La ciudad como plaza comercial
León Bendesky
N
egra y Criminal es un librería de referencia en este género. Lo ha sido por 13 años. Dejará de existir como un espacio físico el mes entrante. El local que ocupa en el barrio de la Barceloneta, en el Carrer de la Sal número 5, atrajo a numerosos lectores y aficionados y también a muchos autores que compartían con ellos.
Pero dicha atracción no se consumó en consumo, la prueba máxima del mercado, y las ventas no alcanzan para sostener el negocio. La historia no es original, son muchas las empresas pequeñas de todo tipo que desaparecen, unas más pronto que otras, y las crisis económicas se cobran víctimas reales que no son sólo cifras en los censos oficiales.
Las librerías pequeñas, especializadas, que exponen el gusto, el saber y la predilección de sus dueños son para mí las más atractivas y entrañables. Se han vuelto bienes escasos en la economía global. Paco Camarasa y Montse Clavé son libreros cabales, por su dedicación y la atención que tienen con los que formalmente somos sus clientes, pero que también encontramos en el recinto de la librería un lugar para conversar, intercambiar puntos de vista y hallar un nuevo autor, un nuevo libro, compartir y aprender. Ahora, paradójicamente, como en una novela negra, son ellos las víctimas. Esta es una condición recurrente de la precariedad de las pymes.
Camarasa ha hablado del cliente infiel y más aún del desleal. Ambas son formas éticas. Pero como categorías económicas y sociológicas se vacían cada vez más de contenido. Él sabe bien que no cabe en general ninguna visión romántica de esas figuras en el mercado.
En el caso particular de las librerías la oferta y la demanda se ha transformado significativamente, primero con los grandes espacios que pueden ampliar sus márgenes en detrimento de los establecimientos más pequeños, como es el caso de México desde hace varias décadas. Pero incluso en España, donde existe el precio único de los libros, las cadenas atraen más compradores que ceden ante la conveniencia, sea por la ubicación o la variedad de los productos que ofrecen. Es más, no parece haber una reflexión respecto a cómo se consume.
Por otro lado, los negocios masivos como Amazon han devastado el paisaje de las librerías locales o de barrio en todo el mundo, usando el sistema del libro digital o mediante compras físicas con un sistema de entregas muy eficiente.
Un caso similar ha ocurrido con las tiendas de discos, otro espacio que ha ido desapareciendo casi por completo hasta volverse un tema arqueológico. Aquí ya ocurrió con otro lugar entrañable, la vieja Sala Margolín de la colonia Roma. Fuimos también los
clientes infieles y deslealeslos que acabamos con ella.
Todo esto es una mezcla de rencor y realismo en el entorno en el que se reordena el mercado de modo implacable y, además, vertiginoso. Hay poco espacio para la nostalgia y, sin embargo, cabe reivindicarla, aunque sea como modo de defensa personal.
Camarasa es aparte de librero negro y criminal un activo participante del género como comisario del Festival de Novela Negra de Barcelona. Y si algo no tiene es ser ingenuo políticamente. Distingue la infidelidad del consumidor de la deslealtad. “No nos han puesto los cuernos –dice–, simplemente los ciudadanos han pasado a ser consumidores y la ciudad ha dejado de serlo para convertirse en centro comercial. Y nosotros como centro comercial no tenemos nada que hacer”.
Este es un asunto crucial en materia de economía y política. El consumo no es sólo y principalmente el medio para satisfacer necesidades reales o creadas, la distinción entre ambas se desdibuja constantemente. Es, también, el motor último del empleo, la producción y el financiamiento.
La evolución cíclica del capitalismo y las crisis recurrentes y cada vez de mayor profundidad exponen el dilema que representa recrear constantemente la capacidad de consumo y, al mismo tiempo, reproducir las condiciones de la acumulación del capital en el marco de crecientes contradicciones.
La política fiscal, como ocurre ahora con el presupuesto de 2016 en México exhibe estas condiciones. La competencia por los recursos públicos y privados ocurre con mayores niveles de endeudamiento del gobierno y con efectividad cuestionable del gasto. El déficit es realmente mayor al especificado en la propuesta presupuestal y lejos del objetivo cero que se había planteado.
El asunto tiene significados sociales relevantes. El consumo se reorienta con la gestión masiva de los datos que quedan en manos de empresas privadas, mientras los consumidores los entregamos con total pasividad, aunque luego nos sorprendamos del uso que de ellos se hace. El ejercicio de la ciudadanía se entrelaza con el consumo, deformando o reconformando las relaciones sociales.
Uno de mis vecinos se mudará a una de las ciudades que circundan el Distrito Federal y que ha crecido notoriamente en años recientes. Uno de los argumentos que esgrime abiertamente para afirmar su decisión es que la plaza comercial que ahí se ha construido
hay que verla, dice con entusiasmo. Esta es una norma para decidir dónde y cómo vivir. Así que cantemos todos una loa al ciudadano-consumidor y a la ciudad como plaza comercial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario