial en el marco de la Asociación Latinoamericana de Integración.
Además, participa activamente en organismos y foros multilaterales y regionales (como OMC, APEC, OCDE y Aladi). ¿Resultado? En 26 años todo ello sólo le ha dado a México 1.1 por ciento más del mercado mundial y un crecimiento del PIB promedio de 2.5 por ciento.
El Idic reseña que de 1993 a julio de 2016 el déficit comercial acumulado por México fue de 149 mil millones de dólares. Esto representa el costo de ser un país con déficit comercial casi permanente: sólo durante la crisis de 1995 y los dos años que le siguieron se tuvo un superávit. Eso fue producto de la recesión. En 2012 se tuvo un superávit marginal. Y el superávit con Estados Unidos es engañoso, pues normalmente son empresas trasnacionales que fabrican desde México para cubrir la demanda del mercado norteamericano.
El costo es aún mayor cuando sólo se considera la balanza comercial no petrolera, que superó los 341 mil millones de dólares. De lo anterior se puede inferir que los ingresos petroleros terminaron financiando las importaciones de bienes de consumo, insumos intermedios y de maquinaria y equipo. En otras palabras: la riqueza petrolera ayudó a subsanar parte del error de haber detenido la industrialización de México y que se mantenga como una nación en eterna industrialización.
Las cifras del Banco de México son contundentes: entre 1995 y el primer semestre de 2016 la nueva inversión extranjera directa que llegó al país fue de 244 mil millones de dólares. El déficit comercial no petrolero de fue de 298 mil millones. En otras palabras: el desequilibrio comercial en el que incurre el país termina por financiar la inversión que realizan las empresas extranjeras en México.
Así, la desindustrialización instrumentada durante los últimos 30 años representó un error histórico de política económica, y fue a contra corriente de la estrategia aplicada por los países asiáticos, que hoy son los más exitosos en materia de innovación y patentes.
Las rebanadas del pastel
En la esquina superior izquierda de la República estalló una crisis que el gobierno mexicano parece no registrar en su exacta magnitud: la humana y migratoria de caribeños y africanos en Tijuana y Mexicali, mientras los gringos se lavan las manos.
Twitter: @cafevega
D.R.: cfvmexico_sa@hotmail.com
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